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HISTORIAS DE LA RADIO









           Con la presente Entrada nos proponemos repasar una de las mejores películas de nuestro Cine clásico: Historias de la Radio, escrita y dirigida en 1955 por José Luis Sáenz de Heredia y producida por Cesáreo González. Una comedia urbana cuyas indudables y muchas virtudes destacaremos más adelante. 

    Antes de meternos de lleno con la película, vamos a recordar la evolución en nuestro País de la Radio, así con mayúscula, que tanta importancia tuvo durante muchos años y que sigue vivita y coleando.

    El nacimiento "oficial" de la Radio en España está ligado a una fecha y a una emisora: el 14 de noviembre de 1924 Radio Barcelona matriculada ya oficialmente como EAJ1 emitió por primera vez. No obstante, desde principio de los años veinte había ya volando por el éter programas de diversas emisoras. Se escuchaban, generalmente mediante una radio de galena. Ese primitivo aparato de radio, de bajo coste, fácil de construir y que solo se podía escuchar a través de un auricular, permitía acceder -no sin ciertas dificultades para sintonizar una emisora- a un universo de conversaciones, música y noticias..  


Radio de galena de los años 20.
 A la izquierda, el auricular
.

   
  

        Más o menos por los mismos años, los fabricantes construyen ya unos aparatos de radio dotados de mayor tecnología y lo que es más importante: están dotados de altavoz o amplificador, lo cual va a permitir que las personas se reúnan a su alrededor para escuchar una emisión, para compartir un programa. A la radio ya no se accede individualmente, en privado. Se escuchan conciertos de música clásica, programas de variedades, programas infantiles, seriales, concursos y noticiarios.  El entretenimiento deja de obtenerse acudiendo al teatro, a los toros, a los estadios o a las incipientes salas de cinematógrafo. No hace falta salir de casa.

 




        Aproximadamente un decenio más tarde, los españoles conocerán, a través de un aparato como los anunciados sobre estas líneas, los primeros acontecimientos que derivarán en una guerra fraticida. Durante la misma, la radio cumplirá para ambos bandos enfrentados un papel primordial: a través de ella ambos bandos difundirán noticias sobre la marcha del conflicto, mensajes en clave, charlas con intención de animar o desmoralizar a la población civil y muchas cosas más, como localizar familiares y sobre todo seguir entreteniendo, haciendo sonar las canciones más populares. Terminada la Guerra Civil, también a través de aparatos como este, se escuchará la voz nasal del locutor Fernando Fernández de Córdoba leyendo el último parte de Guerra: "Vencido y desarmado el ejército rojo..bla,bla,bla..La guerra ha terminado." 




        Y comenzó la posguerra. La radio era ya la reina y señora en todos los hogares; también se la escuchaba en el bar, en los talleres o en plena calle. Se sabía de la existencia de algo llamado Televisión, pero a España tardaría todavía unos cuantos años en llegar. Consecuentemente, los radio-oyentes no "ven" a los personajes de la radio-novela, no "ven" al locutor de las noticias, no "ven" al locutor que en directo les narra el curso de una corrida de toros o un partido de fútbol, y mucho menos a los participantes, pero se los imaginan. Esta circunstancia convierte el escuchar la radio en algo así como leer un libro. Se trata de un medio mucho más humilde que el Cine o esa mágica Televisión, pero en cambio estimula el oído, la imaginación de los oyentes; las voces, sus matices, cobran una tremenda importancia. En 1951 y 1952 y de la mano de Bobby Deglané, nacen dos programas que dieron un extraordinario lustre a la Radio: Cabalgata fin de semana y Carrusel deportivo. Por otra parte y a diario, los seriales atrapan a la audiencia y cuando las familias se reúnen para comer o para cenar, allí está presente la Radio, anunciando casi en plan castrense el Diario hablado de Radio Nacional de España. 

        
Cuadro de actores de Radio Madrid.
 Se puede distinguir a Pedro Pablo Ayuso, a Matilde Conesa,
 a Juana Ginzo, a Matilde Vilariño...

    Hablando de radio-novelas o seriales radiofónicos: fue el caso de Lo que nunca muere, Ama Rosa, y tantos otros. Y no queremos olvidar el Consultorio de Elena Francis, que comenzó a emitirse en 1947 ni los numerosos anuncios, algunos con acompañamiento musical de gran calidad; Concebidos en un formato atractivo y respetuoso con el público, consiguieron que todo el mundo los cantase. Mientras progresa esta época dorada de la radio, los españoles comienzan a levantar cabeza y los industriales les venden muchos, muchísimos aparatos, cada vez más sofisticados, al tiempo que las emisiones radiofónicas ya llegan hasta el rincón más apartado del País. La Radio, sus contenidos, son sumamente populares. 



 






     Va a ocurrir otro hecho de suma importancia: Hacia 1955 los aparatos de radio comienzan a incorporar transistores en lugar de lámparas: ya no hay que esperar a que se caliente al encenderla. Además, ya puede ser portátil, se puede disfrutar de ella en el campo, en la playa, o servir de distracción en la cama de un hospital. El poseer uno de estos aparatos a pilas dotaba a algunos ciudadanos, además de cierto prestigio, de un sinfín de posibilidades. Los usuarios adoraban "su" transistor, generalmente provisto de una protectora funda de cuero. Podían incorporar correa para su transporte, un auricular e incluso una antena telescópica:



 

        En nuestro cine clásico aparece el novedoso aparato en más de una película. Lo recordaremos en dos de ellas:



      Tota Alba y Carlos Larrañaga bailan secretamente acompañados por la música que emite un transistor. Lo hacen por medio de auriculares, para no ser descubiertos. (El extraño viaje. F.F.Gómez. 1964.)




    Emma Penella y Nino Manfredi bailan durante una jornada campestre aprovechando la música del transistor de una pareja muy estirada. Cuando éstos lo descubren se marchan airados: "Si quieren bailar, que se traigan su música.!". El Verdugo. L.Gª.Berlanga. 1963.



                       
 
      Y aquí dejamos esta introducción que puede servir para situar a los lectores en el entorno histórico y sociológico en que se ambienta la película propuesta: Historias de la Radio. Se estrenó -ya se ha dicho más arriba- en 1955 y se mantuvo en la cartelera madrileña durante 91 días.  

      Sáenz de Heredia, que era primo carnal de José Antonio Primo de Rivera, comenzó en el cine de la mano de Luis Buñuel, responsable de Producción de Filmófono-Roptence (Los lectores disponen de una Entrada específica en este Blog); porque le encomendó la dirección de dos películas: La hija de Juan Simón (1935)y ¿Quién me quiere a mí? (estrenada en Abril de 1936). Ambas fueron su bautizo como Realizador y obtuvieron un razonable éxito de taquilla. Tres meses después de estrenarse la segunda de ellas pasó lo que pasó y todo se puso patas arriba. Es sabido que el joven Director, que tenía entonces 25 años, se veía obligado a dormir en los parques de Madrid porque su domicilio no era seguro: Varias veces habían ido a detenerlo en plena noche. ¿Motivo? su parentesco con el fundador de Falange. De todos modos lo atraparon y también es sabido que fue precisamente Luis Buñuel quien, acompañado de empleados de Roptence, se presentó en aquel sitio de la calle Marqués de Riscal en el que estaba detenido para liberarlo y seguramente salvarle así la vida.  




    Todo lo que sigue lo saben muy bien casi todos nuestros lectores. Una vez rescatado, declinó la oferta de Luis Buñuel para trabajar con él, se pasó al otro bando como alférez y terminó la Guerra Civil con el grado de teniente. Pese a las diferencias ideológicas de ambos cineastas, éstos fueron amigos durante toda su vida. José Luis Borau, que se formó en el I.I.E.C. contaba que siendo Sáenz de Heredia director del Centro, invitó en varias ocasiones a Buñuel para presentarlo a los alumnos y que pudieran departir con él. Pensamos, y no somos los únicos, que de no haber mediado el conflicto bélico, Sáenz de Heredia habría continuado haciendo Cine sin más. Pero los encargos del Dictador para que llevase a la pantalla su Raza en 1941, más tarde para que la maquillase, y de nuevo en 1964 para que le pintase un retrato "a medida": Franco, ese hombre" hicieron de este Director el hombre de confianza del Régimen. A lo largo de su vida escribió 35 guiones y dirigió 42 películas. Por algunas recibió 11 premios que no nos sorprenden demasiado por ser casi todos del C.E.C. y del Sindicato del Espectáculo; pero otras fueron nominadas para los festivales de Berlín o Cannes. Seis veces. 
     Muerto el Dictador, Sáenz de Heredia continuó diciendo a los cuatro vientos que su mayor satisfacción en la vida había sido servirle. Aquel exceso de victoria -en palabras de Ridruejo- y de honradez le hicieron más mal que bien y la izquierda antifranquista, tan unidimensional (según de quien se trate, claro está) nunca se lo perdonó. El aficionado al Cine que sea capaz de distinguir entre ideología y oficio, de situarse en la época concreta en que se rodó Historias de la Radio y sobre todo, de apreciar una obra bien hecha, reconocerá su mérito. 
    Consiguió además despistar a la Censura, por entonces tan obsesionada con los besos, los escotes y el largo de las faldas.. Historias de la Radio está llena de mensajes, subliminales y no tanto, en los que se pone en evidencia la desatención al ciudadano, bien sea al investigador, al pobre que subsiste robando, al inquilino que no puede pagar la renta, a la viuda sin recursos obligada a tomar los más duros trabajos o al niño con una enfermedad rara que no recibe la debida asistencia, poniendo en duda la imagen de bienestar social que el Régimen pretendía irradiar. Seguro que Vds. descubren más detalles, siempre -claro está- que tengan un criterio propio.
        ¿Porqué quiso Sáenz de Heredia que la película arrancara con la alocución matinal del Padre Venancio Marcos? De este sacerdote se  conocía su ideología falangista desde antes de la Guerra Civil. Sus charlas radiofónicas dirigidas a la población, sin distinciones, le hicieron sumamente popular...e incómodo.
 No obstante fue noticia en el 41 aniversario del 18 de Julio. Ofició la misa en la Basílica del Valle de los Caídos por el alma del Dictador, pero se negó a pronunciar homilía alguna. Eso le valió silbidos y abucheos de los asistentes. 
         
 

              El Guión.

       Está construido sobre tres "cortos" independientes, tres narraciones que tienen en común precisamente La Radio como centro generador de las mismas a través de concursos, en emisiones de cara al público. Es decir, los tres sketches involucran a los presentadores en el escenario, al público que asiste en la sala y a los radioyentes, que o bien se unen al espectáculo acudiendo al plató y protagonizando la historia en cada caso, o bien están viviendo la experiencia desde sus hogares. En los tres episodios, la Radio emite un desafío y en los tres casos aparecen unos radioyentes que han recogido el guante y acuden a la Emisora. De este modo, la pantalla nos muestra cómo viven, con qué sueñan, qué necesitan; porque en los tres casos el premio es en metálico y en aquellos tiempos de estrecheces e ilusiones, el dinero movía más montañas que la fé; El salario medio era de unas mil pesetas mensuales. El Director lleva la película con maestría elevando las emociones hasta llevarlas al límite en el último tramo. 


El locutor Gabriel Matilla (Paco Rabal) invita a una muchacha
 del público a señalar un número al azar en el listín telefónico.


       Para dar cohesión a las tres historias, toda la estructura, como si se tratara de un puente, está sostenida por unos cables anclados aquí y allá a lo largo del film. A saber: dos señores entrados en carnes, huéspedes de una Pensión, abren y cierran la película escuchando la emisión matutina de gimnasia. Un presentador, Gabriel (Paco Rabal) que aspira a un mayor protagonismo, mantiene cierto amorío con una presentadora, Carmen (Margarita Andrey) que tiene sus altibajos con rival incluido (Juanjo Menéndez). También aparecen aquí y allá un matador de toros (Rafael "El Gallo"); una cantante de Copla (Gracia Montes);  un futbolista (Luis Molowny) y un grupo musical (Los Xey), todos ellos muy populares y visibles gracias a la película.  
     Por cierto, en la segunda historia, Sáenz de Heredia se adelanta más de treinta años a Woody Allen, director de la célebre Radio days. Durante un robo en un domicilio estando los propietarios ausentes, suena el teléfono y  el/los intrusos no pueden evitar la fascinación que produce la Radio y sus concursos. Se atiende la llamada y se obtiene el premio aunque a fin de cuentas es para el dueño de la casa. 
     
    Y de los actores, ¿Qué podemos decir? Muy pocas películas de nuestro Cine clásico reúnen a tantos y tan buenos profesionales. Sus desempeños, desde los protagonistas hasta el último secundario, impecables. Simplemente geniales. ¡Y además, están todos!. Podríamos destacar hasta una docena de secuencias absolutamente memorables. Las vamos a señalar porque son antológicas. Nosotros nos unimos a quienes piensan que la película está a la altura de algunas comedias de Frank Capra.  

  
      
      
        Encendamos el proyector: (Es el momento de dejar de leer esta Entrada quien no quiera que le destripemos la película.)




     Ya se ha comentado más arriba que el film arranca con dos radioyentes que cada mañana tratan de perder peso siguiendo la emisión
Gimnasia todos los días. Mientras se preparan se escucha la Oración matinal del Padre Venancio Marcos. Uno de ellos (Juan Calvo) dice: "parece que el curita cada día se alarga más."


Juan Calvo y Juan Vazquez.

         Y arranca la primera de las historias. La Emisora pone en marcha uno de sus concursos habituales, patrocinado por una marca comercial: desafían a quien se presente en sus Estudios con algún disfraz exótico o portando algún objeto estrafalario. En esta ocasión, el premio de 3.000 pesetas será para el primero que se presente vestido de esquimal, con perro y trineo.
  

José Orjas, Tomás, convence a Pepe Isbert para que se presente
al concurso. Él se encargará del traje y del trineo.


     Estos dos inventores precisan esas tres mil pesetas para patentar su pistón "a doble deflector". De no hacerlo, se les adelantarán "los de la Aeronáutica". De modo que José Isbert, muy a pesar suyo, sale a la calle preparado ya para ir a la Emisora de Radio. Había perdido el taxi que le esperaba porque alguien ofreció más dinero al conductor (al parecer había muy pocos taxis y mucha picaresca). Sufre las burlas de unos señoritos, sale alguien en su defensa y terminan todos a golpes. (El guión pone su dedo acusador también en esas gentes desocupadas, que por el supuesto gracejo madrileño son capaces de burlarse de un anciano. La pelea muestra la facilidad con que unos ciudadanos pueden  liarse a golpes con otros). El conductor de una camioneta, conocedor del asunto por haber escuchado el desafío en la Radio, le recoge movido por la compasión al verle caminando. Para evitar que se adelante otro esquimal de un coche próximo, lo inmoviliza provocando un accidente. 


Pepe Isbert ayudado por Tony Leblanc.

 



     En las escaleras del edificio de la Radio, Pepe Isbert lucha escalón a escalón con el otro  esquimal. Intentan retomar el aliento en un tramo de escalera y tienen la siguiente conversación:




-¿Porqué quiere tanto dinero?
-Para un invento importante. ¿Y usted?
-Para una señorita.
-¿Está enferma?
-¡Qué va! Está imponente.
-No sé si le he comprendido. ¿Tiene usted un lío?
-No señor, quiero tenerlo.
-Comprenda que lo mío es más importante.
-Usted no conoce a esta señorita.
-¡Aunque sea una Venus!. Un invento es algo de interés nacional. 
-Mi interés está en esa señorita. ¿Lo de usted qué es? ¿Otra bomba?
-Un pistón a doble deflector.
-Con pistones podemos vivir todos, pero sin señorita....
-Yo vivo sin señorita.
-Claro, por eso inventa usted pistones. 

  Finalmente Pepe Isbert logra eliminar a su contrincante de un silletazo y se presenta en el Estudio. Al hacerlo, se cruza con otro esquimal que se adelantó a ambos y sale muy contento con el dinero del premio. El público se ríe al verle entrar y él acepta resignado la noticia del locutor, quien le ofrece (muy frecuente también por entonces) el saludar a alguien por el micrófono:



     A través del mismo, se dirige a su socio, Tomás, para explicarle todo lo acontecido. Entre lágrimas cuenta hasta qué punto, un científico como él,  dedicado a la investigación y sin ninguna ayuda,ha tenido que ponerse en ridículo para nada. Curioso. Porque desde entonces hasta ahora venimos a vueltas con el famoso I + D. Y han pasado un montón de años.
 




El público asistente pasa de la risa a la compasión y el locutor, conmovido, le entrega otras 3.000 pesetas. Termina así la primera de las "historias". 




    En la segunda, y como hemos adelantado más arriba, aparece un hombre registrando un despacho en el que evidentemente ha entrado para robar. Es domingo y el dueño de la casa, que resulta ser el casero del ladrón, está en misa. Cuando finalmente encuentra una caja con dinero, suena el teléfono. Duda, pero termina por descolgarlo. La llamada proviene de una Emisora de Radio que, al azar, ha elegido precisamente el número de ese domicilio. El ladrón (Angel de Andrés) responde y consigue el premio de dos mil pesetas. Desecha el dinero que pensaba robar y se dirige a la parroquia, donde sabe que encontrará a su casero (José Mª Lado). Quiere ponerse de acuerdo con él para ir a la Emisora y cobrar el premio.



 
        Así lo hacen, pero tras el cobro del premio, se separan. El casero quiere denunciarlo a la Policía mientras que el ladrón ha intentado hacerle ver que, de no ser por él, no habría ganado el dinero. El uno se va a la parroquia buscando el amparo del cura párroco (Inigualable Pedro Porcel). Le cuenta a éste que trataba de robar a su casero para pagarle el alquiler; si no lo hace le pondrá en la calle. El otro se va a su despacho para comprobar la intrusión y el posible robo. Estando allí, recibe una llamada del párroco invitándole a que se pase a verle. Le convence y tratará de ponerlos de acuerdo.


 


    Y lo consigue, pero no sin vencer la obstinación del más poderoso. Queremos destacar el siguiente diálogo entre el párroco y el casero:

-Pero, vamos a ver: ¿Usted estuvo esta mañana en la iglesia?
-Si señor. En misa de una.
-¿Oyó mi plática?
-Sin duda. Toda.
-Y qué le pareció aquello de que al final de la vida será más rico el que más haya dado y más pobre el que se enterró con su dinero?
-Me pareció bien. Pero ni yo soy millonario ni pienso que me entierren con mi dinero.
-Hay muchas maneras de ser millonario y muchas también de ser ladrón.  


     Hay que ver la rabiosa actualidad de esa reflexión. Vivienda, alquileres y todo eso. Bien. El caso es que al final ambos rechazan el dinero del premio y deciden que se lo quede la parroquia. Confianza por confianza, el sacerdote les participa un secreto: él también tiene un ladrón en el templo, un pobre al que alimenta poniendo a su alcance una generosa hogaza de pan cuando entra a robar. Lo que el cura intenta, además de socorrerle es comprar su fé. Los tres atisban sin ser vistos desde un rincón y comprueban que, en efecto, el pobre ya va a misa. 
 


 

       No deja de tener su aquel el hecho de que un padre de familia, seguramente desempleado y sin recursos, pase por el aro para poder comer. La historia se supone que termina así felizmente. ¡Era una época de conversiones, misioneros y bautizo de chinitos!.

        Y vamos a por la tercera "historia". El guión, la dirección y los actores componen un relato que rueda in crescendo hasta explotar en un final que, como dijo alguien, haría llorar a un perro de escayola.  Juzguen Vds. mismos cuando la vean. 

        
        Todo empieza en un pueblecito de la Sierra de Madrid que en la ficción se llama Horcajo de la Sierra. En realidad se rodó en La Herguijuela y en Navarredonda de Gredos, municipios de la Provincia de Ávila, a cuyos habitantes saludamos desde aquí.  




        De Estocolmo llega una carta dirigida a la Sra. Eulalia, viuda sin recursos que sale adelante lavando ropa en el río. Tiene además un hijo postrado en cama por padecer una enfermedad rara. La carta la remite un famoso cirujano holmense, contestando a la solicitud del médico del pueblo, (Nicolás D Perchicot) quien le envió el historial de la criatura pidiéndole ayuda: Aquel se presta a operarlo gratis si se lo llevan a su clínica. Se calcula el coste del viaje en avión y se comprueba que hacen falta de diez a doce mil pesetas para llevar al chico y traerlo de vuelta.

    (No es casualidad que el narrador de esta historia final fuera José Luis Pecker. Este locutor destacó en la Radio por el programa Ustedes son formidables, en el que se exponía un caso de enfermedad, de exclusión social o de grave falta de medios pero dirigido a todo el País. Durante el programa el público llamaba a un número de teléfono y ofrecía su donativo. Sí. Así eran las cosas: la gente respondía y el Estado lo veía complacido). 
 
        Reunidas las fuerzas vivas del pueblo en consejo, ante la gravedad del tema y por ver la posibilidad de darle una solución, se decide iniciar una recogida de fondos entre todos los vecinos. Durante la reunión se produce el siguiente diálogo:

El maestro: 
-Nos va a llenar de vergüenza. (...) Un hombre que no es vecino nuestro, que ni conoce a la madre, que ni siquiera es español, está dispuesto a darle, él sólo, mucho más que todos nosotros juntos. ¿Qué pensará ese hombre de nosotros, y de todos los españoles..."
Un vecino:
-Pues yo digo...que para eso está el Estado.
Le responde el alcalde:
-El Estado está para otras cosas, hombre. Para hacernos los caminos y pantanos y para rascarnos los bolsillos. No para suministrarnos el amor propio que tiene que tener cada uno. 
 
    

En el centro, el maestro (Alberto Romea), el alcalde (Adrian Ortega) de pie, detrás
 el sargento de la Guardia Civil (Xan das Bolas) y el párroco (José Luis Ozores) 

   
    Una vez finalizada la cuestación vecinal, lo recaudado no llega a la cantidad necesaria: Al llegar a casa, el maestro le cuenta a su mujer que se han reunido nueve mil setecientas cincuenta y ocho pesetas; siguen faltando unas dos mil. También confiesa a su mujer que viajó el día anterior a la capital para empeñar su reloj. Al poco rato, se presentan en la casa los organizadores de un complot: quieren convencer al maestro para que vaya a Madrid, a un concurso de cultura general de la Radio (Doble o Nada), donde -están seguros- el maestro, que es un sabio, contestará a todo sin dificultad.

 
El alcalde: "habrá visto Vd. que la Guardia Civil
 no tiene malas ideas......algunas veces
".

        Sí. Porque la idea ha sido cosa del sargento de la Guardia Civil que explica: "a mí se me ha ocurrido de dónde puede salir ese dinero. Yo tengo menos luces que una bicicleta, pero de vez en cuando se me ocurren cosas. En su mano está, Don Anselmo." 
  
         Don Anselmo accede, ante la presión general y la necesidad de conseguir el dinero que falta, pero su modestia le hace pensar que es una tontería. Todo el pueblo sale a despedirle. 



       
            
    Una vez en el plató, la cosa va funcionando como le interesa a la Emisora. Comienzan con una pregunta fácil, por quince pesetas. La acierta y a la pregunta de si quiere doblar, contesta "que dobla". Sigue así, insistiendo en que dobla y las preguntas comienzan a ser cada vez más difíciles, pero Don Anselmo que posee una amplia cultura las va contestando todas. Hasta le ponen un disco de música clásica para que diga el compositor. También lo acierta.




     El presentador se va poniendo nervioso porque Don Anselmo lo contesta todo. Cuando llega a novecientas sesenta pesetas, van literalmente a por él, porque insiste en doblar. Ante la posibilidad de que el concursante doble acercándose peligrosamente a la cifra de dos mil pesetas, sacan una pregunta difícil, seguros de que aquel pobre anciano no la iba a saber contestar. 





    Mientras, en casa de la Eulalia (en la foto a la derecha), escuchan la radio emocionados. Vemos al niño (Carlos Arévalo), a la mujer de Don Anselmo (Matilde Muñoz Sampedro) y al párroco que reza y se trabuca. Simultáneamente, en la plaza, donde se ha instalado un altavoz, se sigue la marcha del concurso con gran interés. A cada acierto del concursante se le corea, lazando las boinas al aire. "Viva la madre que lo parió!" 

La pregunta con la que piensan rematar a nuestro concursante es la siguiente:
 
-Quién fue el delantero centro que marcó el primer gol oficial en el antiguo Campo Ciclista de San Sebastián, cuando se inauguró?
 
    Al escuchar la pregunta, Don Anselmo sufre un desmayo. Le atienden, le ofrecen detener el concurso y anular la pregunta, llevándose el dinero conseguido hasta el momento. Pero Don Anselmo, declina el ofrecimiento. Estando aún en el suelo, le repiten la pregunta. Se pone en pie, y con la mano en el pecho, contesta:

-"¡Yo! Anselmo Oñate, Pichirri, en mil novecientos quince, y de penalti."
(echa mano al bolsillo interior de su abrigo para sacar su cartera) Aquí tiene mi identidad y una fotografía de aquel gol.!

  

 

    El júbilo en la plaza del pueblo se desborda. Y desfilan por las calles hasta casa de la Eulalia portando en hombros al sargento de la Guardia Civil. Éste lo consiente, aunque procura no perder la compostura ni la dignidad del uniforme.


¡Alirón,alirón, Don Anselmo el campeón!



    La historia se cierra con un avión que despega camino de Estocolmo.

  



     La película termina con la clase de gimnasia que presenciamos en el comienzo. Pero hay una confusión, porque mientras el locutor Gabriel se declara a Carmen, nuestros gimnastas siguen extrañados las indicaciones que reciben.


 






    






 

    
    
 





  
    

           
    
   



    
  
    
     

CINE Y LITERATURA: MARIONA REBULL


 



           ..Y allá vamos, con un tema nuevo que no habíamos tratado hasta ahora: La transformación de una obra literaria en guión cinematográfico para ser llevado después a las pantallas. Una vez más repetimos el rollo de siempre. Primero: todo lo que sigue, salvo las opiniones personales, está accesible para todo el mundo en los libros y en la Red, aunque aquí tratamos de ofrecer una visión de conjunto después de consultar aquí y allá. Segundo: Vamos a contar la película. Si a alguien le fastidia que la destripemos ya descubrirá en qué momento debe dejar de leer.  

        Recordando la historia de nuestro Cine, es sabido que en la década de los años 40 las Productoras tenían un margen muy estrecho para rodar una película que atrajese al público y alejase posibles problemas con la Censura: recrear gestas históricas (pero muy históricas, no fuesen a molestar a alguien) tipo Reina santa, rellenar una historia con cante y baile (Castañuela), montar comedias deliciosamente tontas (Ella él y sus millones) o relatar historias de Santos o misioneros (La mies es mucha). Adaptar una obra literaria era otra opción, sobre todo si era inocua o recordaba al público los valores con destino en lo universal. 

        Y aquí entra José Luis Sáenz de Heredia, quien se adelantó a posibles competidores escribiendo un guión sobre dos novelas de Ignacio Agustí que habían tenido un gran éxito desde su publicación en 1942. En 1947 estuvo lista la película que había dirigido él mismo: Mariona Rebull. En el guión había condensado hábilmente todos los elementos aprovechables cinematográficamente de Mariona Rebull y El viudo Rius, las dos primeras entregas de la pentalogía La ceniza fue árbol. Se narra en ella las historias de una familia barcelonesa y de la Barcelona misma, retratada en sus gentes y en su historia. Las cinco entregas tuvieron ocupado a su autor hasta poco antes de su fallecimiento. Las otras tres novelas fueron Desiderio (1957),19 de julio  (1965) y Guerra Civil (1972). Además de ser un relato histórico, abunda en el mito de la fragilidad empresarial: El abuelo levanta un negocio, el hijo lo hace prosperar y el nieto lo lleva al fracaso. 


Estreno en Barcelona de Mariona Rebull. Segundo por la izquierda,: José Mª Seoane, a continuación Blanca de Silos. Segundo por la derecha: Sáenz de Heredia.


             Ignacio Agustí Peypoch nació en Llissà de Vall el 3 de septiembre de 1913 y falleció en Barcelona el 26 de febrero de 1974. Sólo vamos a glosar su figura con cuatro trazos elementales; servirán para que se conozca su persona -al menos un poco- y para exponer una de las múltiples facetas que conformaron la España previa y posterior a la Guerra Civil. Agustí pertenecía, por familia, a la burguesía industrial. Hizo literatura y periodismo en lengua catalana. Perteneció al catalanismo político moderado. Fue un admirador de Federico García Lorca, a quien reconocía como inspirador de su poesía y le trató en diversas ocasiones. Al estallar la Guerra se incorporó a la España rebelde, tras pasar por Italia, Alemania y Portugal. Fue uno de los responsables de la revista Destino, de inspiración falangista, editada en Burgos.(no hay misterio: lo de destino se inspiró en aquello del destino en lo universal). Por entonces ya se había afiliado a Falange Española. También estuvo en el frente junto a muchos compañeros catalanes, agrupados en el mismo Tercio. Al término de la Guerra, siempre bajo la dirección de Dionisio Ridruejo, contrario a excluir la cultura y la lengua catalanas del medio social, se traslada a Barcelona donde continuará publicando Destino desde el número 101 y con un contenido cada vez más lejano de la intención de los vencedores. Poco a poco terminaron escribiendo en Destino gentes dispares pero con el denominador común de pertenecer al mundo de la Cultura. Como corresponsal en Suiza, tuvo relación con D. Juan de Borbón y trató con él la cuestión dinástica. Desde Destino, también fue uno de los creadores del Premio Nadal de novela, que se estrenó en 1945 premiando a Carmen Laforet por su novela Nada. Agustí también fue el hombre de Fraga tras el periódico Tele-Expres, el primero que incorporaba el color y no tenía ni el aspecto ni el fondo de Prensa del Movimiento. Se peleó y tuvo problemas con unos y otros. Escribió artículos cargados de intolerancia y otros que le enfrentaron a los jerarcas del Régimen. Su pasado falangista no hizo que sus libros se vendiesen mejor pero sí que se le ignorase en ciertos círculos. El público, en cambio, reconoció en su obra un acto de amor hacia una Barcelona que añoraba y que no volvería. En la Ciudad Condal existe una calle con su nombre. Y si los lectores quieren profundizar en la persona de este hombre, o tener una visión certera de lo que Destino supuso en la Cultura española, tienen a su disposición las memorias póstumas de Agustí: Ganas de hablar y una excelente y prolija biografía, obra de Sergi Doria: Ignacio Agustí: el árbol y la ceniza.  

            Hablaremos ahora de las novelas. A nosotros, lectores del montón pero con cierta debilidad por la literatura española clásica, el libro (un tomo que incluye las dos obras) nos ha recordado mucho a Galdós. No pretendía Agustí hacer unos episodios nacionales que continuaran donde se detuvo el hilo narrativo de Galdós, pero sus hechuras tienen algunas coincidencias que quisiéramos resaltar. Con Barcelona como protagonista y como fondo, nos cuenta en estas dos novelas los acontecimientos políticos habidos en la Ciudad Condal desde la Exposición Universal de 1888 hasta poco después de la Semana Trágica de 1929, en un estilo muy episódico, narrando la Historia y mezclando armoniosamente en su relato a personajes ficticios con los reales. Volviendo a la relación Galdós-Agustí, está claro que siendo el primero un escritor del XIX y el otro del XX, el modo realista de narrar no coincide en ambos casos, pero existen en la obra del catalán una serie de detalles que llaman poderosamente la atención: El centro argumental de Mariona Rebull y que suscita mayor morbo/interés en los posibles lectores, además del célebre atentado del Liceo, es la degradación moral de la protagonista, tantas veces descrita por Galdós en sus obras. Como en la obra de Agustí, lo de menos es lo que hagan los hombres -mostrar atracción, forzar, seducir, urdir complots amorosos- sino el cómo una mujer desciende a los infiernos con o sin adulterio, provocando el rechazo o la lástima de quienes la rodean. Tómense como ejemplo La de Bringas, La desheredada, Tristana, Lo Prohibido o Tormento.. Después está la pintura de las situaciones eróticas: Ambos autores narran a su manera lo que pasa por la mente de los actores, dejan pistas inequívocas de su conducta, pero Galdós no se recrea nunca en los detalles del -llamémoslo así- intercambio carnal; lo confía a la perspicacia del lector porque eso por aquel entonces, no se hacía. Agustí no llega mucho más lejos, salvo en algún pasaje atrevido, gráfico, imprescindible para entender lo que hace Joaquín Ríus cuando se abandona a sus instintos ya viudo y sin compromiso, pero nunca lo que hace Mariona. Mucho hay que imaginar en el libro y mucho más en la película. Por otra parte, el autor de la obra literaria y el guionista del film no llegan más allá porque no pueden, porque existe una Censura previa y una Iglesia siempre al acecho. ¡España es un obispero! decía Foxá cuando, pese a su inconfundible adhesión al Régimen, tropezaba con las sotanas. 

              Más coincidencias: En su obra, Agustí crea sus personajes ficticios moldeándolos con esmero y cariño para después mezclarlos con los reales, como la Reina Isabel II, Raquel Meller, o Ferrer y Guardia, por poner unos ejemplos nada más. Pero en lo meramente histórico, no toma partido por unos o por otros. Expone la ebullición del descontento obrero y a líderes sindicales cuyo único objetivo es vivir sin trabajar, pero también las debilidades de una burguesía acomodada y adormecida, proclive a la frivolidad y a exhibirse en el Liceo cargada de joyas. Y todo ello con un  proletariado que vive precariamente y un Gobierno que está muy lejos de modernizar y europeizar España. El todo está impregnado por la nostalgia de un entendimiento solidario entre obreros y empresarios, cada cual en su puesto y con sus derechos, de clara inspiración falangista.

        El libro contiene también, como los de Galdós, prolijas descripciones de los objetos a los que hace protagonistas, como la maquinaria, los tejidos, los solares y edificaciones o los mercados y títulos de Bolsa. Se percibe que ambos autores se informan exhaustivamente de aquello de lo que piensan hablar o describir antes de dar detalles precisos. El mismo comienzo de Fortunata y Jacinta despliega una completa información sobre telares, tejidos, paños, su comercio con el extranjero...y podríamos citar también las numerosas ocasiones en que las fluctuaciones de la Bolsa y el Mercado de Valores influyen en la vida de sus personajes. Finalmente, es inevitable recordar el viaje de novios de Juan Santacruz y Jacinta cuando Agustí nos narra el de Joaquín y Mariona. Medios de transporte, ciudades y recuerdos de aquella España que tan bien conocían ambos escritores.

 



            La película se estrenó en Barcelona un sábado de gloria, el día 5 de abril de 1947. El día anterior se habían cumplido 100 años de la inauguración del Gran Teatro del Liceo, en cierto modo protagonista de la película, pero al ser viernes santo estaba prohibido proyectar cualquier cosa que no fuese cine religioso. Al visionarla hoy en día, ¿qué es lo que notamos? Pues una serie de detalles interesantes. Su guionista (y Director, ya se ha dicho más arriba) da una serie de pinceladas para situar a los espectadores en el contexto histórico y social de la época, se recrea en una alabanza sentimental de Barcelona, la banda sonora del maestro Parada con ecos de tenora, pero centra su narración en las peripecias sentimentales de los protagonistas. Cambia la estructura del relato para que sea el propio protagonista, un Joaquín Ríus ya viudo, quien nos cuente sus desgraciados amores. Y lo hace al sincerarse con Lula, una bailarina demi-mondaine con la que coincidió en Madrid durante un viaje de negocios y que sigue al industrial en el mismo tren que le lleva a Barcelona. El verdadero reto para Sáenz de Heredia como realizador consiste en lograr que-se-entienda qué diablos sucede en la relación Mariona Rebull-Joaquín Ríus. Porque no-se-ve en toda la primera parte de la película (no habría pasado la censura) qué tipo de relación ha tenido Mariona con Ernesto Villar antes de casarse con Rius y mucho menos después del matrimonio con éste.


Los protagonistas José Mª Seoane y Blanca de Silos,
 la noche del estreno en Barcelona.

 

                La tesis de la película es el fracaso de un matrimonio de conveniencia (un Rius rico pero de humilde origen que quiere redondear su éxito social casándose con una muchacha de la alta burguesía; y una Rebull que quiere casarse, convencida de estar enamorada, para librarse así del férreo control familiar y social y dejar atrás unos amores desgraciados). Tras el matrimonio, él continua trabajando sin descanso, nunca tiene tiempo para su relación matrimonial y ella se aburre; terminará cometiendo adulterio con Ernesto, antiguo compañero de Joaquín, vividor y dicharachero. Pero la relación entre Mariona y éste, rota en principio siendo ella soltera porque él no pensaba comprometerse, nos la tenemos que imaginar, nos la cuentan pero no se ve. Lo mismo sucede cuando Mariona ya está casada. En la novela se intuye, en la película se imagina. Únicamente clarifica algo las cosas la trágica secuencia del Liceo. Lo mismo sucede respecto a su relación con Lula. Los compañeros de viaje de Rius, de regreso a Barcelona, comentan a sus espaldas que se le ha visto con frecuencia con ella. Nada más. El libro, en cambio, es mucho más claro:  contiene algún pasaje que pudo hacer tambalear el nihil obstat, pero ya se sabe que la bestia negra de los Censores era el Cine y estaban en cambio convencidos de que leer, leía muy poca gente. La película no estaría completa sin la añoranza que contiene de los tiempos en que los patronos eran madrugadores, bondadosos y como un padre para sus trabajadores. Se retrata también la industrialización y los movimientos obreros, el tira y afloja de Barcelona con el Gobierno en Madrid, el pistolerismo y la anarquía.

         Para mantener la tensión dramática que aporta el atentado del Liceo, en el ultimo tercio de la película su Director lleva el relato a un plano próximo al cine de aventuras, con unos carros cargados de género conducidos al Puerto por el valeroso patrono y sus empleados; lanzando sus caballos a todo galope y evitando las flechas de los indios. Al final, el héroe es tiroteado a traición y herido; llorará sobre el cadáver del empleado fiel pero se salvará, aun quedando tullido de por vida. Antes, darán muerte a uno de los suyos que, enloquecido, decide incendiar el castillo. Se liquidará también la cuestión amorosa, porque el protagonista se inclina hacia su puesto en la cadena dinástica rechazando los encantos de la bella cortesana. Cierra el relato la marcha matutina del protagonista hacia la fábrica, a la que se dirige ayudado por su bastón -que es aceptación y madurez- pero acompañado por su hijo -que es juventud y es futuro- en una escena similar a la que abre el relato. Sáenz de Heredia consiguió entretener, contentar a unos y contener a otros. Un maestro.

        Y ahora sí, vamos a repasar esta película, éxito de taquilla en sus tiempos y acreedora de diversos premios en 1947, tales como al mejor actor (Seoane), al mejor Director y a los mejores decorados. 

        Arranca con un rapidísimo plano/contraplano que puede pasar inadvertido: un oscuro envoltorio cae desde las galerías del Liceo hasta el patio de butacas. La explosión que insinúa abre en la pantalla  un contraplano con el título de la película sobre un fondo de factoría  textil; la banda sonora del maestro Parada refuerza la imagen con una enérgica obertura.




    El siguiente plano nos muestra un tren nocturno rodando a toda velocidad. Se trata de una maqueta, pero tan bien hecha que se podría parangonar con las que aparecen en los films europeos de la misma época. En el interior del tren charlan los miembros de la Delegación que marchó a Madrid para defender los intereses catalanes y que ahora regresa a Barcelona. Rius se retira a su departamento y encuentra allí, esperándole, a Lula ( una jovencísima Sara Montiel).



         De su conversación se deduce que han tenido cierta intimidad en Madrid pero que, al contrario que Rius, ella lo ha tomado en serio y ha decidido seguirle. Él la disuade enérgicamente y Lula se marcha con lágrimas en los ojos. Sale tras ella, arrepentido de su propia brusquedad y la sigue hasta su departamento. Se sientan y Rius le confía el relato de su vida:




       Le va describiendo su juventud, su incorporación a la fábrica familiar junto a su padre, su empeño en casarse con Mariona: Una muchacha guapa, de buena familia; él pensaba que siendo generoso y atento la haría feliz aunque no estuviese enamorado de ella. 

        El relato comienza con Rius padre, fundador de la empresa y su hijo camino de la fábrica. Hacen a diario el mismo recorrido mientras la ciudad se despierta. Pobres y ricos se aprestan al trabajo con alegría.


Rius padre (José Mª Lado) e hijo (José Mª Seoané)


           Tras presentarnos a los personajes más importantes de la fábrica -que son los oficinistas- y presenciar algún detalle paternalista y caritativo con un operario de los telares, vemos como Rius hijo recibe una inesperada visita: Ernesto Villar (Tomás Blanco), antiguo compañero de colegio. De su conversación se desprende que Joaquín pretendió a Mariona de modo obsesivo, que fueron casi novios y que rompieron. Que tras la ruptura, Mariona tuvo cierta relación con Ernesto y que éste no la tomó en serio, y que Mariona estaba muy desmejorada y convaleciente en Santa María del Vallés, la finca campestre familiar. Ernesto le cuenta todo esto porque pretende pasarle el muerto a Joaquín, quien prácticamente había olvidado todo aquello pero que, tras el relato de Ernesto, decide comenzar un nuevo acercamiento. Empezará por enviarle alguna carta que será el inicio de una reconciliación.


"Creo que le he hecho daño...."


           Las cartas cariñosas de Joaquín hacen que Mariona reviva. Finalmente, es invitado a visitar a la familia, instalada en la finca. 

 

Por el camino, el cochero (Nicolás Perchicot) le confía
 que según él lo de Mariona, ya repuesta, fue un desengaño.

 

            El recibimiento no puede ser mejor: El viudo Don Desiderio Rebull (Ramón Martori), prestigioso y acaudalado joyero barcelonés, padre de Mariona (Blanca de Silos) y Carmen, le agradece la visita y ve con buenos ojos el acercamiento de Joaquín a su hija. 


      


         Joaquín pide a Mariona que se case con él, a lo que ella accede, no sin antes reconocer el daño que le hizo y prometer que no volverá a suceder nunca.




            En el tren continúa el relato de Joaquín. En efecto hubo boda por todo lo alto y a satisfacción de ambas familias, aunque regresaron precipitadamente de su viaje de novios al recibir noticia del fallecimiento de Ríus padre. Unos se van y otros vienen -dice la  vieja- y pronto se produce el nacimiento de un precioso niño.


Desiderio Rius, recién nacido. De mayor
 tendrá a su padre muy ocupado.


             Todo parece ir sobre ruedas, pero Mariona no tarda en dar muestras de aburrimiento: Su marido se levanta a las cinco cada mañana para ir a la fábrica, sólo piensa en el trabajo y aunque le haga regalos costosos y acceda a llevarla al Liceo durante la temporada de ópera o a la finca algún fin de semana, ella languidece: Su marido no está enamorado de ella. En una de las funciones del Gran Teatro del Liceo, tropiezan con Ernesto. El encuentro pone a Mariona muy nerviosa. Pocos días después le manifiesta a su marido que cumplirá en cuanto atañe a una buena esposa, pero que no se siente amada y que su frialdad la hace muy desgraciada. Marcha a Santa María del Vallés con el niño y comienza así un alejamiento progresivo de la pareja.





            Joaquín permanece en Barcelona atendiendo sus obligaciones, pero al llegar la Fiesta Mayor del pueblo acude a reunirse con su esposa. Tienen allí un huésped: Ernesto, quien cínicamente sigue al acecho y se ha hecho invitar a las fiestas. Durante los festejos coquetea visiblemente con Mariona ante los ojos de Joaquín. Más tarde, los rivales se entrevistan en el jardín y Joaquín exige a Ernesto que le cuente lo que hubo entre Mariona y él antes de la boda. Ernesto contesta con cinismo y evasivas y Joaquín le zarandea. En plena riña, aparece Mariona, les separa y dice a su marido que ya que insiste en saberlo, "amó a Ernesto con toda su alma". Ernesto se marcha, desafiante. Durante el resto de la velada Mariona no aparece. Cuando, tras buscarla, la encuentra su marido regresando sola con la tartana, ella se excusa diciendo que tras la pelea, acompañó a Ernesto a la Estación; no podía dejarle marchar "Así".
 


Blanca de Silos Mariona entre el amante y el marido.


        Entre tanto, en Barcelona han ido sucediendo cosas. El fiel contable Llobet, pide a Joaquín Rius el ingreso de su hijo Arturo en la empresa y le ve finalmente colocado como Cajero junto al veterano Pamies, quien no se lo toma nada bien. 


Ríus presenta a Pàmies a Arturo Llobet recién admitido en la empresa. A la izquierda su padre (un magistral Alberto Romea) y a la derecha, Llobet hijo (Carlos Muñoz, que sería muchos años más tarde el cabeza de familia en la televisiva Casa de los Martínez).



El ofendido Pàmies, siniestro personaje quien, envenenado
 por los  anarquistas, tratará de incendiar la fábrica.



         Un día, Rius sorprende a Llobet padre trabajando a deshoras y con gesto preocupado. Lleva días buscando una diferencia contable y no da con ella; faltan 6.000 pesetas. Al final confiesa que las cogió él, porque las necesitaba y no se atrevía a pedirlas. En todo caso, pensaba devolverlas sin que se notase su falta.




             Rius no se traga ni una palabra de tan increíble relato, convencido de la fidelidad y honradez de su contable y, con su perspicacia habitual, zanja el tema económico extendiendo un cheque para que el importe sea repuesto, pero cita a padre e hijo cuando regrese a Barcelona. 




        Vuelto Joaquín de Santa María, se aclara que había sido Arturo Llobet el causante del desfalco. En privado con Rius el muchacho se muestra arrepentido, consciente de que podría haber causado a su padre un disgusto irreparable. Finalmente confiesa que lo tomó para gastarlo en el juego, en el que se fue endeudando cada vez más y se compromete a devolverlo poco a poco restándolo de sus honorarios. Al padre le cuentan una paparrucha para que no se muera de vergüenza y tristeza. Veremos a Arturo Llobet progresar durante la película y será, a lo largo de la pentalogía de Agustí, un personaje clave en la vida de los Rius.

  Joaquín Ríus prosigue su relato en el tren que le lleva a Barcelona. Lula le escucha conmovida e intrigada sin saber que aún falta lo más fuerte. 



        Se prepara la inauguración de la Temporada de Ópera en el Liceo. El matrimonio Rius tiene intención de acudir la noche de la première a su palco para disfrutar de tal acontecimiento. Esa tarde, Mariona llega tarde a casa y ordena a la doncella que si su marido le pregunta, no le diga que acaba de llegar. Éste aparece casi inmediatamente, la apremia para no llegar tarde al Liceo y le hace entrega de un regalo: una gargantilla con varias vueltas de perlas.
 


 

 
        Ya en el Liceo, se está representando Aida. 


La ópera de la noche fatal fue Guillermo Tell, no Aida. Tampoco el nombre de la     soprano, una Vallini que enmascara a la verdadera: Virginia Dameri. El libro también  se refiere a esa Vallini pero no cita la fecha ni el nombre de la ópera. 



 

                      Mariona, como es costumbre, aprovecha los entreactos para ir de aquí para allá, con el pretexto de saludar a amigas y conocidas, mientras los maridos fuman en el salón o pasean por los corredores. Se reanuda la representación sin que haya regresado a su palco. De repente, un objeto similar a un bolso de señora cae al patio de butacas. Es un paquete con dos bombas Orsini que producen un efecto devastador. Hay muertos, cuerpos mutilados, sangre por todas partes y el público huye desorientado y enloquecido.




 

El anarquista Santiago Salvador, lanzó al patio de butacas del Liceo dos bombas. Lo hizo desde el quinto piso del coso barcelonés, cuando estaba terminando el segundo acto de Guillermo Tell causando 22 muertos y 35 heridos. (ilustración de la época) 



        Joaquín Rius, una vez repuesto del shock, busca desesperadamente a su esposa, cruzándose con heridos y cuerpos inertes. No la encuentra en los palcos de la gente conocida y, repentinamente, le asalta una sospecha: Se dirige al palco de Ernesto Villar y encuentra allí muertos a su esposa y su seductor. 



Nótese que para ser alcanzados por la metralla, debían
 haber estado  asomados a la barandilla y portándose bien.
Pero el Cine, cine es.



          Dolido, pero pensando en su honor y el buen nombre de su esposa, la coge en brazos para, escaleras arriba, depositar el cadáver en su palco. Por el camino, las perlas del collar de Mariona se desgranan, rebotando por los escalones. 


  La secuencia caló de tal modo en el imaginario popular,
     que mucha gente, al oír hablar del atentado del Liceo,
 preguntaba si fue allí donde murió Mariona Rebull.


    Hasta aquí el relato del viudo Rius. Llegados a Barcelona se despiden y cada cual se va para su lado a ocuparse de sus asuntos. Los de él son seguir estando al frente de la fábrica, enfrentarse a huelguistas y pistoleros y mantenerse a flote en un ambiente de crisis y pesimismo bursátil. Llega el momento de salvar la competencia desleal de otros fabricantes evitando además el bloqueo huelguista. Rius y sus colaboradores más íntimos se ponen a las riendas de los carretones y hacen varios viajes hasta el puerto para que su género sea embarcado y llegue a los clientes de ultramar. Por el camino, los huelguistas tratan de impedir su camino por todos los medios.










            No faltarán momentos de suma gravedad cuando la empresa roza la quiebra. Pero cuando las aguas parecen haber vuelto a su cauce, Rius, desdeñando los numerosos anónimos y amenazas de muerte recibidos desde hacía tiempo, sale por la noche muy tarde de la fábrica. Le acompaña el fiel Llobet padre. Los disparos de un pistolero matarán a éste y alcanzarán a Rius: un disparo en la pierna que le dejará medio inválido y otro en la mejilla que le obligará a dejarse barba para disimular una fea cicatriz.

     
Leal hasta el último momento, Llobet se interpone
 entre Rius y los disparos, cayendo muerto.


        Han pasado los años. Joaquín Rius lleva ahora la fábrica con la ayuda de Arturo Llobet. Pasó la crisis y la fábrica funciona normalmente. 





        De repente, Lula aparece de nuevo en la vida de Rius. Primero le telefonea citándole en un café. Cuando él llega al local y la descubre allí esperándole, el paso de los años transcurridos le desanima y abandona el lugar sin darse a conocer. No obstante, hace que le entreguen un ramo de flores cuando él haya abandonado el local. Lo acompaña con una tarjeta de visita: "Perdóneme otra vez, Lula. He llegado a la cita con veinte años de retraso".





        Salvando la resistencia del viudo, Lula conseguirá que se vean e incluso que hagan planes juntos. Lo ha convencido y van a hacer un largo viaje, el mismo que aplazaron cuando se conocieron al comienzo de la película. Él está ilusionado y ella le sigue la corriente. En verdad han pasado muchos años...
 



        Pero durante los años transcurridos han sucedido más cosas: Su hijo, Desiderio, regresa de Inglaterra a donde fue enviado a estudiar. En un principio a Joaquín Rius se le cae el mundo encima al ver a su hijo convertido en un joven muy diferente al que esperaba: lo encuentra snob y desafiante; no quiere seguir los pasos de su padre al frente de la fábrica. 


Al descender del barco, Desiderio (Mario Berriatúa, en el centro)
presenta a su padre a un amigo.( A la izquierda un debutante Adolfo Marsillach)




Desiderio le dice a su padre que no quiere dedicarse a la fábrica;  incluso le anima a delegar en otros y dejarse de sacrificios estériles que tan mal le ha pagado la vida. 


            Pero todo terminará bien, al menos de momento. Muy temprano, Joaquín Rius está repasando los últimos detalles de su equipaje para salir al extranjero con Lula. Quién sabe si habrá siguiera dormido a causa del disgusto recibido. Entonces, su hijo irrumpe en la habitación: Se lo ha pensado mejor y va a continuar la tradición familiar. La maleta se quedará a medio hacer sobre la cama.


Joaquín Rius marcha hacia la fábrica acompañado de su hijo, al igual que lo
 hiciera en otro tiempo con su padre. 
        





Nota.-
Esta Entrada está dedicada a Mariona Brines. Lo prometido es deuda.