Archivo del blog

MI TIO JACINTO



 

            En esta Entrada vamos a hablar de varias cosas: La principal, la película que se anuncia: Mi tío Jacinto (1956); de sus dos intérpretes estelares, cada uno en su estilo: Antonio Vico y Pablito Calvo; de su Director Ladislao Vajda y también repasaremos las curiosas relaciones entre nuestro País y Hungría. 
     

  
        
        La película la veremos después paso a paso, como tenemos por costumbre, pero sin destriparla, no sea que alguien se anime a buscarla o se la encuentre programada en Televisión. Rodada en 1956, forma parte de ese Cine hecho en España por magníficos realizadores en una época difícil por muchos motivos. Se ha hablado con frecuencia del neorrealismo "a la española" y creemos que sí, que fue un hecho: se hicieron en esa época muchas películas que encajan en tal categoría: El último caballo, Segundo López aventurero urbano, Surcos, Esa pareja feliz y otras cintas que contaban una historia, que podía ser cómica o tragicómica, o tremendamente amarga, procurando que el argumento y la ambientación social y urbana fuesen reales, aun siendo duras y descarnadas. Dificillo en la época. 

        Ladislao Vajda rodó su historia en el Madrid de mitad de los años 50, en los barrios populares donde la gente humilde y no tanto trataba de buscarse el sustento con actividades más o menos lícitas: timadores de toda laña, ropavejeros, mendigos, rateros, clientes de tabernas y bodegas, organilleros e incluso ruinosas comisarías de Policía. Resulta curioso que en este trabajo tan bien hecho, ninguno de los guionistas fuese español salvo José Santugini : Andrés Laszlo,  Max Korner, Gian Luigi Rondi y el propio Vajda. 
 Los madrileños de cierta edad estarán nuevamente de enhorabuena, reconociendo esto y aquello.
 


           En los papeles más importantes encontramos a Pablito Calvo (Pepote) que es quien lleva todo el peso de la película. Auténtico niño prodigio dotado de un carisma especial, ya había dado mucho que hablar el año anterior a las órdenes del mismo Director con Marcelino Pan y Vino. Antonio Vico (Jacinto) su compañero protagonista, actor de reconocido talento al ejecutar papeles cómicos con tintes de antihéroe. Fue un eslabón más de una larguísima saga de famosos actores de nuestro Teatro y comienzos del Cine. Aprovechamos para recordar a su hijo Jorge, protagonista junto a Josette Arno en Novio a la Vista (Berlanga) fallecido a los 43 años. También Pablito Calvo, hecho ya un adulto y alejado del cine, murió a los 50 años.


  
        
        Ladislao Vajda era húngaro. Hizo Cine en muchos países: Portugal, Italia, Francia, Reino Unido, Alemania y España, donde rodó sus mejores trabajos y donde se nacionalizó. En 1938 estaba en Italia donde dirigió dos largometrajes. A Mussolini no le gustó el segundo (Giuliano de Medici. 1941) en el que actuaba nuestra Conchita Montenegro y la prohibió. Aquel fue el motivo de que se viniese a España para poder seguir trabajando. Debutó con Se vende un palacio (1943) y continuó con otras cintas de calidad (si tienen curiosidad, consulten en la Red) hasta llegar a "Marcelino.." y "Mi tío Jacinto", las dos premiadas en Cannes y Berlín. Más tarde fue el primero en adaptar una novela de Friedrich Dürrenmatt, escritor suizo quien terminó firmando también el guión de la película y vendiéndolo como libro con el título de La promesa (1958). La película resultante, rodada en Suiza, fue El cebo (1958) que narra las fechorías y captura de un asesino en serie de niñas. Después se han llegado a rodar hasta tres versiones más: la última de Sean Penn, titulada El juramento (2001) e interpretada por Jack Nicholson. 
        Más tarde, en los años 60 realizó algunas obras menores aquí y allá. Afirmaba no tener problema alguno con la Censura: todos sus guiones le eran devueltos sin la menor anotación. Como nota anecdótica diremos que se le considera el descubridor de Sara Montiel. Rodando precisamente con ella la película La dama de Beirut (1965), falleció Vajda en Barcelona de un infarto. Tenía 58 años. 



        Habíamos prometido hablar también de las relaciones de nuestro País con Hungría. ¿No les parece curioso que gente tan valiosa como Vajda, o el fotógrafo Muller, al igual que numerosos futbolistas (Csoka, Kubala, Puskás) de la época, vinieran a España por aquel entonces? Cuando estalló la revolución húngara contra la URSS en 1956 se encontraba en España el mejor equipo del fútbol húngaro, el Honved, compitiendo con el Atlético de Bilbao por la Copa de Europa. La simpatía de nuestros compatriotas hizo que la Cruz Roja Española iniciase una campaña de ayudas mientras que la embajada en Madrid recibió muchísimas donaciones voluntarias para ayudar a los rebeldes en la lucha por su libertad. 




    Pero lo más curioso de todo esto fue que, Franco, ante la pasividad de la O.N.U. propuso enviar tropas de España a Hungría para ayudar a la Resistencia. Serían hasta 100.000 voluntarios que desembarcarían en Sopron. Aunque parecía un poco la locura de la División Azul y como el lema "Rusia es culpable" latía aún en el pensamiento de gran parte de la población, el plan se llegó a gestar en sus primeras fases: Reclutamiento de unos 2.000 húngaros refugiados en España más un montón de españoles, fundamentalmente de la Universidad de Valladolid. Al final no hubo nada, pero así fueron las cosas. Es Historia. Nuestro Centinela de Occidente intentaría ahora enviar tropas a Ucrania. Nada de material bélico, ni de tirar la piedra y esconder la mano. A fin de cuentas, ¿Para qué sirve la O.N.U.? se preguntan muchos.  

        Vamos a "ver" la película como tenemos por costumbre. 



       Madrid amanece, que cantaba aquel desventurado, pero sobre Madrid en su totalidad, es decir, sobre los barrios de la gente acomodada y los barrios en los que florecen las chabolas apenas habitables. En una de estas barracas viven Pepote y su tío Jacinto. Éste último es un antiguo torero al que ya nadie contrata; tullido, auto compasivo y alcohólico. Su sobrino, pese a su corta edad, representa todo lo contrario. Para él la cabaña que habitan es su palacio y en sus quehaceres cotidianos se juntan el niño que juega cuando puede y el cariñoso lazarillo, hacendoso y hábil para ganar algún dinerillo, que ayuda a su tío sin juzgarle ni pedir nada a cambio. No se nos dice, pero seguramente quedó huérfano de padre y madre y Jacinto lo acogió, tratándole como a un hijo.



 
    Las secuencias iniciales se van a alternar: En unas se nos narran las mil gestiones que hacen los Carteros para hacer llegar el correo a sus destinatarios. Hay una carta para "Jacinto, matador de novillos" a quien no logran localizar. Preguntan aquí y allá, en una portería, a una vecina, de una dirección a otra, sin resultado.

 
        
    En las otras secuencias vemos a Pepote empeñado en las mil actividades que desarrolla diariamente para la subsistencia de ambos sin dejar de ser el niño que juega a la menor ocasión. Corre bajo la lluvia pisando charcos para llegar hasta la lechería y comprar el desayuno para el resacoso Jacinto. De paso arregla su humilde juguete: un molinillo movido por chorro de agua de lluvia que baja por el terraplén. O acepta hacer "de toro" para unos chavales a cambio de unas monedas. Regresa a la chabola, despierta a su tío y cuando ambos salen para encaminarse a su merodeo diario, Jacinto encuentra prendida en un árbol frente a su barraca, la carta que por fin ha llegado a manos de un "Jacinto". Para ir al barrio madrileño en el que llevan su vida cotidiana cogen el tranvía: no pagan, utilizando el truco de dejar pasar a todos delante para viajar en el estribo. Se nos muestra también a niños de corta edad que lo hacen sentados en el tope del vagón. Y que nadie diga "que no pasaba nada".



Niños viajando en el tope del vagón. Esto era habitual,
 pero ¿y la Censura?
         
    
        En la carta, que evidentemente no era para él, se informa a un "Jacinto, matador de novillos" que tiene un compromiso profesional para torear en un festival taurino nocturno. Percibirá 1.500 pts. por su actuación. No era para él, sino para otro Jacinto. El nuestro hace muchos años que no es matador y mucho menos tiene firmado contrato alguno. Pero la ocasión la pintan calva, así que decide asegurarse, reivindicando con firmeza que él es Jacinto, torero.


Rafael Bardem, el mejor de la estirpe.


                A partir de este momento, la película se convierte en la lucha de tío y sobrino para reunir el dinero que cuesta alquilar un traje de luces; y también el pretexto argumental para mostrarnos una galería de gentes en busca del sustento: unos legales y otros al margen de la Ley. Tío y sobrino recogen colillas, les sacan el tabaco y acuden a venderlo a un mayorista. Sacarán unas pesetillas.
      Vemos también a un timador (Miguel Gila) que "obligado por la enfermedad de su mujer" necesita vender un artículo personal a un transeúnte. Intenta contratar a Pepote para dar mayor lástima y empaque familiar al timo, pero Jacinto se lo impide violentamente.




    

    Veremos a un honrado vendedor de Nicanores, a una bondadosa vendedora de filatelia que trata a Pepote con cariño, a un relojero que tiene contratado a Pepote para que todos los días, a las doce, le ponga en hora los numerosos relojes -de pared, de sobremesa- que tiene en la tienda y también a un vendedor de relojes falsificados que complica a Jacinto pasándole parte del negocio. La policía atrapará a ambos: a su viejo conocido Sánchez (Pepe Isbert) delatado por el propio Jacinto y a éste, al que dejan libre por falta de antecedentes. 
 





   



        En la Comisaría, mientras se instruyen todas esas diligencias en plan casi doméstico, reprendiendo a uno y aligerando a otro de su mercancía, el Comisario (José Marco Davó) está dictando una carta dirigida a sus superiores denunciando las pésimas, incluso insalubres condiciones del cuartelillo que regenta. Y lo hace sin callar nada. Este es un detalle más de los muchos que nos sorprenden de la Censura: La película está llena de denuncias, de tipo humanitario, de tipo social e incluso oficial.  
       
       Pepote gana un dinerillo más jugando al guá: vende todas las canicas que ha matado a los otros chiquillos. Hace de auxiliar, pasando el platillo, para un organillero... Jacinto acepta una chapuza de transportar unos cabezales metálicos de cama con un carretón, pide trabajo en una obra, descarga sacos hasta caer exhausto...pero no llega el dinero para el traje. Finalmente alguien le propone un trabajo bastante bien pagado: Tiene que ir a un restaurante, vestido con guardapolvos y gorra, "para llevar las nuevas guías telefónicas y retirar las viejas". Y es que en una mesa de dicho restaurante se está intentando vender un cuadro falsificado a un turista. La guía de Madrid que llevó Jacinto tiene contrahecho el número del Museo Del Prado, a donde telefonea el timador sacando el número de la guía: un falso empleado del Museo certificará la autenticidad del lienzo, convenciendo así al comprador. 




        Como Mi tío Jacinto fue una coproducción hispano-italiana, encontramos en el reparto a Paolo Stoppa (falsificador, foto izquierda) que también hizo de maestro en Los jueves milagro, al relojero que emplea a Pepote (Guildo Bocci) y algún otro actor italiano. Finalmente, tras un enfrentamiento, se llega a un acuerdo con el ropavejero que alquila el traje (Juan Calvo).



         Como era costumbre, el alquiler incluye la compañía de un empleado del prendero. Éste, provisto de una maleta, lleva la ropa particular del torero hasta la plaza y espera a que termine el espectáculo. Después, cargando ya con el traje de alquiler, regresará a la tienda.  

Este fotograma se ha hecho célebre porque es en sí mismo la crónica de un País. Permite apreciar el aspecto de una parada de Metro, la dignidad del insólito pasajero vestido de luces, y el ropero, armado de maleta y paraguas para proteger la mercancía alquilada. El anuncio es de la Sal de Frutas ENO.


        
        Y ya estamos en la plaza de Las Ventas. Esa noche, el tiempo amenaza lluvia. Jacinto se enfrenta a su primer astado y comienza a llover. Aunque él no se inmuta, el cielo se le cae encima al comprobar que unos payasos se meten por enmedio estropeándole la faena que  venía siendo muy lucida. Comprende entonces que se le había contratado para un Festival taurino, también llamado charlotada. Aunque se enfrenta a la lluvia y a los payasos, el público huye a toda prisa para refugiarse de la intensa lluvia.


 






        Todo ha terminado. A fin de cuentas, Jacinto ha vuelto al ruedo. Ha tenido su momento de gloria, y ha ganado unas pesetas. Creyendo que Pepote no ha contemplado el espectáculo, le relata su faena con pinceladas de maestría. Al final, entra a matar armado con un paraguas que se clava en un árbol de la vereda.

  

                                         


        Si pueden, véanla. Vale la pena y contiene mucho más de lo narrado aquí. Es de lo mejor de nuestro Cine.