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1950: EL ULTIMO CABALLO





 

                    Vamos con esta curiosa y divertida cinta de Edgar Neville. De él ya hemos hablado bastante en otras Entradas, tanto de su particular personalidad como de algunas de sus obras. Aquí se respeta y se honra su trabajo.La película tiene múltiples facetas a las que los verdaderos amantes de nuestro Cine clásico ya han sacado brillo según viniese al caso, destacando éste u otro aspecto en particular. También hay quien ha descubierto en ella cierta ideología con moraleja final, una especie de Surcos pero al revés. En cualquier caso, lo que ocurre con esta película es que su puesta en escena y su retrato de aquella España son impecables. Para nosotros, El último caballo es, aun en tono de tragicomedia, la primera cinta neorrealista española. Y vamos a hacer algunos comentarios sobre el neorealismo, movimiento que se considera nacido en la Italia de los años 40 del pasado Siglo. Muchos lectores ya se lo saben todo o casi todo sobre éste o cualquier otro tema relacionado con el Cine, así que se espera de ellos un poco de paciencia en favor de los menos ilustrados. Sigamos: Todos los estudiosos coinciden en que este movimiento cinematográfico tuvo su nacimiento y su razón de ser en el hecho de contar historias, a ser posible reales, pero mostrándolas dentro del marco del aquí y ahora con personajes de carne y hueso pertenecientes a una sociedad concreta, a los que se utiliza para criticar y denunciar lo contado -por feo que sea- desde un punto de vista que a menudo no puede esconder una clara posición ideológica.




   

        En líneas generales, se nombra como pionera la película Roma, Città aperta (1945), de Roberto Rosellini. Cuenta la vida cotidiana en la Roma ocupada por los alemanes: Resistencia, sacrificio, amor y muerte. La Guerra había terminado ese mismo año en Italia, y como muestra de todo lo antedicho referiremos la siguiente anécdota: cuando se estaba filmando la escena en que el sacerdote (interpretado por Aldo Fabrizi) es secuestrado por agentes y soldados alemanes en plena calle y obligado a subir a un vehículo, acertó a pasar por allí un tren repleto de ciudadanos que ignoraban que aquello formaba parte de un rodaje: Ya no había ocupación ni guerra, pero allí había soldados  alemanes armados. El convoy se detuvo y los ciudadanos asomados a las ventanillas protestaban gritando airadamente contra lo que sucedía ante sus ojos, convencidos de que aquellos soldados eran reales.


Cartel en los países de habla hispana.


       


        Tras el film citado, parece siempre lógico traer a colación la siguiente película ilustrativa del neorrealismo: Ladri di biciclette, dirigida en 1948 por Vittorio de Sica. Una vez más vamos a protestar contra todas las gentes que opinan, que hablan de nuestro Cine de ayer y de su historia; críticos, historiadores de relumbrón y profesionales del ramo: Dejen de llamar a la película "El ladrón de bicicletas". La traducción del título en italiano es "Ladrones de bicicletas" y en ella pretendió De Sica mostrar la penuria económica que se cernió sobre las clases populares italianas tras aquella Segunda Guerra Mundial tan devastadora. Quiso denunciar que la gente era tan desgraciada que robaba de todo, y había ladrones de bicicletas, el vehículo más económico y humilde con tal de sobrevivir, privando al dueño de su medio de vida. Pero en España, no sabemos a quien se le ocurrió tal desacato, si fue estupidez o manipulación interesada, pero quien fuese le hizo al Régimen de Franco un enorme favor: Aquí, donde la clase trabajadora lo pasaba tan mal como la de Italia según muestra la película, el parecido debía terminar ahí: aquí no robaba nadie, ni se robaban bicicletas para desguazarlas y venderlas a piezas en el Rastro. O reconstruirlas para hacerlas irreconocibles. Sí se veía en el cine cómo un individuo intentaba robar una bicicleta porque a él le habían robado la suya, lo hacía presa de la desesperación y era sorprendido y casi linchado (por ladrón de bicicletas!); pero ¡ojo! que nadie estableciera peligrosos paralelismos. Bueno, pues todavía hoy se escucha a entendidos y comentaristas de cine que siguen soltando sin ningún pudor aquello de "El ladrón de bicicletas". Mucho quejarse del moscardón de la censura sin ver el culo del elefante. Incultura y uso abusivo de lugares comunes. 

        No nos vayamos por las ramas. Volveremos al neorrealismo español y antes de meternos en materia con El último caballo hemos de mencionar con todo respeto que casi todos los expertos señalan como primer film neorrealista español a Surcos (1951) realizada por Nieves Conde un año después. Esta película viajó a Cannes, aunque no se trajo ninguna Palma, y fue galardonada generosamente por el Círculo de Escritores Cinematográficos con cuatro distinciones. No estaría mal dedicarle una Entrada más adelante porque es una gran película, fuese quien fuese su Director y admitiendo que había financiación, galardones y también censura. Ahí queda la intención.

    Para su película, Edgar Neville recurrió a un elenco de actores con los que había trabajado ya en otras producciones y que cumplían sobradamente sus expectativas. Y no faltó Conchita Montes, musa y amante de EdgardNo vamos a destripar la película a nuestros lectores, (bueno, no del todo y en un orden cronológico algo diferente) aunque los más aficionados a este Cine seguro que ya la han visto, pero repasaremos sus momentos más brillantes. Eso es.




    Fernando (Fernando Fernán Gómez) termina ya "la mili" en Caballería, en el Cuartel del Principe de Alcalá de Henares. El día de la licencia se entera, al igual que sus compañeros, de que su Unidad pasa a ser motorizada, es decir, que sobran los caballos. Están ya viejos y se los llevará al día siguiente un hombre que surte a las Plazas de Toros de caballos para los picadores. Fernando y Simón (José Luis Ozores), su colega y amigo, escuchan la arenga y el triste destino que espera a los jamelgos. 




        El buen corazón de Fernando, quien ha tomado gran cariño a su caballo (Bucéfalo, nada menos) se resiste a aceptar esa realidad. A partir de ese momento, hay un choque entre lo sentimental y lo razonable, entre lo sensible y lo práctico. De modo que nuestro hombre se las apaña para sacar a Bucéfalo del lote de carne de cañón y se encamina montado en él hacia Madrid. Hay algo (o mucho) de Don Quijote en la primera salida de este hombre que cabalga a lomos de su caballo hacia un Madrid invadido ya por los automóviles, (y eso que estamos en 1950) las prisas y el implacable progreso. En su obcecación por salvar al animal se esconde su rechazo a la motorización, sin reparar en lo anacrónico de sus pretensiones. Ni un antiguo posadero (Manuel Requena) ni el encargado de unas cuadras convertidas en garaje (José Franco) le dan solución alguna para alojar su cabalgadura.




        Durante toda la película planea la inspiración de Gómez de la Serna y sus acólitos Mihura, Jardiel y Tono. Se nota en el tipo de humor, en el tratamiento de lo cursi, en lo surrealista de algunas situaciones, en la comicidad chusca que se ríe de todos mientras todos se ríen del protagonista. Un cambio de papeles muy de La Codorniz. 

       El primer obstáculo que se le presenta a nuestro hombre lo plantea el jefe de la oficina en que trabaja (Señor Manzano, interpretado por Manuel Aguilera). Es un jefe de los de antes. Duros como el pedernal pero que no daban cuchilladas por la espalda. Hay que escuchar la conversación en la que trata de convencer a Fernando de que no pude ser dueño de un caballo. Y ante su tozudez, le niega posibles aumentos de sueldo.. (¡antes al contrario!) se lo bajará, ya que parece ser rico como para tener caballo propio.       

       No acaba la cosa ahí ni mucho menos. Como la mayoría de varones de la época, Fernando tiene una novia de las de entonces (Elvirita), cuyo objetivo en la vida era casarse, a base de pescar o cazar un marido. Su preparación ante la vida consistía en saber teclear cuatro cosas al piano, ponerse guapa y dejarse ver con un libro en la mano o con la bolsa de la costura. Casarse suponía pasar a ser la (única) mantenida de un hombre. Y como Fernando (al parecer el único que debía ahorrar para la boda) se ha gastado ese dinero juntado a base de privaciones en adquirir el caballo, tiene que plantearle a las cursis de Elvirita, a su madre (genial Julia Lajos) -y de rebote a sus amigas-  que de momento, de boda nada. 



        

         

         

        

   

    

    

      Fernando acude a la antigua pensión en la que habitaba antes de irse a cumplir el Servicio Militar. Deja a Bucéfalo pernoctando en el patio y al dia siguiente se descubre que el animal se ha zampado todas las plantas de las macetas, provocando la ira de la señá Paca (Julia Caba Alba).



   Nuestro hombre no se rinde y pide ayuda a su único amigo y compañero de milicia: Simón, bombero raso en el Cuartel de Santa Engracia. Éste consiente -a riesgo de ser descubierto- en que el equino duerma en las amplias cocheras del Cuartel. Las deposiciones del animal, descubiertas por sus superiores y las surrealistas explicaciones del bombero provocan que sea despedido con cajas destempladas. También Fernando perderá su empleo, a causa de su tozudez por no complacer a un contratista de la Plaza de Toros, amigote de su jefe. 

 



        Entre tanto, suceden varias cosas muy importantes: La primera, Fernando conoce a Isabel (Conchita Montes), una florista que tiene su puestecillo en plena calle. Simpatizan y ella será la primera en comprender y defender al dueño y al caballo, al que mima dándole de comer los ramos ya invendibles. La segunda es que Fernando se lleva a Bucéfalo a pasear por el Retiro y, sin ser visto, descubre a Elvirita haciéndose arrumacos con otro individuo. El estupefacto Fernando es recriminado además por el Guarda del parque (¡sólo pude transitar con el caballo por el paseo de caballos!) y soporta por añadidura la larga perorata que le lanza (en alemán?) una señora indignadísima. La escena nos hace evocar el humor de Mihura o Jardiel. Y la tercera es que encuentran un cochero (el Señor Nemesio, interpretado por Fernando Aguirre), algo borrachín, pero que dispone de una cuadra y un coche de paseo (allá por la Guindalera) con el que el equino puede ser de utilidad y pagarse el forraje. Para celebrarlo, el ex-empleado, el ex-bombero y la florista se agarran una curda de cuidado. En su euforia, deciden declarar la guerra a la motorización, a los jefes, a las prisas y a la esclavitud.




Salen después a la calle, caballo incluido, a celebrar la que va a ser su nueva vida. Cortan el tráfico en una secuencia en la que Neville muestra lo aprendido en Hollywood.
Hay un brevísimo primer plano de un taxista, víctima del embotellamiento interpretado por Antonio Ozores. Fue su primera aparición en el cine.

         Antes, ya ha habido momentos que han rozado lo trágico, pero impregnados del mismo humor que impregna toda la película. Se pondrá enfermo el caballo, sanará, y el cochero se arrimará unas frascas que lo dejan más enfermo todavía e incapaz de cuidar el caballo. Alguien se apodera de Bucéfalo con malas artes. Nuestros amigos, corriendo de aquí para allá, terminan en la Plaza de Toros donde Fernando se encara con la autoridad: el caballo es suyo y no debe salir a la suerte de varas, aunque está ya totalmente enjaezado y montado por un orondo picador.


Fernando se esfuerza en evitar que Bucéfalo salga a
 la arena. El comisario -en el centro- es Rafael Bardem.

        Finalmente todo se arregla y nuestros rebeldes, caballo incluido, encuentran techo y trabajo en los campos del señor Marcelino (Manuel Arbó), que vive a la afueras de Madrid en un terreno de su propiedad y que ha rechazado repetidamente las ofertas de compra del solar. Su discurso final es una alabanza a la vida tranquila y un desprecio hacia el monstruo de hormigón y hierro que trata de devorarle a él y a su tierra. "El dinero se gasta enseguida y esta tierra no para nunca de dar producto". 

 

Manuel Arbó, actor de reparto con 222 apariciones registradas. No hizo casi T.V.

        Entre todos labrarán la tierra y cultivarán las flores, las llevarán en el carro-jardinera (tirado por Bucéfalo) y las venderán por Madrid. Habrá amor (Seguro!), futuro y esperanza para todos. Incluido el caballo, vegano de pleno derecho.


Camino del mercado con el carro lleno.


          

        La película termina así y, si hacemos caso de los postulados de Sánchez Noriega sobre el cine neorrealista, la película está hecha con pocos medios; el rodaje en exteriores como la calle, el parque o el campo; hay un compromiso en el mensaje contra lo establecido, contra cómo deben de ser las cosas; no hay actores-estrella; se detiene en lo cotidiano como los medios de vida, el trabajo, etc y combina el drama -caballos maltratados, pérdida de empleos, desengaño amoroso, desprestigio social- con pinceladas humorísticas.                

    

Durante el rodaje de El último caballo.  A la izquierda, la script Maria Luisa Fleishner. En el centro con camisa blanca y gafas de sol, Edgar Neville.

   


 


                                



LAS MÁS DESCONOCIDAS: ANGELINA O EL HONOR DE UN BRIGADIER.






            Esta entrada, como ya anticipa su título, está dedicada al film Angelina o el honor de un brigadier (1935). Antes de entrar en materia, deberíamos recordar al autor de la historia que en él se cuenta: Enrique Jardiel Poncela, trabajador incansable durante toda su corta vida que aun tuvo tiempo y humor para redactar su propio epitafio. Porque Jardiel era mucho Jardiel.




                    Perteneció al grupo de humoristas conocido como la otra Generación del 27, integrada por López Rubio, Mihura, Neville, Tono y él mismo; Todos ellos eran seguidores en cierto modo de Ramón Gómez de la Serna, introductor de un nuevo humor en la España de entonces y al que casi nadie leía. Debemos recordar que la prioridad de esta Generación no era escribir Poesía sino hacer Teatro, Cine, Novela y Periodismo, casi siempre en clave de humor. No se exiliaron al término de la Guerra Civil, ni fuera ni dentro de España, porque sus ideas y sus experiencias personales les mantuvieron alejados del bando  fiel a la República, pero han sufrido inmerecido trato por ambas partes en el teatrillo de cachiporra en que se convirtió nuestro País después de la Guerra Civil: La oposición al Régimen franquista y el propio franquismo a través de la Censura les trataron -creemos- injustamente. Resultaban incómodos, en especial Jardiel, que fue siempre política, social y moralmente incorrecto (hoy en día no faltará quien añada: "y machista") Aquellas gentes no se arredraron: Siguieron llevando sus vidas como les daba la gana, hacían el Cine y el Teatro que les apetecía sin temer los lances con los censores y, desde la revista La Codorniz, alimentaron con humor a la juventud descontenta e insatisfecha. Su lema: "la revista más audaz para el lector más inteligente" era algo más que una frase ingeniosa: a muchos lectores, incluido el aparato burocrático de la Censura, se les escapaba buena parte de lo que decía entre líneas. Más tarde se incorporaron otras firmas, como Manolo Summers, Gila o Rafael Azcona. Y hubo un controvertido cambio en su Dirección. La extrema izquierda la menospreció. En opinión de Francisco Umbral, la leían los jóvenes que poco después serían comunistas, porque fue mucho más subversiva que el Partido Comunista en la denuncia y crítica del franquismo. Y además se podía comprar en el kiosco de la esquina.
 

Una portada de "La Codorniz" de 1969

        
            Para algunos estudiosos fue precisamente Jardiel el innovador del humor en España. Dotó a su obra de un contenido más moderno, más europeo, más próximo al Teatro del absurdo que se hacía en otros países, rompiendo para siempre con el humor castizo español, chusco y dicharachero. No se ajustó a ninguna regla, tuvo ya problemas de censura durante la República, y trabajó maquinalmente hasta acumular una abigarrada producción entre novelas y obras de Teatro, en las que mezclaba todo con su prodigiosa capacidad de inventiva. También viajó a Hollywood en varias ocasiones para escribir adaptaciones al español de películas de la Fox. Tras la Guerra Civil marchó de gira con su Compañía a Hispanoamérica pero sus representaciones fueron boicoteadas por refugiados españoles hasta llevarle a la ruina. Descubrió a un jovencísimo Fernando Fernán Gómez y escribió una obra ex profeso para él: Los ladrones somos gente honrada (1942)además de bautizarle como "el pelirrojo". Al final, Jardiel murió joven y sin un céntimo. Y, pluribus unum, fue el más brillante, el más controvertido y el más censurado en su trabajo. Aquí no cabe su biografía completa ni lo pretendemos. Búsquenla si se animan. Vale la pena.
              Y como esto es un Blog de Cine español, antes de empezar con Angelina o el honor de un brigadier, mencionaremos que su autor dirigió algunas películas, escribió guiones para el Cine y sus obras fueron brillantemente adaptadas en numerosas ocasiones. Obviando los trabajos primerizos y las meras colaboraciones, citaremos a vuelapluma: Usted tiene ojos de mujer fatal (1936), Las cinco advertencias de Satanás (1937 y otra versión en 1969), Mauricio o una víctima del vicio (1940, que dirigió él mismo), Los ladrones somos gente honrada (También con dos versiones, una en 1942 y otra en 1956), Eloísa está debajo de un almendro (1943), Un marido de ida y vuelta (1957), Fantasmas en la casa (1958), Tú y yo somos tres (1961) Un adulterio decente (1969), Las siete vidas del gato (1970) y Blanca por fuera y rosa por dentro (1971). Como puede verse, muchas de esas adaptaciones se rodaron después de la  muerte de Jardiel, según iba perdiendo fuerza el trote cochinero de la Censura. 

        
                                                 



Amparito Rivelles y Rafael Durán,
 bajo el almendro de Jardiel.


                    Jardiel publicó Angelina o el honor de un brigadier en 1934. Se trataba de una obra en tres actos escrita en verso que se estrenó ese mismo año en el Teatro Infanta Isabel de Madrid. Para la reedición de 1938, hecha ya en la España Nacional se vio obligado a cambiar el título, ya que no se podía admitir que el honor de un miembro de las Fuerzas Armadas se viese puesto en entredicho ante el público. A partir de entonces, la obra se tituló Angelina o un drama en 1880. También el libreto se vió profusamente alterado por las muchas correcciones que la Censura impuso a su autor para suprimir las alusiones amorales, poco respetuosas con el clero o políticamente incorrectas. Existe un estudio pormenorizado, obra de su nieto, a partir del ejemplar utilizado por Jardiel para hacer las enmiendas en el texto. Dicho ejemplar sigue en poder de la familia y el estudio, que mencionaremos en la bibliografía, está accesible en la Red.
 
                                    

         


             En Enero de 1935, encontrándose Jardiel en Hollywood, se rodó el film Angelina o el honor de un brigadier, dirigida por Louis King. El mismo Jardiel lo relataba así en una entrevista publicada en abril de 1935, en el número 30 de Cinegramas:

    "Cuando Rosita Díaz fue contratada para Hollywood por la Fox, aún no estaba elegido el argumento que habría de interpretar. Me preguntaron si yo tenía alguna cosa apropiada para ella, y contesté que no; jamás pensé en las posibilidades cinematográficas de esa comedia. Pero mister Moore, uno de los directivos del Estudio, que habla y lee español con bastante corrección, cogió entre el sinfin de publicaciones internacionales que se reciben en el departamento correspondiente un número de La Farsa, en el que se publicaba Angelina, y después de leerla me anunció que éste sería el primer film de Rosita. A mí me sorprendió agradablemente la noticia. Consultaron con Martinez Sierra que dio su opinión favorable, y mister Stone, el director de producción, me llamó a su despacho. Con una confianza que nunca agradeceré bastante, me dio amplia libertad de acción: "Usted hace la adaptación, elige los intérpretes, los decorados, los muebles y lleva por entero la dirección artística. La parte técnica la llevará Louis King".        
        Lo cierto es que en los anales de la Cinematografía, aparece  Duncan Cramer como Director Artístico. La autoría del guión se atribuye a Jardiel Poncela y a Betty Reinhardt. Ésta última, aunque no aparece en los créditos, destacaría más tarde como guionista en films como Laura o El pecado de Cluny Brown. Los actores, casi todos españoles, con Rosita Díaz, José Crespo, Julio Peña y Enrique de Rosas estuvieron todos muy convincentes, al igual que el elenco de secundarios. Quien conozca la obra original, se verá seguramente sorprendido por esta otra narración, fiel en cuanto a las líneas maestras del argumento pero sensiblemente diferente de lo estrenado en España un año antes. 

      Y vamos ya a encender el proyector. Después hablaremos de las versiones para TVE y los reestrenos más significativos. 





        Al igual que en la obra original, el film comienza con los principales actores de la trama, presentándose a sí mismos:   












        Angelina se encuentra interna en un colegio-convento de monjas. En la clase de labores muestra a sus compañeras, a hurtadillas, una foto de su novio Rodolfo con un poema como dedicatoria. La monja que las vigila descubre el enredo y exige se le entregue la foto que, inevitablemente, irá a parar a las manos de la Madre Superiora. Ésta, escandalizada, expulsa a Angelina del convento, llamando a su madre para que fuese a recogerla.




        La madre, Marcela, en ausencia de su marido, Don Marcial (el Brigadier), tiene amoríos con Germán, "el capricho de las damas". La vuelta de la niña a casa y a continuación el regreso de Manila del Brigadier, la obliga a esconder sus trapisondas, con gran disgusto por su parte.




        Don Marcial llega a casa donde es recibido por su esposa, su hija, el novio de ésta, Rodolfo, y los amigos de la casa Don Justo el banquero (Andrés de Segurola) y Don Elías, el médico (Romualdo Tirado). Hay brindis de bienvenida y numerosos obsequios.






 
La familia admirando los regalos. No falta un mantón de Manila, una mona rabona
en brazos de Rodolfo y una cotorra que, seguramente, venía hablando.

            Angelina, entusiasmada por las palabras de su prometido Rodolfo, manifiesta al Brigadier la intención de casarse cuanto antes. Su padre calma los ímpetus de ambos con una serie de razones que se resumen en que tienen tiempo de sobra y que no hay que precipitarse. De nada valen los ruegos de Angelina.

 






       

         Al día siguiente, Germán conoce a Angelina por vez primera. y se queda prendado de ella. Rodolfo se muestra muy escamado y celoso pero Angelina le asegura que no tiene motivos, aunque no puede quitar la vista del seductor, ni al retirarse de la sala. Germán, que ya ha confesado a su amigo Federico (Juan Torena) sus deseos de romper con Marcela, le confía que está loco por la hija y que está dispuesto a conquistarla. A continuación, se cita esa misma noche con Marcela, en la habitación de Angelina, mientras la familia reza el rosario. El disgusto de Marcela es grande cuando su hija sube antes que ella a la alcoba, enviada por su padre para que le muestre una labor de bordado que está haciendo. Al encontrar allí a Germán, Angelina se asusta, pero el susto se le pasa pronto cuando Germán le declara su apasionado amor; a pesar de que asegura estar muy enamorada de Rodolfo, se siente halagada ante la idea de ser deseada por Germán.
  

Encontramos a lo largo de todo el film una gran similitud
entre la vis cómica de Rosita Díaz y la recientemente 
desaparecida Veronica Forqué.

Angelina se pasa toda la película tranquilizando
 al otro Juan Lanas de la película, el bendito vate Rodolfo.
       

         Esa misma noche, Germán escucha a Rodolfo proponer a Angelina que se fugue con él, aprovechando el barullo que se producirá durante el baile que sus padres van a dar para su presentación en sociedad. Enardecido ante esa posibilidad, Germán asegura a Federico que será él quien se la llevará en volandas. De paso, liquida definitivamente su relación con Marcela. Discute acaloradamente con ésta en un rincón, aprovechando el sonido de la música, pero casi son sorprendidos por el Brigadier. Como en su acaloramiento habían llegado a las manos, aprovechan la postura para fingir que estaban bailando. Don Marcial comienza a sospechar. Se da a entender que todo el mundo está al tanto del gatuperio salvo el burlado marido. 



        
               Llega la noche del baile y, a la hora convenida, ambos pretendientes  y cada uno por su cuenta, llaman a Angelina desde el jardín, imitando silbos de pájaros, pero Germán -más resuelto- coge una escalera y sube hasta el balcón de Angelina. Ella tiene ya listo el equipaje, con intención de llevarse también el mono y el perro. Una vez allí, Germán la convence de su plan y ambos escapan. Rodolfo asiste perplejo a la marcha del carruaje. Sintiéndose ultrajado, monta en un velocípedo y les persigue.
 

Angelina, convencida ya por Germán.

          

        La intención de Germán es llevar a Angelina a su finca, donde confía en poder obrar impunemente. Durante el trayecto, se pelean el mono y el perro, se produce un barullo y Angelina ordena al cochero que se detenga, ya que los animales se han escapado. Salta del carruaje en busca del simio y Germán la sigue, pero el mono, de un brinco, agarra los cabezales de los caballos y les hace arrancar al galope. El coche desaparece en la oscuridad, perseguido por el perro. Germán no tiene más remedio que detener de momento la fuga, haciendo parada en una fonda cercana. Rodolfo aterriza al caer del artefacto, dándose de narices frente a la posada "El ciervo", pero con tiempo suficiente para ver entrar allí a la pareja. Los porrazos a base de caídas del velocípedo se repetirán a lo largo del film para acentuar la comicidad y destacar la torpeza y cortedad del ciclista.  

        



           En la posada, Angelina se pasa toda la noche llorando en un sofá, lo que provoca la desesperación de Germán. Ella sólo se rehace para renegar del paso que ha dado y manifestar su deseo de volver a casa. Germán accede, harto ya de ñoñerías. Cuando se disponen a salir, aparece el Brigadier con sus amigos. Se enfrenta a Germán y, pese a que éste trata de tranquilizarle ya que no ha habido deshonra ninguna, el Brigadier le asesta dos bofetadas y Germán le contesta con otra bien fuerte.







         
            Visto que no hay conciliación, acuerdan enfrentarse en un duelo a muerte. A todas estas, Angelina comienza a intentar convencer de su inocencia a  Rodolfo, a la vez que envía a un criado a avisar a su madre, Doña Marcela, de lo que está por suceder. Ésta acudirá al cementerio donde ha de producirse el duelo, acompañada de su amiga Calixta (Ligia de Golconda), mientras Angelina que también quiere evitar una desgracia, se disfraza de cochero en la misma posada para correr también hacia al camposanto.




        En el campo del honor, todo está ya preparado. Los contendientes, a mitad del protocolo se zarandean riñendo y han de ser separados por testigos y padrinos. Se acuerda disparar a los siete pasos de distancia pero no acierta ninguno de los dos. Deciden pues que sean tres los pasos: disparan y Germán cae malherido. Marcela llega instantes más tarde y se delata ante su marido al ver a su amante en trance de muerte.


Marcela se arroja sobre el herido.
 


        
            Don Marcial consiente en que el herido sea llevado a su casa: quiere cerciorarse de su muerte, ya que no sólo ha enamorado a su hija sino que además era amante de su esposa. No entrará en el domicilio familiar hasta el fatal desenlace y, a tal efecto, se instala en el jardín, en una tienda de campaña. Entre tanto, madre e hija se confiesan mutuamente sus deslices y Angelina intenta convencer al Brigadier de que perdone a su esposa, mientras éste fríe un huevo en un hornillo.

 


            

        Pocos días después, el doctor sale al jardín en busca del Brigadier porque el fin de Germán está próximo: Al parecer, el moribundo reclama su presencia para pedirle perdón por haber seducido a su mujer. En un primer momento, el ofendido le niega el perdón, pero se aparece allí -con gran espanto de todos- el espectro del padre del Brigadier para decirle que sea condescendiente, que él también sufrió la infidelidad de su esposa y supo perdonar. También la madre se materializa y confirma las palabras de su esposo, animándole a perdonar a Marcela. Ante tal evidencia, Don Marcial otorga su perdón y Germán no tarda en fallecer.

Don Marcial terminará perdonando a Germán.


 
El fantasma del padre del Brigadier
 (Antonio Vidal)
El fantasma de la madre (Aura De Silva)



El espectro de Germán abandona su propio cuerpo.



Incorregible Germán, incluso en modo ectoplasma.



            La indignación del Brigadier llega a las nubes cuando el fantasma de Germán abandona su cuerpo y se lanza a por el espíritu de su madre, la cual no parece disgustada por la situación. Vemos marchar a ambos espectros en lo que parece el inicio de un idilio. Todo termina cuando el estupefacto Don Marcial regresa a su tienda de campaña de la que salen, pillados en falta, Angelina y Rodolfo. Las explicaciones de Angelina han convencido finalmente a su prometido de que Germán la ató y amordazó para llevarla consigo.
 
            Al final, hay boda. 


 



        Vista la película, vamos a hacer algunas precisiones. La primera es que les recomendamos que la vean de verdad. Está accesible en la Red y se ve mucho mejor que con cuatro fotogramas. Para contar las vicisitudes que vivió el film hemos de remontarnos a los años 80. En 1983 la Prensa anunció que el Ministerio de Cultura tenía la intención de homenajear a Rosita Díaz Gimeno (Los lectores pueden consultar más datos sobre esta actriz en la Entrada de este Blog Hispanoamérica, España y el Cine. Dos: El exilio). También dieron cuenta los rotativos de que el Director de Cine José Luis Borau, presente en Nueva York para preparar la primera Semana de Cine Español,  había hecho pesquisas en los Estados Unidos para que en España se pudieran conocer los filmes rodados en Hollywood con Rosita como protagonista.
     Finalmente -ignoramos si fue él el mediador-  en torno  a 1985 se llegó a un acuerdo para reproducir las películas propiedad de la Fox que conservaba dicha Productora (un total de seis títulos que incluía "Angelina..") en formato original, (seguramente en nitrato inflamable) en un nuevo soporte de triacetato ininflamable. De este modo y desde entonces, nuestra Filmoteca posee copia e interpositivo de los títulos mencionados. 
        A partir de este momento, los acontecimientos se precipitan: Finalmente, el 24 de enero de 1986 Filmoteca Española proyecta Angelina o el honor de un brigadier.  El 27 de agosto de ese mismo año, fallece Rosita Díaz Gimeno en Nueva York. Tenía 75 años. Al parecer no hubo tal homenaje. 




        Vamos a entrar ahora más a fondo con la película. Forzoso va a resultar el referirse a la obra de Teatro original. El film que dirigió Louis King en 1935 era -no lo olvidemos- un producto exótico en el Hollywood de aquel entonces. Rodada en español, no se trató de una doble versión como las que hemos mencionado con frecuencia aquí, sino de una obra original, con un reparto mayoritariamente español y además en verso. Por lo cual, sumando los factores: momento de la producción, intención comercial de la misma y público a la que iba destinada, nos da el resultado que ya conocen. 
        La película -ya está dicho aquí- sigue en líneas generales la obra original, pero no tiene la misma necesidad de soslayar los parlamentos incómodos por inmorales o delicados políticamente. Trata el adulterio con desenfado durante todo el film y en especial la frivolidad femenina, personalizada en el carácter de su protagonista. Eso es lo que pretendió Jardiel al escribir Angelina para el Teatro pero ya hemos relatado cuán pronto le cortaron las alas y durante cuanto tiempo.
        Existe un detalle que llama poderosamente la atención nada más comenzar el film: En la obra de Teatro, el texto con el que cada personaje se presentaba al público al inicio de la representación  fue mutilado y disfrazado a partir de 1938 para que pasase la censura. Por ejemplo: los estudiosos de los retoques en la obra original han destacado que a la madre, Doña Marcela, se la convirtió en italiana (de Sorrento) y que estaba en España desde el reinado de Amadeo; se pretendía con ello dejar sentado que su extraviada conducta era cosa de extranjeras, imposible en una esposa española. Pues bien, ese texto, amañado para el Teatro a partir de 1938, es exactamente el que recita el mismo personaje en la película de 1935, bien lejos de España y tres años antes.  
        Por otra parte, la comicidad sobre las tablas se sustentaba en gran parte por lo ingenioso del texto: frases, apartes, dobles sentidos y guiños al público (por ejemplo, Don Justo trata de insuflar valor al Brigadier diciéndole: "Marcial, eres el más grande. Se nota que eres madrileño"; frase tomada del popular pasodoble dedicado a Marcial Lalanda, un torero de moda en la época descrita). También se buscaba la complicidad del público con burlas más o menos explícitas al clero. Y como siempre, dependiendo de las posibilidades económicas, la escenografía jugaba también un importante papel.



        El film fue, ni más ni menos, una de las muchas comedias que se rodaban en Hollywood. Tiene todas las ventajas del cine -diversidad de planos, inclusión de fotografías y recortes de prensa, prontitud en los cambios de escenario, ritmo narrativo, trucos de laboratorio, etc- y  la libertad a la hora de adaptar obras literarias que ha sido habitual desde que el Cine es Cine. Por ello, Jardiel -que ya conocía el  material que producía Hollywood y ayudado por la inspirada mano de Betty, introdujo los cambios necesarios para construir la trama, acentuar su comicidad e imprimirle el ritmo necesario. Utilizó para ello las travesuras de Angelina en el colegio, los incidentes con el mono y el perro, la posada de El Ciervo, los numerosos percances de Rodolfo con su velocípedo, las bofetadas e insultos que se propinan el  padre y el seductor, el Brigadier cocinando en la puerta de la tienda de campaña -que también utilizan Angelina y su prometido para sus escarceos amorosos- y sobre todo, el final, con un contumaz Germán que se muere -y no se suicida- para inmediatamente seducir a la mismísima madre del Brigadier.
        Una última reflexión sobre las hechuras del film nos obliga a recordar que la producción estaba destinada al mercado hispanohablante. En España sabemos con certeza que pudo verse en Barcelona, pero por su contenido no fue un caso como el de Morena Clara (1936), proyectada y aplaudida en la España de los dos bandos a un mismo tiempo. Para el resto del mercado hispanoparlante, importante clientela de la Fox, se pasaría con toda normalidad, ya que el film era más inocuo en cuanto a temas sensibles como el ejército o la religión.


Anuncio publicado en La Vanguardia en noviembre de 1935.
Se proyectó en diversas salas barcelonesas durante toda la Guerra Civil.
        
        Como epílogo, comentaremos sucintamente las experiencias teatrales de la obra. En agosto de 1962, y al dar la información teatral sobre Una noche de primavera sin sueño, de Jardiel Poncela, la prensa se congratula de que al parecer se va levantando el veto sobre sus obras, y nos habla de "las exhumaciones recientes, en Madrid y Barcelona, de Angelina o el honor de un brigadier y Eloísa está debajo de un almendro". En la televisión se pudo ver por vez primera en el espacio de TVE Primera Fila en mayo de 1964. Podemos imaginar el resultado, pese a los esfuerzos de un joven y prometedor Gustavo Pérez Puig.
            Cinco años más tarde, en diciembre de 1969, el mismo realizador llevó de nuevo a la pequeña pantalla -Estudio Uno- la obra. Pueden Vds. encontrarla con facilidad en la Red. Nos hemos permitido  seguir tal representación con el ejemplar de La Farsa -de 1934- en la mano. El comienzo levanta falsas esperanzas, ya que los parlamentos de presentación de los actores coinciden plenamente con el libreto. Pero después llega el desencanto, ya que  está suprimido todo lo incómodo, incluso eliminando media página: En cuanto a los actores, no vamos a criticar lo que era práctica habitual en aquel coto cerrado (Televisión Española) donde aparecían siempre los mismos. Y claro, sin citar nombres, el galán sorprende por su ambigüedad sexual, la madre es demasiado mayor para su papel, el novio de Angelina parece más tonto de lo que debiera, a ella se la ha escogido únicamente por ser guapa y el único que se salva es el brigadier, un magnífico -y aquí ya no nos callamos el nombre- Pedro Porcel. 
            En 1978, Gustavo Pérez Puig volvió a dirigirla -confiamos en que se utilizase el texto auténtico- para una sala comercial. Y por último, en diciembre de 2009 hubo un nuevo montaje, esta vez dirigido por Juan Carlos Pérez de la Fuente. 
            Esperamos que la película, de la que trataba esta Entrada, no siga siendo ignorada por la mayoría del público: ya lo fue antes y después de su re-estreno en España en 1986. Dejaremos que sea el Brigadier quien ponga punto y final, al igual que lo hace en el libreto:


   El drama se ha terminado,
y como final, señores,
   ruego el aplauso obligado
       al autor y a los actores.      
            




Agradecimientos:
A José Manuel Martín, de la Filmoteca Española.
A la hemeroteca del periódico ABC.
A la hemeroteca de La Vanguardia.

Textos consultados:
-Angelina o el honor de un brigadier. La Farsa. 1934.
-La otra generación del 27. José López Rubio. 1983. 
-Jardiel: Política y Censura. Reescritura de Angelina o el honor de un   brigadier. Enrique Gallud Jardiel.
-Las palabras de la tribu. Francisco Umbral.
-Los que pasaron por Hollywood. Florentino Hernández Girbal.