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MARCO FERRERI EN ESPAÑA: 3.- EL COCHECITO



                                    



        


Don Anselmo conoce a la pandilla, introducido por su amigo Lucas.
 Todos van motorizados menos él.





                Y vamos a por la última creación de Ferreri en nuestro País: El cochecito, de 1960. Película singularísima y tan popular que incluso hay quien la atribuye a Berlanga. Por ese y otros motivos seguimos empeñados en divulgar y que cada lector saque el provecho que quiera. Antes de extendernos con esta obra y para hacer justicia, tenemos que empezar hablando de la persona que puso su fe y la pasta necesaria para que Ferreri diera vida a este relato de Azcona: Pere Portabella. Este gerundense nacido en 1925 en Figueras ha sido Productor, Guionista y Director de Cine. Fundó en Madrid la productora Film59, independiente y nada convencional, en aquel año 1959 en el que sucedieron tantas cosas: Nacieron el New American Cinema, La Nouvelle Vague, el Free Cinema, el Nuovo Cinema Italiano y la Nueva Ola Japonesa. Bien. Pues este hombre fue el protagonista de una dura brega con la Junta de Clasificación y Censura produciendo tres películas imprescindibles del Cine español de aquellos tiempos: Los golfos (1959), El cochecito (1960) y en especial Viridiana (1961). Ésta última provocó la ira de las autoridades y su inhabilitación como productor. Pero según sus propias palabras: "El éxito más grande de mi vida es que con Viridiana descabalgo al Director General de Cinematografía, y al cabo de tres o cuatro meses, al Ministro".      
        No es ningún secreto que para que el cine ruede, ayer como hoy, hacen falta buenas películas y un público capaz de apreciarlas. Lo demás es todo accesorio, como la actitud -y la aptitud- de los poderes oficiales, o lo que opine tal o cual experto cinéfilo desde cualquier medio. Un periodista reflexionaba así por aquel entonces: "Pues sí; definitivamente hay dos cines en España. Uno, el que por lo visto gusta en el país; otro el que nos premian fuera de él". Muchos críticos  ninguneaban nuestro cine menos convencional y el público, carente ya de espíritu crítico, les hacía caso. Mientras tanto, aquellas películas sí eran exhibidas y aplaudidas en Cannes o en Venecia. El caso es que finalmente, entre unos y otros provocaron que Portabella abandonase la  producción y regresara a Barcelona. Después se supo, se da por sabido que a fin de cuentas Franco y sus paniaguados estaban en realidad satisfechos: Aquel Cine mejoraba su imagen en el extranjero merced a aquellas producciones españolas que armaban cierto ruido pero que, en definitiva, no llegaban a envenenar a la inocente población. Después han pasado los años sobre el Cine español y Portabella ha sido siempre un poderoso referente. Y dicho esto (y más que se podría añadir), vamos a hablar de El cochecito
        


       
         En primer lugar queremos distinguir el lugar que ocupó la película en el Cine de la época. En la Entrada anterior mencionamos nuestra visión del cine gamberro, con cachondeo y pretendidamente bufón, que era una de las formas de hacerle la cusqui al Dictador y compañía: ese lo hicieron muy bien gentes como Fernán Gómez, Berlanga, Neville o Mariscal, en la tradición tan nuestra marcada por Gómez de la Serna, Tono, Mihura, Jardiel y compañía y que finalmente actuaron como disolvente del Aparato estatal. Luego estaban los rojeras con Bardem a la cabeza, y los puristas comprometidos como Román Gubern y Victor Erice, que querían un realismo más directo; unos y otros no paraban de llevarse coscorrones, a veces merecidos por los tostonazos que atizaban a los incautos espectadores. La mula inquisidora e intransigente estaba allí con su palo. Pero ante una película como El cochecito se quedaba atónita. Que no le gustaba era evidente, pero debió devanarse los sesos buscando dónde estaba la trampa, el mensaje contra el Régimen, contra la moral, lo anti-español... y no encontraba nada, y no entendía nada. Eso sí, por algún lado tenía que chingar aquella cosa tan fea, y lo hizo dándole una calificación de las que hacían daño al bolsillo. Para mejorar dicha calificación se puso la condición de que se cambiase el final. No podía consentirse que Don Anselmo se vengara de su familia. La calificación eclesiástica -no se lo pierdan- fue de 3R, es decir, para mayores con reparos, castigo que aplicaban a aquellos films que contenían tesis contra el dogma católico y la moral. Valiente estupidez. Pongámosle música:




     De todos modos, una vez cambiado el dichoso final de la película (más adelante aclararemos que no era para tanto) se le subió la calificación a 1ª B, que suponía una subvención del 35 % del presupuesto presentado. Las cuentas no salieron porque la Productora recibió tan solo 1.158.500 pesetas, la mitad del famoso 35% que calculaba la Junta y bastante menos de los más de cinco millones que se habían presentado.         
        
    ¿Qué hizo de El cochecito una película tan singular? Pues una conjunción insólita de astros en el firmamento creativo español: Un guión de Azcona en su mejor momento; el toque, ya más maduro, de Ferreri que utilizó con gran profusión los famosos planos secuencia; la presencia de Pepe Isbert y el sensacional elenco de actores de reparto (Unos repetían con Ferreri y a otros los aprovecharon más adelante Berlanga y otros realizadores) a los que pretendemos distinguir y alabar, porque ya no se fabrican actores así; la música de Miguel Asins Arbó, que colaboró estrechamente con el Director; la fotografía de Baena; y el plató inigualable del Madrid de entonces: sus gentes, sus calles y sus establecimientos. Hemos de detenernos un poco más en Pepe Isbert que por entonces tenía ya 74 años.De él dijo Ferreri: "Sí, es un actor fenomenal. Isbert superó hasta la palabra actor: Isbert es el viejo de "El cochecito". Ya ha superado esta invención del actor. Es un personaje humano que vive una historia de una manera estupenda". "Sin Isbert no se habría pensado en hacer la historia ni la película".
     El guión de Azcona (tal y como él repitió hasta la saciedad) no era humor negro, sino el retrato de la realidad circundante: "Me molesta que digan que soy un humorista negro, porque no es cierto. No me río de las cosas macabras, sino de la gente viva que está alrededor de las cosas" Así comenzaba una profusa entrevista con el escritor logroñés. En ella contaba que el relato se lo inspiró la visión de la salida del estadio al final de una tarde de fútbol. "En medio de los coches se hizo de repente un claro y por allí avanzaron treinta o cuarenta hombres en sus pequeños cochecitos de inválido. Iban deprisa y comentaban entre ellos a gritos el partido que acababan de ver. Uno de ellos, de repente, exclamó: ¡Nada hombre, son un equipo de baldaos!. Y en ese momento pensé que aquellos hombres estaban más vivos que yo". Se atribuye el germen del guión así concebido a lo publicado por Azcona anteriormente en el diario Arriba, bajo el título "Pobre, paralítico y muerto". No obstante, en los créditos de la película leemos: Guión de RAFAEL AZCONA y MARCO FERRERI, basado en la novela "EL COCHECITO" de Rafael Azcona. Ferreri aclaró en una entrevista: "Sí, era una narración corta, y antes de ella hubo ya un encuentro con el mundo de los paralíticos, porque en la casa donde yo vivía, veía Azcona a esos paralíticos que se ponían a hacer labor, cerca de la estatua de Goya o cerca del Retiro".
  
                  


        Repetimos una vez más: Aquel humor era sencillamente  pintura al natural. Seguía diciendo Azcona: "¿Ves ese hombre? En El cochecito hay una escena en que varios hombres pasan en fila india llevando un retrete como ese cada uno. Todos van silbando la marcha del Puente sobre el río Kwai. Ya verás como nos dicen que es absurdo y sin embargo tú mismo has visto a este hombre pasar, aunque él no vaya silbando. Con la mayoría de las cosas que hemos metido para la ambientación ha pasado esto mismo; es que las habíamos visto antes en alguna parte y muchas de ellas las hemos visto después; o sea, que nos hemos encontrado con situaciones muy parecidas a las que estábamos haciendo". 


Lucas estrena su cochecito. A la izquierda, don Anselmo con las hijas de aquel.
 A la derecha, Agustín (Manuel de Agustina), empleado de la vaquería.

    
        Para nosotros, El cochecito es una amarga reflexión sobre la vejez, las taras físicas y sobre todo, la soledad. Pero también una muestra del valor de quienes no se arredran y optan por vivir su vida lo mejor que pueden. La película no pretende denunciar nada pero a la vez consigue que el espectador ría con ganas, reconociendo lo esperpéntico que puede llegar a ser su propio entorno. Don Anselmo vive con su familia, supuestamente querido y respetado por todos, pero no es así. Su vida carece de alicientes y además él, los viejos, estorban. Husmea en la cocina neutralizado rápidamente por su nuera Matilde (Mª Luisa Ponte) pega la hebra con un cliente de su hijo D. Carlos (Pedro Porcel), interrumpe a éste en pleno trabajo, pide prestado el Marca al pasante y novio de Yolandita (un López Vázquez impecable), riñe a una vecina que pastorea una gallina en el deslunado...incluso su propia habitación es a la vez un gabinete de idiomas donde su nieta Yolanda (Chus Lampreave) estudia francés con un tocadiscos.





               Su vida es tan monótona y gris que ni él mismo es consciente de ello hasta que su amigo Lucas (el siempre castizo José Alvarez,Lepe), paralítico (que reina pero ya no gobierna en su vaquería) le muestra su flamante cochecito a motor cuando ambos van al cementerio de la Almudena para llevar unos ramos de flores a sus difuntas esposas. Le despiden atribuladas sus hijas (Jesusa De CastroMaría Isbert). También será Lucas quien le introduzca en la pandilla de tullidos motorizados, invitándole a una excursión campestre. Con ellos se siente Don Anselmo uno más...pero ay!, nuevamente se encuentra solo porque los paralíticos son más libres de ir de aquí para allá que él. 




 
        No es extraño que nuestro hombre quiera disponer también de un cochecito. Además, la pandilla ha aumentado con Álvarez  (entrañable Ángel Álvarez), el orondo sirviente de una marquesa cuya única obligación consiste en atender en todo momento al hijo retrasado mental de ésta, Don Vicente (Tiburcio Cámara), un hombre ya mayorcito y también paralítico. Alvarez conseguirá un cochecito de dos plazas porque está harto de empujar la silla de ruedas de su pupilo. En el ejército de sirvientes de la señora marquesa él no es un cualquiera, tiene veteranía y grado, y le respeta toda la tropa.

  
 
"Donde comen trescientos, comen trescientos uno"

       
             
         Don Anselmo ha descubierto un mundo nuevo y quiere formar parte de él. Tiene ya metido el cochecito en la sesera. Informado por Álvarez, visita un comercio de ortopedia que también vende cochecitos. Allí, el dueño del establecimiento, un hábil Don Hilario (Antonio Gavilán) engatusa a su víctima de modo que, en cuatro movimientos, Don Anselmo pasará a encargar un último modelo. Mientras tanto, intenta en vano convencer a su hijo para que se lo compre. Incluso recurre a la argucia de fingirse impedido, pero es desenmascarado por el médico (Antonio Riquelme) que le augura parálisis inevitable si no ejercita las piernas. Su hijo empieza a perder los estribos. Si nos situamos en aquel comienzo de los años sesenta, no es disparatado que considerasen el cochecito como un capricho, y además caro. 

 



               
           También hay una prendera (Andrea Moro, absolutamente creíble en su papel) que saca provecho de la obsesión de Don Anselmo. Le empeña, por un importe muy bajo, las joyas de su difunta esposa. Con ese dinero ya tiene para la entrada y por el resto acepta a D. Hilario una serie de letras de cambio. El coche ya es suyo pero la indignación de la familia llega al límite. ¡Las joyas de la abuela! Le llaman pródigo, le llaman ladrón y le amenazan con ingresarlo en un asilo.

            A partir de ese momento, todo se precipita. Su hijo se persona, escoltado por su pasante, en la tienda de ortopedia para entregar el cochecito y exigir a cambio la señal entregada por Don Anselmo así como las letras que firmó. D. Hilario es muy taimado y le para los pies. No hay arreglo. 

   


            Aunque breves, son días de felicidad para nuestro luchador solitario. Ya puede ser uno más dentro de la alegre pandilla, a la que vamos a presentar. Al menos algunos de sus miembros.


Alvarez ya con el cochecito. Aquí le vemos conduciéndolo,
 jalonado por un satisfecho Don Anselmo.
 No se pierdan el casco del primero.

 
            



        También hay lugar para la sensibilidad y la ternura. En la foto de la izquierda vemos al tullido violinista y a Julita (Carmen Santonja) una paralítica que además de arrastrar su minusvalía con valor y ganas de vivir, arrastra literalmente el carrito de su novio Faustino (Eusebio Moreno), paralítico que además no puede valerse de los brazos. Aún y así éste vende como puede chucherías y artículos para los turistas. Julita le atiende con cariño y devoción. Eventualmente, como tantos novios, reñirán y se reconciliarán. Don Anselmo muestra su gran corazón haciéndoles razonar y consiguiendo que reanuden sus relaciones.


Reconciliación.

                
                 

                La tormenta en el hogar familiar no se disipa así como así. Don Carlos Proharán está dispuesto a liquidar el asunto y su anciano padre se ve acorralado. De momento, le han retirado el cochecito que está en la ortopedia pendiente de la liquidación legal de la transacción. Don Anselmo, desolado, intenta recuperarlo a la desesperada. Pide el  dinero a Lucas, que se lo niega y también a Álvarez, que se excusa por no podérselo prestar. Es entonces cuando toma una decisión desesperada. 

    


   

     No podemos explicarnos de ningún modo porqué la Junta de Clasificación y Censura obligó a cambiar el final. Y lo vamos a razonar: En la versión original que se proyectó en Venecia 7 meses antes que en España, Don Anselmo coge del botiquín casero un aparatoso frasco de veneno y aprovechando un descuido de la doméstica, vierte su contenido en el puchero en que se cuece la comida de ese mediodía. A continuación asalta el despacho de su hijo y coge el dinero necesario para rescatar su cochecito. Cuando regresa al barrio montado en él, observa cómo el público se agolpa en el portal de su casa y alrededor de lo que parece una ambulancia, en la que se están introduciendo unas camillas. Es entonces cuando el Director de la película detiene la cámara en una secuencia de 20 segundos (nada menos) con el primer plano del rostro de Don Anselmo, que refleja dolor, pena, arrepentimiento y lástima. 


      
 





    


      Lo malo es que los cronistas y entendidos de nuestro cine clásico, con la misma cortedad de miras que la Censura, han dado siempre por sentado que el protagonista había matado con el veneno a toda su familia y que por eso se había exigido otro final. Creemos que esa no era la intención de Ferreri o de Azcona, aunque sí sucedía en el relato original "Paralítico". Y que las imágenes sugieren más bien otra cosa. De haber sido un asesinato masivo, se habrían personado Forense, fotógrafo e Inspectores de la Policía para certificar las defunciones y hacer sus mil conjeturas. Permanecerían en la vivienda durante horas. La presencia de una ambulancia y no un furgón forense, los enfermeros de la Cruz Roja cargando las camillas -ayudados por el tragón Alvarito sano y salvo- y la presunción de que las víctimas habrían notado el veneno a la primera cucharada, nos hacen pensar que, al menos, existe una seria duda de que nadie haya muerto envenenado. Los guardias que se ven junto al vehículo están simplemente manteniendo el orden y alejando a los curiosos.

 
Este sí es un furgón forense.
Recuerdan el de El Verdugo?


        Recordemos que la versión censurada, tras el episodio de la cocina y el asalto a la caja del despacho, nos muestra a la familia contestando la llamada telefónica de un arrepentido D. Anselmo, reunidos alrededor de una mesa en la que se ven el puchero y el frasco de veneno vacío. Han descubierto la trastada y le dicen que le perdonan, pero que vuelva. Ni rastro de la secuencia arriba mencionada, tan hermosa e innovadora. Más adelante, la fuga del protagonista con el cochecito y su detención por parte de la Guardia Civil hacen ya coincidir ambas versiones, justo antes de que aparezca el FIN. 


¿Me dejarán tener el cochecito en la cárcel?


    Para el rodaje de la película se utilizaron coches de inválido marca Abad. Las localizaciones más significativas son el Cementerio de la Almudena, la Vaquería Imperial de Mateo Fernández y la Ortopedia Alonso de la calle Fuencarral.       
    Marco Ferreri abandonó España tras permanecer en ella durante cinco años y dirigir tres películas. Tenía treinta y dos años. Todavía hoy se consideran sus películas españolas como lo mejor de su producción.