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1950: EL ULTIMO CABALLO





 

                    Vamos con esta curiosa y divertida cinta de Edgar Neville. De él ya hemos hablado bastante en otras Entradas, tanto de su particular personalidad como de algunas de sus obras. Aquí se respeta y se honra su trabajo. La película tiene múltiples facetas a las que los verdaderos amantes de nuestro Cine clásico ya han sacado brillo según viniese al caso, destacando éste u otro aspecto en particular. También hay quien ha descubierto en ella cierta ideología, con moraleja final, una especie de Surcos pero al revés. En cualquier caso, lo que ocurre con esta película es que su puesta en escena y su retrato de aquella España son impecables. Para nosotros, El último caballo es, aun en tono de tragicomedia, la primera cinta neorrealista española. Y vamos a hacer algunos comentarios sobre el neorealismo, movimiento que se considera nacido en la Italia de los años 40 del pasado Siglo. Muchos lectores ya se lo saben todo o casi todo sobre éste o cualquier otro tema relacionado con el Cine, así que se espera de ellos un poco de paciencia en favor de los menos ilustrados. Sigamos: Todos los estudiosos coinciden en que este movimiento cinematográfico tuvo su nacimiento y su razón de ser en el hecho de contar historias, a ser posible reales, pero mostrándolas dentro del marco del aquí y ahora, con personajes de carne y hueso, pertenecientes a una sociedad concreta, a los que se utiliza para criticar y denunciar lo contado, por feo que sea, desde un punto de vista que a menudo no puede esconder una clara posición ideológica.




   

        En líneas generales, se nombra como pionera la película Roma, Città aperta (1945), de Roberto Rosellini. Cuenta la vida cotidiana en la Roma ocupada hasta hacía poco por los alemanes: Resistencia, sacrificio, amor y muerte. La Guerra había terminado ese mismo año en Italia, y como muestra de todo lo antedicho referiremos la siguiente anécdota: cuando se estaba filmando la escena en que el sacerdote (interpretado por Aldo Fabrizi) es secuestrado por agentes y soldados alemanes en plena calle y obligado a subir a un vehículo, acertó a pasar por allí un tren repleto de ciudadanos que ignoraban que aquello formaba parte de un rodaje: Ya no había ocupación ni guerra, pero allí había soldados nazis armados. El convoy se detuvo y los ciudadanos asomados a las ventanillas protestaban gritando airadamente contra lo que sucedía ante sus ojos, convencidos de que aquellos soldados eran reales.


Cartel en los países de habla hispana.


       



        Tras el film citado, parece siempre lógico traer a colación la siguiente película ilustrativa del neorrealismo: Ladri di biciclette, dirigida en 1948 por Vittorio de Sica. Una vez más vamos a protestar contra todas las gentes que opinan, que hablan de nuestro Cine de ayer y de su historia; críticos, historiadores de relumbrón y profesionales del ramo: Dejen de llamar a la película "El ladrón de bicicletas". La traducción del título en italiano es "Ladrones de bicicletas" y en ella pretendió De Sica mostrar la penuria económica que se cernió sobre las clases populares italianas tras aquella Segunda Guerra Mundial tan devastadora. Quiso denunciar que la gente era tan desgraciada que robaba de todo, y había ladrones de bicicletas, el vehículo más económico y humilde, con tal de sobrevivir, privando al dueño de su medio de vida. Pero en España, no sabemos a quien se le ocurrió tal desacato, si fue estupidez o manipulación interesada, pero quien fuese le hizo al Régimen de Franco un enorme favor: Aquí, donde la clase trabajadora lo pasaba tan mal como la de Italia según muestra la película, el parecido debía terminar ahí: aquí no robaba nadie, ni se robaban bicicletas para desguazarlas y venderlas a piezas en el Rastro. O reconstruirlas para hacerlas irreconocibles. Sí se veía en el cine cómo un individuo intentaba robar una bicicleta porque a él le habían robado la suya, lo hacía presa de la desesperación y era sorprendido y casi linchado (por ladrón de bicicletas!); pero ¡ojo! que nadie estableciera peligrosos paralelismos. Bueno, pues todavía hoy se escucha a entendidos y comentaristas de cine que siguen soltando sin ningún pudor aquello de "El ladrón de bicicletas". Mucho quejarse del moscardón de la censura sin ver el culo del elefante. Incultura y uso abusivo de lugares comunes. 

        No nos vayamos por las ramas. Volveremos al neorrealismo español y antes de meternos en materia con El último caballo hemos de mencionar con todo respeto que casi todos los expertos señalan como primer film neorrealista español a Surcos (1951) realizada por Nieves Conde un año después. Esta película viajó a Cannes, aunque no se trajo ninguna Palma, y fue galardonada generosamente por el Círculo de Escritores Cinematográficos con cuatro distinciones. No estaría mal dedicarle una Entrada más adelante porque es una gran película, fuese quien fuese su Director y admitiendo que había financiación, galardones y también censura. Ahí queda la intención.

    Para la película, Edgar Neville recurrió a un elenco de actores con los que había trabajado ya en otras producciones y que cumplían sobradamente sus expectativas. Y no faltó Conchita Montes, musa y amante de EdgardNo vamos a destripar la película a nuestros lectores, (bueno, no del todo y en un orden cronológico algo diferente) aunque los más aficionados a este Cine seguro que ya la han visto, pero repasaremos sus momentos más brillantes. Eso es.




    Fernando (Fernando Fernán Gómez) termina ya "la mili" en Caballería, en el Cuartel del Principe de Alcalá de Henares. El día de la licencia se entera, al igual que sus compañeros, de que su Unidad pasa a ser motorizada, es decir, que sobran los caballos. Están ya viejos y se los llevará al día siguiente un hombre que surte a las Plazas de Toros de caballos para los picadores. Fernando y Simón (José Luis Ozores), su colega y amigo, escuchan la arenga y el triste destino que espera a los jamelgos. 




        El buen corazón de Fernando, quien ha tomado gran cariño a su caballo (Bucéfalo, nada menos) se resiste a aceptar esa realidad. A partir de ese momento, hay un choque entre lo sentimental y lo razonable, entre lo sensible y lo práctico. De modo que nuestro hombre se las apaña para sacar a Bucéfalo del lote de carne de cañón y se encamina montado en él hacia Madrid. Hay algo (o mucho) de Don Quijote en la primera salida de este hombre que cabalga a lomos de su caballo hacia un Madrid invadido ya por los automóviles, (y eso que estamos en 1950) las prisas y el implacable progreso. En su obcecación por salvar al animal se esconde su rechazo a la motorización, sin reparar en lo anacrónico de sus pretensiones. Ni un antiguo posadero (Manuel Requena) ni el encargado de unas cuadras convertidas en garaje (José Franco) le dan solución alguna para alojar su cabalgadura.




        Durante toda la película planea la inspiración de Gómez de la Serna y sus acólitos Mihura, Jardiel y Tono. Se nota en el tipo de humor, en el tratamiento de lo cursi, en lo surrealista de algunas situaciones, en la comicidad chusca que se ríe de todos mientras todos se ríen del protagonista. Un cambio de papeles muy de La Codorniz. 

       El primer obstáculo que se le presenta a nuestro hombre lo plantea el jefe de la oficina en que trabaja (Señor Manzano, interpretado por Manuel Aguilera). Es un jefe de los de antes. Duros como el pedernal pero que no daban cuchilladas por la espalda. Hay que escuchar la conversación en la que trata de convencer a Fernando de que no pude ser dueño de un caballo. Y ante su tozudez, le niega posibles aumentos de sueldo.. (antes al contrario!) se lo bajará, ya que parece ser rico como para tener caballo propio.       

       No acaba la cosa ahí, ni mucho menos. Como la mayoría de varones de la época, Fernando tiene una novia de las de entonces (Elvirita), cuyo objetivo en la vida era casarse, a base de pescar o cazar un marido. Su preparación ante la vida consistía en saber teclear cuatro cosas al piano, ponerse guapa y dejarse ver con un libro en la mano o con la bolsa de la costura. Casarse suponía pasar a ser la (única) mantenida de un hombre. Y como Fernando (al parecer el único que debía ahorrar para la boda) se ha gastado ese dinero juntado a base de privaciones al adquirir el caballo, tiene que plantearle a las cursis de Elvirita a su madre (genial Julia Lajos) -y de rebote a sus amigas-  que de momento, de boda nada. 



        

         

         

        

   

    

    

      Fernando acude a la antigua pensión en la que habitaba antes de irse a cumplir el Servicio Militar. Deja a Bucéfalo pernoctando en el patio y al dia siguiente se descubre que el animal se ha zampado todas las plantas de las macetas, provocando la ira de la señá Paca (Julia Caba Alba).



   Nuestro hombre no se rinde y pide ayuda a su único amigo y compañero de milicia: Simón, bombero raso en el Cuartel de Santa Engracia. Éste consiente -a riesgo de ser descubierto- en que el equino duerma en las amplias cocheras del Cuartel. Las deposiciones del animal, descubiertas por sus superiores y las surrealistas explicaciones del bombero provocan que sea despedido con cajas destempladas. También Fernando perderá su empleo, a causa de su tozudez por no complacer a un contratista de la Plaza de Toros, amigote de su jefe. 

 



        Entre tanto, suceden varias cosas muy importantes: La primera, Fernando conoce a Isabel (Conchita Montes), una florista que tiene su puestecillo en plena calle. Simpatizan y ella será la primera en comprender y defender al dueño y al caballo, al que mima dándole de comer los ramos ya inservibles. La segunda es que Fernando se lleva a Bucéfalo a pasear por el Retiro y, sin ser visto, descubre a Elvirita haciéndose arrumacos con otro individuo. El estupefacto Fernando es recriminado además por el Guarda del parque (¡sólo pude transitar con el caballo por el paseo de caballos!) y soporta por añadidura la larga perorata que le lanza (en alemán?) una señora indignadísima. La escena nos hace evocar el humor de Mihura o Jardiel. Y la tercera es que encuentran un cochero (el Señor Nemesio, interpretado por Fernando Aguirre), algo borrachín, pero que dispone de una cuadra y un coche de paseo (allá por la Guindalera) con el que el equino puede ser de utilidad y pagarse el forraje. Para celebrarlo, el ex-empleado, el ex-bombero y la florista se agarran una curda de cuidado. En su euforia, deciden declarar la guerra a la motorización, a los jefes, a las prisas y a la esclavitud.




Salen después a la calle, caballo incluido, a celebrar la que va a ser su nueva vida. Cortan el tráfico en una secuencia en la que Neville muestra lo aprendido en Hollywood.
Hay un brevísimo primer plano de un taxista, víctima del embotellamiento interpretado por Antonio Ozores. Fue su primera aparición en el cine.

         Antes, ya ha habido momentos que han rozado lo trágico, pero impregnados del mismo humor que impregna toda la película. Se pondrá enfermo el caballo, sanará, y el cochero se arrimará unas frascas que lo dejan más enfermo todavía e incapaz de cuidar el caballo. Alguien se apodera de Bucéfalo con malas artes. Nuestros amigos, corriendo de aquí para allá, terminan en la Plaza de Toros donde Fernando se encara con la autoridad: el caballo es suyo y no debe salir a la suerte de varas, aunque está ya totalmente enjaezado y montado por un orondo picador.


Fernando se esfuerza en evitar que Bucéfalo salga a
 la arena. El comisario -en el centro- es Rafael Bardem.

        Finalmente todo se arregla y nuestros rebeldes, caballo incluido, encuentran techo y trabajo en los campos del señor Marcelino (Manuel Arbó), que vive a la afueras de Madrid en un terreno de su propiedad y que ha rechazado repetidamente las ofertas de compra del solar. Su discurso final es una alabanza a la vida tranquila y un desprecio hacia el monstruo de hormigón y hierro que trata de devorarle a él y a su tierra. "El dinero se gasta enseguida y esta tierra no para nunca de dar producto". 

 

Manuel Arbó, actor de reparto con 222 apariciones registradas. No hizo casi T.V.

        Entre todos labrarán la tierra y cultivarán las flores, las llevarán en el carro-jardinera (tirado por Bucéfalo) y las venderán por Madrid. Habrá amor (Seguro!) futuro y esperanza para todos. Incluido el caballo, vegano de pleno derecho.


Camino del mercado con el carro lleno.


            

        La película termina así y, si hacemos caso de los postulados de Sánchez Noriega sobre el cine neorrealista, la película está hecha con pocos medios; el rodaje en exteriores como la calle, el parque o el campo; hay un compromiso en el mensaje contra lo establecido, contra cómo deben de ser las cosas; no hay actores-estrella; se detiene en lo cotidiano como los medios de vida, el trabajo, etc y combina el drama -caballos maltratados, pérdida de empleos, desengaño amoroso, desprestigio social- con pinceladas humorísticas.                

    

Durante el rodaje de El último caballo.  A la izquierda, la script Maria Luisa Fleishner. En el centro con camisa blanca y gafas de sol, Edgar Neville.

   


 


                                



LOLA, LA MENOR DE LOS GAOS






                Es el turno de Lola Gaos, en cierto modo la madrina de nuestro Blog, porque el título está inspirado en su famoso "no firmaré jamás", que pronuncia en la primera secuencia de Esa pareja feliz (1951). Nos proponemos reivindicar su figura y su trayectoria profesional y vital, tan singulares. También esperamos corregir algunos malentendidos y desempolvar la figura de sus hermanos, gentes que habitaron en la ciudad de Valencia en tiempos pretéritos: personas cultas, progresistas, que tenían puesta su confianza en aquella joven República, antes de que el centinela de Occidente se empeñase en salvarnos a todos.  

        Para hablar de Lola deberíamos hablar antes de su entorno familiar, de sus padres y hermanos; en definitiva, de los otros Gaos. Y érase que se era... un señor llamado José Gaos y Berea, coruñés, sabio y emprendedor que en 1915 sacó el número uno en las oposiciones a Notarías y terminó ejerciendo en Valencia, después de trabajar un tiempo en Asturias y Alicante. Culto, librepensador y liberal, experto en Derecho Hipotecario, se sabía perteneciente al Siglo anterior pero no por ello cejó en su empeño de inculcar a su numerosa prole el amor a la Cultura con mayúsculas. Se casó con una asturiana que daba el tipo tradicional de aquel tiempo en su modo de pensar y actuar: Josefa González Pola y Menéndez. De los catorce partos que alumbró le vivieron 9 hijos: Los Gaos. El hogar familiar fue siempre un centro de reunión de músicos, escritores y filósofos que sin duda influyeron en el carácter e inclinaciones de sus miembros. Amigos y visitantes habituales lo fueron Max Aub y los hermanos Renau.


Esta foto fue tomada en Francia, en los primeros años treinta. El hombre sentado es José Gaos y Berea. Detrás y a la derecha se puede ver a su hermano Andrés, eminente violinista y compositor.

        De este modo iniciamos el relato recordando a quienes habitan en el Cap i Casal -es decir: en Valencia ciudad- y a sus visitantes ocasionales que el primer domicilio familiar se ubicó en la Calle del Pintor Sorolla número 5, en pleno Wall Street local (como lo llamó J.F. Mira). Que sepamos, afortunadamente la fachada continúa en su sitio. Marcharon después a un piso más amplio en la Calle de Jorge Juan número 18, enfrente del mercado de Colón. No podrán Vds. admirar este edificio o su fachada porque fue derribado en la época en que la ciudad era juguete de especuladores; el respeto hacia la antigua fisonomía urbana simplemente no existía. El número 18 de Jorge Juan alberga hoy un modernísimo y funcional edificio educativo, cuyo aspecto nada tiene que ver con el fuste señorial del entorno, rompiendo su alineada armonía. Y salvo error por nuestra parte y fruto de estos tiempos de desmemoria, ni los turistas ni la gente bien de todas las edades que se solaza por el Mercado y calles adyacentes encontrarán señal ni placa alguna que recuerde a quienes allí habitaron. ¿Gaos? y ¿Quién diablos eran los Gaos?


De un listín telefónico de la época.

  
      
  Pues vamos allá con los nueve hijos, uno por uno y de mayor a menor. La relación no está hecha a vuelapluma; ha habido voluntad de reseñar lo más importante con rigor, pero guardando el protagonismo para Lola, que al fin y al cabo es la titular de esta Entrada. De todos ellos existen apuntes en la Red además de buenos libros.

        José: Cursó estudios de Filosofía en la Universidad de Valencia y también en la de Madrid. Lector de español en Montpellier. Se doctoró en Filosofía en 1928. Tras pasar por Valencia, León y Zaragoza, marchó a Madrid tras el inicio de la Guerra Civil para ponerse a disposición del Gobierno Republicano. A sus 35 años de edad fue nombrado director de la Universidad Central; el más joven en el cargo hasta aquel momento. En Agosto de 1938 entró en México como asilado político por la ciudad de Veracruz. Estaba casado y tenía dos hijas. Fue profesor extraordinario en la Universidad Nacional Autónoma de México (la UNAM), dedicado exclusivamente a la docencia de Filosofía. La citada Universidad le nombró Doctor Honoris Causa. Todavía custodian su obra y están orgullosos de la relación que les unió.  

                             

José Gaos. (Gijón 1900/México D.F.1969)

        En palabras de Umbral: "La República no pudo hacer nada por José Gaos, borrado por Franco del censo de españoles ilustres y particulares. Vicente fue grande y maldito como un segundo romántico del XIX, Alejandro y Fernando, de destino fugaz, ilustran bien la condición caediza de la burguesía intelectual española, que siempre se muere de hambre, de exilio o de asco".


      
        Carlos: Afiliado a Izquierda Republicana. Estudió en Madrid la ingeniería de Caminos y, para evitar el enfrentamiento con su padre a causa de su decisión de estudiar en la Capital se procuraba un dinerillo haciendo traducciones del alemán. Se casó con Ana María Schmidt -de ascendencia alemana- con la que tuvo dos hijas: Amparo y Ana María. Durante la Guerra Civil, cuyo estallido les sorprendió en Málaga, desempeñó el cargo de teniente coronel de Ingenieros. En las postrimerías de la contienda reunió a los suyos en Barcelona y cruzaron la frontera. Ya en Francia fueron separados: su esposa e hijas fueron alojadas en Troyes y Carlos fue a parar al campo de Sant Cyprien cuyas pésimas condiciones, similares a las de Argelès sûr mere, han sido relatadas por muchos refugiados. Por fin consiguió un salvoconducto para que en el plazo de un mes -esto es, antes del 20 de abril de 1939- abandonase Francia. Sabemos por el manifiesto del buque Gerolstein que se encontraba a bordo con su hijo Carlos cuando zarparon de Amberes con destino a Nueva York. 


         
        La familia -desconocemos si juntos o por separado- entró en México por Veracruz, como tantos otros refugiados, y rehicieron su vida en el hospitalario País Azteca. Su hija Amparo fue una reconocida latinista y Carlos hijo llegó a ser un eminente cardiólogo mexicano. Nunca perdió el punto brillante y genial de los Gaos: se cuenta que acudió a una reunión con los mejores de su especialidad, todos serios y muy doctos, y lo primero que hizo fue contarles en tono festivo, haber soñado que asistía al funeral de su estetoscopio.


No hemos conseguido una foto de Carlos (Gijón 1902/México 1958). Este mensaje enviado desde México aceleró su traslado.


            María: (Gijón 1903/Valencia 1980), poco sabemos de ella. Permaneció en Valencia junto a su madre y los hermanos pequeños. En algún momento durante o al final de la Guerra Civil pasaron a vivir en un piso más modesto, en la Calle General Sanmartín. Se casó con Andrés Salcedo y tuvieron al menos una hija, Elena Salcedo, presente en los numerosos actos oficiales con los que, en 2021, Valencia pretendió homenajear a su tía Lola en el centenario de su nacimiento. Más vale tarde que nunca. 

        Alejandro: Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad de Valencia. En 1935 lo encontramos en Madrid, opositando a Catedrático de Filosofía de Segunda Enseñanza. Saca el número 3 y le toca Cartagena. Al estallido de la Guerra Civil, afiliado a Izquierda Republicana como alguno de sus hermanos, se incorporó al Ejército con grado de capitán. Fue herido en un bombardeo y permaneció en un Hospital Militar desde enero hasta marzo de 1938. No quiso o no pudo exiliarse y el uno de septiembre de 1939 (inusitadamente tarde) el Juzgado Militar ordena su ingreso en la cárcel Modelo. Pasó allí tres meses en espera de juicio, que tuvo por fin lugar en noviembre de 1939. Condenado a muerte, se libra cuando queda claro que se le imputaban "delitos" de sus hermanos, eso sin olvidar la intercesión de muchas personalidades afectas al Régimen (se presentaron 23 avales de personas muy influyentes) Salió directamente en libertad provisional y en 1941 obtuvo la definitiva. Su destino académico fue el Instituto de Requena, donde permaneció el resto de su vida; una especie de blando destierro. Además de ejercer allí de Catedrático de Lengua y Literatura, escribió libros y envió artículos a periódicos como Levante o ABC. El caso de Alejandro personifica lo que significó ser un intelectual durante el franquismo: Hemos leído su librito de entrevistas a gentes de la Cultura (Prosa fugitiva. 1955) y en él se percibe con claridad la mordaza -cuando no alabanzas al Movimiento- en boca del autor y de los entrevistados, desde Camilo José Cela a Ernesto Jimenez Caballero. Alejandro Gaos falleció de un ataque cardíaco en el Monasterio de Piedra, al regresar de un viaje a Lourdes con profesores y alumnos de su Instituto. 
 

Alejandro Gaos. (Orihuela 1907/Nuévalos 1958)

    
 
    Ángel: Viviendo en Valencia tomó parte en las algaradas estudiantiles que rechazaban la dictadura de Primo de Rivera. Entre unas cosas y otras tardó siete años en terminar la carrera de Derecho, que posponía siempre a su afición por la Literatura y el Teatro. Seducido por el marxismo, al estallido de la Guerra Civil se traslada a Madrid como voluntario. Participa en mítines, da discursos y más tarde escribe para la revista Hora de España. El final de la Contienda le pilla en Alicante, esperando como tantos otros aquellos buques que habían de rescatarlos. Se había casado con la grabadora Rosa Ballester Vilaseca en 1937, pero por fortuna, ella con su madre y hermanas había escapado a México tras cruzar la frontera con Francia. Llegaron al País azteca a finales de Mayo de 1939. 

Ficha de Rosa Ballester Vilaseca.

  

       Como a tantos otros, a Ángel le condenan a muerte. Después, tras la intercesión de amigos afectos al Régimen, le conmutan la pena por la de 30 años de prisión. Ingresa en el campo de concentración de Albatera (donde coincide con Peset Aleixandre) en el campo de Portaceli y en la cárcel de San Miguel de los Reyes (Valencia). Estando allí, en el transcurso de una visita reglamentaria de familiares, su hermana Lola (ya va apareciendo) trece años menor que él, le dice que quiere ser actriz y que piensa abrirse camino en Madrid. Por aquel entonces vivía con su madre y sus hermanos Vicente, Ignacio y Fernando en el nuevo domicilio familiar. Tras siete años en la prisión, Ángel saldrá con libertad condicional en 1946. Pasará ilegalmente a Francia tras dos intentos: el primero, con gran aparato de confidentes y disfraces, había fracasado. Todo muy Gaos. Llega a México en 1947, y se sabe que anduvo también por California. 

        Fernando: 
Ángel (Orihuela 1908/México D.F. 1990) Ficha del Servicio de Migración mexicano. 


        Ignacio: Estudió Derecho en Valencia pero no llegó a terminar la carrera. Durante la Guerra Civil estuvo en Francia con su padre, pretendidamente para mejorar su propia salud, bastante precaria. Debió fortalecerse lo suficiente porque llegó a trabajar -posiblemente en Perpignan y después marchó a México. Allí trabajó -al parecer más bien erráticamente- como profesor de Lengua y Literatura francesa. Bohemio y trasnochador, la decisión de regresar a España fue un alivio para su hermano José, quien sin duda le había ayudado a abrirse camino en el mundo universitario. Estuvo viviendo entre Valencia y Madrid y eventualmente marchó a Francia, en compañía de Milagros Tejón, una amiga de la familia. Vivieron en Lille y más tarde en El Barrio latino de París. Al parecer, falleció en Barcelona. 

Ignacio Gaos. (1915/1979). 

 

        Vicente.- Relatar sus primeros años como adulto nos va a obligar a hablar ya del padre de todos ellos -ausente hasta estas líneas en el relato familiar- y de sus circunstancias vitales tan peculiares, tan Gaos. José Gaos y Berea pasó la Guerra Civil en Francia, desde 1938 hasta la fecha de su fallecimiento que se produjo el 11 de octubre de 1939, concretamente en un hotel de Vernet-les-Bains,  regentado por una amiga suya. Su temor a posibles represalias no era infundado: además de su fama de liberal, fue el Notario que intervino en la incautación del Colegio de los Jesuitas de Valencia. En un principio se llevó consigo a Ignacio, de quien ya hemos hablado. En las postrimerías de la Guerra Civil fue Vicente quien acudió junto al padre, evitando así ser llamado a filas como uno más de la llamada quinta del biberón, formada por jóvenes de apenas 20 años de edad. Y fue Vicente quien tuvo que hacerse cargo de todos los trámites legales a la muerte de su padre. Al parecer, la víspera de su fallecimiento D. José pidió que le sirvieran en su habitación una abundante ración de dulces y una botella de champagne. Perfectamente conocedor de su condición de diabético, aquella decisión fue un auténtico suicidio. Así se despidió del mundo aquel hombre que pertenecía al Siglo anterior, viendo cómo la barbarie de unos y otros se había cebado con su País e intuyendo que se iba a extender por todo el mundo. Está sepultado en el Cementerio de aquella localidad.
 
Vicente Gaos. (1919/1980)

            Dicho esto, volvamos con Vicente. Regresa sin problemas a España y se incorpora al domicilio familiar. No hace el servicio militar obligatorio por ser hijo de viuda (su madre vivirá todavía hasta 1949) y se marcha a Madrid a estudiar Filología Clásica. En la capital de España trabará conocimiento y amistad con los poetas de la época, toda una generación: Dámaso Alonso, Leopoldo Panero, Luis Rosales y tantos otros. En 1946 se casa con Enriqueta Ariño y marchan a México, seguramente animados por su hermano José que ya es una autoridad en la UNAM. En México D.C. vivieron en el domicilio de la esposa e hijas de José, que se había separado. Vicente ya era una autoridad: Poeta, traductor sin atajos, crítico literario y profesor universitario. Entre 1948 y 1956 sus múltiples actividades le llevaron de México a Estados Unidos y después a la Sorbona. Vuelto a Valencia, concurre a las oposiciones  para Catedrático de Instituto de Lengua Inglesa, las gana y es destinado sucesivamente a Puertollano, Segovia y finalmente a su querida ciudad: al Instituto Isabel de Villena. 

     
        Fernando: El hermano pequeño que adoraba a Lola, y a la que hizo beneficiaria de sus derechos hereditarios. Se dedicó a la música, y siguiendo los pasos de su tío Andrés, fue violinista, compositor y pianista. Marchó a México en 1947, pero nunca llevó una vida normal por sus trastornos maníaco-depresivos. Estuvo casado, aunque por poco tiempo, con Josefina Salvador Segarra, concertista de violín. Los desequilibrios mentales de Fernando fueron un grave inconveniente. Falleció en el Sanatorio Español de la ciudad de México. Su esposa era la hermana de Matilde Salvador, concertista, compositora y profesora legendaria en el Conservatorio Superior de Música de Valencia; de grato recuerdo para quienes pasaron/pasamos por sus aulas. 


Fernando Gaos. (1920/1988)

         Ya les hemos puesto a Vds. en antecedentes. Le toca por fin a la novena y última hermana: María Dolores Gaos González-Pola, Lola Gaos. Nació en Valencia, el 2 de diciembre de 1921. Siendo una chica, la menor en una familia numerosa tan brillante e hija de un padre como el suyo (que se jactaba de odiar por igual a curas, artistas y militares) estaba destinada a estudiar Medicina, aunque soñaba con ser actriz. Llegó la Guerra Civil y con ella el exilio del padre y la precariedad familiar. A falta del cabeza de familia, que se hubiese opuesto, recurre a su hermano Ángel, entonces recluso, y en una de las visitas en la cárcel, hacia el año 1943, le confía su decisión de irse a Madrid e intentar convertirse en actriz. Esto tiene una posible explicación: Lola habría conocido ya a un amigo de Ángel, también comunista: Gonzalo Castelló Gómez-Trevijano, desterrado a Madrid por sus actividades durante la Guerra y con el que Lola terminó casándose a finales de 1945. Y a partir de ahora vamos a comprobar que en ocasiones la realidad supera a la ficción. Este Gonzalo se había casado antes (imaginamos que durante la República) con la también comunista valenciana Pilar Soler i Miquel y habían tenido una hija: Mari Luz. Pilar Soler sí que era un auténtico trueno, una antifascista convencida y militante hasta jugarse la vida: prisiones, resistencia, interrogatorios...dió a luz a su hija en terribles condiciones y terminó huyendo a Francia donde vivió bajo una falsa identidad hasta su regreso en 1971, para continuar con la lucha clandestina. De modo que la niña Mari Luz se había quedado con su padre, y cuando éste se casa con Lola aporta al matrimonio la criatura. Mari Luz no conoció a verdadera madre hasta los 24 años. Lola fue su madre desde el primer momento.


 
Pilar Soler.
Gonzalo Castelló.


 
    UN COMENTARIO ANECDÓTICO: Con el cambio de Régimen tras la muerte del Dictador, el Ayuntamiento de Valencia se apresuró a quitarle el nombre a la calle "Falangista Esteve" para devolvérselo a Félix Azzati: la calle pasó a denominarse "Periodista Azzati", quien a parte de sus escasos y pintorescos méritos (¡Tengo más votos que la Virgen!!), fue el padre natural de Pilar Soler i Miquel, a la que nunca reconoció. Y en cuanto al famoso Esteve, falangista, fue un joven que murió defendiendo sus ideales en diciembre de 1936. Ni llegó a sufrir los engaños unificadores del Gran Prestidigitador ni tuvo tentación u ocasión de acomodarse al finalizar la Contienda. Puestos a honrar a una figura política, nosotros le habríamos dedicado la calle a Pilar Soler i Miquel, feminista y antifascista.           
 
        Sigue el relato: Lola y Gonzalo, casados y con niña, viven en Madrid, en una corrala de la calle Ventosa. Aquí toca ya aclarar algo que se ha dicho erróneamente: ella jamás estuvo exiliada en México. Tras varios abortos, da a luz a una hija propia: Inés, quien con los años estudiará periodismo y fallecerá en 2003. Cuando en 1982 disuelvan el matrimonio, Gonzalo acusará a Lola de haber maltratado a su hija Mari Luz, circunstancia que ella misma desmentirá. Las revistas de las peluquerías sacaron buen jugo del litigio y como es habitual, las versiones de los cónyuges fueron muy dispares. Pero volvamos al Madrid de la posguerra: A Gonzalo se le van arreglando poco a poco las cosas y comienza como pasante en el despacho del prestigioso abogado Antonio Pedrol Rius. Le va bien, prospera, y a comienzos de los años 50 encontramos a la familia viviendo ya en un buen piso de la Calle Ríos Rosas número 54, con servicio doméstico y todo. Como anécdota citaremos que tenían de vecinos a Camilo José Cela y a César González Ruano. Y aquí comienza también la trayectoria de Lola como actriz. 
        Empezó como tantos otros haciendo Teatro, relacionándose y esperando oportunidades con las Compañías de Mary Carrillo, Guillermo Marín o Mercedes Prendes





Abril 1959. Abajo Marzo 1958

   
La casa de Bernarda Alba. Marzo 1950
Abajo: Febrero 1959



        

    






       

  
        Lo reseñado fueron sólo sus comienzos, pero siguió haciendo Teatro esporádicamente hasta los años 80. Su último papel lo encarnó en Los abrazos del pulpo, de Molina Foix en 1985. Fruto de sus contactos teatrales fueron algunos papeles de reparto en el Cine y su aparición en Televisión Española en 1957. Allí, en el Paseo de La Habana, protagonizó junto a Luis Morris y María Fernanda D'Ocon la serie Los Tele-Rodriguez, escrita por Arturo Ruiz Castillo. El realizador era Mario Antolín y ¡se emitía en directo!. Estuvieron algo más de un año en antena y no se conserva ni una sóla imagen. A aquella aparición siguieron otras muchas a lo largo de los años sesenta y setenta. De hecho, Lola era uno de los llamados rostros habituales de la pequeña pantalla: Teatro de Siempre, Estudio 1 Novela, Fábulas, Tengo un libro en las manos, Las doce caras de Eva y las producciones Historias para no dormir o Historia de la frivolidad, ambas del -para nosotros-  sobrevalorado Narciso Ibañez Serrador.
 


            Y hablemos de Cine: se ha repetido muchas veces que la primera aparición de Lola fue en la película El sótano, escrita por Camilo José Cela y dirigida por Jaime de Mayora en 1949. Es una cinta realmente curiosa, porque permite ver a un jovencísimo Camilo José Cela hecho todo un actor; pero de Lola Gaos, ni rastro. La hemos visionado como tres o cuatro veces y ni está en los créditos ni aparece en toda la película. Lo cierto es que su primer papel fue algo posterior:


Pareja feliz. 1953

        ¡No firmaré jamás! El contexto en que pronuncia estas palabras es humorístico, pero representan el carácter rebelde, el levantarse contra la injusticia, el talante liberal de esta mujer, la menor de una familia de la burguesía ilustrada, rota y diseminada por la Guerra Civil, perdida ya la voz y la palabra pero no la memoria ni el amargo recuerdo de las esperanzas rotas, de una República a la que "entre todos la mataron y ella sóla se murió".; todavía hoy mencionada entre el cliché fácil y la ignorancia. 
 
        Lola tuvo un físico y una vis dramática que no tenía nadie, o casi nadie. Eso es lo que la hizo especial e imprescindible. Porque nadie podía, como ella, mostrar aquel físico enjuto, hablar con su voz, ronca y dura, meterse en la piel de oscuros, raros y negros personajes. De este modo se convirtió en la actriz imprescindible para hacer de bruja, de monja siniestra, de criada respondona, de patrona malvada o simplemente de mujer fea y desgraciada. Y como pretendemos homenajearla, pues aquí van algunas de sus actuaciones:


Enedina haciendo "la foto". Viridiana.  

     
          
Indigente en Tres de la Cruz Roja. 1961

            Lola trabajó en muchas películas. IMDB le censa -incluyendo las apariciones en TVE- casi cien papeles. Largometrajes, digamos que fueron unos cincuenta. Trabajó mucho durante los años sesenta y los setenta. De esa época son sus apariciones a las órdenes de Buñuel (Viridiana, 1961 y Tristana, 1970), Berlanga (El verdugo, 1963), Jaime de Armiñán (Mi querida señorita, 1972) Angelino Fons (Marianela, 1972) José Luis Borau (Furtivos,1975), Manuel Gutierrez Aragón (Sonámbulos 1978) y finalmente, tras varias cintas ochenteras de diversa calidad, Gran Sol en 1989 a las órdenes de Ferrán Llagostera. En los años 70 y parte de los 80 y como tantos otros profesionales tuvo que hacer varias películas alimenticias de las que tanto nos avergonzamos y nos avergonzaremos. Miren: por respeto no las vamos a reseñar, porque a fin de cuentas ella siempre interpretaba el papel opuesto a la diva de turno.


Saturna en Viridiana. Con Catherine Deneuve.


Patrona pensión con su sobrina (Chus Lampreave)
en Mi querida señorita.


En uno de sus papeles más difíciles. con Ana Belén en Sonámbulos.



Pensamos que Furtivos (que le procuró algún premio) no fue ninguna película emblemática de la Transición. Enseñó el feo y arcaico culo de aquella España eterna de señoritos cazadores y sumisos sirvientes al igual que Los Santos inocentes, sin tonto, o La escopeta nacional sin risas.  


       
 
         Traemos de nuevo la palabra de Umbral, quien representa toda una época -como Lola-, y a quien además conocía y tenía por amiga. Respecto al mencionado cine alimenticio que nos arrolló a finales de los años setenta y buena parte de los ochenta, dijo en 1979: "Frente a la ola de erotismo que nos invade, Lola es el revés de todos los pornodesnudos femeninos. La mística de la fea, que la guapa ni siquiera desea, porque no la sospecha. Lola Gaos tiene esa belleza hecha solo de inteligencia y vehemencia que no tienen las de la carita boba. Es latigazo y réplica de toda la feminidad estabulizada y lechal. Mejor que leyes anti-libelo y anti-porno, nos cura de tanta guapa del mes esta fea del siglo". 
        
            Respecto a la vida política, Lola fue ni más ni menos como sus hermanos, pero no le sacó partido al rebufo de la Transición afiliándose a algún partido político, como otros actores con mucho Morbo. Eso sí: las cosas las decía bien alto y con todas las letras, y si tenía que protestar por algo lo hacía, que para algo era una Gaos. No enmudeció ni como actriz ni como ciudadana. Pero ya se podía adivinar en el ambiente que la República que se perdió no tenía cabida  en la nueva España presa ya del hedonismo, el chaqueteo, unas izquierdas que ya nunca serían izquierdas, el maniqueísmo y el olvido. No obstante, del árbol caído todo el mundo hace leña y aún hay gacetilleros con carné que al hacer su semblanza la arriman a su sardina. Y Lola no quiso ir detrás de ninguna bandera. 
        Después, con la edad llegaron los achaques que en el cómico son más duros: menos trabajo, precariedad económica, más años encima y de paso alguna enfermedad con sus obligadas intervenciones. Todo se le presentó a Lola, una cosa detrás de otra. Resumiendo, entre finales de los ochenta y principio de los noventa, su salud y la calidad de su vida diaria se resintieron hasta ceder, fatalmente, el 4 de julio de 1993. En 1983, (citamos por última vez a Paco Umbral) éste hizo pública una carta que había recibido de Lola en la que le pide por favor que interceda por ella: "He estado hospitalizada cerca de dos meses, con una enfermedad que me ha imposibilitado para trabajar, aun en el no muy probable caso de que tuviera trabajo. De mi marido, del que estoy separada, cobro 40.000 pesetas mensuales de las que hemos de vivir mi hija Inés y yo. Inés, licenciada en Periodismo, se halla en paro. La pensión que te he dicho corre el riesgo de quedarse en 10.000 pesetas. Se trata llanamente de trabajar para comer".
 
        



1973. Recibe el premio del C.E.C. de manos de Silvia Tortosa.


        A Lola la premiaron varias veces: el Círculo de Escritores Cinematográficos en dos ocasiones: En 1973 medalla a la mejor actriz de reparto por el conjunto de su carrera y en 1975 como mejor actriz protagonista por Furtivos. También en 1975 recibió el Premio San Jorge por su actuación. En Málaga se la homenajeó en 1989, en su Semana Internacional de Cine de Autor, con la proyección de Viridiana, Sonámbulos y Tristana. Tiene una calle con su nombre en Valencia desde 2014, y también en Aldaia (donde nació Jorge Mistral); otra en Collado Villalba y una más en Roquetas de Mar. 
            

            In memoriam.




Bibliografía consultada: Los Gaos. El sueño republicano. de Margarita Ibañez Tarín.
Notas y agradecimientos:
-Gracias una vez más a las Autoridades Mexicanas por la facilidad de acceso a su prolijo censo de españoles exiliados.

-Hemos preferido dejar fuera de foco a Max Aub. También el tan traído y llevado tema de la secuencia con el perro en Furtivos. Que nos disculpe quien esperara alguna mención a gallinas ciegas o perros apaleados.

-Como hemos hablado varias veces de cambios de nombre en las calles y en concreto de las valencianas, no viene mal anotar aquí que recientemente se ha cambiado el nombre a la hasta ahora Avenida General Urrutia. El nuevo nombre hace justicia a Amado Granell, Comandante de "La Nueve", la primera columna que entró en París para liberarla de los nazis. Nacido en Burriana, pasó a Francia al terminar nuestra Guerra Civil pero siguió luchando contra el fascismo.