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LAS MÁS DESCONOCIDAS: EL CRUCERO BALEARES




 

 


 

            Y bien desconocida, ya que esta película, a diferencia de otras como Nuestra Natacha, no desapareció como consecuencia de un incendio (proverbial para algunos) sino que fue intencionadamente destruida antes de su estreno para que no quedase ni el menor rastro de ella. 

               Antes de nada, vamos a situarnos históricamente. Estamos en 1940, hace un año que ha terminado una cruenta Guerra Civil y como consecuencia, una maraña de autoritarismo, burocracia, férrea censura e intereses propagandísticos se ha apoderado del mundo del cine. No vamos a abundar en las otras lacras de la posguerra, tantas veces denunciadas por voces suficientemente autorizadas. 

               Además del cine insustancial, o bien folklórico o bien sostenido a base de comedias inocuas, los cineastas aprovecharon el fervor patriótico que impregnaba la vida de los españoles para, justificando a los vencedores y su versión de lo ocurrido, rodar una serie de películas; cintas de dudosa calidad pero que cumplieron muy bien su cometido: exaltar el nacionalismo con el beneplácito de los jerarcas del nuevo Régimen y sacar provecho de la situación hasta que el conflicto fratricida perdió actualidad. Citaremos como ejemplo algunas películas: dos de Edgar Neville, rodadas en Italia Frente de Madrid (1939) y La muchacha de Moscú (1940); Sin novedad en el Alcázar del realizador italiano Genina, Harka Escuadrilla (ambas de 1941), del mismo año Legión de héroes y Porque te vi llorar; Alas de paz (1942), Rojo y Negro (1942) -de la que pretendemos ocuparnos a fondo oportunamente- y la guinda que colmó el pastel: Raza (1941). Esta última ya la conocen sobradamente nuestros lectores, o quizá no, pero quedará para siempre como ejemplo de que, tras las guerras, medran los tiranos y sus aduladores. Quizá hablemos más adelante de esta película en una entrada que titularíamos "Franco, un prestidigitador en el mundo del cine".


     

                                       
               

     A esta clase de realizaciones corresponde la película que nos ocupa: El crucero Baleares, rodada sin lugar a dudas con las mismas intenciones que las anteriores: servir a un Régimen que, agradecido, no ocultaba ni su apoyo ni la satisfacción que le producían tales películas. Todas las cintas mencionadas apuntalaban el edificio moral construido por el poder y por aquellos que lo habían conquistado. 

          

Sala de proyecciones de El Pardo donde, según García Viñolas,
es muy probablemente que Franco viera la película


              La cartelera estaba invadida por películas que ensalzaban o bien la heroicidad de la infantería, o la intrepidez de los aviadores, o el arrojo de legionarios y  tropas coloniales, incluso la valentía de los falangistas destacados tras las líneas enemigas en misiones de espionaje. Aquello era un terreno abonado para que alguien pensase en la Marina. ¿Acaso no había protagonizado la Marina alguna heroica gesta durante la Guerra Civil?. Pues sí. La Marina había ofrendado la sangre de sus jefes, oficiales y marinería en varias ocasiones. Como ejemplo, ningún hecho tan glorificable como el protagonizado por el crucero Baleares y su posterior hundimiento. 



         
           
            Este buque, al igual que su gemelo el Canarias, se encontraba en los Astilleros de El Ferrol al producirse el levantamiento militar y lógicamente fueron incautados por los rebeldes. Entró el Baleares en servicio en 1937 y protagonizó varios ataques contra posiciones costeras republicanas, especialmente en Andalucía. Hemos leído que, junto a los cruceros Almirante Cervera y Canarias, fue responsable del cañoneo que causó centenares de víctimas entre los milicianos y civiles que huían de Málaga tras su toma por las fuerzas franquistas en la histórica desbandada. Después de enfrentarse en varias ocasiones a la flota enemiga, en Marzo de 1938 tropezó con la escuadra republicana en aguas de Cartagena. Un torpedo le hirió de muerte bajo la línea de flotación, afectando a la santabárbara y la sala de máquinas. Junto a la nave se fueron a pique unas 800 almas; permaneciendo en su puesto hasta el fin -conforme a la pundonorsa costumbre- su comandante, que también lo era de la flota: el almirante Vierna. se salvaron unos 400 hombres, recogidos por unos destructores ingleses. Sin duda, las bajas que mayor conmoción produjeron fueron las de los 9 flechas navales (una creación de Falange Española inspirada en los balille de la Italia fascista o la hitlerjugend de la Alemania nazi) de los 12 que iban a bordo, la mayoría de procedencia balear y de edades comprendidas entre los 13 y los 17 años. En definitiva, unos niños. Demasiados niños muertos en aquella Guerra Incivil. Non amplius. 




            He aquí porqué, dos años después del hundimiento y en medio de una amplia filmografía bélica, se acomete el proyecto de llevar a la pantalla su gesta, al calor de una situación política, histórica e incluso jurídica que lo propiciaba. Debemos destacar lo endeble de los mimbres cinematográficos que debían sustentar el proyecto. La firma Arte Films, cuyo palmarés en aquel momento se reducía a una mediocre dirección del mejicano Enrique del Campo en el film El huésped del sevillano (1939), tenía ya preparado un guión centrado en el hecho bélico que nos ocupa. Pero al mismo tiempo, los militares de alta graduación y los líderes más carismáticos de la Falange, ambos conscientes de la importancia de controlar la producción cinematográfica, estaban dándose codazos y sonriendo entre dientes a las espaldas de un avispado Franco al que no se le escapaba ni una. Y se suceden las órdenes, edictos y mandatos: La Orden del 15 de julio de 1939 crea una Sección de Censura que vigilará las películas, obras de teatro y publicaciones de todo tipo. El 18 de abril de 1940, un nuevo invento: La Orden de Censura Oral (ostras.!) sobre todo lo que se dijera desde el púlpito, desde la cátedra o en el Partido (que no era otro que Falange y las JONS): además de la radio, la correspondencia, telegramas, canciones y todo el largo etcétera que pueden Vds. suponer. Antes, en febrero de 1940 se había dado los poderes necesarios al Departamento Nacional de Cinematografía. Los permisos de rodaje debían ser aprobados por ellos, pero el permiso en sí era patrimonio de la Dirección General, pasando antes por la Comisión de Censura que presidía el Jefe del Departamento. Su órgano propagandístico era la revista cinematográfica Primer Plano, una especie de hoja parroquial espolvoreada de stardust con bendiciones y admoniciones. Y en abril de 1941 sale además la famosa Orden que obligaba a doblar al español todas y cada una de las producciones extrajeras.   
            Este es el panorama existente en el momento en que había de comenzar a filmarse El crucero Baleares: la censura había pasado del Ministerio de la Gobernación a la Vicesecretaría de Educación Popular de FET y de las JONS. Y lo que más nos interesa aquí: La Censura y sus principios inspiradores chapoteaban en un mar de contradicciones y su aplicación era objeto de la más torpe y arbitraria interpretación. 

            Así las cosas, comienzan los preparativos burocráticos para el rodaje de El Crucero Baleares. La propuesta de tal filmación había sido recibida sin ningún tipo de reserva por el jefe del Departamento Nacional de Cinematografía. Incluso se manifestó que, a juicio de tal Departamento, podrían obtenerse de la película muy fecundos resultados para la propaganda política española. Pero se cubrieron las espaldas sometiéndose, aun sin necesitarla, a la pertinente autorización del Ministerio de Marina al que se pedía el apoderamiento de alguien de su personal para controlar técnicamente la filmación. La Armada asumió la responsabilidad que se esperaba de ella, y no era para menos: querían convertir aquella derrota militar en una gloriosa gesta. Y designaron a un oficial con poder para intervenir no sólo ya en el guión previo, sino a lo largo de toda la película. Y así lo hizo, porque participó activamente estudiando y modificando el guión en todo lo relativo a su tema principal. A los dos meses de comenzar estos prolegómenos, el Ministerio de Marina da su autorización al guión que, según declara sin ambages, ha censurado y modificado en lo que respecta a la parte marinera. Son bien conscientes de su poder porque saben que se les va a pedir ayuda, y mucha, para poder llevar a cabo la filmación.
 
        Por otra parte, las casas importadoras de películas extranjeras, generalmente filiales de otras más poderosas, como Arte films lo era de la R.K.O. americana, debían producir desde que lo aprobara la Subcomisión Reguladora de la Cinematografía en 1939, una película española por cada diez que pretendieran importar del extranjero. De modo que Arte films consideraba este rodaje como su bautismo de fuego -privilegiado- en tan complicada competición. Lo cierto es que quien se mojó hasta donde hiciese falta en favor del proyecto de El crucero Baleares fue su realizador, Enrique del Campo. En ningún documento aparece la R.K.O., sino su filial Arte films, pero  del Campo no solo fue quien solicitó el permiso de rodaje, sino que en aquellos momentos, su entusiasmo y compromiso con el proyecto le situaban como verdadero director general de producción.



 
                   
           Comenzó el rodaje a finales de Octubre. Manuel Augusto García Viñolas, Director General de Propaganda, tramitó los permisos necesarios para que comenzase el rodaje en Pontevedra y en el Ferrol (por entonces ya "de su excelencia"). En ésta última se tuvo la oportunidad de filmar unas maniobras que estaba efectuando toda la escuadra. Sin lugar a dudas, la Marina estaba comprometida con el buen fin del proyecto. Además de las escenas a bordo del Baleares que se filmaron utilizando su gemelo el Canarias, se rodó en varios lugares de España, como Cádiz, Cartagena, Barcelona y la ya mencionada Galicia. En cuanto a los interiores y trabajos de laboratorio fueron encomendados a los Estudios Ballesteros. El clima de entusiasmo descrito chocó frontalmente con problemas económicos. Los Estudios Ballesteros, al no cobrar las facturas que se les adeudadaban, se negaron a entregar el negativo y copias de la película en tanto no se les pagase. Y en este momento se produjo un hecho que pone de relevancia la connivencia entre el Gobierno y la Productora, el intervencionismo como forma de coacción, ya que el Jefe Superior de Policía intervino pidiendo explicaciones al propietario de los Estudios. Este hecho no fue sino la punta del iceberg que provocaría el hundimiento del proyecto, ya que al airearse el tema económico, Estudios Ballesteros aprovechó para denunciar anormalidades propias de la falta de profesionalidad, retraso en la filmación (las últimas se llevaron a cabo dos meses después de lo previsto) y otros inconvenientes que terminaron por encarecer la película muy por encima de lo presupuestado por la R.K.O. desde los Estados Unidos. Digamos que 800.000 pesetas se convirtieron en 3.000.000 de las mismas pesetas, es decir, "de las de entonces". Y es que no se había reparado en gastos: para el ataque y posterior hundimiento del Baleares se utilizaron cinco maquetas que costaron cada una 25.000 pesetas. Tal secuencia se rodó en una piscina de Barcelona con el mar mediterráneo de telón de fondo. El hundimiento se recreó con un decorado que reproducía media cubierta del crucero, con los figurantes formados en ella y que fue arrastrado bajo las aguas. Las escenas de los marineros cantando gorra en mano y hundiéndose no podían ser más reales.


              

 
            ¡La censura!. Este trámite de obligado cumplimiento para todo el que pretendiese exhibir -y aún rodar- una película se cumplió,  procediendo sus miembros junto al representante de la Marina a su aprobación el 9 de Abril de 1941, como "autorizada para todos los públicos". Y ya se acerca el estreno, previsto para aquel mismo 12 de abril, sábado de gloria. El Departamento Nacional de Cinematografía cursó un telegrama a los jefes provinciales de propaganda pidiéndoles la máxima colaboración y ayuda en la organización del estreno, dada la tesis película crucero Baleares, que entraña propaganda nacional, este Departamento considera oportuno que Jefaturas Provinciales Propaganda de acuerdo casa Radio Films ayuden organizaciones estreno. 

    
           


       
             El lanzamiento de la película fue de los que hacen época. el apoyo oficial y la mucha publicidad que había ido haciendo Radio Films durante el rodaje, habían creado una gran expectación. En Madrid, fue el Cinema Avenida el elegido para tan solemne estreno, adornándose su fachada con unos vistosos decorados. Pero repentinamente todo se vino abajo. El 10 de abril se había efectuado un pase privado de la película en el Ministerio de Marina para los miembros de su cúpula de mando.  Al término de la sesión, se prohibió su exhibición pública, sin excusas de ninguna clase. Un oficio del Almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada, dirigido al Director General de Seguridad ordenaba la prohibición e incautación de la película. Dias más tarde, el 19 de abril, el Estado Mayor aclaró que la película era "contraria a los intereses nacionales" y ordena que por orden del Sr. Ministro se impida su exportación al extranjero. La puntilla se aplicó días después: el 25 de abril, por tercera vez en dos semanas el Jefe del Estado Mayor de la Armada vuelve a dirigirse al Director General de Seguridad, advirtiéndole que, como se ha enterado de que Radio Films pretende sacar alguna utilidad del material sobrante y residuos de la filmación, con vistas a una posible exportación, le ordena que lo impida. Por aquel entonces el material se encontraba todavía en los Estudios Ballesteros, y al parecer fueron ellos quienes filtraron tal información a la Armada como venganza por habérseles coaccionado con la Policía al reclamar sus haberes atrasados. 

        Nada que hacer. Esa fue la respuesta que consiguió Enrique del Campo al dirigir una patética -y profesionalmente humillante- carta al Sr. García Viñolas, en la que pedía que se transmitiese al Ministerio de Marina su disposición a efectuar cuantas modificaciones se le ordenasen, y hacer todo lo que dispusiesen para poder dar solución al problema.  Un conmovido Departamento Nacional de Cinematografía elevó a su escalafón inmediatamente superior, la Subsecretaría de Prensa y Propaganda, un escrito de súplica para evitar la suspensión del film y, en todo caso, la devolución de la fianza prestada para garantizar la filmación. Como resultado de tanta rogativa y llamadas -veladas- a una consideración más benigna, el 28 de mayo, el Almirante Jefe de Estado Mayor de la Armada, a través del Departamento de Cinematografía, comunica a la Productora que el Sr. Ministro ha desestimado su instancia íntegramente. Y punto. 

        Aun tardaría Radio Films diez años en conseguir que se levantase la fulminante orden, tan al estilo de Noche y niebla. Además del fallecimiento de Enrique del Campo en 1947, la Productora rogó que se aclarase la situación legal de la película para que, en su caso, se le expidiera certificación acreditativa de la prohibición de explotación de la misma, y de ese modo poder darla de baja en sus activos a efectos fiscales. Sin firma ni membrete circuló un escrito por la Dirección General de Cinematografía y Teatro en el que se reconocía que se debería atender la solicitud, y que la prohibición de la película había sido absolutamente injusta. También que se debería estudiar la posibilidad de indemnizar de alguna manera a la Casa Productora por haber sufrido las consecuencias de un hecho que ni jurídica, ni moralmente tenían justificación.

            Concluiremos diciendo que, por una Orden de Noviembre de 1942, la Vicesecretaría de Educación Popular, queriendo vertebrar de nuevo los organismos de censura cinematográfica, se las arregló para evitar definitivamente las bochornosas situaciones producidas en casos como el de El Crucero Baleares. Entre otras cosas se establecía que "Ninguna autoridad podrá suspender por motivos de censura la proyección de una película debidamente aprobada por la Comisión Nacional de Censura Cinematográfica". Y es que, aun en aquella España de la postguerra, con todo atado y bien atado, cualquier Ministro o Gobernador Civil se permitía enmendarle la plana a la Comisión Nacional de Censura, prohibiendo o retirando películas, como había sido, por ejemplo, el caso de Rojo y Negro (1942), igualmente bochornoso.

           Como posibles causas que motivaron la prohibición existen numerosas explicaciones vertidas a lo largo de los años por  estudiosos e investigadores, más o menos independientes, ya que la justificación que acompañó el plumazo de la Armada era cuando menos exagerada. Vamos a repasarlas:

-Falta de dignidad en la reproducción de los hábitos y normas de la Armada. No haber puesto suficiente énfasis en la rebelión de la marinería roja ni en la glorificación del hundimiento. Pensándolo bien, si pretendían presentar una hazaña de la Armada a la altura de la de El Alcázar, cualquier cineasta lo hubiese tenido muy difícil. 

-La mala calidad de la película. Opinión refrendada por muchos expertos ya que, aun aportando un entusiasmo fuera de lo común y un patriotismo que se le premió oportunamente, su realizador no tenía suficiente experiencia ni dotes creativas para abordar tal proyecto y sacar provecho de los momentos más patrióticos.

-Al haber seguido un guión que podriamos llamar "a la americana" (con una mezcla de lances amorosos y situaciones humorístico-militares que acompañan la narración de un hecho heróico), se le afeó que más de la mitad se reducía a una vulgar comedieta de amores y amoríos.

-La cercanía en el tiempo del hundimiento, acaecido apenas dos años antes. Por este motivo se entendió que se había tratado demasiado pronto y que sobraba toda la parte ligera, por irrespetuosa. 

          En definitiva, inoportuna y superficial. Pero no hay que olvidar que influyó mucho la proximidad de la Guerra Civil y el talante de quienes entonces dirigían la Armada, ya que el guión-cliché "aspirante u oficial enamorado de la hija de un superior, con bromas sobre amoríos, esquinazo a la amiga fea de la protagonista, chistes basados en la vida diaria en la base o a bordo y con una guinda de realismo y heroicidad al final de la historia" se ha repetido después en numerosas cintas. Citaremos como ejemplos, ambientados en la Armada, Botón de ancla (1948), su secuela en technicolor Botón de ancla (1961), Los guardiamarinas (1967), Cateto a babor (1970) o Los caballeros del botón de ancla (1974).




            Abordaremos ahora la película, después de haber explicado todas las circunstancias que la rodearon. Su argumento, a grandes pinceladas, era el siguiente: En una Cartagena pre-bélica con un ambiente revolucionario bastante notorio, se celebra un baile en la Comandancia General de Marina. 




Comienza la rivalidad entre los amigos.


            En el baile suceden dos cosas: el Delegado del Gobierno pide a los allí reunidos el apoyo incondicional a la República, a lo que Jefes y Oficiales responden que "defenderán a la Patria". Por otra parte, los tenientes de navío Alarcón (Roberto Rey) y Henestrosa (Tony D'Algy) se enamoran de Elena, la hija del Vicealmirante (Manuel Kaiser). Éste encarga a Henestrosa que lleve un mensaje urgente y reservado a El Ferrol.


Alarcón y Henestrosa, amigos y rivales.

             El viaje lo hará acompañando a la esposa del Vicealmirante y a su esposa e hija (Marta Roel) que han sido invitadas a pasar unos días allá por su amiga Ermelinda (Julia Pachelo) señorita remilgada y cursi que trata de pescar marido entre la joven oficialidad.

 


            

             Se produce la rebelión militar el 18 de Julio. En Cartagena, las milicias fieles a la República, malvados personajes caricaturizados como el Rubio (Joaquín Bergía) y el Responsable (Manuel Miranda) y un insólito Antonio Riquelme como El político, evitan que los barcos de la flota se unan a los rebeldes; a continuación la marinería asesina a los Jefes y Oficiales que pretendían secundar el alzamiento. Uno de los muertos es el Vice-almirante (el padre de Elena) tras pasar un tiempo encarcelado.


Vicealmirante y otros Jefes son llevados a prisión.



Resignado con su destino.



Elena ruega por su padre.


        Al teniente de navío Alarcón lo arrojan al mar maniatado. Le salvará de morir ahogado el fiel marinero Zafarrancho (Manolo Morán) y ambos son recogidos por un mercante italiano en el que gracias a los cuidados del médico de a bordo, Alarcón se repone del trance. Los fotogramas hablan por si mismos. 









                Vienen después unas imágenes de la "España liberada" filmadas -o procedentes de archivo- de Sevilla, Salamanca, Burgos y Zaragoza. Henestrosa, tras entregar el mensaje -que suponemos avisaba a las autoridades de Marina de El Ferrol para que se uniesen al levantamiento- sigue tratando a Elena, de la que se enamora. En lugar de ser nombrado profesor en el buque escuela Galatea, ruega se le permita otro destino porque quiere combatir. Consigue que se le incorpore a la dotación del Baleares, recién botado, armado y listo para combatir. En los fotogramas siguientes podemos ver a los dos amigos, reunidos de nuevo en el domicilio de algún familiar, sentados alrededor de una mesa elegantemente dispuesta y atendida por mayordomo y doncella. Se aprecia cómo Elena está sentada junto a Henestrosa (con el que se ha comprometido) escuchándole atentamente, mientras que Alarcón tiene que contemporizar con la famosa Ermelinda. Seguramente falta poco para que se embarquen en el Baleares. Su inseparable Zafarrancho, ahora ascendido a cabo, también se embarcará con ellos pero en este preciso momento está dándose el gran banquete en la cocina mientras cuenta sus hazañas a cocineros y doncellas.  








               
         Primeros enfrentamientos del Baleares en el Mediterráneo contra buques republicanos como el Libertad. Los amigos siguen con sus bromas y piques. No sabemos si Henestrosa le ha confiado a Alarcón su compromiso con Elena


El Baleares a la espera de zarpar en una de sus misiones de escolta.
          

                        





Escena en el puente de mando.



Henestrosa y Zafarrancho. Éste luciendo sus
 flamantes galones de cabo.



            Una noche, estando Henestrosa de guardia, un torpedo rojo alcanza al Baleares provocándole tan serios daños que al amanecer se hunde, con la marinería formada en cubierta cantando el Cara al Sol. No conocemos el guión del film hasta ese punto, pero es de imaginar que en el hundimiento pierden la vida los dos amigos y su fiel marinero.



Imágenes de los artilleros en acción
  



Fotografía que ilustra el escenario y procedimiento para el rodaje de las ultimas escenas, antes del fatal hundimiento descrito más arriba.

Fotografía real del hundimiento del Baleares.


Probablemente, la palabra FIN debió aparecer impresa sobre una  escena similar a esta. Creemos reconocer al fondo edificios de El Ferrol.
                 




                Agradecimientos: Para la confección de la presente Entrada del Blog se ha acudido a diversas fuentes. Se han reproducido imágenes de la Prensa de la época, fotos de diversa procedencia accesibles en la Red y sobre todo las obtenidas del Repositori de la Filmoteca de Catalunya, valiosísima aportación que va a permitir a los ciudadanos ver y entender de algún modo la película. A D. Juan Antonio Martínez Bretón por su excelente estudio "El Crucero Baleares. Un caso atípico de la censura franquista". A D. Francisco Caballero, autor de un blog que nos ha permitido comentar e ilustrar la figura de los Flechas Navales. Y para todos aquellos lectores interesados en conocer mejor tanto los buques mencionados como el desarrollo de la Guerra Civil en el mar, existen en la Red excelentes trabajos, con abundante material gráfico.

LAS MÁS DESCONOCIDAS: NUESTRA NATACHA.


 



                Y tanto! Y además una de las más perseguidas y maltratadas: Como que nadie la ha podido ver porque desapareció antes de llegar a estrenarse.! De este modo muchos aficionados, desconocedores además de la obra de Casona, imaginaban  que Nuestra Natacha debía ser algo así como una Ninotchka a la española, venida ex-profeso de Rusia para enseñar comunismo a castellanos o manchegos o vete tú a saber.  Esta Entrada se propone dos cosas: La primera: poner en antecedentes a los lectores acerca del Autor original, de su obra de Teatro Nuestra Natacha y de la cinta que con el mismo nombre se rodó en 1936;  y la segunda: con el material reunido aquí y allá, hacer  una especie de pase privado del film: contarles el argumento con suficiente detalle, ilustrado con el mayor número posible de imágenes.




            Una vez más debemos aclarar que este es un blog de divulgación, pero podría ser que nos leyera algún experto. En tal caso, deberá disculpar la primera parte, por sabida. Nuestra intención es divulgar, no atosigar con datos ni juzgar las películas que evocamos; menos aún aburrir con erudición enciclopédica. 


Alejandro Casona.


                Empezaremos hablando de Alejandro Rodriguez Álvarez, conocido como Alejandro Casona, un asturiano nacido en 1903 cuyos padres eran maestros nacionales. Su madre, Faustina Álvarez, mujer comprometida con la renovación de la enseñanza, la dignidad del magisterio público y la educación en el seno de la familia, fue la primera mujer española que ganó por oposición el cargo de Inspectora de Enseñanza Primaria.  Alejandro estudió también Magisterio y más tarde opositó obteniendo igual cargo que su madre. Ejerciendo tal responsabilidad, se fogueó en el -entonces muy lejano- Valle de Arán entre los años 1928 y 1931. Podemos establecer pues que, sumando a sus antecedentes familiares (de ideas krausistas, afines a la pedagogía de la Institución Libre de Enseñanza), su experiencia y el compromiso adquirido en el ejercicio de su cargo, estaba a favor de la reforma del Magisterio Español auspiciado por la República, y que como otros muchos maestros y maestras vio con esperanza el triunfo del Frente Popular. No olvidemos que estamos hablando de comienzos del Siglo XX. 

                Autor teatral además de Maestro, Alejandro Casona escribió Nuestra Natacha  claramente influenciado por dos figuras: la de su valiente madre y la de Natalia Utray Sardá, nieta de uno de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza y compañera de Alejandro en las Misiones Pedagógicas, a la que todos llamaban Natacha. Asimismo tras uno de los personajes de la obra, Don Santiago, rector y padre adoptivo de Natacha, está la figura de Manuel Bartolomé Cossío. La obra, estrenada en Barcelona en noviembre de 1935 y en Madrid en febrero de 1936,  puso el dedo en la llaga de la miseria social y moral que se cernía sobre el Magisterio en general y en particular sobre los Reformatorios, empeñados más en la anulación por aislamiento del individuo que en su reinserción social. Como atestiguan las hemerotecas, la obra recibió la aprobación de un gran sector del público y también la repulsa y una feroz campaña de la prensa de derechas. De este modo, para unos representaba el lado bueno del espíritu reformista republicano y para otros la más nefanda doctrina. Nuestra Natacha, como pieza teatral contenía varios elementos que no resultaron en absoluto insólitos: La hondura moral de su protagonista, la defensa de una tesis con su conmovedora aportación humana y la reacción del público, dividido en dos mitades enfrentadas, hacen evocar sin remedio lo sucedido, treinta años antes, con Electra de Benito Pérez Galdós




En las tres fotografías, actividades de las Misiones
 Pedagógicas
 para niños y adultos.

                                 

                Para terminar la semblanza de Alejandro Casona diremos que estuvo comprometido con el modo de entender la Cultura y la Educación de la República, formando parte de las Misiones Pedagógicas. El Patronato de las Misiones Pedagógicas, dependiente del Ministerio de Instrucción Pública, tenía el cometido de llevar la cultura y la educación a la población rural. Se trataba de acercar libros, música, teatro y cine al pueblo, en general analfabeto, hasta los lugares más remotos de España, recopilando a la vez la cultura y tradiciones propias de cada lugar. Casona, además, representaba en aquel momento junto a Federico García Lorca, cierta renovación del Teatro español. En 1937 salió de España con la Compañía de Manuel Collado y Josefina Díaz de Artigas, la misma Compañía que había estrenado Nuestra Natacha y en la que se le ofrece el puesto de Director Artístico. Iniciaron así una larga gira por Hispanoamérica, al igual otros muchos profesionales por aquellas fechas. Se supone además (Gaceta de Madrid del 23 de Mayo de 1937) que Casona viajaba en misión oficial como propagandista cultural de la República. El caso es que, terminada la Guerra Civil se quedó como refugiado en Argentina. Escribió más obras, algunas muy apreciadas por el público y la crítica y volvió a España en 1965. A su regreso, la derecha franquista aplaudió el resto de su obra, revistiéndose de falsa tolerancia y  borrando así la mala memoria de Nuestra Natacha. Por su parte, la crítica de izquierdas lo rechazó, criticándolo duramente por considerarle herramienta del Régimen. Para algunos, ese rechazo sigue vigente en nuestros días.

            Toca ahora hablar de la adaptación cinematográfica de Nuestra Natacha

                La película se rodó en 1936. Consideramos que el guión -en cuya confección colaboró Alejandro Casona- no tenía precisamente tintes partidistas, como se verá. El Director, Benito Perojo estaba considerado como liberal aunque, como también se verá más adelante, tal vestimenta era de quita-y-pon, y su productora -Cifesa- era claramente conservadora. No obstante, el rodaje del film inspirado en la obra teatral produjo una gran expectación, y se ha dicho que la Productora valenciana trataba así de aprovechar el tirón publicitario que traía el asunto y hacer un cine más acorde con el gusto del público. Para algunos sectores, por otra parte, había de representar una suerte de nuevo cine español alejado del costumbrismo de la época.


Noticiario CIFESA. 1936


                Comenzó el rodaje en los Estudios de Aranjuez a finales de Mayo de 1936, con un presupuesto -alto por aquel entonces- de un millón de pesetas. El trabajo estaba prácticamente terminado al producirse la rebelión militar contra la República. Demos un rápido repaso al reparto: Ana María Custodio era la protagonista, Natacha, junto a Rafael Rivelles -Lalo en la ficción-. Venía después una debutante Pastora Peña como Marga, Un jovencísimo Manuel Díaz González (Sí, "Don Pruden" de Atraco a las Tres) como Mario, Blanca Negri como Flora y un puñado de buenos secundarios entre los que aparecerán Irene Caba Alba, Valentín González y hasta un bisoño Fernando Rey haciendo de estudiante. Alguno de ellos había pasado por Hollywood y también hubo quien se exilió más tarde a causa de la Guerra Civil.


Benito Perojo dirigiendo a Pastora Peña.

                     

            En el momento de producirse el alzamiento militar, el Director del film y los dirigentes de Cifesa se pasan a la España Nacional y tratan por todos los medios de impedir que se estrene la película. Empecemos por Benito Perojo: el 27 de Julio de 1937 estando refugiado en Francia escribe al Delegado de Prensa y Propaganda en Salamanca para hablarle de Nuestra Natacha. En una especie de declaración jurada dice estar preocupado por tres cosas: La primera, que se le identifique con la película, basada e la obra de un rojo. La segunda, que teme que el montaje -todavía pendiente- proporcione al film un tono marxista. Cree saber de buena tinta que el montaje lo va a hacer en París el Comité Rojo de Cifesa. Y su última preocupación (agárrense Vds.) era que "los enemigos de España" ganasen dinero con su exhibición. Para terminar, sugiere que la película sea secuestrada cuanto antes. El texto auténtico, accesible para quien pueda estar interesado, da mucho que pensar y causa cierto sonrojo. Cosas de las guerras. 


                 Lo cierto es que no se sabe muy bien lo que pasó. Continuando con el famoso Comité Rojo de Cifesa: Una vez trasladado el material a Valencia (la Prensa del momento hablaba de unos cien rollos de negativo custodiados por las Milicias Populares), el personal de Cifesa colaboró con sus patrones y escondió los negativos en diversos domicilios. De este modo, impedieron que se utilizase políticamente y contribuyeron a la conservación de lo que en realidad era propiedad de la Productora. Podemos concluir pues que la película nunca viajó a París. Terminada la Guerra Civil, Cifesa intentó estrenar la película pese a la evidente vinculación de Casona con las ideas de la odiada Institución Libre de Enseñanza. La presentaron al Departamento Nacional de Cinematografía y este Organismo la prohibió y confiscó todo el material. Ya nunca se verá en los cines, porque en el famoso incendio de los Laboratorios Riera, producido el 16 de Agosto de 1945, se perdió junto a todo tipo de material como documentales bélicos incautados al enemigo y negativos de Filmófono y Cepicsa. Cintas como Rojo y Negro (1942) o Centinela alerta (1936) corrieron idéntica suerte. 


                Llegados a este punto, vamos a acometer nuestro segundo propósito. Se apagan las luces. Se abren las cortinas. Señoras y Señores: Nuestra Natacha. Como en un film mudo, acompañaremos las imágenes con las necesarias explicaciones. 




                Estamos en 1928, en un establecimiento madrileño llamado Reformatorio de las Damas Azules, especie de centro docente y casa de reflexión -o de reclusión- en el que no faltan celdas compartidas y naves dedicadas al trabajo y al estudio. La incomunicación, la uniformidad en el vestir y la humillación en el mirar y en el hablar son las normas que rigen tan odioso lugar. Aunque toda la película pone el foco en la vida de las internas, existen también algunos muchachos recluidos. 


 



En el cartel está escrito "Ladrona".
 Natacha está a la izquierda en la primera fila.







Ana María Custodio. Natacha.



                      Una educanda, Natalia -Natacha- Valdés, que lleva tres años internada, se rebela contra la disciplina del lugar y abandona el dormitorio durante la noche simplemente para poder pisar el césped del jardín y respirar un poco de libertad. Es sorprendida por el conserje que la detiene con ayuda de su perro de presa. La castigan a estar recluida durante 48 horas en la celda de castigo. La arrastran hasta allí los malvados personajes encarnados por la Directora, La Señorita CrespoFrancisco, el celoso conserje, y alguna Celadora. Natacha, en su desesperación, graba con las uñas su nombre en el yeso de la pared.





              Al día siguiente se presenta en el Centro Don Santiago, Rector de la Universidad de Madrid quien también ejerce la función de inspector del Reformatorio. (Hemos de aclarar también que existe una Marquesa con gran poder de decisión en el Patronato del Reformatorio). Durante la visita de Don Santiago se escuchan los gritos de Natacha y se produce la inevitable reacción del prócer. Hace que la liberen, escucha su historia y conmovido, decide adoptarla. Natacha, huérfana de padres y recogida en principio por unos tíos, había huido del ambiente de mortificación y humillación a la que se veía sometida por sus familiares, ya que la consideraban una odiosa carga. En su deambular la atrapó la justicia considerándola "peligrosa rebelde" y poniéndola en manos de las Damas Azules.


 




Don Santiago declara a la Directora de las Damas Azules su altruista propósito.
                                  

        Han pasado siete años y Natacha es ya una persona totalmente cambiada. Al salir del Reformatorio bajo la protección de Don Santiago, estudia con suma aplicación y se matricula en la Universidad Central. Vive en una Residencia estudiantil para jóvenes de ambos sexos, un lugar alegre y luminoso. Mientras los estudiantes corean a la desenvuelta Flora (Flora Durán) que canta una canción hawaiana con su ukelele, Natacha estudia y estudia sin parar. Los chicos, aburridos de tanta formalidad, se dedican a otra de sus pasiones: pelearse a bofetada limpia con otros estudiantes en la zona universitaria.




     El peor de todos (pero que en realidad va a redimirse) es un tal Lalo, (Lalo Figueras) que lleva estudiando Medicina catorce años y aunque le queda una única asignatura pendiente para la licenciatura, quiere ser el perpetuo estudiante, dándose a la molicie. Según sus palabras: lo que él quiere es "beberse hasta el último trago de su juventud". Cuando en vísperas de los exámenes todos (SomolinosAguilarRivera) se aplican en estudiar. 





Flora toca el ukelele y todos corean su canción hawaiana.



Mario venda la cabeza de Lalo, herido tras una de esas peleas
 "amistosas". Probablemente, el joven de pie a la derecha es
 Fernando Rey en uno de sus primeros papeles de figurante.


Mario, tan metido en su papel de futuro
 biólogo que estudia con bata y todo.



        Entre tanto ha llegado la época de exámenes y todos han pasado por la correspondiente prueba. Lalo, contra su voluntad, resulta aprobado en aquella última asignatura que le permitía seguir holgazaneando como eterno estudiante de Medicina. Natacha ha obtenido el Doctorado en Pedagogía. Todos la felicitan y Lalo, empuñando una copa deportiva a modo de recipiente, inicia una colecta para adquirir el champán y las flores. Todos están muy contentos. Don Santiago abraza cariñosamente a Natacha.



Lalo inicia la colecta...


Todo son felicitaciones y parabienes...


 
Hay fiesta en la Residencia por muchos motivos...



Don Santiago abraza emocionado
 a su protegida.


Lalo declara su amor a Natacha y ésta lo rechaza
 con delicadeza.


            Entre tanto, suceden más cosas en la Residencia. Lalo se decide a declarar su amor a Natacha, ella no le toma en serio y aprovecha para recomendarle una cambio de actitud ante la vida,  pensando en el prójimo, llevando su experiencia y alegría a las gentes más necesitadas. Buscando el consuelo de un amigo, Lalo se reúne con Mario, que está como siempre con sus experimentos de entomología. Mario es un estudiante más de la Residencia, tan inmerso en sus experimentos de biología  que no se da cuenta del interés que despierta en Flora. 


Tú podrías ayudarme en eso. Estoy componiendo
 una farsa animalística...

        
            Lalo explica a Mario sus intenciones. Quiere montar un teatro ambulante y empezar poniendo en escena una balada de Heine, nada menos. Se llamará la "Balada de Atta Troll". La acción se desarrolla en Roncesvalles, donde el oso Atta Troll, con su compañera Mumma, son exhibidos de pueblo en pueblo por un desaprensivo "húngaro" que les hace cantar. Al final, Atta Troll rompe la cadena que lo sujeta y huye a las montañas. Mario, siempre fiel a sus amigos, promete colaborar en la empresa.
            Lalo, exultante y lleno de buenos propósitos altruistas tras su conversación con Natacha, tropieza en el hall con un visitante que pregunta por Natacha. Resulta ser Félix Sandoval, médico y secretario del Reformatorio de las Damas Azules. Lalo le suelta un montón de despropósitos y disparates provocando que la visita se marche por donde ha venido. Tardará tan solo unas horas en regresar y esta vez consigue hablar con Natacha. Félix Sandoval se presenta y provoca cierto sobresalto en Natacha al mencionar a las Damas Azules. El visitante le explica que el Patronato, después de escuchar las tesis de Natacha al doctorarse, ha pensado en ella para que dirija el Reformatorio. Natacha le advierte que, de aceptar el cargo, de ninguna manera piensa renunciar a sus convicciones. Aclarado este punto, acepta el puesto, despide a la visita y corre a contárselo a su tío Santiago. Le dice emocionada: "Al reformatorio otra vez, pero ahora a derribar las rejas. A inundarlo de luz y alegría".      


Natacha escucha la propuesta de Félix Sandoval...


        Natacha regresa al Reformatorio, esta vez como Directora. En vísperas de su llegada se ha producido otra fuga. Esta vez se trata de una muchacha llamada Marga Vinal. Aprovechando una ventana abierta y utilizando unas sábanas anudadas, se desliza por ella, cruza el patio y salta la verja. 


Marga se escapa
 por una ventana abierta...

                No tardará en ser detenida por los agentes de la autoridad que la encuentran dos días más tarde, vagando por la Sierra. Y siguiendo la costumbre de la institución, es encerrada en la celda de reflexión, en cuya pared encuentra el nombre que arañó Natacha en su desesperación, bastantes años atrás.



Marga en la celda de "reflexión"


            Mientras tanto, la nueva Directora acompañada de la Marquesa son recibidas en el Reformatorio. Las muchachas ofrecen a Natacha un ramo de flores.



Recibimiento de las reclusas...


la nueva Directora les ha causado buena impresión...


            Como era de esperar, Natacha se entera de que, no sólo se sigue utilizando la celda de castigo, sino que además hay una educanda encerrada en tan siniestro lugar. Ordena a la señorita Crespo que la saquen de allí y la lleven a su presencia. Ésta obedece de mala gana y Marga, que se niega al principio a ver a la Directora, terminará accediendo.

  

 

                                       




Marga ha mordido la mano de la señorita Crespo y ésta la ha abofeteado.




"Yo te prometo que esa celda
 no volverá a abrirse jamás"
.

            Natacha no pierde el tiempo. Reunida con las internas, aunque en presencia de la Crespo, se interesa por sus inquietudes y se muestra cariñosa y conciliadora. Hace reír a una de ellas, a Encarna, lo que provoca la risa general. Al exponerles que pueden pedirle lo que quieran, una de ellas, de nombre Fina le dice:
-Si a usted no le parece mal, nosotras quisiéramos no tener nunca más clase de matemáticas.
Tras reflexionar, Natacha le contesta, ante la expectante Señorita Crespo:
-¿No os gusta la clase de matemáticas? Perfectamente; no la tendréis nunca más.
Más tarde, Natacha le explica a la funcionaria, alarmada por su promesa:
-Las matemáticas, no; las clases.
Los nuevos aires de libertad y tolerancia quedan reflejados en la pizarra.








               La siguiente idea de Natacha es cambiar los uniformes de las chicas. Los confeccionarán las internas con nociones de costura y serán ¡blancos!. La idea entusiasma a todas. Hasta el punto de que comienzan a desobedecer las órdenes de la rígida Señorita Crespo. Natacha también le lee la cartilla a Francisco, el conserje. Cuando éste acude a ella para quejarse de que una interna está pisando el césped, Natacha le recuerda su propio episodio por el mismo motivo, y cómo él le azuzó el perro. Además, le dice que no le gusta nada su uniforme. Atribulado, recordando el vergonzoso episodio, contesta:
-Perdón. Mañana mismo me verá usted sin él.
 

"Una vez el conserje azuzó al perro contra una pobre muchacha.
 ¿Lo recuerda usted?".

 

            Natacha trabaja en la dirección con verdadero celo. Hay en la casa mucha labor que hacer, para extirpar, desde sus raíces, toda la cizaña que ha dejado crecer en ella una mala organización de reforma. Y ha transformado el Reformatorio. Ello le ha granjeado la enemistad de las principales colaboradoras, las profesoras. Y la Crespo se ha convertido en su enemiga más encarnizada. De hecho, se mete a hurtadillas en la cabina del teléfono y llama a la Marquesa, dejando caer el veneno donde más daño podía hacer.

            A partir de ese momento ha historia da un giro. Primero, Marga cae desvanecida en el jardín. Cuando Natacha la asiste, la muchacha reconoce que hace ya tiempo que tiene esos mareos. Que comenzaron poco después de regresar al Reformatorio. Marga, abrazada a Natacha termina contando su historia:

            Había huido porque quería volver a la ciudad. Ver sus luces y escaparates. Caminando por la carretera se entretenía recogiendo  flores hasta que llegó a sus oídos una música de violín. Muy cerca de allí vio una especie de refugio, una elegante caseta de campo. Las ventanas estaban iluminadas y ella se acercó, curiosa. En el interior había muchos jóvenes de ambos sexos, elegantemente vestidos, bebiendo y divirtiéndose. Uno de ellos la ve a través de la ventana. La invita a pasar y la hace beber...más de la cuenta.


    










            El resto de la historia, además de que Marga recuerda vagamente un viaje en coche y de que se despertó al día siguiente entre los árboles de la sierra, lo podemos deducir de las palabras del médico del Reformatorio:

"Esta muchacha está embarazada", dice el médico a la Marquesa y a la Crespo
 después de examinarla.



            Lalo, que ha puesto en marcha su idea del teatro estudiantil, está ya a las puertas del Reformatorio, listo para dar una representación. No es éste el único cambio que se ha producido en la mente del joven, ya que ha ofrecido a todos una vieja alquería de su familia, abandonada años atrás pero perfectamente recuperable. Una iniciativa que procuraría trabajo y libertad a cuantos se uniesen a  él. Bien. Vamos a la función. En una de las aulas se ha improvisado el escenario.



A punto de comenzar el espectáculo.

En plena representación.


 
Mario empieza a darse cuenta de que
 Flora le tiene un aprecio especial. 

 


            Los acontecimientos se precipitan. Mario, al huir del escenario vestido de oso tropieza estrepitosamente con la Marquesa. Ésta, una vez repuesta del susto, ordena a Marga que abandone el Reformatorio. Pero con ella deciden irse todos; Lalo, que arroja un ramo de flores a los pies de Marga, Natacha, las internas, los internos...y hasta Francisco, el conserje. 

¡Todos con nuestra Natacha!


        Han pasado los años. La granja de Lalo Figueras, el estudiantón de viejo estilo, ha sido cual nueva tierra de promisión para los educandos que, replegándose a la sombra de los ideales de Natacha, han querido iniciarse en una vida nueva. Saltaron los goznes de los candados que durante años y años habían mantenido cerradas las puertas de la casa de labor. La tierra seca, parda, fertilizó con el esfuerzo y la voluntad de sus cultivadores. Allí cada uno aportó sus conocimientos, de ingeniería, de agricultura, de medicina. A Mario no le faltó un nuevo laboratorio...y alguna situación esperada por todos -incluido el público- menos él.




                                

Cosechan su propio trigo, elaboran su propio pan..


              

              


Todos se reúnen tras la jornada de labor.


¡Hasta reciben la visita de Don Santiago.!







¡Qué sabroso es el pan cuando es verdaderamente nuestro!






        "Vista" la película, quizá fuera este el momento de iniciar un interesante coloquio. Dejaremos a los lectores que se formen su propia opinión y hagan sus comentarios si les apetece. Solo esperamos haber contribuido a la divulgación de un film perdido y desconocido. 
         Existe una versión argentina de Nuestra Natacha rodada en 1944 por Julio Saraceni. Con anterioridad, en 1939, Raul Roulien, guionista, director y productor había rodado en Brasil otra versión con el título Aves sin Nido. 

                               * * * * * 

NOTA.- La composición argumental de la película ha sido posible recurriendo a diversas fuentes: Se han utilizado reportajes y fotografías publicadas por las revistas especializadas de la época y sobre todo, los fondos de foto-fija de la extinta productora Cifesa. Una parte de éstas proceden de los fondos de la Filmoteca de Catalunya. Tanto el guión cinematográfico como otras 12 foto-fija de Cifesa proceden de la publicación de 1936 de Nuestra Natacha,  perteneciente a la colección Ediciones Biblioteca Films de la Editorial Alas de Barcelona, dedicada a la película en cuestión.