Archivo del blog

LA MUJER: MOTOR DE LA TRAMA EN "PLÁCIDO"


 



                        Acerca de Plácido, sexto largometraje de Luis Gª Berlanga  estrenado en 1961 se ha escrito mucho, al igual que de sus otras obras de juventud. Ya recordarán Vds. que el guión aparece firmado por el propio Berlanga además de José Luis Font, de José Luis Colina y de Rafael Azcona; fue esta la segunda y última contribución de Colina en un trabajo de su amigo  mientras que Azcona se estrenaba en lo que ha resultado ser una colaboración genial y duradera con el realizador valenciano. También sabrán Vds. muy probablemente que Plácido recibió dos premios del Círculo de Escritores Cinematográficos: al Director y a la película; que el Sindicato del Espectáculo, por su parte, distinguió como mejor actor de reparto a Manuel Aleixandre, y que además, la película fue nominada al Oscar como mejor película de habla no inglesa. La música la puso Asins Arbó (El verdugo, La vaquilla), la fotografía estuvo a cargo de Paco Sempere (Calabuch, Los jueves milagro) y Alfredo Matas anduvo con el asunto de la producción.

         Sobre la idea generalizada de que el guión se inspiró en una campaña oficial llamada Siente un pobre a su mesa, no hemos encontrado ninguna evidencia. Al menos no en la prensa nacional, ni siquiera en los archivos del No-Do. Cabría la posibilidad de una iniciativa diocesana o radiofónica, a nivel muy local y no circunscrita precisamente a la Nochebuena. Sentimos tener que hacer esta aclaración porque lo de la campaña oficial lo han venido repitiendo, copiándose entre sí, muchos expertos que ni tan siquiera vivieron el franquismo. Eso no quita que, en efecto, la película critique la hipocresía social y la falsa caridad.

                Plácido es una película que nos encanta ver, sobre todo en las largas tardes de Nochebuena, mientras se atienden los últimos detalles en la cocina y se espera a los invitados. Y como sucede con otras películas de nuestro querido Berlanga, volvemos a deleitarnos con ella una y otra vez porque siempre descubrimos algo nuevo, algún comentario o detalle dentro del discurso coral, y porque nos retrataba tal como éramos (y como somos), con ternura, con ironía y con bastante mala leche. 

        Existe además un detalle que alegrará a los conquenses que no lo conozcan. Berlanga dijo a propósito de Plácido: "La historia estuvo siempre pensada para hacerse en una ciudad de provincias. (....) La ciudad de provincias que más me gusta, la ideal para mí y que parece que debido a una serie de circunstancias estoy condenado a no sacar en ninguna de mis películas es Cuenca. (...) Al final, cuando ya Siente un pobre a su mesa estuvo terminada en su fase escrita, vi que tenía que ser hecha en una ciudad más apaisada, más tranquila, sin esa ruptura de paisaje que tiene Cuenca".  

               Aquí no vamos a hablar de los famosos planos-secuencia del Director, de la dificultad para los extranjeros de poner subtítulos a sus películas porque en ellas hablan todos a la vez o de otras cuestiones técnicas de las que ya se ocupan los expertos. Tampoco tenemos mucho que añadir sobre la incomunicación que denuncia el film o los valores de tipo crítico o realista que posee. No. Aquí vamos a tratar de poner en evidencia el hecho de que en Plácido, la mujer es el elemento protagonista que une entre sí y condiciona todas las historias contenidas en el relato. Dicho esto, hemos de añadir que por supuesto hay un Plácido Alonso, un Quintanilla, un Zapater, un Notario, un señor Galán y un señor Helguera, sin faltar un moto-carro, una letra de cambio, unas ollas Cocinex y un deleznable director de Banco.. pero son meros comparsas, figurillas de un teatrito infantil movidas por las hábiles manos femeninas que cuentan su historia, que representan una obra protagonizada por ellas.

     


Rodando las escenas del Casino. Eran principalmente cuatro,
 bastante complicadas, y precisaron diez días de rodaje.

                                



        

            En el argumento de la película, rodada finalmente en Manresa, la acción transcurre en una pequeña capital de provincia. La diosa indiscutible del Olimpo local es Doña Encarna (Amelia de la Torre)señora de Galán y Presidenta del Comité de Damas que hace y deshace a su antojo cualquier cosa que se proponga. Doña Encarna es una pueblerina con dinero, que mata su aburrimiento en una lucha continua por ser "la más". A ella los pobres y la caridad le importan un bledo, lo que desea es seguir siendo la más distinguida de la comunidad y para ello dirige la campaña de Navidad y cuantas iniciativas le permitan lucirse. Su marido, Don Edmundo Galán resulta casi invisible. Su futuro yerno, el imbécil, mezquino e inútil Gabino Quintanilla (José Luis López Vázquez), no es ningún protagonista sino un bufón cuyos cacareos se escuchan durante toda la película. Mandadero de Doña Encarna y futuro yerno por su noviazgo con Martita, (Mari Carmen Yepes) iniciado seguramente por eliminación ante la escasa oferta local.  

    Para controlar la llegada del tren de Madrid "con las artistas" Doña Encarna se instala con su cohorte en la Estación ferroviaria: da órdenes al Jefe de Estación, se zampa un buen trozo del pavo que han de comerse los comparsas y añade carbón a la estufa como si se encontrase en su propia casa.

 



                                                         


      
      Al llegar el tren, no pierde el tiempo y corre para estar en un primer plano cuando bajen los astros de la pantalla. Pero al comenzar a aparecer las actrices, jóvenes, guapas y bien vestidas, le falta tiempo para dejar caer un venenoso comentario:


"Serán unas pelanduscas"

        La reina de las fiestas locales, que para la ocasión sale  disfrazada y capitaneando a las damitas de la caridad es su hija Martita, malcriada y caprichosa, quien junto a su inseparable amiga Fuensanta echa rápidamente el ojo a un joven galán del cinema. De repente se olvida de su impresentable novio (al que momentos antes ha utilizado de fotógrafo y ha arrebatado el abrigo) y se deja arrastrar por el instinto. Las hormonas están ahí por algo y el soplo de aire fresco que trae el mundo del cine nos las muestra ya desinhibidas:


"creo que me ha guiñado el ojo"
"no te hagas ilusiones, ha sido a mí"


        Otra mujer al mando: esta vez una Hermana de la Caridad (María Francés) reprende a uno de los ancianos asilados porque en lugar de ir a un entierro (formar parte de sus comitivas genera algún ingreso al Asilo) ha acudido a la Estación. Le ha pillado porque esconde el cirio debajo de la raída chaqueta:


"Trapalón, a usted le tocaba entierro"
"No hermana, yo quería ver a las artistas"

        Aunque también ella sucumbe al entusiasmo general, seguramente con la esperanza de que todo aquello traiga algún beneficio al batallón de desheredados que pastorea. 

 


      Se organiza una cabalgata con vehículos de todo tipo que transportan artistas, damas de la caridad y un cuadro plástico, montado en el moto-carro de Plácido Alonso (Cassen), que representa una caricatura del rico y el pobre compartiendo mesa y mantel. El cortejo llega al Casino y allí, ante el público, se procede a la subasta de las artistas. Se puja por el privilegio de que una de ellas cene en el hogar del mejor postor. Y aquí vuelven a adquirir todo el protagonismo las mujeres: Actrices de variedades con algún papelito cinematográfico en su haber, pero que ante los provincianos ojos del público resultan exóticas, atractivas y sensuales. Las féminas locales las consideran una peligrosa amenaza. 


Erika (Laura Granados) y Maruja Collado (Carmen Valencia).


Lali (Gloria F. Osuna)
Paquita del Toro

        Hay otra mujer que interviene en la subasta, pero desde el público. Está enfadada y riñe entre dientes a su marido: éste ha hecho la última puja cuando las cantidades subían como la espuma y le han dejado solo, resultando adjudicatario y perdiendo así la paga extraordinaria de Navidad que lleva, calentita, en el bolsillo. 


"Verás como te la ganas"
"Mujer, me estaba mirando jefe"

        Durante la subasta de las artistas, Martita y Fuensanta se han comportado como era de esperar. Todo se precipita cuando llega el momento de entregar las ollas Cocinex a los concursantes; Debe hacerlo Martita, por ser la reina de las fiestas, pero no aparece. Gabino la busca por todo el Casino y al final la encuentra: Esta con Fuensanta en uno de los salones, cosiendo el pantalón del galán cinematográfico (Juan Manuel Simón), que aguarda sentado en calzoncillos, charlando.
 



        La aparición del enfurecido Gabino, que abronca a Martita y se la lleva de vuelta al escenario para que entregue las ollas, deja el campo libre a Fuensanta, que consigue invitar al galán a cenar a su casa:


"¿Y ezte hombre porqué ze pone azí?"
"Es el novio de Martita. Yo no tengo compromiso".
 
           
         Terminado el acto, el resto del público pasa a recoger un pobre para llevárselo a cenar a casa. Hay para elegir: o pobre de la calle o pobre del asilo. El impasible Señor Notario (José Orjas), que ha levantado acta de la subasta con su acostumbrado rigor y dignidad, nada más abandonar el escenario empieza a sufrir los reniegos de su esposa, Doña Rosario (Camino Delgado) nada contenta con el aspecto del pobre que les han asignado.


"Prefiero aquel de allí: que está más arregladito"
"Mujer...es el que nos ha tocado".

            La paz de espíritu del grave fedatario público seguirá siendo atormentada: Después de la cena, su pobre (Vicente Llosá), bien comido y bastante bebido se pone impertinente, canta y requiebra a la señora. Ella está fuera de sí. Su marido protesta débilmente. Será todo lo Notario que quiera, pero allí manda ella.


"Te has empeñado en darle de beber,
 y ya ves cómo se ha puesto"


        Entre tanto, la emisora local está retransmitiendo el aperitivo en casa de los Galán. El pobre, la artista, la familia y el locutor rodean una mesita que atienden las dos diligentes y profesionales doncellas de la casa. Doña Encarna se aproxima al micrófono cuanto puede para decir: 
         

"¿Caviar?"


        Algo ha sucedido: el pobre que cenaba en casa de los Helguera, el Pascual, (Antonio Gandía) se ha puesto gravemente enfermo. Al terminar su cena, toda la familia Galán se encamina al domicilio de Doña María, Señora de Helguera (Julia Delgado Caro), para interesarse por el enfermo. Al conocer la inminente visita, Doña María se ve poseída por un gran nerviosismo: Ella y Doña Encarna son rivales en la sociedad local. No se hablan, porque los Helguera son republicanos y Doña María, en el fondo, tiene complejo de inferioridad. No debiera, ya que Maruja (Carmen Contreras) su hija, es una chica sensata, casada con un Registrador de la Propiedad y madre ya de dos niños. Pero en su febril actividad para estar a la altura ante la visita, Doña María reprende a Antonia, la criada, (Amparo Gómez Ramos) por no llevar bien puesta la cofia, sin hacer caso de sus protestas. Intenta acostar al pobre en la cama de la criada, la cual vuelve a negarse. Dá órdenes y más órdenes. ¡Antonia!,¡Antonia!. Manda entonces, que se acueste al pobre en su propia cama, pero echando colonia "de esa de los mosquitos". A Antonia la envía a avisar a un vecino que es dentista (José Gavilán).


Bibiana (Mary Alda) y Josefa (al piano) las
estrambóticas hermanas del dentista. Fueron captadas
 para la ocasión en la no menos peculiar Taberna Bohemia de Barcelona.


         Doña María acosa también a su esposo Matías (José Franco)  haciéndole que se vista más correctamente. Antes ya le ha ordenado que apagase la radio.. Este Matías Helguera es otro títere en  el argumento: se pasea por la casa en batín y se le da una higa cuanto sucede, interesado únicamente en el turrón que va comiendo de un platito.


"¡Qué zafia es usted, mujer!"



"!No señora, en mi cama no"


        Llega toda la familia Galán, con un sacerdote (Ángel Company), y en un momento se congregan allí el dentista, que sube porque se lo han pedido, llevando consigo a su pobre (Luis Ciges); Plácido, con su mujer (Elvira Quintillá), su suegro (Lepe) y los niños; un vecino de la escalera, capitán retirado del ejército por si hace falta una autoridad y naturalmente toda la familia Helguera. El pobre se muere y encima se enteran de que vive en concubinato con otra anciana beneficiaria de la campaña. ¡No puede morirse en pecado mortal! ¡Hay que casarlos! y envían a por la pobre concubina. Mientras, Martita pide que le den un anís y llama furtivamente a casa de Fuensanta. Apenas puede cruzar unas palabras con el galán: Gabino la sorprende, le arrebata el teléfono y suelta a través del auricular unas bravatas lastimeras.


Concheta, encantada por las atenciones
y cariño que le dispensa Marilú
.


         La anciana que hace vida marital con el moribundo es Concheta, (Julia Caba Alba) nuestra primera heroína. Le ha tocado ir a cenar a casa de la Marilú (Amparo Soler Leal) una prostituta local, mantenida y con pisito, que tiene que atender a su protector (Antonio Ferrandis). Este Ramiro -que así se llama el fulano- es seguramente un hombre casado y con familia que se ha presentado allí en plena Nochebuena, quién sabe urdiendo qué mentiras. Marilú también debe atender a Concheta, su pobre de la campaña. Cuando llaman a la puerta esconde al rijoso Ramiro en un armario y sale a abrir con el susto en el cuerpo. Eran otros tiempos. Marilú es nuestra segunda heroína; seguramente ha optado por esa clase de vida al no poder acceder a otra. Esta mujer consigue contentar a su patético visitante como a un chiquillo, pero está harta de él. Y se le nota.


La Marilú.


        Se llevan a Concheta a casa de los Helguera, donde ya se la espera rezando el Rosario. 
 

Las rivales, en un inesperado cara a cara.

        La misión que se han propuesto entre todos es casar a los pecadores in articulo mortis. La inocente Concheta, que lleva viviendo con Pascual no se sabe desde cuando, se ve superada por la situación y se presta a la farsa con inocencia y bondad. Es probable que aun siendo tan mayores los dos, haya tenido siempre la secreta ilusión de verse casada, remediando así una situación anómala y mal vista en aquellos tiempos.


Concheta, con velo y ramo, visiblemente emocionada,
y maltratada hasta el último momento por su pareja..


"Diga usted que sí, Pascual"

       Tan precipitada boda no va por buen camino. Las preguntas rituales del sacerdote y los comentarios de ánimo y reconvención de los presentes no logran convencer al Pascual, quien con un pie aquí y otro allá, niega con la cabeza una y otra vez. No quiere casarse. No escucha  siquiera las súplicas de Concheta. Pero Doña Encarna no se resigna: coge al enfermo por el cogote y le mueve la cabeza consiguiendo una especie de asentimiento. El cura bendice a los así recién casados y el hombre fallece poco después. Nuestra campeona del decoro y las buenas costumbres se anota un tanto.
        Nuestra tercera heroína es la Emilia, la mujer de Plácido. Habitualmente contribuye a la economía familiar haciendo de señora de los lavabos municipales, donde pasa gran parte del día con los niños: Tiene un hijo de unos siete años y lleva en brazos a una niña de muy corta edad. Al salir de trabajar ha seguido al ignorante de su marido durante todo el periplo de casa en casa. Plácido, tras la boda y la muerte del Pascual, acepta -a cambio de una gratificación- llevar en el moto carro a Concheta y al cadáver hasta la chabola donde habitaban. Cumplida la diligencia y cuando por fin llegan a casa, Emilia teme que la niña haya enfermado. Además se espera de ella que prepare la cena de Nochebuena. Su condición de hija, esposa y madre la obliga una vez más y, a regañadientes, algo preparará. Con tantas idas y venidas el reloj debe marcar ya las dos de la madrugada. Esta mujer representa a otras muchas de aquella época, y a bastantes de las de ahora.


"Ahora ya no tengo ganas de nada".


Cansada y harta.


            Todavía saldrá a la calle para defender la dignidad de su familia, cuando un airado comerciante les amenaza e insulta a gritos, escandalizando en mitad de la noche. La causa ha sido que su cuñado Julián (Manuel Aleixandre), un inútil integral hermano de Plácido, había sido contratado ese día para repartir cestas de Navidad. Al rechazar un destinatario lo que consideraba un soborno, Julián había decidido quedarse con la cesta, sin pararse a pensar en las posibles consecuencias.

                Se aleja el cruel comerciante con los despojos de la cesta, mientras un villancico, que habla de la falta de Caridad en este mundo, acompaña el cartel de