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EL INQUILINO (PRIMERA PARTE)





 


         Esta Entrada la teníamos pendiente desde hace tiempo ¡y eso que el tema que plantea es de rabiosa actualidad!.

     No hace falta que nos extendamos explicando las dificultades de los jóvenes y no tan jóvenes para acceder a una vivienda digna, bien sea pagando un alquiler razonable o accediendo a un crédito para adquirirla. Este mal, endémico en el presente Siglo comenzó su influencia a mediados del Siglo XX, concretamente desde los años 50, cuando la economía de la Nación comenzó a depender en gran parte del ladrillo. Ya saben: la especulación, que lejos de remediarse ha alcanzado proporciones preocupantes, sobre todo en las grandes ciudades. En nuestro Cine clásico se dio con frecuencia un reflejo del problema, aunque siempre en clave de humor más o menos negro. Citaremos Cerca de la ciudad (1952), Mi tío Jacinto (1956) El batallón de las sombras (1957) Historias de Madrid y La vida por delante (1958) El pisito (1959), El verdugo y Tiempo de amor (1964), La niña del patio y Un millón en la basura, (1967)...En las que se retratan barriadas madrileñas como La Ventilla, Cerro de la Cabaña, y corralas en cuyas viviendas se apiñaban los alquilados...y los realquilados. Pero ninguna película fue tan osada como la tragicomedia que traemos hoy aquí. Vamos a ir paso a paso porque de esta cinta hay mucho que contar. 

    Empezaremos hablando de todo el elenco que interviene en el film. Lo dirigió en 1957 José Antonio Nieves Conde; la paternidad del guión va a exigir una explicación detallada -que daremos a continuación-, la música la puso Miguel Asins Arbó y de la fotografía se ocupó Sempere. En cuanto al cuadro de actores, tenemos de protagonistas a Fernando Fernán Gómez actor en activo desde 1943 y muy popular entre el público tras Botón de ancla (1948) o Balarrasa (1951), por citar un par de ejemplos y a María Rosa Salgado, la cual debutó en el Cine en 1949 y había coincidido con su partenaire en Balarrasa. Del resto del reparto.. ¡qué podemos decir! pocas películas reúnen a tantos y tan buenos secundarios. Ocasionalmente nos detendremos en alguno de ellos.

 

Maria Rosa Salgado y Fernán Gómez en Balarrasa.

    
    Es sabido que El inquilino tras su estreno fue una película perseguida, mutilada y que su exhibición, una vez modificada, se demoró durante años. Pero, ¿Porqué?. 
     Nieves Conde era uno de aquellos camisas viejas de Falange Española descontentos con la traición de Franco y el triste final que habían tenido sus aspiraciones para una nueva España. Si bien es cierto que hizo una película del agrado del Régimen (Iglesia y Estado) como Balarrasa (1951), dio sendos aldabonazos y causó suficiente alboroto con Surcos (1951) y con El inquilino (1957) de la que nos ocupamos en esta ocasión. Algunos historiadores de nuestro Cine clásico, haciendo gala de una memoria hemipléjica, condenan Balarrasa y ningunean películas valientes como El inquilino. ¿Qué cineastas disidentes se enfrentaban por entonces al Régimen, contando claramente las penurias de los proletarios? ¿Algún renombrado comunista?. 

   Como hemos prometido más arriba, vamos a hablar del Guión  basándonos en las explicaciones que dio años más tarde el propio Nieves Conde: 
    José Luis Duró, un aficionado que se había movido por los estudios franceses, escribe un guión "un tanto deslavazado". N.C. le ve cierto interés, sobre todo en los primeros capítulos y los considera un buen punto de partida.
    El ultracatólico José Mª Pérez Lozano, empeñado en demostrar su capacidad como guionista, redactó, partiendo de aquel guión primigenio, un nuevo tratamiento pero que se desechó por estar plagado de gags tipo comedia americana. No obstante, ambos consiguieron que sus nombres aparecieran en los créditos. 
    Fue entonces cuando N.C. se puso en contacto con Manuel Sebares Caso, le entregó todo aquel material y entre ambos reescribieron el guión definitivo de El inquilino. Sebares es el autor de los acertados diálogos y el Director reestructuró las secuencias, la ligazón y el juego escénico. Así pretendía rodar otra película de contenido social pero con humor y su amarga ironía.




    Siempre según el relato del propio Director, contaremos ahora qué es lo que pasó antes de que las autoridades pusieran el film, ya estrenado, en su punto de mira.   

    Se rodó la película sin ningún contratiempo. Los actores iban -y cobraban- por su cuenta pero todo el equipo técnico funcionaba en cooperativa. El Ayuntamiento había dado su permiso para filmar un auténtico derribo, que era parte esencial de la historia y el trámite de la Censura no supuso ningún problema. Una vez rodada, se procedió al montaje, se sonorizó y se tiraron las copias. Nuevamente se presentó la copia estándar para su visión, que fue aprobada sin pegas.
     Existe incluso una entradilla de la que nadie habla, a base de dibujos animados con caricatura de Fernán Gómez. Como su nombre indica, se proyecta justo antes de comenzar la película y tiene la finalidad de captar la atención del espectador exponiendo la historia que se va a contar. El texto de la voz en off era igualmente atrevido. Lo van a leer Vds. a continuación:

                               


"Imagínese Vd. Que una mañana se levanta de la cama y mientras baja las escaleras la casa va desapareciendo ,hasta que al llegar abajo ya no queda nada. Usted que tiene mujer y cuatro hijos piensa: “va, la ciudad es grande y en alguna parte encontraré otro piso. Pero recorre todas las agencias, visita patronatos, escribe instancias y todo resulta inútil Usted se desespera y siente que la piqueta que demolió su casa le golpea la cabeza. Por fin, sueña. Pero….era un sueño. ¿Qué hacer entonces? Cualquiera sabe. Pregunte, pregunte usted, ¿quién quiere un piso? Si usted fuera capaz, robaría, pero como no sabe opta por hacer el Tancredo y claro sale despedido por los aires. Ya no le queda nada a lo que recurrir cuando (ve el cartel) y le extraña.



 No comprende que su caso es el caso de todos y que por eso ha sido llevado a la pantalla. Hemos puesto una cámara ante usted y el resultado ha sido “El inquilino”.

     Ha llegado el momento de "encender el proyector" como decimos siempre, para repasar lo que ahora se llamaría "el montaje del Director". Tal y como se estrenó.

    Evaristo González es un honrado padre de familia que se gana la vida poniendo inyecciones a domicilio.  Tiene mujer y cuatro hijos (dos niños y dos niñas) con los que habita en un piso de mínimas proporciones.


 

    La vivienda está situada en el cuarto y último piso de una finca que va a ser demolida. Durante los seis meses de plazo para el desalojo Evaristo se lo ha ocultado a Marta, su mujer. Mientras, no ha dejado de buscar otro sitio en el que alojar a su familia. Pero llega la fatídica fecha y se presenta una brigada de trabajadores para proceder al derribo. El inspector que les acompaña (Leo Anchóriz) se muestra inflexible.
 

La vivienda en la que se apiña la familia. Consta de tres
 dependencias enlazadas. Estaba situada en la calle del Águila
 (en la ficción calle del Pino). 


    Desde el primer momento, Evaristo implora al capataz de la cuadrilla para que le den unas horas, un par de días, para reubicar a su prole. Y comienza la carrera contra el tiempo: Unos han de derribar la casa porque es su trabajo y los otros tienen que trasladarse lo más rápidamente posible. Todos ellos son ciudadanos sin apenas capacidad de decisión. La propiedad de la casa, su derribo, el destino que se le dará al solar resultante, todo está en manos de los poderosos.


El capataz Fulgencio (José Marco Davó) explica a Evaristo
 que él es un mandado. Entre ambos, el obrero solidario
 y ocurrente (Francisco Camoiras).



    Evaristo y Marta se lanzan a buscar un nuevo alojamiento. Él se dirige a la inmobiliaria MADRUGA cuyo gerente (Félix Fernández) había asumido el encargo de buscarle un piso. No sólo no tiene nada para él, sino que le pide todavía más dinero del que ya le sacó por el encargo.

    
Félix Fernández en uno de sus papeles
 característicos: el sinvergüenza marrullero.


Marta, esperando, contempla el suntuoso salón
 mientras la banda sonora emite una marcha
 al estilo de las películas históricas de CIFESA
                  

    Marta
lo tiene más difícil. Deja a los niños al cuidado de la Señora Daniela (Mercedes Muñoz Sampedro) y se presenta en casa del marqués (Juan Vazquez), propietario y arrendador de la vivienda. El retrato no puede ser más duro: Tras hacerla esperar, aquel escucha su ruego pero ignora ser el propietario de la casa que habita tan suplicante mujer. Ésta se entera por boca del secretario de que ha sido vendida a una Constructora. De hecho ha visto marchar a los compradores antes de ser atendida. Uno de ellos, gerente de MUNDIS, le pregunta al secretario del marqués (Ignacio de Paul) dónde quiere que le envíe su regalo y éste le contesta al oído. Después proporcionan a Marta una tarjeta con la dirección de la firma propietaria y vuelven a su pasar ocioso, entretenidos en mirar postales eróticas con un estereoscopio. El aristócrata pide el coche para acudir a una reunión de la que ignora con quién ni dónde.

"Mira Marcial. Y dime si hoy se ven mujeres como esta"

 
 


    De allí Marta se dirige a la sede de la constructora MUNDIS, decidida a implorar un retraso en la demolición. Aquí se hace de nuevo un duro retrato: el Consejo de Administración está reunido celebrando su último pelotazo.
  

 
    
     Habla con los mandamases. A uno de ellos lo ha visto un rato antes marchándose de casa del marqués. (Mariano Ozores Francés y Julio Goróstegui) No le hacen el mínimo caso. Además, la confunden con una camarera y termina repartiendo canapés en la fiesta que sigue la sesión del Consejo.      
       
    Veamos ahora cómo le va a Evaristo. Primero pasa por el piso de la cantante Lola (Pepa Ruiz) a la que suele visitar en su trabajo de practicante. Le pone una inyección, le expone sus cuitas y ésta le llega a ofrecer un préstamo de sus ahorros. Evaristo declina porque debe consultarlo con la parienta. 




        Después se pasea por Madrid viendo numerosos anuncios de alquiler y venta. Se une a una visita guiada para conocer los pisos que tiene en venta MUNDIS-JAUJA. 



    
El empleado de MUNDIS-JAUJA (José Luis López Vázquez)
 enseña un piso de la promoción a Evaristo.
 Las calidades son pésimas, todo se rompe y el precio es desorbitado.

     
     Mientras, en la casa continua el derribo. Es el momento en que merced a la solidaridad de los obreros (y del capataz, aunque se esfuerza por no mostrarse débil), surge la idea de que la familia y todo el ajuar doméstico vaya instalándose paso a paso en el piso inferior al que se está demoliendo. Así ganan tiempo para buscar un nuevo alojamiento.
 

El obrero le dice al capataz:
 "Si los pobres no nos ayudamos entre nosotros..."


Los obreros derribando ya la planta alta.
Al fondo, la basílica de San Francisco el Grande. 

     Evaristo se dirige entonces a las oficinas del banquero Don Fernando (José Mª Lado), uno de sus pacientes habituales. Se percibe una confianza entre ambos, pero cuando tras ponerle el inyectable en el despacho se lanza a pedirle un préstamo, se encuentra con el sempiterno obstáculo de no poseer ni bienes ni avales.
 

Las oficinas de Don Fernando se situaron en
 el primer piso del número 8 de la plaza de Las Cortes.
 En aquel momento pertenecían a la aseguradora Plus Ultra.

 

    El matrimonio, en su desesperación, acude a ver una chabola en el extrarradio. El vendedor (Enrique Pelayo) es un experto en timos y en torear a la Justicia. En su discurso deja claro que lo que él cobra es "por los muebles", y muestra una silla de enea desvencijada. Finalmente, no hay trato.




       A sugerencia del Inspector del derribo al que no gusta cómo se están implicando los operarios, marchan entonces a la "Sociedad Benéfica" Entidad que supuestamente se ocupa de proporcionar vivienda a las familias que la necesiten. En la entrada, unos prometedores carteles les proporcionan cierta confianza.




     Enseguida les atiende una empleada (Laura Valenzuela) y les va dando un montón de formularios para rellenar. Poco a poco la ilusión de nuestros protagonistas se va deshinchando hasta que, al preguntar cuánto deben esperar, la empleada les muestra unos archivadores repletos de solicitudes como la suya, pendientes de resolver.



  



    Derrotados, tiran los formularios y salen de allí escapados. Un último cartel les despide como un adiós burlón.




    Caminando de regreso a casa ven pasar un entierro. Marcha el coche fúnebre sin acompañantes, sin un solo familiar, seguido únicamente por el sacerdote (Rafael Calvo Revilla). Comienzan a desfilar tras él para averiguar si la vivienda del fallecido queda libre. El sacerdote, que no es ajeno a sus intenciones, les hace un gesto para que se acerquen y les dice sin más: "Calle la Palma cincuenta y seis, tercero".
 

                 


   Es el momento de desplegar sus fuerzas:  Mientras Evaristo se encamina a la vivienda desocupada que resulta estar en una corrala, Marta se dirige a casa de la dueña, Doña Obdulia (Eloísa Muro) Él encuentra allí a un montón de gente con las mismas intenciones. Entre todos acosan a la portera (Carmen Porcel) y terminan a bofetadas. (Juan Cazalilla, Goyo Lebrero y otros secundarios). Ella también se une a un montón de señoras aspirantes al cuarto del difunto (Nora Samsó y Amalia Ariño entre otras actrices), pero lo suyo es más grave ya que entre todas subastan literalmente el piso "a ver quién ofrece más". La cosa se pone igualmente seria y terminan todos, hombres y mujeres en la Comisaría de Policía.



 


    En vista del fracaso de sus gestiones, todavía volverán a la chabola de la que Marta, totalmente desesperada sale corriendo ante el sarcasmo del gitano. Para ella, meterse allí es una indignidad. Se enfrenta a su marido y le acusa de la situación en que se encuentran. 

"La culpa de todo es tuya. Que si un amigo, que si Madruga,
 que si la agencia....mentiras, todo mentiras."

        Se marchan por separado aunque terminan por reencontrarse en el piso (el último pendiente de derribo), hasta el que ha ido bajando toda la familia. Evaristo duerme en una butaca y tiene un sueño. En él, la familia es llevada en un lujoso automóvil al "Barrio de la felicidad". Van elegantemente vestidos y todo el mundo les agasaja. En una jaula se puede ver, encerrados, a los especuladores. Se instalan en un magnífico piso....pero:

    



El magnífico piso del sueño está al lado de Estadio Bernabéu. Nada que ver con los alojamientos baratos de promoción pública. Situado dentro de un edificio residencial, se asoma a la avenida del Generalísimo. La entrega de llaves tiene un crudo parecido con ceremonias similares aparecidas en los No-Do de la época.

    ...el estruendo provocado por la caída de una de las paredes de la casa le despierta sacándole de su ensoñación. Marta se marcha con los niños a casa de la señora Daniela. Sigue enfadada con él. Evaristo, desesperado por conseguir algún dinero se presta a hacer de Don Tancredo en las fiestas taurinas de una población. Nos muestran a un público bárbaro que quiere sangre y a nuestro hombre muerto de miedo. Al final el toro le da un revolcón sin demasiadas consecuencias. 




    Llega el final. Con la ayuda de los albañiles, saca sus cosas del último piso en que se habían refugiado y se instalan en la calle. La pareja, pese a su situación, se reconcilia y los niños se les unen jubilosos. 







    

    
        

























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