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NUESTRA PRIMERA ESTRELLA INFANTIL

                                          


                                            
           











           La historia del cine mundial está plagada de niñas y niños actores que, con su gracejo, gorgoritos y ocurrencias,  embelesaron al público proporcionando así beneficiosos éxitos de taquilla. Y en España esto ya sucedía mucho antes de, pongamos por ejemplo, Marisol, Pablito Calvo o Joselito, por citar unos pocos de nuestra lista (provisional) que contiene más de 70 niñas y niños.
             En los Estados Unidos fueron muchos los artistas que debutaron en el teatro vodevil siendo niños. Actrices como Baby Peggy (que se adelantó a Shirley Temple) actores como Mickey Rooney, Judy Garland, James Mitchell o los Hermanos Marx, comenzaron haciendo vodevil porque era la profesión de sus progenitores y porque el cine, por aquel entonces, todavía era una curiosidad más que una floreciente industria.
           Este fenómeno cambió de rumbo en los primeros años veinte. El cine -todavía mudo- ya movía dinero, mucho dinero, había creado su propio star system y atraía a un número cada vez mayor de espectadores. En Estados Unidos se buscaban talentos infantiles para rodar películas de éxito. Y es aquí a donde queríamos llegar, porque el paradigma de niño actor, con habilidades interpretativas naturales y los recursos -mímica, expresión- tan necesarios en el cine mudo fue, sin duda alguna, Jackie Coogan.
                        

              Era hijo de una pareja de artistas de vodevil: su propia madre había comenzado a actuar siendo una niña. Todo el mundo le recuerda como el chiquillo que protagonizó junto a Charlie Chaplin la celebérrima El Chico (The Kid 1921). Chaplin, quien le descubrió para el cine, le había visto actuando en un teatro y le contrató para el papel infantil de la película. Ambos dieron lo mejor de sí mismos en el rodaje y el film resultó un éxito sin precedentes.


                Tras la arrolladora acogida mundial dispensada a El Chico, se escribieron numerosos guiones y adaptaciones de obras clásicas para el lucimiento de Jackie y sus películas le hicieron famoso en el mundo entero, incluido nuestro país. Aquí se pasaban sus cintas y se aplaudió especialmente El Chico, porque Chaplin, famoso ya en España con el sobrenombre de Charlot, sacudió la compasión y ternura de los espectadores hasta el límite. La práctica de "rebautizar" a los astros de la pantalla era habitual: a Buster Keaton, por ejemplo, se le conocía popularmente como "Pamplinas", Stan Laurel y Oliver Hardy eran, como todo el mundo sabe "El Gordo y el Flaco", a Harold Lloyd se le apodó "Gafitas", a Roscoe -Fatty- Arbuckle como "Gordito" y así sucesivamente.  A Jackie también se le rebautizó con un nombre fácil de pronunciar y recordar: Chiquilín. Alcanzó una gran popularidad, se programaban sus películas y se anunciaba con entusiasmo cada nuevo estreno. Durante los primeros años veinte el fenómeno "Chiquilín" provocó además la aparición de juguetes, revistas infantiles e incluso una prestigiosa marca de galletas, confiando en el éxito de tan magnético nombre.




                  Para más de un lector será una sorpresa descubrir la existencia en el Madrid de aquellos tiempos de un "Cinema X" con una clientela tan especial. Pues no hay nada de raro: El Cinema X, inaugurado en 1912 estaba situado en la calle Noviciado. Era un cine de lo más normal. Como normal era la vida del matrimonio extremeño Hurtado Franco, residentes en la Calle de Bravo Murillo de Badajoz donde regentaban un negocio de peletería y según parece, también una "Linterna Mágica". Antonio y Prudencia habían sido padres de dos hijos, Carmen y Carlos. En un momento dado decidieron trasladarse a Madrid en busca de mejores oportunidades y allí nació el último de sus hijos, Alfredo, el 6 de diciembre de 1917. Cuando éste tenía tan solo tres años de edad, falleció el cabeza de familia y Prudencia envió a Carlos a Badajoz, a vivir con sus tíos y terminar sus estudios. Mientras tanto sobrevivió desempeñando múltiples trabajos para su sostenimiento y el de los dos pequeños. Cuando Alfredo tenía cinco años, su madre le llevó a tomar las clases de interpretación que impartía la actriz Flora Rossini. Según rememoraba la Revista Blanco y Negro en 1954:                 
             "Allá por el año 1922 llegó hasta nuestra peña del café la noticia de que en un piso del segundo trozo de la Gran Vía funcionaba una Academia Cinematográfica. Y que uno de los mejores alumnos de aquella incubadora de artistas era un muchacho de cuatro años a quien llamaban "Pitusín" o "el Chiquilín español", por su parecido físico con Jackie Coogan, recién descubierto entonces y declarado inmediatamente ídolo oficial de los artistas infantiles de todo el mundo. Una sola habitación, un grupo de muchachas y muchachos rodeando a una señora italiana y rubia -la profesora- y al lado de ésta, muy serio, muy callado, el orgullo de la academia: cuatro años, flequillo a lo "Chiquilín", carita inteligente, gesto de actor que sabe toda la responsabilidad que pesa sobre su prestigio".
         De este modo fue allí donde Alfredo Hurtado Franco (1917/1965) se transformó en Pitusín, también conocido como el Chiquilín español.

    
Alfredo Hurtado.
Flora Rossini.
                            
        Alfredo debutó en el cine en 1924 con La buenaventura de Pitusín, bajo la dirección de Luis R. Alonso. Un film pensado "a su medida", escrito y producido por la mencionada profesora y por su propia madre. Su objetivo era lanzar al pequeño actor siguiendo la trayectoria de Jackie Coogan, ofreciendo al público el sentimentalismo tan en boga. El argumento utiliza los archiconocidos recursos melodramáticos de otros films: Un niño sin padre y con la madre enferma. Al no disponer de medios para atenderla, se le ocurre lanzarse a la calle disfrazado de gitanilla para abordar a los transeúntes y echarles la buenaventura, ganando así unas monedas. Una caritativa dama de la alta sociedad se ocupa de él sin saber que en realidad es el fruto ilegítimo de los devaneos de su propio hermano.          
            A partir de entonces se sucedieron los rodajes de nuevas películas y los éxitos de taquilla. Como es sabido, en las siguientes producciones ya se presentaba a Pitusín como el Coogan Español o el Chiquilín Español. Vamos a referirnos con detalle a las películas de su primera etapa, todas silentes, hasta el año 1931 en que participa en su primer film sonoro.  





                          Fotogramas de La buenaventura de Pitusín.
                       
              La segunda película en la filmografía del niño Alfredo Hurtado fue La Medalla del Torero, terminada de rodar en 1924 y estrenada en 1925. Dirigida por José Buchs, utiliza la fórmula de introducir al héroe infantil en medio de las pasiones y trapisondas de los adultos. La cinta contó con un reparto de figuras conocidas por el público, como el torero José García Algabeño, muy popular en la época, la bailaora Custodia Romero conocida como La Venus de Bronce y la actriz y cantante Tina de Jarque, de cuyo desgraciado fin quizá nos ocupemos más adelante. Si añadimos las monerías del protagonista infantil y los numerosos exteriores filmados en Sevilla y en exteriores, más el metraje prácticamente documental dedicado al mundo del toreo (que incluía una cogida "auténtica" del matador), se comprende que el éxito acompañara a la empresa. El argumento, con iguales intenciones lacrimógenas que el anterior, trataba de un libidinoso ganadero, perteneciente a la nobleza, que utiliza sus influencias para dificultar en su provecho los amores del torerillo José Luis y Charito, una huérfana metida a cantante. La medalla es el "pago" que en su día entregó el seductor a una víctima de sus bajas pasiones, dejándola sola y embarazada. Con esta película José Buch repitió el tema taurino que ya tratara en otro film con el mismo matador. Desgraciadamente no se conserva ningún material en la Filmoteca.

Temprana afición.

Melodrama a gusto del pueblo.
   
                             
             Cartel anunciador de la película.




       
Charito y José Luis.

                  A estas alturas Alfredo Hurtado, con el sobrenombre de Pitusín adquirido en su primer film, ya es un ídolo de las masas. Y como sucediera con Chiquilín, no faltaron ni revistas ni galletas deseosas de aprovechar el tirón de popularidad. 





                              
       
                           1924 será un año prolífico en la carrera de Alfredo, pues todavía participará en los rodajes de tres películas más. La primera de ellas, La Revoltosa (1924), adaptación de la zarzuela del mismo nombre, supuso el debut como director de Antonio Martínez del Castillo, más conocido como Florián Rey. La película triunfó por llevar a la pantalla los complicados y populares amores de Mari Pepa y Felipe (Josefina Tapias y Juan de Orduña), adobados con las gracias -ampliadas para su lucimiento- del zapaterillo, encarnado por Pitusín. El elenco lo completaba un puñado de actores ya experimentados. Se estrenó en Febrero de 1925, con acompañamiento de orquesta en directo dirigida por Ruperto Chapí. Existen materiales de la película fruto de su restauración.







Fotogramas de "La Revoltosa"

               El siguiente film de aquel mismo año fue La Chavala (1924) en el que vuelven a trabajar juntos Florián Rey y Pitusín. Este tándem resultará casi siempre provechoso en esta y posteriores colaboraciones. La Chavala surgió de la adaptación para el cine de la zarzuela homónima original de Carlos Fernández Shaw, que ya había sido llevada a la pantalla con anterioridad en 1914. La de Florián Rey y Pitusín se estrenó en enero de 1926, evitando así que coincidiese con El lazarillo de Tormes, rodada y estrenada en 1925. Pitusín estuvo muy gracioso en su papel y se acertó nuevamente al incorporar a las proyecciones una buena orquesta. El resto del reparto brilló con los nombres de, entre otros, Elisa Ruiz Romero (Romerito), Juan de Orduña y el mismo Florián Rey. De este film se conservan copias coloreadas. 


Escena de La Chavala.



           
La Romerito

                                  Y cerrando tan prolífico año se rodó Los Granujas (1924). Película dirigida por el principiante Fernando Delgado, sobre la adaptación del sainete del mismo nombre de Arniches y Jackson. En ella encontramos a Pitusín como el único intérprete cinematográfico ya que el resto del reparto procedía del teatro. Además, se daba la circunstancia de que alguno de ellos actuaba durante el rodaje en representaciones teatrales del mismo título. Destacaremos de entre el elenco a Irene Alba, José Argüelles, Pedro Elvira Pitouto, la Romerito y el joven galán Javier de Rivera. En este film Pitusín pasó ya a un brillante segundo plano, dejando el protagonismo principal a Elisa Ruiz y Javier de Rivera. De la película se conserva nitrato de celulosa sin reproducir. No existe negativo.



                                      1925 fue un año de rotundo éxito. La eficaz colaboración de Florián Rey y Pitusín se materializa en El Lazarillo de Tormes, adaptación a la época contemporánea del clásico de la novela picaresca, con un marcado humorismo que la hizo sumamente atractiva para el público. Esta película supuso el espaldarazo para Florián Rey que pasó a ser considerado como un realizador de prestigio. Los acertados subtítulos y una provechosa dirección de actores (para algunos  es el film en el que Florián Rey saca más partido de Pitusín) hacen que El Lazarillo de Tormes se estrene en todas las salas de España y se reponga una y otra vez sin que el público se canse de ella. No existen materiales en la Filmoteca.



Pitusín y Pepe Nieto en una escena de la película.
              
        
        Del reparto de magníficos actores y actrices destacaremos a José Nieto "Pepe Nieto" (1903/1982), como pareja de Pitusín. Nieto fue descubierto por el director cuando andaba buscando un experto jinete para la película. Había sido agente de seguros, novillero (Josele) y tenía cierta experiencia sobre las tablas. Compartió con Pitusín el protagonismo e inició de este modo una brillante carrera. Acumuló más de 160 títulos en su vida profesional y fue uno de los españoles en el Hollywood de los años 30. Del Lazarillo de Tormes no se conserva material alguno en la Filmoteca. 






              Alfredo tiene ya nueve años cuando, en 1926, participa en el rodaje de dos nuevas películas. La primera de ellas, Malvaloca, fue dirigida por Benito Perojo y se estrenó en 1927. Narraba las andanzas y amoríos de la gitana Malvaloca. En el reparto destacaron Javier de Rivera, Amalia Molina -muy popular entonces en los teatros de varietés- y otros profesionales que después alcanzarían merecida fama como Florencia Becker, Lidia Gutierrez o Joaquín Carrasco.





















                                               

         Al tratarse de una obra coral, el papel de Pitusín queda algo difuminado aunque sigue gustando su estilo, mezcla de picardía y ternura. De la película existe abundante material obtenido a partir de la copia de nitrato.              
                   La segunda película estrenada en 1926 fue Amapola. Dirigida por José Martín, continúa en la línea que abriera Benito Perojo con Malvaloca. Basada en relatos populares y rodada en Granada, Sierra Nevada y Málaga, narra los amores -y enlace matrimonial según el rito calé- de una gitana con un payo. El peso de la historia recae casi exclusivamente sobre la debutante Zaida Nerina y Pitusín. Película rodada con austeridad, que contiene más filmación en exteriores que en platós construidos ex profeso, contó no obstante con una partitura original compuesta por el Maestro Villajos para acompañamiento en las proyecciones. De este film nada se conserva en la Filmoteca. 
                                                            
Pitusín en El pilluelo de Madrid.

                      En 1927 se estrenaron dos películas de Alfredo Hurtado. La primera de ellas, El Pilluelo de Madrid, fue una adaptación de El Pilluelo de Madrid o los hijos del Pueblo, obra dramática de Adelaida Muñiz y Mas estrenada en 1894. Esta película, en la que volvieron a trabajar juntos Florián Rey y Pitusín no tuvo el éxito esperado. Los críticos apuntaron a una dirección ineficaz y a una floja interpretación por parte del niño como motivos de su fracaso de público. Se mostraron igualmente de acuerdo en que con una dirección más acertada se le habría sacado un mayor partido al papel de Pitusín, quien definitivamente no gustó mucho a sus admiradores. No se conserva ningún material de esta cinta.

Antonio Moreno
                Y para reseñar la segunda película de aquel año, tenemos antes que rememorar la figura de Antonio Moreno. Antonio Garrido Monteagudo Moreno (1887/1967) fue un actor español que triunfó en el Hollywood de los años veinte. Su padre, militar profesional, falleció siendo él muy niño. Las fuentes más fiables nos cuentan que trabajando en Cádiz para los ricos ingleses que jugaban al polo, hizo amistad con Benjamín Curtis, sobrino del alcalde de Nueva York. Otro personaje de aquel ambiente, Enrique de Cruzat Zanetti, abogado cubano graduado en Harvard, se comprometió ante la madre de Antonio a llevarlo a los Estados Unidos y proporcionarle un porvenir. Marchó con ellos a aquel país en 1902. Siempre según esta versión, después de  ejercer allá diversos oficios, regresó a España en 1910 para ver a su madre. En el barco de regreso a los Estados Unidos conoció a unas actrices que le animaron a probar suerte en el cine.  El resultado fue un triunfo absoluto y en 1927 su filmografía casi alcanzaba las cien películas. Tras su debut en 1912, trabajó -siempre en papeles que explotaban su aspecto de latín lover- con las más grandes actrices del cine mudo como Greta Garbo, Gloria Swanson o Mary Pickford. En 1927 Antonio vino a España con su esposa, Daisy Canfield, hija de un magnate del petróleo, divorciada y con tres hijos. Fue un viaje motivado por la nostalgia y por el deseo de ver de nuevo a su madre que vivía en Los Barrios, muy cerca de La Línea. 


Con su esposa Daisy Canfield.
                                             
                          Esta segunda película de 1927 fue En la Tierra del Sol. Basada en un guión de Ramón Martínez de la Riva, se apartó por completo del cine que se hacía en la época. Rodada en Andalucía como un extenso documental, mostraba la Sevilla inmediatamente anterior a la Exposición Iberoamericana, su Semana Santa y su Feria de Abril, festejos taurinos y algunos rincones entrañables de la ciudad. Como quiera que contenía cierto hilo argumental, Antonio Moreno participó desinteresadamente en el rodaje junto a La Romerito y Pitusín. Y no contento con ello, se llevó la cinta en su regreso a los Estados Unidos para, sin escatimar ni su tiempo ni su dinero, intentar que los americanos conocieran con claridad la auténtica España, abandonando la eterna inclinación al tipismo del toreador y la bailaora con navaja en la liga. No sabemos hasta qué punto fructificó su esfuerzo, pero sí que actuó como un dignísimo embajador de su patria. Por cierto: los norteamericanos apreciaron la interpretación de Pitusín a pesar de la incondicional adoración que despertaba Jackie Coogan entre ellos. Nada se conserva en la Filmoteca.

                    Hasta su primera película sonora, de 1931, que pondrá punto final a este repaso por la filmografía de Alfredo Hurtado, nos quedan por comentar varias películas. Corazones sin rumbo (1928) fue una coproducción con Alemania que había de abrir las puertas de Europa a nuestro cine. Eran los tiempos del tratado hispano-alemán, promovido por algunos sectores de nuestro país.



Imperio Argentina y Valentín Parera en una escena
 de Corazones sin rumbo.


         
                        La dirigió Benito Perojo. El guión se basó en la popular novela homónima de Pedro Mata, cuya trama original narra los amores, alegrías y desgracias de unos cómicos. Benito Perojo, aunque respetó el necesario protagonismo del cuadro de actores (Imperio Argentina, el golfillo Alfredo -Pitusín- Hurtado, la estrella teatral del momento Emilio Mesejo) y rodó los exteriores en Toledo, Madrid, Barcelona, San Sebastián y Biarritz, cambió de tal modo los ambientes, situaciones y personajes que, los productores alemanes, estupefactos y cansados de tanto problema, obligaron a que fuese co-dirigida añadiendo un hombre de su confianza. El resultado final no gustó y hay historiadores de cine que apuntan a esta experiencia como causa probable del atraso en la divulgación de nuestras producciones en el mercado europeo. De la película existen materiales obtenidos a partir de la copia de nitrato.


Alfredo Hurtado en Corazones sin rumbo.
                                                             
                         La Pata del Muñeco fue la segunda película de 1928 en la que participó Alfredo, basada en la obra de teatro homónima de Pedro Muñoz Seca. El argumento, ambientado en tiempos de Carlos IV, trata de una gitana que salva a un niño de morir asesinado. El padre de éste, creyéndolo muerto, ingresa en un convento. Se rodó a iniciativa de un emprendedor escurialense: Xavier Cabello Lapiedra, dramaturgo y miembro de una familia  acomodada de El Escorial.
                       Allí, como en otros muchos sitios de veraneo, la gente joven organizaba funciones de teatro para llenar las largas jornadas del estío y de paso, entretener a la colonia de veraneantes. Xavier Cabello tuvo la iniciativa de ir más allá: rodar una película con el guión adaptado por él mismo y además, producirla a beneficio de la Mutualidad Maternal del municipio. Para ello no escatimó medios y contó con la desinteresada participación de varios actores y actrices aficionados (alguno ya iniciado, como José María Alonso Pesquera o el propio Pitusín) y con unos cien jóvenes de la localidad como extras. Se rodaron los interiores en el propio Monasterio, en la Casita del Principe y en la Casita de los Peces; y los exteriores en La Herrería, El Romeral y La Granjilla. Se estrenó en el Coliseo de Floridablanca de El Escorial despertando un gran interés. Una vez más, hemos de decir que la Filmoteca no posee ningún material de esta película.

             
              
            Maria Luisa Pinazo, veraneante e hija  
       del célebre pintor José Pinazo.     
     
        
    José María Alonso Pesquera.
                           

                           A pesar de haber cumplido doce años por aquel entonces, Alfredo Hurtado, Pitusín, sigue siendo famoso y su presencia es requerida en todo tipo de eventos, benéficos o comerciales, como la firma de autógrafos en la promoción de algún producto. También participa en recitales de poesía. Declama con  la soltura y corrección que adquirió, muy niño, en las clases con Flora Rossini. Y recibe y contesta millares de cartas de sus admiradores, siendo él mismo quien escribe las respuestas; al principio quizá al dictado de su madre, pero después por su propia iniciativa. Las escribía de propia mano aunque no tardaría en hacerlo a máquina, costumbre que ya no abandonaría en sus largos años en el mundo del cine. 











                          En 1929 Pitusín rueda otra vez con Florián Rey. Hemos de destacar que, aun no dirigiendo siempre las películas en las que aparece el chico, han mantenido siempre un estrecho contacto: Florián vive, hace tiempo ya, en casa de Pitusín junto a su pareja, la actriz Imperio Argentina. La película, Agustina de Aragón, pese a contar con un magro presupuesto tuvo un éxito inesperado. El aragonés Florián Rey y su equipo, sin caer en tópicos baturros, recreó la conocida gesta de la Guerra de la Independencia con una visión que habría merecido un presupuesto más holgado. Al público le gustó aquel Pitusín heroico, desarrapado, que corría junto a la protagonista, Marina Torres, en medio de cañonazos y escaramuzas. 





                         
Marina Torres caracterizada 
como Agustina de Aragón.
                      Florián Rey, que había escrito el guión y que contaba con unos decorados económicos pero de sorprendente calidad y verismo, llevó una sabia dirección de actores consiguiendo excelentes interpretaciones de los protagonistas. Del resto del reparto cabe destacar a un magnífico General Palafox interpretado por Fernando Fernández de Córdoba. Quizá fue este papel el responsable de su ardor patriótico, como se vería años más tarde.  

                     Y llegamos a la meta que nos habíamos señalado. En 1931 el cine comienza a ser sonoro y va a cambiar sustancialmente. La Paramount instaló en la ciudad francesa de Joinville unos estudios para rodar sus producciones sin perder ningún mercado por razones del lenguaje. De modo que, de una película y en los mismos platós, se rodaban diferentes versiones cambiando únicamente el director y el elenco de actores, que pasaban a ser otros y de diferente idioma. Las actrices y actores españoles que marcharon a Hollywood o se desplazaron a Joinville para hacer estas versiones forman una larguísima lista. Ellos mismos han narrado en sus memorias la diferencia en el modo de trabajar de los estudios a base de jornadas agotadoras, pero también en la  espléndida paga que recibían semanalmente por su trabajo. De este modo se contrató, para hacer la versión en español del film norteamericano Half Way to Heaven, a los mejores actores y actrices del momento. Alfredo es ya un muchacho de quince años al que no asusta ni coge desprevenido el cine sonoro. Posee una dicción aprendida y perfeccionada desde niño y viaja hasta Joinville contratado para participar en el mencionado film, adaptado para el mercado hispano hablante con el título Sombras del Circo, dirigida por el chileno Adelqui Millar. La película narra amores y rivalidades de ambiente circense, con un triángulo amoroso entre los trapecistas. Pitusín encarnó al jovencito Eric Lee recibiendo elogiosas críticas. Del resto del reparto de españoles cabe destacar a Amelia Muñoz, Félix de Pomés, Miguel Ligero o Tony D'Algy. Los dos primeros merecerán entradas individuales en este blog, aunque por motivos diferentes. 


Alfredo Hurtado aparece en la fotografía de la derecha, junto a Amelia Muñoz.

                      ¿Y qué sucedió después?, ¿qué hizo Alfredo Hurtado a partir de entonces?. Vamos a tratar de resumirlo, porque aunque la intención era narrar los primeros años del niño-actor, merece la pena, aunque sea sucintamente, dar a conocer el resto de su trayectoria profesional en el mundo del cine. Hasta la Guerra Incivil Española, participó como actor en tres películas: Sierra de Ronda (1933), El Novio de Mamá (1934) y Paloma de mis amores (1936). 


                   Alfredo ya aparece en los repartos como el "galán joven" o "el galancete". Ha crecido como profesional y es un actor experimentado, pero su estatura física le lleva a replantearse su futuro en el mundo del cine: ya no trabajará delante, sino detrás de cámara. Todavía participa en una película, La Dolores (1940), momento en que abandona para siempre la interpretación. Será ayudante de dirección en ocho películas, trabajando con Florián Rey, Ladislao Vajda y Antonio Román entre otros. También intervendrá como director de la segunda unidad o director de diálogo en algunas coproducciones. Y sobre todo, pasará las necesarias horas junto al sillón del director aprendiendo y aprendiendo. Con 33 años cumplidos, Alfredo se decide y consigue dirigir por primera vez: Como la tierra (1954). Seguirán la controvertida Cancha Vasca (1955) y Un abrigo a cuadros (1957). Las dos últimas a partir de guiones propios. En 1965 es seleccionado para formar parte del equipo de Campanadas a medianoche, de Orson Welles. Éste quedó impresionado por la soltura y conocimientos de Alfredo y le encargó la localización de exteriores. Al sobrevenirle una grave enfermedad tuvo que abandonar el trabajo bruscamente. El diagnóstico no daba esperanzas y Alfredo falleció en Madrid el diez de noviembre de aquel mismo año. Tenia 48 años. 



                                Alfredo Hurtado (derecha) durante el rodaje de Cancha Vasca.


                No podemos cerrar esta entrada sin acordarnos también de su colega infantil: ¿Y Jackie Coogan? ¿Tuvo mejor suerte?. Bien. Sabemos que Jackie, pese a haber ganado millones de dólares terminó arruinado por la mala gestión de su madre y su padrastro. Les demandó y sólo obtuvo algo más de cien mil dólares. Antes, estuvo casado con Betty Grable aunque el matrimonio duró muy poco. Desde que se hiciera mayor y abandonara su emblemático personaje, sobrevivió haciendo pequeños papeles en la T.V. y concluyó su carrera encarnando al Tío Lucas de la serie La Familia Adams. Falleció en 1984 a la edad de 70 años.






Bibliografía consultada: Alfredo Hurtado, "Pitusín". José Rabanal.  Diputación de Badajoz. 2007.