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HISTORIA DE NUESTRO CINE: FILMÓFONO, URGOITI Y BUÑUEL .






                

        Para este fragmento de la historia de nuestro Cine, conviene situar a los lectores en el momento preciso, lo acaecido durante el arco temporal que tuvo un pie en las postrimerías de la Dictadura de Primo de Rivera (1929) y el otro en el estallido de la Guerra Civil.(1936). Unas pinceladas sobre el sexenio que duró la Dictadura nos la recuerdan como antipática para sindicatos obreros, intelectuales y universitarios y halagüeña para las derechas, que la apoyaron mientras la represión les reportaba bonanza económica. Para muchos supuso también la tan deseada paz social. Aquel 1929 fue un año importante para el incipiente Cine español: comenzaba a rodar sus propias películas sonoras y experimentaba un importante estirón en su crecimiento, tendencia que duró hasta 1936. Y es aquí donde vamos a situar a Filmófono, empresa cinematográfica que contribuyó al mencionado avance nuestro cine. 

        ¿Cómo era el cine que se hacía en España durante la Dictadura de Primo de Rivera? Pues había tomado carta de naturaleza y creemos que puede hablarse ya de un Cine Español característico del momento, un cine que en general ya no se ocupa ni de la historia, ni de la política ni de la sociedad patrias, sino que con artífices de indiscutible valía  como José Buchs, Florián Rey o Fernando Delgado por citar tan sólo unos realizadores, se limita a adaptar las obras favoritas del público, acostumbrado hasta entonces a acudir al teatro, y proyectarlas en los cines: tanto las zarzuelas como las obras dramáticas más populares. Seguía siendo un cine de curas, toreros, gitanos y señoritos. La tendencia permanecerá no solo durante la República, sino también durante los primeros años del franquismo, mostrando sin ningún empacho la España caciquil, machista y supersticiosa, adobada, eso sí, con sus correspondientes canciones folklóricas. Podríamos citar numerosos ejemplos de este tipo de cine, pero bastará con tres: las realizadas por el tándem Imperio Argentina y Florián Rey, sumamente taquilleras y tan inocuas, que siguieron en la cima de la popularidad tras el final de la Guerra Civil: La hermana San Sulpicio (1934), Nobleza Baturra (1935) y Morena Clara (1936). Con todo lo dicho, ya imaginarán Vds. la cantidad de guindas que llevaba el pavo.

        Continuemos con Filmófono, para lo cual empezaremos hablando de su creador: Ricardo María de Urgoiti Somovilla. Nacido en Zalla (Vizcaya) en Agosto de 1900, fue el segundo hijo de un brillante empresario vasco, Nicolás María de Urgoiti. Este hombre de ideas liberales, no sólo modernizó la industria del papel creando La Papelera Española sino que se interesó por el negocio editorial: creó Calpe y dos periódicos: El Sol y La Voz. Si a lo dicho añadimos que era un buen padre de familia y un trabajador infatigable, tendremos el retrato de uno de esos prohombres (que indudablemente los hubo) comprometidos con modernizar e impulsar económicamente a España.  Su hijo Ricardo, que es de quien pretendemos hablar, estudió Ingeniería de Caminos en Madrid, marchando después a los Estados Unidos para realizar las correspondientes prácticas en la General Electric. Al regresar a España continuó inevitablemente el impulso familiar: fundó la revista Radio Ciencia Popular y promovió la creación de Unión Radio Madrid, de la que saldría Cadena Unión Radio, embrión de la Cadena Ser, dirigida por él mismo cuando tenía escasos 25 años de edad. Y ya nos acercamos: en 1929 patenta el Filmófono, un aparato que permitía sonorizar las películas a base de sincronizar imagen y sonido mediante unos discos. Comparado con otras figuras del Cine contemporáneo, poco se sabe de este joven y entusiasta empresario que poco después de dar a la Industria su invento, creó una empresa de importación y distribución de películas a la que denominó igualmente Filmófono. 


Ricardo Mª Urgoiti en su juventud.



          Explicar la atracción que ejercía el cine sobre el público resultaría muy difícil en nuestros días. ¿Sabían Vds. que entre 1930 y 1939 se publicaban en España, semanal o mensualmente 52 revistas  dedicadas el Cine? Citaremos como pionero que fue el magazine Arte y Cinematografía, y como otros ejemplos: Popular Film, Cinegramas o Nuestro Cinema. Pero queremos mostrarles algunos ejemplos:



    
    



      
   
    La prensa dedicaba numerosos espacios a comentar y reseñar el cine que se ofrecía en las Salas. La misma Gaceta Literaria recogía a menudo artículos sobre el cine escritos por autores como Lorca, Alberti, Baroja, Dalí, Buñuel, Ayala, Salinas...etc. Y el público de todas las extracciones sociales acudía a las salas de Cine, seguía a sus intérpretes favoritos, coleccionaba sus fotos, pedía sus direcciones postales...Había publicaciones que incluían entrevistas, partituras de temas musicales, crónicas de Hollywood y consultorio sobre las filmografías o detalles de la vida privada de los astros de la pantalla. En otras, una iniciativa didáctica en forma de comic explicaba el funcionamiento de los Estudios de filmación y lo que hacían los diferentes profesionales. Alguna revista exhibía un sumario que casi 100 años después puede sorprender a muchos. Véanlo a continuación. 


Nuestro cinema. 1932



            Eso hasta 1936. Después llegó la Guerra Civil y a su  término, el Pensamiento Único promovió una publicación nacional: Primer Plano, dirigida por falangistas con una intención más intelectual que sus predecesoras y con un contenido pro-régimen mezclado con frivolidades inocuas que llegó a los 1.200 números. El tardo franquismo fue permitiendo otras publicaciones como Cine Experimental, Fotogramas, Cine 7 días o la católica Film Ideal; eso sí: todas ellas en perfecto estado de revista. Pero desde entonces hasta nuestros días nada se puede comparar con los años 30. Consulten Vds. las hemerotecas (La de la BNE o el Repositori de la Generalitat de Catalunya son magníficos ejemplos), pueden leer las revistas de cabo a rabo. Les sorprenderán sus contenidos, nada técnicos, nada mogigatos. Como detalle simpático para cerrar el tema editorial traemos una noticia de 1951: "El obispo de Madrid-Alcalá autorizó la fundación de la (agárrense.!) Fervorosa Hermandad de la Cinematografía que saldría en las procesiones de la Semana Santa madrileña desde 1955 cargando tres pasos". 

        Y vamos a hablar de los Cine-Clubs de la época que supusieron otro modo de acercar el cine al público y que además vienen al caso. Desde ellos se procuraba difundir la cultura, siendo además centros de discusión e influencia política. Normalmente, antes de cada proyección se daba un coloquio con un personaje significativo acerca del tema de la película. El primer Cine-club que se inauguró durante la II República fue el Cine-Club Español que Luis Buñuel fundó en 1928. En él se proyectaban películas extranjeras, de las que no interesaban a las salas comerciales, y como siempre, antes o después de la proyección, una persona especialista comentaba la película y/o moderaba el coloquio que en ocasiones se iniciaba espontáneamente. Siguiendo este modelo aparecieron un buen número de Cine-clubs en nuestro País, más o menos vinculados a sindicatos o partidos políticos. Nos vamos a permitir simplificar al decir que se dividían en dos clases: Los proletarios y los burgueses. Paradigma del primero de ellos fue el Cine-Club Studio Nuestro Cinema. Tenía su sede en la Sala Pleyel y se proyectaba un poco de todo, generalmente películas soviéticas. Ejemplos de cine-clubs proletarios fueron también el Cine-Teatro-Club (vinculado al entonces casi minoritario Partido Comunista), o el Cine-Studio Popular de Valencia.

                  
       
         Por contra, el Cine-Club GECI representaba el ideario e intenciones de los partidos burgueses y de derechas. El propio José Antonio Primo de Rivera, consciente de la importancia propagandística del Cine, se ocupó de que el Cine-Club del SEU en Madrid proyectase films alemanes o italianos de exaltación fascista. 

                    
                   


  

             
          En cualquier caso, los que en un principio se implicaron más seriamente fueron los Cine-Clubs proletarios, ya que los locales y las convocatorias cinematográficas eran un magnífico pretexto para reunirse, exponer sus idearios políticos, hacer propaganda y captar nuevos afiliados. Pero todos los Cine-Clubs, los unos y los otros, tenían el mismo problema: el económico. El alquiler de la sala, la importación de películas del extranjero -que lógicamente había que devolver después- los aranceles aduaneros y un correcto transporte del material resultaba un proceso muy caro. Los Cine-Clubs proletarios no querían pasar cine comercial para llenar la sala, pero tampoco podían cobrar a los asistentes una cuota que permitiera atender tantos gastos. Ir al cine en Madrid en aquellos tiempos costaba entre cincuenta céntimos y dos pesetas, dependiendo de la Sala y el tipo de localidad. Los Cine-Clubs proletarios no podían cobrar más de una peseta a sus asociados, que era lo que costaba por entonces una entrada  del madrileño Cine Goya. 
            Nuestro amigo Urgoiti se da cuenta de la importancia de todo lo antedicho y decide fundar su propio Cine-Club, el Proa-Filmófono poniendo al frente del mismo a Luis Buñuel, de cuya experiencia como pionero ya hemos dado cuenta más arriba. Lo que hace especial y característico a Proa Filmófono es que, a pesar de haber sido creado por un ingeniero de ascendencia acomodada y tener al frente al hijo de una familia burguesa, no obedecía a ninguna ideología, ni de izquierdas ni de derechas. Su público -que por otra parte siempre llevaba dinero de bolsillo para pagarse la cuota- estaba formado por intelectuales de todos los credos políticos, liberales, generalmente laicos y cultos, con inquietudes, curiosidad y el necesario espíritu crítico para ver el tipo de cintas que proyectaba Buñuel en el Palacio de la Prensa a sus socios. Allí podían coincidir en un pase monárquicos como Luis Escobar o Foxá, algún intelectual falangista como Ridruejo, cineastas surrealistas o el infatigable Gimenez Caballero, el Groucho Marx español, según Umbral. Algunos ejemplos de estas películas son Octubre, Viva la libertad, La golfa, La sangre de un poeta, Vampiro y, como no: La edad de oro del propio Buñuel. Todas las películas eran seleccionadas y enviadas desde París por un colaborador de Urgoiti: Juan Piqueras. No siempre acertaba en su selección, pero cumplía los estándares que se había propuesto Proa-Filmófono. Juan Piqueras Martínez, requenense de nacimiento, fue un hombre con afán de superación que se hizo a sí mismo y dedicó su vida al Cine. Su firma aparecía en numerosos artículos sobre el séptimo arte.  En 1936 volvió a España y fue estúpidamente fusilado en Venta de Baños por los nacionales. Sirva esta ocasión para dedicar un recuerdo a su memoria.


Juan Piqueras. 1904/1936

 
            En 1935 se produce lo que avanzaba a los lectores el título de esta Entrada: Ricardo Mª Urgoiti y Luis Buñuel se asocian para producir películas comerciales, capaces de gustar al público en general, pero hechas con calidad. Y al leer las memorias del aragonés, éste nos cuenta que la idea fue suya, para lo cual ofreció a Urgoiti 150.000 pesetas, la mitad del coste de una película, que podía conseguir pidiéndolas a su madre. 
 

Buñuel y Urgoiti.



        La empresa Filmófono, como Productora, estuvo activa durante los años 1935 y 1936. Buñuel ya venía experimentado de Hollywood y construyó el tinglado de la empresa actuando como un Productor a la americana: rodeándose de los mejores colaboradores y controlando cada detalle de la realización, gastos, medios técnicos o aspectos creativos de las películas. Su única condición era no aparecer en los créditos: él llevaba una idea diferente sobre el cine que pretendía hacer y consideraba a Filmófono como una aventura alimenticia. Quizá más adelante la hubiese utilizado para hacer realidad sus proyectos personales. Cuatro fueron las películas que se produjeron: Don Quintín el amargao, La hija de Juan Simón, ¿Quién me quiere a mí? y Centinela alerta. 
        Aunque queremos repasar una por una las películas, con una breve sinopsis -para no destriparlas- y algún detalle interesante, hablaremos antes del famoso equipo de profesionales que estuvo a las órdenes de Buñuel. El primero, por derecho propio fue Eduardo Ugarte Pagés, el entrañable Ugartequé de los tiempos en que vistió el mono del Teatro Universitario La Barraca. Estaba casado con una hija de Arniches, era amigo de Buñuel desde siempre y había estado también trabajando en Hollywood como dialoguista. Se encargó de adaptar los guiones y escribir los diálogos. 


Buñuel, Ugarte y Federico.


                En cuanto a los Directores, hubo dos españoles, prácticamente debutantes y un francés, Jean Grémillon, que ya había dirigido en España con anterioridad (La Dolorosa. 1934). Los españoles, que hicieron más tarde importantes carreras en el Cine fueron Luis Marquina y José Luis Sáenz de Heredia. Las actrices y actores, los más taquilleros del momento y algún aplaudido debut. Tras la cámara y como responsable de la fotografía estuvo José María Beltrán. Resulta curioso que, pese a la insistencia de Buñuel por mantenerse al margen, todas las fuentes consultadas nos lo muestran supervisando la dirección, colaborando en la adaptación y diálogos, dirigiendo él mismo o haciendo dirigir algunas escenas a Ugarte. Nosotros no vamos a entrar en la cuestión de si, como sostienen algunos, fue Buñuel quien rodó las cuatro películas; o bien si no las rodó pero se nota su influencia en muchísimos detalles... o el parecido con sus posteriores obras rodadas en México; pero lo cierto es que ni la empresa Filmófono, ni la crítica del momento ni el indudable éxito de público desmerecieron en absoluto aquellos trabajos. Así las cosas, Filmófono resultó ser entonces una de las dos productoras más importantes de nuestro País. La otra era Cifesa, de la que podríamos hablar algún día.



"El gracejo madrileño con el ritmo
de un film americano"



            Don Quintín el amargao. Dirigida por Luis Marquina (supervisado por Luis Buñuel) y con un guión de Eduardo Ugarte, era el trasunto de una obra de Teatro del suegro de éste, de la que conservaba el tono melodramático con un toque castizo. Se estrenó en el Palacio de la Música de Madrid el 3 de octubre de 1935. Vamos a transcribir el argumento tal y como lo explicaba Buñuel: "Un hombre orgulloso, amargado y temido por todos, disgustado por ser padre de una niña, la abandona junto a una caseta de peón caminero. Veinte años después la busca, pero no la encuentra". Pasan más cosas, pero el nudo de toda la narración está en la escena central de la película en la que por caprichos del destino coinciden padre e hija, sin conocerse. Continuamos escuchando la explicación de Buñuel: "Una escena que a mí me parece bastante buena es la del café. Don Quintín está sentado con dos amigos. En otra mesa están su hija -a la que él no conoce- y su marido. Don Quintín se come una aceituna y tira el hueso, que va a dar en el ojo de la joven". Para algunos críticos esta escena, muy acertada y de la que Buñuel se sentía tan orgulloso, es una prueba más de la autoría del maestro de Calanda. Seguimos contando este fragmento: el matrimonio se levanta, paga y sale sin mediar palabra. Cuando los amigotes de Don Quintín le están felicitando por su chulería, vuelve a entrar el marido, sólo, y obliga a Don Quintín a tragarse la aceituna. Después se marcha, no sin antes arrojar a la cara de uno de los amigotes el licor de una copa de la mesa. Ya no les contamos más. De muestra, ahí van unos fotogramas:



                                                                              
  
       

    La secuencia en cuestión: Don Quintín (Alfonso Muñoz) y sus amigotes (José Alfayate y Luis de Heredia). Al fondo la pareja (Ella es Ana María Custodio). El "Corpus delicti". Herida en un ojo. El marido (Fernando de Granada) regresa. Don Quintín se traga la aceituna. Ducha final al más graciosillo. 
        La película se estrenó acompañada de una adecuada campaña publicitaria, otro de los detalles aprendidos por Buñuel en Hollywood. En 1951 y ya en México, Buñuel repitió la misma película aunque con el título La hija del engaño. Hay un millón de anécdotas girando alrededor del resto de los intérpretes, pero dejamos al criterio del lector el descubrirlas. 

 
"A llenos diarios, ha entrado en su segunda semana"
 (ABC 29-12-1935)

 


        Pasamos a la siguiente película producida por Filmófono: La hija de Juan Simón. Se estrenó el 16 de diciembre de 1935 en el Cine Rialto de Madrid. En esta ocasión el Director fue un jovencísimo Jose L. Sáenz de Heredia. Nuevamente, los expertos atribuyen fragmentos de la dirección a Luis Buñuel e incluso al autor del argumento: Nemesio M. Sobrevila. La trama melodramática, que es lo que gustaba al público, venía como era habitual impregnada de esa especie de feminismo doliente que movía las simpatías del público hacia las heroínas, a menudo seducidas y después abandonadas con una criatura en brazos. Al final siempre había solución, traída por la mano divina o humana, pero  el motor era la caridad, la compasión hacia la pobre tonta (nohaberte dejáo, que se decía entonces) Rara vez brillaba la espada de la justicia. Oigamos de nuevo a Buñuel: "La segunda película que produje, que fue también un gran éxito comercial, al igual que la primera, era un abominable melodrama titulado La hija de Juan Simón. El protagonista era Angelillo, el cantaor de flamenco más popular de España, y el argumento inspirado en una canción. En esta película, durante una escena de cabaret bastante larga, la gran bailaora de flamenco, la gitana Carmen Amaya, muy jovencita todavía, hizo su debut en el cine. Años después, regalé una copia de aquella secuencia a la cinemateca de México". Nuevamente se nos cuentan las desgracias de una muchacha de pueblo, deslumbrada por un señorito que la seduce; todo ello ante los ojos de un buen muchacho, un paisano suyo con prometedor futuro en el mundo de la canción, que la quiere de verdad y que no consigue despertar su interés. Al final todo termina razonablemente bien, al igual que en el caso de "Don Quintín..."
        No vamos a destriparla, pero como con la película anterior, mostraremos unos fotogramas. 


Juan Simón, enterrador. (Manuel Arbó)
Angelillo viendo venir la infamia.
    






        
 

Carmen (Pilar Muñoz) y su seductor. 



Madre soltera y sola.



Una pausa en el rodaje. Angelillo recibe instrucciones de Sáenz de Heredia.
 A su derecha, Carmen Amaya.





El triunfo ante los micrófonos. La fama.


       

                 La película tuvo un éxito arrollador y procuró sustanciosos beneficios a la Productora. Ese cine gustaba al público...porque poder ver (no sólo escuchar en la radio) a Angelillo, cantante popularísimo en en la época, resultaba un poderoso tirón. Más tarde, en los años 50 se rodó una nueva versión. Si son Vds. aficionados al cine, o de los que saben de cine, véan esta segunda película de Filmófono: no permitan -como diría López Rubio- que sean los estudiosos y los universitarios españoles, o los de las universidades de por ahí fuera, que parecen más atentos, los únicos interesados en estas obras. Les proponemos además un acertijo: A ver si encuentran en el reparto a una jovencísima Rafaela Aparicio.

        Si como hemos dicho, Filmófono había apostado seriamente por un cine comercial, con hechuras similares a las películas de Hollywood, su siguiente producción dirigida por Sáenz de Heredia debía tener todas las de ganar. Pero no fue así. ¿Quien me quiere a mí? Se estrenó el 11 de abril de 1936. Para la ocasión se contrató a Lina Yegros como protagonista femenina y a un grupo de actores -Linares Rivas, José Baviera, Manuel Arbó- con sólidas carreras frente a las cámaras y la consiguiente popularidad. En el resto del reparto es fácil reconocer nombres que ya eran habituales en las producciones de la Casa.




         Se esperaba una buena respuesta del público por varios motivos: el primero de ellos, la reciente Ley de Divorcio, promulgada en marzo de 1932. El asunto había sido tratado por tirios y troyanos antes y después de que la Ley fuese un hecho, era un tema actual y tenía posibilidades como para plantear un argumento basado en sus consecuencias. El otro motivo fue que tanto Eduardo Ugarte como Luis Buñuel, autores del guión, habían estado en Los Ángeles trabajando y no les era ajeno el cine con niña que canta, baila y encandila a todos a su alrededor. De hecho, la prensa española tan dada a este tipo de comparaciones, no dudó en llamar a Mari Tere Pacheco la Shirley Temple española. Buñuel nos cuenta: "Mi tercera producción, ¿Quién me quiere a mí?, la historia de una muchachita muy desgraciada, fue mi único fracaso comercial". Como en las películas anteriores, vamos a contar a nuestros lectores "de qué va la peli", pero sin revelar los detalles importantes ni el desenlace.

            Una famosa cantante de Ópera decide retirarse para rehacer su vida tras haber sido madre durante su desgraciada vida matrimonial. Pero su marido, que es "el malo", decide fingir el secuestro de la hija de ambos para hacer pagar a su esposa una fuerte suma. La niñita, metida en una maleta trajinada por delincuentes torpones se pierde, yendo a parar a un domicilio muy peculiar habitado por artistas y bohemios. Uno de los artistas es un compositor que lucha contra el hambre frente al piano en un permanente intento de componer algo vendible. La niña crecerá entre ellos aprendiendo a sentarse al piano y a cantar y bailar. Pese a los postreros manejos del padre natural de la criatura, la cosa termina a plena satisfacción de todos. Aquí incluimos unos fotogramas: 


Lina Yegros es la madre y famosa cantante.
En el hogar adoptivo: Baviera y Freyre.



    Durante la película, Fdo. Freyre se hizo con la confianza de la niña. Se percibe
claramente que conectaron y mucho, lo cual favoreció la credibilidad en las actuaciones de ambos. 





El malvado padre, José Mª Linares Rivas,
 sigue intrigando sin éxito hasta el final.
 

La intérprete (Lina Yegros) y el compositor
 
(José Baviera) terminan unidos por la música.

        ¿Quien me quiere a mí? fue un fracaso para la cuenta de resultados de Filmófono. Se ha especulado sobre si el culpable fue el argumento, el personaje -y las actuaciones- de la niña o si el público prefería más un melodrama que una comedia de enredo. El caso es que ya no hubo Shirley Temple española y Mari Tere Pacheco únicamente volvería a ponerse ante las cámaras en la siguiente producción de Filmófono. 

        Después del tropiezo que supuso su tercera película, la Productora quiso asegurarse un nuevo éxito, para lo cual reunió todos aquellos elementos que le habían funcionado con anterioridad. Para empezar, se escogió otra obra de Arniches: el sainete La alegría del batallón, que tras pasar por las hábiles manos de Ugarte se rebautizó como ¡Centinela Alerta!. En cuanto a los actores, repetían Ana María Custodio y Angelillo, cada uno en la cumbre de su arte por aquel entonces. También repite la niña Mari Tere. De la Fotografía se volvió a ocupar Beltrán y en cuanto a la Dirección, tenemos que hacer algunas puntualizaciones: Luis Buñuel eligió a Jean Grémillon, a quien había conocido en los años que anduvo por París y que ya tenía alguna experiencia dirigiendo en España. Pero nadie quería correr ningún riesgo. Por ejemplo, en los créditos iniciales aparece Arniches como Guionista. Contó además Buñuel: "Propuse a J.G. que viniera a rodar en Madrid una comedia militar titulada Centinela alerta. (....) G. aceptó con la condición de no firmar, a lo que yo me avine inmediatamente, puesto que yo tampoco firmaba. Por cierto, algunas escenas las rodé yo en su lugar o se las hice rodar a Ugarte los días en que Grémillon no tenía ganas de levantarse". La verdad es que Grémillon enfermó nada más llegar a Madrid e intervino más bien poco en el rodaje de esta película estrenada en el cine Rialto de Madrid el 12 de julio de 1937.



   
        El argumento repite el esquema melodramático de las dos primeras producciones, tan del gusto del público. Y por supuesto, había números musicales. Una bella lugareña (Candelas, Ana Mª Custodio) es seducida y abandonada por un señorito de Madrid (Arturo, José María Linares-Rivas) que se desentiende de ella cuando da a luz una niña. Comienza así para ella una vida desgraciada, sin ayuda ninguna y con el rorró en brazos. En su deambular, termina en un pueblo en el que hay acampado un destacamento militar. Allí conocerá a Angelillo, un chico del pueblo llano, bueno como el pan, que está haciendo el servicio militar pero que está llamado a triunfar como cantante. Se enamoran. Hay canciones, muchas canciones, bailes y las eternas bromas y chascarrillos de la vida cuartelera. Todos los soldados protegen a la muchacha e incluso hacen una colecta para ayudarla. 
            Pasa el tiempo, y gracias a los desvelos del joven, que ya ha triunfado en el mundo de la canción como El ruiseñor de Andalucía y que ayuda a la muchacha a montar un negocio ( un estanco que incluye salón de limpiabotas) la cosa parece solucionada. Madre e hija viven felices y sin preocupaciones. Pero aparece el señorito burlador, siempre erre que erre en busca de dinero hasta que, en su intento de incriminar a Angelillo en un robo que ha perpetrado en el estanco, pelea con éste a mamporros y se produce un incendio que tendrá graves consecuencias. Como siempre, ahí van unos fotogramas para situar a los lectores:


Sorprendida bañándose en el río.

Linares-Rivas, seductor irredento.





Sola por el mundo con un bebé.
Conoce a Angelillo.


 Angelillo canta, para apoyar la colecta.


 
Mari Tere atiende a Mapy Cortés.




En su actuación al final de la película,
 Angelillo canta abrazando a Candelas.











   
Aparece el seductor, ávido de dinero.



       La película fue un éxito aunque durante el rodaje el ambiente per-bélico ya se respiraba por todas partes. Finalmente se estrenó en un Madrid inmerso ya en la guerra. El film gustó tanto que después hubo proyecciones de la misma en los cines de ambos lados de la contienda. Buñuel nos aporta de nuevo su testimonio: "Mientras hacíamos el montaje, había tiroteos por todas partes. La película se estrenó en plena guerra civil con gran éxito, éxito que se confirmaría en los países latinoamericanos. Por supuesto, yo no me beneficié de él".

        La Guerra Civil, estalló como una tormenta de lluvia y viento huracanado que abriese violentamente la ventana de una habitación,  agitando las cortinas, empapándolo todo y desparramando los papeles de la mesa en un loco remolino. La lámpara rota en el suelo y sin más luz que la producida por los intermitentes relámpagos. 

        Filmófono, la prometedora Productora que tenía tantísimo  camino por delante (Buñuel quería adaptar obras de Galdós sin poner reparos en su firma), que había sido organizada con criterios innovadores, con una visión clara de la empresa moderna a la manera de Hollywood... se fue al traste. La mayor parte de sus actrices y actores marcharon al exilio: o directamente o aprovechando las giras de las Compañías Teatrales. Otros, que habían colaborado en documentales    y producciones de propaganda bélica rodados durante la Guerra, terminaron exiliándose al final, engrosando la larga lista de las gentes de nuestro cine que marcharon a Francia para seguir camino hacia México, Argentina, y demás países americanos. Entre los actores, algunos muy famosos en la época, podemos citar a Rosita Díaz Gimeno, Angelillo, Carlos Martínez Baena, Ángel Garasa, Francisco Reiguera, Consuelo Guerrero de Luna, Jaime Salvador, Carlos Velo, Ana Maria Custodio,...la lista no es interminable pero sí larga y cada caso tuvo sus peculiaridades, en ocasiones angustiosas. Los lectores pueden consultar muchos de estos casos en nuestra Entrada -a la que nunca ponemos el cartel de "completa"- Hispanoamérica y nuestro cine. El Exilio), que por su extensión está desdoblada en dos. 
            No nos olvidamos de los demás profesionales del cine que tuvieron que optar por marcharse o afrontar posibles represalias. A México (nuestros Cine y Teatro nunca terminarán de dar las gracias a su Presidente Lázaro Cárdenas) marcharon directores como Antonio Momplet o Luis Buñuel; También Eduardo Ugarte y otros guionistas como Gómez de la Serna o Martínez Sierra. Y profesionales de gran valía como el director de fotografía José María Beltrán, considerado el mejor operador de España en aquel momento. Hubo también escenógrafos y figurinistas, como Fontanals, Gregorio Muñoz o Santiago Ontañón, y también operadores, maquilladores...
            Lo que fue sucediendo en España durante la larga post-guerra está en los libros especializados. Sí podemos recordar aquí que de los exiliados, unos volvieron y otros no; dependió en muchos casos de los necesarios avales y garantías de inmunidad. El propio Urgoiti, exiliado en Argentina en un primer momento con intención de continuar como Productor (llegó a producir dos películas y dirigir una de ellas), regresó pronto a España (en 1943) y continuó trabajando en la industria farmacéutica hasta su fallecimiento en 1979. También Buñuel regresó, haciendo cine en España de modo intermitente. De los que optaron por unirse al bando nacional están los dos directores que se estrenaron en Filmófono. Contratados por Cifesa, consagrada tras la Guerra Civil como la primera productora del País, trabajaron durante años Luis Marquina y José Luis Sáenz de Heredia. Éste último era primo carnal de José Antonio Primo de Rivera y al comienzo de la contienda estuvo durmiendo en los bancos de los parques madrileños por temor a acudir a su propio domicilio. Cuando finalmente le detuvieron, Buñuel logró salvarlo de una muerte casi segura, tal y como cuenta en sus memorias.
            

Bibliografía selecta: 
Mi último suspiro. Luis Buñuel. Plaza & Janés. 1982.
Agradecimientos:
a Julia Cela, de la Universidad Complutense de Madrid por su trabajo La empresa cinematográfica española Filmófono. (1929-1936).