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LA TORRE DE LOS SIETE JOROBADOS

 



            Aquí estamos de nuevo con una obra de Edgar Neville. Varias veces nos hemos ocupado de su cine y siempre quejándonos del trato que se le ha dado a su trabajo o al de otros buenos cineastas en función del pito que tocaran. El oportunismo de la izquierda y la torpeza de la derecha han permitido que al ciudadano se le hurte un cine que no por antiguo, o por estar rodado en blanco y negro, o por haberse hecho en una época en concreto o por ser su realizador un señor de derechas, merece ser ignorado. Tenemos películas hechas durante el franquismo que en otros países serían objeto de culto y orgullo, una deuda con el pasado que provocaría exhibiciones y homenajes de todos; pero aquí no. Aquí la cultura cinematográfica ha estado con frecuencia en manos de gente cuyo talante reunía la peor combinación: la ignorancia mezclada con el revanchismo, pero eso sí: sin haberse mojado el culo. Mientras tanto, las alharacas de los premios de Juan Palomo llenan los televisores de glamour y famoseo, vestidos largos y caras guapas con los que ocultar que ese recibimiento a los americanos, los sueldos pagados a tanta gente, alquileres, decorados y comparsas, más las subvenciones para tanto cine de dudosa calidad salen de los bolsillos de todos. Los espectadores se sienten así un poco más californianos, sobre todo si se homenajea a alguien que venga de allá y pronuncie su discurso de agradecimiento en inglés. En esa Ceremonia, remedo casero de lo que acontece en el Teatro Dolby de Hollywood, se premia las lechugas más presentables dentro de la cosecha de cada año, plagada de cascajos. De paso, si hay que vender las berzas marca El Zorro, se ponen en un sitio preferente del mostrador. 

    Esta Entrada -como la mayoría de las publicadas hasta ahora- está dedicada a los aficionados a nuestro Cine Clásico que sin ser entendidos ni críticos, aprecian las buenas obras y saben situarse en el contexto histórico de su rodaje, que conocen el alcance y el peso de la historia a la vez que reconocen un buen actor. Y ahí queríamos llegar, porque La torre de los siete jorobados es, para algunos aficionados, de las mejores películas del Cine español. 

    Sobre la historia que cuenta La torre de los siete jorobados hemos de hacer algunas precisiones históricas y literarias que nunca están de más. Pero si quieren, se las saltan. Estamos en 1920. La editorial "Mundo Latino" publica la novela del mismo nombre de un escritor especialista en misterios, ocultismo, asuntos policíacos y tejemanejes del lumpen (Los muertos huelen mal, La calavera de Atahualpa): Emilio Carrere. En realidad, la obra había sido escrita con anterioridad por este mismo señor bajo el título de Un crimen inverosímil. La Editorial le dio la forma definitiva a su manuscrito con la ayuda entusiasta de un especialista en el género y pionero de la ciencia-ficción: Jesús de Aragón. Así nació esta obra desquiciada, madrileña, castiza y gótica a la vez, con sus ciudades subterráneas, sus personajes que "salen" literalmente de la luna de los armarios, conjuras y siniestros jorobados.







Emilio Carrere.

 
 


 

        Emilio Carrere, nacido en 1881, era todo un personaje. Aspirante a actor en su adolescencia y famoso por haber dilapidado una cuantiosa fortuna, ejercía de periodista en el Diario Madrid y adquirió cierta fama por loar el golpe de Estado de 1936 y el desfile de la victoria (nótese la minúscula). Era también Cronista de la Villa y al mismo tiempo deslizaba su silueta en plan teatral por las callejuelas del Madrid nocturno, siempre ataviado con chapeo y capa, perfumado por  el humo de su pipa. Él mismo aseguraba en una entrevista que "En Madrid hay muchos pasadizos subterráneos. Uno que arranca de esta casa precisamente va a parar cerca del Manzanares donde termina en una gran habitación pintada en negro. Hay muchos por el estilo y no sería extraño encontrar alguna sinagoga, una casa, una mezquita. Yo he hablado con arquitectos..." Entre los amigos de este piantado que diría Cortázar, con los que compartía tertulia en el Café Varela, nombraremos -por citar a alguno y para no aburrir con innecesarias erudiciones- a Alejandro Sawa, cuya figura inspiró a Valle Inclán al crear su personaje Max Estrella. Él y toda aquella gente honraron repetidamente a aquel Madrid que, tal y como intuían, no tardó en desaparecer. No nos vamos a enrollar demasiado porque a estas alturas habremos provocado ya el aburrimiento de varios cráneos privilegiados.


Edgar Neville y Emilio Carrere.


    Pasan los años y aquí entra Edgar Neville. Conocedor de la obra de Carrere, tenía una fascinación muy especial con Madrid, sus secretos y sus alamares castizos y costumbristas; sus leyendas, sus tipos de Carabanchel o sus chulos, majos y manolos que pululaban alrededor de Las Ventas. Decidido a llevar al Cine la novela de Carrere, echó mano del mejor colaborador posible para convertirla en Guión: José Santugini, quien después colaboraría felizmente y mucho con Ladislao Vajda. Como resultado, Neville consigue plasmar en una cinta la amalgama engendrada por Carrere, retocada por Aragón y repasada por Santugini y por él mismo. Acerca de todo lo que se ha escrito sobre la posible influencia del expresionismo alemán en las escenas de los jorobados trogloditas, del manierismo y demás minuciosidades como el parecido del villano con el Doctor Mabuse o el malvado Rotwang, no decimos ni que sí ni que no, simplemente dejamos el asunto en manos de los expertos, que suelen hacerle una autopsia completa a las películas que consideran interesantes. Lo nuestro es contarlas y rogar para que no caigan en el olvido.
 
Edgar Neville, Barreyre, Pepe Martín y Encarnita Jimenez escuchan
 las explicaciones de Santugini.





    Antes de encender el proyector nos falta decir que la película se estrenó en noviembre de 1944. En los créditos iniciales se da cuenta de que la produjeron España films y Judez films, de que la fotografía la llevó Enrique Barreyre y que los decorados fueron cosa de Canet Cubel; no se nombra -más adelante le haremos justicia- a Pierre Schild. Dura 81 minutos y sus principales actores son Antonio Casal, Félix de Pomés y su hija Isabelita (¿porqué aquella manía de las Isabelitas, Amparitos, Lolitas, Manolitas y tantas actrices hechas y derechas, estupendas, con sus nombres infantilizados?) Sigamos: Está el malo interpretado por Guillermo Marín y están también las eternas colaboradoras de Neville: Las Julias, Lajos y Pachelo. Redondean el elenco Antonio Riquelme, José Franco y unos cuantos jorobados, reales o simulados. Todos ellos dirigidos por el genial Edgar Neville.

    Se apagan las luces. Comienza la sesión: 

    El protagonista es Basilio Beltrán, un joven enamorado de una artista de variedades (La Bella Medusa) que, como sucedía a veces, en su lote oferta venía incluida la mamá. Se espera de Basilio que las lleve a cenar opíparamente y que pague la cuenta; costumbre ésta horriblemente anti-feminista aunque muy extendida. Esta mamá tiene apetito de tiburón y Basilio debe recurrir a los juegos de azar para poder costear lo que engullen entre las dos.
 

Antonio Casal, Julia Lajos y Manolita Morán.

  
       Nuestro hombre acude a un salón de Juegos con su humilde capital y prueba a jugarse a la ruleta la única ficha que ha podido comprar. Es este el momento en que hace su aparición el espectro de Robinson de Mantua, saliendo de un espejo en el vestíbulo del casino....


Magnífico Félix de Pomés
 y unos efectos especiales sorprendentes.

    
    ...ha puesto sus ojos en Basilio y con el bastón le hace las indicaciones precisas para que gane un montón de dinero. Como es un espectro, se aparece a quien le da la gana, de modo que es Basilio el único que le ve. 





    



    
    Apostando siempre al número 3 que insistentemente le señala Robinson, Basilio gana una pasta gansa. Acompaña a su benefactor hasta su casa. Éste, antes de despedirse, le cuenta que fue asesinado, que hay una banda de jorobados que se ocultan en el subsuelo de Madrid, que a él le asesinaron rebanándole el cuello y que secuestraron a su amigo Zacarías. (Antonio Riquelme). A cambio de sus favores con la ruleta, quiere que Basilio proteja a su hija Inés (Isabel de Pomés) que corre peligro y que rescate a Zacarías. Para todo ello debe penetrar en la torre de los jorobados, dedicados a falsificar dinero y capitaneados por el Doctor Sabatino, (Guillermo Marín) una especie de Moriarti a la española. Para sí mismo, lo único que pide el Señor de Mantua es recuperar su Venus de Milo, efigie de la que está enamorado hasta los huesos. 





    Al encontrarse con tanto dinero en los bolsillos, Basilio vuelve a invitar a las dos damas, que otra vez comen y beben sin tino. Él bebe más que come y termina yéndose a la cama con las tripas revueltas. Cuando despierta, se le aparece de nuevo Robinson de Mantua. Esta vez le insta a que acuda a su casa y prevenga a su hija, porque teme que Sabatino la esté hipnotizando. 



    Durante la entrevista aparece allí también el espectro de Napoleón Bonaparte (un magnífico José Franco), convencido de que le han convocado durante una sesión de espiritismo. Aclarado el error se marcha excusándose: a todo el mundo le da por llamarlo y quizá ha sido en otra casa de las proximidades. Con exquisita elegancia se despiden el uno del otro.



     Basilio acude a la Plaza de la Paja, donde se las compone para tropezar con Inés de Mantua, a quien debe proteger. Ya en su domicilio, y tras desconcertar al portero y familia preguntando por Robinson de Mantua, consigue disipar el recelo de Inés. Ésta intentará -sugestionada por Sabatini- matar a Basilio con un puñal. Durante el rodaje de esa escena, Isabel de Pomés se hirió de verdad en una mano.


El portero y familia observan a Basilio subiendo a la vivienda
 de los Mantua. El cuadro nos recuerda el paso de Neville por Hollywood.

     Ambos encuentran accidentalmente un papel en el estudio con un mensaje críptico que no saben resolver. Quizá se trate de una pista para aclarar la muerte del padre de InésBasilio contacta con su amigo el comisario Martínez. Éste le facilita la traducción y le acompaña al lugar indicado por el mensaje.








   
    Acude junto a su amigo Martínez al lugar en que supuestamente se encuentra el escondite. Se introducen en la casa con la ayuda del sereno y encuentran un laberinto de túneles, estancias y paredes falsas. A estas alturas, Inés ya ha sido secuestrada por el malvado Sabatini y llevada hasta allí. Los dos amigos se separan en el laberíntico escondrijo de los jorobados, pero es Basilio quien termina encontrando el arranque de la famosa torre invertida que se hunde en el suelo 40 metros. 


Pierre Schild utilizó para este trucaje una técnica de su invención,
 insólita para la época. (Basilio comienza el descenso)


     Al llegar al fondo de la torre, descubrirá los manejos de los enanos falsificadores de billetes, que intentan trajinar a una Inés desvanecida. También encuentra a un Don Zacarías que desvaría en su encierro, pero él termina enfrentándose a Sabatino y rescatando a su amada. La acción, trepidante, termina con el villano destruyendo los cimientos de su imperio que se hunde para siempre en las sombras. 
    






                 

    Todo termina felizmente como era de esperar. La pareja se ha enamorado, ¡faltaría más!. Robinson de Mantua ve satisfecho la felicidad de su hija; ha liberado a su colaborador Zacarías, ha vencido a Sabatini, ha desbaratado la pandilla de malvados jorobados y...recupera su amada Venus de Milo; con ella en brazos da paso en la pantalla a la palabra FIN.  

 





    Si no conocían esta película, ya tienen Vds. una idea. No dejen de verla si pueden. Es una rara joya de nuestro Cine, insólita en su época y a la altura de películas tan dignas como las de Tod Browning. 

    NOTA.- Esta Entrada está dedicada in memoriam a Rafael Chirbes, cuyos acertados comentarios sobre el Cine Español nos han resultado en todo momento muy inspiradores. 



 

  

    

 

    

1950: EL ULTIMO CABALLO





 

                    Vamos con esta curiosa y divertida cinta de Edgar Neville. De él ya hemos hablado bastante en otras Entradas, tanto de su particular personalidad como de algunas de sus obras. Aquí se respeta y se honra su trabajo.La película tiene múltiples facetas a las que los verdaderos amantes de nuestro Cine clásico ya han sacado brillo según viniese al caso, destacando éste u otro aspecto en particular. También hay quien ha descubierto en ella cierta ideología con moraleja final, una especie de Surcos pero al revés. En cualquier caso, lo que ocurre con esta película es que su puesta en escena y su retrato de aquella España son impecables. Para nosotros, El último caballo es, aun en tono de tragicomedia, la primera cinta neorrealista española. Y vamos a hacer algunos comentarios sobre el neorealismo, movimiento que se considera nacido en la Italia de los años 40 del pasado Siglo. Muchos lectores ya se lo saben todo o casi todo sobre éste o cualquier otro tema relacionado con el Cine, así que se espera de ellos un poco de paciencia en favor de los menos ilustrados. Sigamos: Todos los estudiosos coinciden en que este movimiento cinematográfico tuvo su nacimiento y su razón de ser en el hecho de contar historias, a ser posible reales, pero mostrándolas dentro del marco del aquí y ahora con personajes de carne y hueso pertenecientes a una sociedad concreta, a los que se utiliza para criticar y denunciar lo contado -por feo que sea- desde un punto de vista que a menudo no puede esconder una clara posición ideológica.




   

        En líneas generales, se nombra como pionera la película Roma, Città aperta (1945), de Roberto Rosellini. Cuenta la vida cotidiana en la Roma ocupada por los alemanes: Resistencia, sacrificio, amor y muerte. La Guerra había terminado ese mismo año en Italia, y como muestra de todo lo antedicho referiremos la siguiente anécdota: cuando se estaba filmando la escena en que el sacerdote (interpretado por Aldo Fabrizi) es secuestrado por agentes y soldados alemanes en plena calle y obligado a subir a un vehículo, acertó a pasar por allí un tren repleto de ciudadanos que ignoraban que aquello formaba parte de un rodaje: Ya no había ocupación ni guerra, pero allí había soldados  alemanes armados. El convoy se detuvo y los ciudadanos asomados a las ventanillas protestaban gritando airadamente contra lo que sucedía ante sus ojos, convencidos de que aquellos soldados eran reales.


Cartel en los países de habla hispana.


       


        Tras el film citado, parece siempre lógico traer a colación la siguiente película ilustrativa del neorrealismo: Ladri di biciclette, dirigida en 1948 por Vittorio de Sica. Una vez más vamos a protestar contra todas las gentes que opinan, que hablan de nuestro Cine de ayer y de su historia; críticos, historiadores de relumbrón y profesionales del ramo: Dejen de llamar a la película "El ladrón de bicicletas". La traducción del título en italiano es "Ladrones de bicicletas" y en ella pretendió De Sica mostrar la penuria económica que se cernió sobre las clases populares italianas tras aquella Segunda Guerra Mundial tan devastadora. Quiso denunciar que la gente era tan desgraciada que robaba de todo, y había ladrones de bicicletas, el vehículo más económico y humilde con tal de sobrevivir, privando al dueño de su medio de vida. Pero en España, no sabemos a quien se le ocurrió tal desacato, si fue estupidez o manipulación interesada, pero quien fuese le hizo al Régimen de Franco un enorme favor: Aquí, donde la clase trabajadora lo pasaba tan mal como la de Italia según muestra la película, el parecido debía terminar ahí: aquí no robaba nadie, ni se robaban bicicletas para desguazarlas y venderlas a piezas en el Rastro. O reconstruirlas para hacerlas irreconocibles. Sí se veía en el cine cómo un individuo intentaba robar una bicicleta porque a él le habían robado la suya, lo hacía presa de la desesperación y era sorprendido y casi linchado (por ladrón de bicicletas!); pero ¡ojo! que nadie estableciera peligrosos paralelismos. Bueno, pues todavía hoy se escucha a entendidos y comentaristas de cine que siguen soltando sin ningún pudor aquello de "El ladrón de bicicletas". Mucho quejarse del moscardón de la censura sin ver el culo del elefante. Incultura y uso abusivo de lugares comunes. 

        No nos vayamos por las ramas. Volveremos al neorrealismo español y antes de meternos en materia con El último caballo hemos de mencionar con todo respeto que casi todos los expertos señalan como primer film neorrealista español a Surcos (1951) realizada por Nieves Conde un año después. Esta película viajó a Cannes, aunque no se trajo ninguna Palma, y fue galardonada generosamente por el Círculo de Escritores Cinematográficos con cuatro distinciones. No estaría mal dedicarle una Entrada más adelante porque es una gran película, fuese quien fuese su Director y admitiendo que había financiación, galardones y también censura. Ahí queda la intención.

    Para su película, Edgar Neville recurrió a un elenco de actores con los que había trabajado ya en otras producciones y que cumplían sobradamente sus expectativas. Y no faltó Conchita Montes, musa y amante de EdgardNo vamos a destripar la película a nuestros lectores, (bueno, no del todo y en un orden cronológico algo diferente) aunque los más aficionados a este Cine seguro que ya la han visto, pero repasaremos sus momentos más brillantes. Eso es.




    Fernando (Fernando Fernán Gómez) termina ya "la mili" en Caballería, en el Cuartel del Principe de Alcalá de Henares. El día de la licencia se entera, al igual que sus compañeros, de que su Unidad pasa a ser motorizada, es decir, que sobran los caballos. Están ya viejos y se los llevará al día siguiente un hombre que surte a las Plazas de Toros de caballos para los picadores. Fernando y Simón (José Luis Ozores), su colega y amigo, escuchan la arenga y el triste destino que espera a los jamelgos. 




        El buen corazón de Fernando, quien ha tomado gran cariño a su caballo (Bucéfalo, nada menos) se resiste a aceptar esa realidad. A partir de ese momento, hay un choque entre lo sentimental y lo razonable, entre lo sensible y lo práctico. De modo que nuestro hombre se las apaña para sacar a Bucéfalo del lote de carne de cañón y se encamina montado en él hacia Madrid. Hay algo (o mucho) de Don Quijote en la primera salida de este hombre que cabalga a lomos de su caballo hacia un Madrid invadido ya por los automóviles, (y eso que estamos en 1950) las prisas y el implacable progreso. En su obcecación por salvar al animal se esconde su rechazo a la motorización, sin reparar en lo anacrónico de sus pretensiones. Ni un antiguo posadero (Manuel Requena) ni el encargado de unas cuadras convertidas en garaje (José Franco) le dan solución alguna para alojar su cabalgadura.




        Durante toda la película planea la inspiración de Gómez de la Serna y sus acólitos Mihura, Jardiel y Tono. Se nota en el tipo de humor, en el tratamiento de lo cursi, en lo surrealista de algunas situaciones, en la comicidad chusca que se ríe de todos mientras todos se ríen del protagonista. Un cambio de papeles muy de La Codorniz. 

       El primer obstáculo que se le presenta a nuestro hombre lo plantea el jefe de la oficina en que trabaja (Señor Manzano, interpretado por Manuel Aguilera). Es un jefe de los de antes. Duros como el pedernal pero que no daban cuchilladas por la espalda. Hay que escuchar la conversación en la que trata de convencer a Fernando de que no pude ser dueño de un caballo. Y ante su tozudez, le niega posibles aumentos de sueldo.. (¡antes al contrario!) se lo bajará, ya que parece ser rico como para tener caballo propio.       

       No acaba la cosa ahí ni mucho menos. Como la mayoría de varones de la época, Fernando tiene una novia de las de entonces (Elvirita), cuyo objetivo en la vida era casarse, a base de pescar o cazar un marido. Su preparación ante la vida consistía en saber teclear cuatro cosas al piano, ponerse guapa y dejarse ver con un libro en la mano o con la bolsa de la costura. Casarse suponía pasar a ser la (única) mantenida de un hombre. Y como Fernando (al parecer el único que debía ahorrar para la boda) se ha gastado ese dinero juntado a base de privaciones en adquirir el caballo, tiene que plantearle a las cursis de Elvirita, a su madre (genial Julia Lajos) -y de rebote a sus amigas-  que de momento, de boda nada. 



        

         

         

        

   

    

    

      Fernando acude a la antigua pensión en la que habitaba antes de irse a cumplir el Servicio Militar. Deja a Bucéfalo pernoctando en el patio y al dia siguiente se descubre que el animal se ha zampado todas las plantas de las macetas, provocando la ira de la señá Paca (Julia Caba Alba).



   Nuestro hombre no se rinde y pide ayuda a su único amigo y compañero de milicia: Simón, bombero raso en el Cuartel de Santa Engracia. Éste consiente -a riesgo de ser descubierto- en que el equino duerma en las amplias cocheras del Cuartel. Las deposiciones del animal, descubiertas por sus superiores y las surrealistas explicaciones del bombero provocan que sea despedido con cajas destempladas. También Fernando perderá su empleo, a causa de su tozudez por no complacer a un contratista de la Plaza de Toros, amigote de su jefe. 

 



        Entre tanto, suceden varias cosas muy importantes: La primera, Fernando conoce a Isabel (Conchita Montes), una florista que tiene su puestecillo en plena calle. Simpatizan y ella será la primera en comprender y defender al dueño y al caballo, al que mima dándole de comer los ramos ya invendibles. La segunda es que Fernando se lleva a Bucéfalo a pasear por el Retiro y, sin ser visto, descubre a Elvirita haciéndose arrumacos con otro individuo. El estupefacto Fernando es recriminado además por el Guarda del parque (¡sólo pude transitar con el caballo por el paseo de caballos!) y soporta por añadidura la larga perorata que le lanza (en alemán?) una señora indignadísima. La escena nos hace evocar el humor de Mihura o Jardiel. Y la tercera es que encuentran un cochero (el Señor Nemesio, interpretado por Fernando Aguirre), algo borrachín, pero que dispone de una cuadra y un coche de paseo (allá por la Guindalera) con el que el equino puede ser de utilidad y pagarse el forraje. Para celebrarlo, el ex-empleado, el ex-bombero y la florista se agarran una curda de cuidado. En su euforia, deciden declarar la guerra a la motorización, a los jefes, a las prisas y a la esclavitud.




Salen después a la calle, caballo incluido, a celebrar la que va a ser su nueva vida. Cortan el tráfico en una secuencia en la que Neville muestra lo aprendido en Hollywood.
Hay un brevísimo primer plano de un taxista, víctima del embotellamiento interpretado por Antonio Ozores. Fue su primera aparición en el cine.

         Antes, ya ha habido momentos que han rozado lo trágico, pero impregnados del mismo humor que impregna toda la película. Se pondrá enfermo el caballo, sanará, y el cochero se arrimará unas frascas que lo dejan más enfermo todavía e incapaz de cuidar el caballo. Alguien se apodera de Bucéfalo con malas artes. Nuestros amigos, corriendo de aquí para allá, terminan en la Plaza de Toros donde Fernando se encara con la autoridad: el caballo es suyo y no debe salir a la suerte de varas, aunque está ya totalmente enjaezado y montado por un orondo picador.


Fernando se esfuerza en evitar que Bucéfalo salga a
 la arena. El comisario -en el centro- es Rafael Bardem.

        Finalmente todo se arregla y nuestros rebeldes, caballo incluido, encuentran techo y trabajo en los campos del señor Marcelino (Manuel Arbó), que vive a la afueras de Madrid en un terreno de su propiedad y que ha rechazado repetidamente las ofertas de compra del solar. Su discurso final es una alabanza a la vida tranquila y un desprecio hacia el monstruo de hormigón y hierro que trata de devorarle a él y a su tierra. "El dinero se gasta enseguida y esta tierra no para nunca de dar producto". 

 

Manuel Arbó, actor de reparto con 222 apariciones registradas. No hizo casi T.V.

        Entre todos labrarán la tierra y cultivarán las flores, las llevarán en el carro-jardinera (tirado por Bucéfalo) y las venderán por Madrid. Habrá amor (Seguro!), futuro y esperanza para todos. Incluido el caballo, vegano de pleno derecho.


Camino del mercado con el carro lleno.


          

        La película termina así y, si hacemos caso de los postulados de Sánchez Noriega sobre el cine neorrealista, la película está hecha con pocos medios; el rodaje en exteriores como la calle, el parque o el campo; hay un compromiso en el mensaje contra lo establecido, contra cómo deben de ser las cosas; no hay actores-estrella; se detiene en lo cotidiano como los medios de vida, el trabajo, etc y combina el drama -caballos maltratados, pérdida de empleos, desengaño amoroso, desprestigio social- con pinceladas humorísticas.                

    

Durante el rodaje de El último caballo.  A la izquierda, la script Maria Luisa Fleishner. En el centro con camisa blanca y gafas de sol, Edgar Neville.

   


 


                                



ESTRELLAS FUGACES: ANTONIA BRONCHALO LOPESINO.




 

"La que se casa, en su casa.
 La soltera, donde quiera". (México)
          

        Le toca a esta mujer: Antonia Bronchalo Lopesino. Algunos lectores ya la habrán reconocido como Lupe Sino, renombrada por su relación sentimental con un célebre torero en aquella post-guerra tan carente de las cosas más comunes y tan ávida de mitos. El fútbol ganaba día a día nuevos aficionados, modernizando el concepto de culto popular con sus semi-héroes, aquellos muchachos frescachones de vida privada sana y transparente que -como los del resto de Europa- defendían su equipo dando patadas históricas sin más atavío que el calzón corto y la camiseta con los colores de su club; abriendo una inocente rivalidad regional o Nacional. Mientras tanto, el mundo de los toros con su arcaísmo y su sacralidad seguía manteniendo una menguante parcela en el culto popular. Entender de toros era un saber solitario, íntimo, de pequeñas tertulias. Los toreros vivían en medio de una aureola hecha con sus rasgos personales, sus fortunas, sus amoríos y el fervor de sus partidarios. Y estaba también la muerte y toda la parafernalia que proporcionaban a la fiesta su brillo y su dramatismo ancestral, provocando de vez en cuando tragedias que el pueblo vivía con la intensidad de un Viernes de Dolores. Vaya por delante que no somos ni taurinos ni anti-taurinos. Pensamos que esos festejos -todos- desaparecerán, si tienen que desaparecer, cuando el público deje de acudir a las Plazas o de divertirse con los toros por las calles de sus pueblos. 

        Pero, vamos a lo que vamos: Antonia viene a cuento en este Blog porque fue una actriz del Cine español de aquellos tiempos. Una mujer que deseaba una vida mejor, ascender en la escala social y hacer realidad sus sueños en un mundo machista, cínico y cruel. Nació un dia del mes de marzo de 1917, en Sayatón, pueblecito de la provincia de Guadalajara. Cuando tenía 14 años sus padres se trasladaron con su numerosa prole (siete chicas y dos chicos) a Madrid, nada insólito en aquellos tiempos si se tenían muchas bocas que alimentar y las pocas oportunidades que les esperaban en el medio rural. A Antonia, que era la segunda hija, la pusieron a servir en una casa de postín donde es muy probable que intentaran meterle mano todos los habitantes masculinos de la casa, costumbre de la época que solía provocar la aparición en algunos hogares de muchachas con su mezcla de ignorancia, juventud y un silvestre sex-appeal como el de Antoñita, su melena negra, su cuerpo proporcionado y sus exóticos ojos verdes. Poco sabemos de sus andanzas posteriores por aquel Madrid, ya crecidita y consciente de lo que la hacía tan atractiva a los hombres, de modo que se hizo artista de cabaré y empezó a alternar. Estalló la Guerra Civil el mismo año en que ella cumplía 18 años.



        

            Hay un relato sobre su vida durante aquellos años que la supone casada en 1937 con un alto mando republicano al que habría conocido en Chicote, un tal Verardini. Eso sí: no existe documento ni fotografía alguna que respalde la noticia. El mismo relato cuenta que se separaron, que ella se quedó en Madrid y que él se exilió a Francia -vía Orán- para luchar contra Alemania en la Resistencia. Existe otra versión según la cual ambos marcharon a Francia al término de la Guerra Civil. El resto es igual salvo que ella pasó por París antes de regresar a Madrid "trayendo abrigo de pieles y todo". Y continuó alternando para lograr su deseo de hacer cine. Ya entonces, pagaba el colegio de dos de sus hermanas y puso a Emilio, el hermano más enfermizo, una carbonería. Los testimonios de sus familiares hablan siempre de generosidad y preocupación por los suyos, pero a lo largo de toda la Entrada veremos cómo el cinismo, el machismo, la envidia y la crueldad la acecharon desde el primer momento en que cruzó su mirada con la de Manolete. Y era una chica como tantas. 


"Talento, figura y salero, pa poder esta vida arrastrar"

            La coyunda, el sexo, son tan antiguos como el propio mundo y en aquel Madrid del "ya hemos pasao", de revancha, cárceles atestadas, camisas azules y saludo fascista, había una descarada tolerancia por parte de las Autoridades hacia las diversiones de muchos altos funcionarios, ricos estraperlistas, gentes de buena familia, artistas, toreros, actores famosos y demás. Disponían de una serie de locales en los que encontrar la oferta que demandaban, bien fuera sexo, alcohol e incluso drogas. Si eran adictos al Régimen, se toleraba su tren de vida. Los pobres y las gentes de bien se casaban y se acostaban temprano, tenían los hijos que Dios les enviara y trabajaban como mulas. Los que eran solteros acudían a casas económicas a pillarse unas purgaciones, mientras que los privilegiados a los que nos referíamos se movían por aquella intrincada serie de establecimientos en los que guitarristas, palmeros, bailaoras y muchachas muy atractivas se buscaban la vida, sacaban adelante a sus familias o intentaban relacionarse con gente importante, por ejemplo del mundo del Cine o de la Moda. Había mucho sexo a cambio de dinero, puterío fino, galanteo de lujo. En palabras de Gil de Biedma: "Por la noche, las más hermosas sonreían a los más insolentes de los vencedores". Eso ya se ha contado antes con nombres y apellidos y solo citaremos una anécdota: Muchos años después de todo aquello, Fernando F. Gómez le confesaba a Paco Umbral: "Las putas de Riscal, Paco, estaban muy ricas. El problema es que todas vivían en Vallecas y entonces Vallecas era el extranjero. Bueno, pues había que llevarlas hasta Vallecas".




         Repasaremos el nombre de unos cuantos establecimientos y son sólo una muestra: Primero el popular Chicote (foto superior), coctelería en la que Ava Gardner pagaba con dólares y decía cosas como ésta: "Este es un bar de putas y yo soy una puta", antes de irse a la cama con un galán o un torero. El resto de la oferta era amplia: para bailar y alternar el Pasapoga, y para lo que se terciara los multidisciplinares Villa Rosa, Abra, Los Gabrieles, Lara o Riscal. Entre aquellas muchachas estaría Antonia buscando un patrocinador que utilizase sus influencias para lanzarla en el Cine. Y alguien lo hizo, empleando dinero y contactos para que Antoñita fuese actriz. Casos similares son de sobra conocidos, aunque sus protagonistas fueron más afortunadas. Nadie daba nada a cambio de nada; entonces no había lugar para la dignidad de un "me too" ni cosa que se le pareciera. Nuestra querida Antoñita, como una Alicia en el mundo de las Maravillas del Alterne, se come la galleta apropiada y entra por una puerta pequeñita en los platós. Antes, coge su costurero y en un plis-plás convierte su segundo apellido en otro más artístico pasando a ser Lupe Sino

        Vamos con su filmografía:



 

        Su primera aparición fue en Tierra y Cielo, dirigida por Eusebio Fernández Ardavin en 1941 para lucimiento de Maruchi Fresno. Lo cierto es que, aunque se conserva la película, no hemos podido identificar claramente a Lupe Sino entre las muchachas de reparto que aparecen en el film. Se rodó en los estudios C.E.A., (Cinematografía Española Americana), que contaban con las más modernas y amplias instalaciones y estaban considerados como "de lujo". Hemos leído en algún sitio que Antonia vivía en un chalé enfrente de la C.E.A. Bueno, pues a saber...




        
          Al año siguiente llegó la gran oportunidad: Antonia protagonizó la película La famosa Luz María. Compartió cartel con el siempre aplaudido Manolo Morán y les dirigió Fernando Mignoni. El dinero lo pusieron Germán Gómez Prieto a través de su Productora y Filmófono




        El argumento es de lo más simple, el típico de las películas en las que se presenta al público una nueva estrella: Luz María trabaja en una Compañía Lírica. Enterada de que el empresario es un pájaro de cuenta que utiliza el tinglado como tapadera de sus turbios negocios, se despide. A pesar de los celos de su novio y etc encontrará su oportunidad en otra Compañía en la que, por supuesto, triunfa como primera figura. Al final, todo se arregla. Disponemos de alguna foto, pero la película no la hemos encontrado.  
               

                       


        Pasarán dos años antes de que la vuelvan a llamar para un papel de reparto. Ladislao Vajda dirigió en 1944 una comedia titulada El testamento del Virrey. ¿La trama? Un rico hacendado que hizo su fortuna  en algún País sudamericano gasta una broma a sus herederos: lega su fortuna a aquellos que estén vivos cien años después. Por lo visto hubo un caso real en Barcelona (Bonet S.A.) que inspiró al guionista. Son siete herederos y cada uno con sus historias y trapisondas. El ya prestigioso Director y un reparto de lujo para aquel entonces (Mercedes Vecino, Manolo Morán, Raúl Cancio, Irene Caba Alba, Pepe Isbert, Milagros Leal, Manuel Luna) dieron como resultado una película que merece la pena ver. Esperamos que nuestros lectores tengan más suerte; nosotros no la hemos encontrado. Sí tenemos algún material gráfico:


Del cartel anunciador...



Trabajo nos ha costado encontrar este fotograma
 de Lupe Sino (Teresita en la ficción) y Pepe Isbert.



            Hemos de hacer un inciso porque a estas alturas Antoñita Bronchalo, Lupe Sino, se ha enamorado ya de Manuel Laureano Rodriguez SánchezManolete, y éste de ella. No queremos aburrir a los lectores con relatos que abundan en Internet, incluso existe más de un libro sobre aquella relación y una acertada canción de Sabina evocando el ambiente de posguerra que la trae a cuento (De purísima y oro), pero en general, casi todo el material es a propósito del diestro. Ante la posibilidad de dejar a algún lector in albis, haremos un breve repaso: En 1943 (hay quien apura más la fecha: el 27 de octubre) se conocen en Chicote. Les presentó Pastora Imperio, amiga de ambos. Y saltó el chispazo porque a partir de aquel momento vivieron una historia de amor, de lo más intenso, que desmiente el mito tan repetido de "los desgraciados amores de Manolete y Lupe Sino", o "Lupe Sino, el sino de Manolete" y demás lugares comunes del mismo jaez: Amores breves sí, desgraciados ni hablar.

 


        
        Manolete y Antonia están en boca de todos. Se les ve salir de copas, se les ve juntos en los toros, se les ve enamorados. De modo que nadie duda de lo intenso de esa relación, pero hay ese retintín en el aire, ese cotilleo-comadreo ibérico en el que intervienen todos los allegados al diestro: apoderado, cuadrilla, y sobre todo Doña Angustias, la madre, que desaprueba con desprecio a la muchacha: ejemplo de que no hay nada más perjudicial para el género femenino que una mujer machista. Hasta juró no acudir a la boda. Sí que daba angustia, sí.


Doña Angustias rodeada de su familia. Era viuda de un torero muerto en el ruedo. Se dice que para lanzar la carrera de Manolete hizo prostituirse a dos de sus hijas.

         


       
        El argumento contra Antonia es el de siempre: "Esa tía es una puta, una buscona, una lianta gastosa y despilfarradora". En los corrillos la llaman La bicha, la serpiente, la víbora. El motivo era muy sencillo: si seguían juntos, Manolete dejaría los ruedos y eso perjudicaría a todo el personal del circo montado a su alrededor. Pero la pareja está enamorada y ella le acompaña a México; no se separarán mientras él hace las Américas.



 
Anverso y reverso de la ficha mexicana de inmigración, donde se autoriza su estancia
 como acompañante durante seis meses, mientras duran los compromisos del diestro. La ficha es de 1946, pero ha sido utilizada con frecuencia erróneamente como
 perteneciente a la entrada de Antonia en México en 1949.


         Antonia mima a Manolete, se preocupa por su salud y le lleva a conocer su pueblo natal y a visitar Fuentelaencina, vecina localidad donde residía una hermana de Antoñita. Allí pasaron tan ricamente una larga temporada. La experiencia le prueba al diestro: a base de baños en el río Valdefuentes, vida de familia, partidas de dominó, paseos en burro...a Manolete se le ve sonreír, contradiciendo su fama se hombre de hielo.
 

    
           



       
         Este pequeño Álbum es de lo más elocuente. Y en Madrid, vivieron juntos en el domicilio de ella, en el número 26 de Hilarión Eslava hasta 1947, año en que, terminada la temporada taurina, planeaban casarse. Pero se produce la muerte de Manolete. Y hemos de contar el drama, así, por encima: El 28 de agosto de 1947 Manolete toreaba en la Plaza de Toros de Linares. Antoñita estaba en un balneario en Lanjarón, haciendo una cura de aguas. Aquella tarde, al entrar a matar al quinto toro, -un Miura de nombre Islero-  el diestro sufrió "un pisotón", una terrible cogida. Antonia se entera por una llamada telefónica y acude al Hospital de los Marqueses de Linares. Entre Camará, apoderado del torero y el rejoneador Álvaro Domeq, del lado de Doña Angustias, impiden a Antonia todo contacto con el destripado torero, temiendo una boda in articulo mortis. Al final no fue la herida por asta de toro sino una transfusión de sangre inadecuada lo que acabó con la vida de Manolete. Antonia no pudo despedirse de él...vivo. Y le desaconsejaron que acudiese al entierro.




     
            Aclarado todo esto, como era de rigor, sigamos con la filmografía de Antonia actriz: 

            
El pueblo de Madrid no debería ignorar la figura de este personaje,
 cuyo nombre bautiza todo un barrio y una plaza de la Ciudad.


        En 1948, es decir, un año después de la tragedia, Edgar Neville estrena su película El marqués de Salamanca.  Y sí, hay un papel para Lupe Sino. En los créditos aparece su nombre destacado junto al de Guillermo Marín, y en los fotogramas se aprecia una madurez y una naturalidad en Antonia que -entendemos- merecía mejor suerte.
 

Una convincente Pura junto a Alfredo Mayo.



              



                Familiarizada ya con la vida en México, en 1949 Antonia marcha al País azteca, huyendo de las críticas, del morbo popular, de la prensa, de las revistas y -según algún estudioso- de las Productoras españolas, invitadas a no incluirla en ningún reparto. Una vez en México volverá -por última vez- a ponerse ante las cámaras. Estamos en 1949 y el film, dirigido por Miguel Morayta, tiene dos nombres que encontraremos juntos o por separado: La dama torera o un corazón en el ruedo. El protagonista fue Luis Procuna y vemos en el reparto algunos exiliados españoles. El argumento trata los desvelos de un torero de origen humilde que se ve enredado en un triángulo amoroso. Sabemos que Luis Buñuel, quien a la sazón hacía cine por aquellas tierras, rechazó el proyecto en varias ocasiones. Además, tenía la peor opinión sobre Morayta. Bueno, pues esta tampoco la hemos encontrado.  
 


       
                    En 1950 encontramos a Antonia todavía en México. Ha cumplido 32 primaveras y sigue siendo una mujer atractiva, con un encanto especial. Ese mismo año la lleva al altar un simpático abogado mexicano, hijo y nieto de banqueros que además ganaba muchísimo dinero en el negocio inmobiliario. Se llamaba José Rodriguez (qué casualidad) Aguado. Se casaron por lo Civil y por la Iglesia, pero el matrimonio no duró ni dos años. Ellos sabrían porqué.


Antonia, a la izquierda, en una foto con lo mejorcito de México D.F.
Su marido posa de pie, detrás de ella.

       
        A finales de 1952 Antonia regresa a España. Viene con dinero, porque se compra un piso en el Paseo de Rosales. Y comienza una nueva vida que pensamos, no sería muy diferente de la que llevaba 10 años atrás; Quizá menos intensa y ya olvidada por casi todo el mundo. Estamos llegando al final del relato, porque siete años después, el 7 de septiembre de 1959 sufre un accidente a bordo de su descapotable, en la zona de Puerta de Hierro. Iba acompañada del actor Arturo Fernández, aquel que tenía fama de guapo, elegante, chulo y ligón. Como resultado del impacto, Antonia sufrió un golpe en la cabeza al que no dieron mayor importancia, pero una semana después falleció estando sola en su domicilio, a causa un derrame cerebral provocado por aquel tonto cabezazo. No sabemos quien de los dos conducía. Arturo era doce años más joven que ella. 
 

El reportero, más respetuoso y prolijo que la breve gacetilla del ABC,
  no se muerde la lengua y es un ejemplo de discreción y simpatía hacia Antonia.



            A fin de cuentas, Antoñita fue una perdedora, una valiente mujer que luchó por su libertad, por su derecho a escoger y por lograr su ambición con las armas que tenía. Era atractiva, inteligente, moderna y dio su amor a un personaje famoso, intentando liberarlo de la condición de títere en un tinglado de intereses creados. Al final fue una actriz de Cine que no llegó lejos..sin apellido famoso, sin la familia y los medios a sus pies...como tantísimas otras. Y por eso mismo en este Blog reciben un reconocimiento a su esfuerzo. Nos dejó a los 42 años y sus restos reposan en el Cementerio de Hortaleza.   




    Que sepamos, en Sayatón, su pueblo natal, nada hay que la recuerde. Ni una calle, ni una chapa en el muro de su casa natal, si es que sigue en pie.  



        

        En cambio los de Fuentelaencina sí hicieron algo para que el mundo recordara las jornadas en las que Manolete estuvo allí tan a gusto. Hasta tienen un recorrido para senderistas bautizado como "Las pozas de Manolete". 
        
        Han pasado muchos años. Con esto de la crisis de guionistas, de creadores de nuevas historias, (que raro es ver una película que no avise en los créditos: "basado en hechos reales") pues también le tocó a Manolete. Y hubo película. Al protagonista lo encarnó Adrien Brody y a Antoñita...Penélope Cruz (no había otra?). En 2006 se inició el rodaje de la película con tan carismático nombre. Por lo que sabemos, la película sufrió una serie de cogidas en diversas plazas internacionales -Canadá, Francia- y finalmente se estrenó en España el 24 de agosto de 2012. No la hemos visto por lo que no podemos opinar. En IMDB hemos encontrado una reseña que -traducimos- se resume así: "Aburrida y cansina biografía de Manolete, que utiliza demasiado la tormentosa relación con su amada". también unos datos que nos limitamos a transcribir: "Coste de la película, 28 millones de dólares. Recaudación, unos 724.785 en la misma moneda".