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IRREPETIBLES: MANOLO ZARZO (1)

 

        En Febrero de 2020, poco antes de que comenzara la pesadilla del coronavirus echaba a andar nuestro Blog. Hemos llegado hasta aquí y esta entrada que hace el número 50 se la dedicamos con todo el cariño a Manuel López Zarza, Manolo Zarzo, un pedazo de actor, trabajador incansable y buena persona. Hablaremos de su vida familiar sin meternos entrar en detalles que no vengan al caso; del actor pero sin ponernos pesados detallando película a película y de sus opiniones sobre el cine que son como la de Vd. o la mía: nunca han pretendido sentar cátedra.  

           Su padre que era de Mula y su madre salmantina se conocieron en Madrid, trabajando. Manuel nació en la primavera de 1932, en la Colonia de los Carteros del barrio de Ventas, de modo que tenía siete años cuando terminó la Guerra Civil. Era el pequeño de ocho hijos. Y si hemos de hacer caso a los expertos cuando afirman que las vivencias de la infancia determinan nuestra vida adulta, Manolo Zarzo es una prueba viva de ello.


Arriba, a la derecha, la Colonia de los Carteros.

      

                Según sus propias palabras, mi familia era de clase obrera, pero en mi casa se respiraba felicidad, risas y amor. La vida me ha dado muchas recompensas. Sus recuerdos de la Guerra Civil -y de la posguerra- son escasos. Su padre, albañil de profesión, pasó el conflicto haciendo de camillero de la Cruz Roja en el Madrid sitiado. Y su madre, comadrona, les llevaba al teatro siempre que podía. De la vida cotidiana durante aquellos años sólo recuerda el haber suspirado por comer pan blanco y el odio a las lentejas, que eran con frecuencia el único alimento en la mesa familiar. Si le preguntas, te dirá que la Guerra Civil fue una mierda, la mayor tragedia de este País, hermanos y vecinos denunciándose y matándose entre ellos. Con todo, aunque Manolo y su hermana Pepa debieron venir al mundo con el amor a las tablas en los genes, por aquellos años y en una familia humilde -y numerosa-, sólo el talante de libertad y amor a la cultura de los padres podía asumir como natural que tanto él como su hermana Pepita asistieran a una academia de baile y participaran en representaciones de barrio por la contornada: barrio de Los Lanceros, Villa de los Toreros La Guindalera y su propia Colonia. Y de los dos, fue su hermana la que abrió camino para ambos. 

        Cuando todavía eran muy jovencitos, Pepita y él formaron un dúo cómico y fueron contratados por varias compañías ambulantes, pero fue su incorporación en Los chavalillos de España lo que les proporcionó el espaldarazo artístico definitivo, recorriendo numerosas ciudades españolas. Corría el año 1948 y nuestro hombre tenía 15 años. Aquellos chavalillos fueron más tarde Los muchachos de España. Existe una anécdota entre Lina Morgan -compañera de elenco- y Manolo que después se ha aireado y quizá exagerado; mantuvieron una relación amorosa que por aquel entonces consistía en algún beso robado y poco más. Lina Morgan tenía 13 años y abandonó la Compañía dos años más tarde.

 



        Y sucedió lo que habría de cambiar la vida de M.Z., cuando Antonio del Amo, un joven Director de Cine, se fijó en aquel muchacho durante una representación en el Teatro de La Latina y le ofreció un papel en su próxima película. El hecho es que Manolo Zarzo se estrenó en ese mundo dando vida a un personaje bastante relevante en Día tras día (1951), que era la película número seis del Director. 

        

"Era un papel muy bonito.
 Yo hacía de amigo de los protagonistas".

        Todavía se pondría Manolo a sus órdenes en tres películas más: El pescador de coplas (1954), Sierra Maldita (1954) y Saeta de Ruiseñor (1957). Durante los tres años que transcurrieron entre sus dos primeras películas, Manolo volvió al Teatro, como miembro de la Compañía de  Gracia Montes. Nótese para subrayar la permanencia y veteranía de Manolo Zarzo que sus compañeros de reparto en las cuatro películas    fueron gentes como Rubén RojoMarujita DíazTony LeblancVicky LagosJosé PradaManuel GuitiánManuel RequenaMarisa de Leza o Mario Berriatúa. Ya no queda ninguno vivo, ni el Director, que falleció en los años 90 del mismo modo que el prometedor Berriatúa. "Te diré que es duro ver películas en las que todos tus compañeros han muerto" confiesa Manolo. Sin duda.

        En 1958 se había estrenado Las chicas de la Cruz Roja, cinta emblemática que llevaba a las pantallas el stardust nacional, construido con bellísimas actrices, el lujo del tecnicolor y guiones  trufados de castos romances y chistes tolerados. El año siguiente se repitió la fórmula con El día de los enamorados. En su reparto estaba Manolo Zarzo. "El tiempo, el implacable, el que pasó" se ha llevado por delante a aquel cine y a casi todo el mundo que participó en él. Sólo quedan nuestro protagonista y alguna roca imbatible como Concha Velasco o María Mahor, aunque en honor a la verdad hay que decir que son más jóvenes que M.Z. 

 

Mabel Karr, Katia Loritz, Luz Márquez y Concha Velasco. 

 

       

        
Velasco, Loritz, Mahor y Karr.



         Llega 1960 y dos hechos van a marcar la vida de Manolo Zarzo: Por una parte, interviene en la emblemática Los golfos, producida por el rebelde Portabella y dirigida por Carlos Saura. Película que dio una patada a la jaula de los periquitos del Régimen, tan duros y a la vez tan frágiles. Película que junto a unas pocas más comenzó a cambiar el cine de este País.


Luis Marín, Manolo Zarzo en el centro; a su izquierda María Mayer.



María Mayer y Saura durante el rodaje.


            De Los golfos habría mucho que decir, o sea, que da para una Entrada exclusiva. Pero por esta vez nos limitaremos a la presencia y consagración de M.Z. y a la aparición -fue su primer film- de María Mayer, actriz que al igual que Sara Lezana en Los Tarantos o El viaje a ninguna parte, introducía en nuestro Cine una tipología de mujer totalmente innovadora.




     El otro hito importante en la vida de Zarzo fue un aparatoso accidente en el que una de las personas heridas fue Manolo Zarzo. Él rememoraba los hechos de este modo: "Fue exactamente el 23 de septiembre de 1960, yo iba a hacer una película en Italia y tenía que sellar el pasaporte en la Puerta del Sol. Cuando iba de camino me encontré con un incendio en la Calle Carretas. Había una gran multitud de gente. Yo, junto con otras cinco o seis personas más, decidimos intervenir y nos metimos allí. La gente juntaba varias mantas que utilizaban como cuerdas para que las personas que estaban atrapadas pudieran bajar del edificio. Recuerdo que vi a una chica que se subió a una ventana para tirarse, y yo, instintivamente, me eché hacia atrás para cogerla. Me desperté dos horas después en el Hospital General de Atocha, abrí los ojos y no veía nada, estaba como muerto, tuve roturas en las cervicales, dorsales y la más grave: en las lumbares. Estuve casi dos meses con todo el cuerpo escayolado pero al final todo salió genial". Lo cierto es que después le han tenido que intervenir en varias ocasiones. Y no dijo nada del dolor añadido: cuando sucedió todo aquello acababa de perder una niña de dos meses.

            



  Nota.- Sirva para la presente y para la segunda entrega: Siendo parte de las obras mencionadas más recientes en el tiempo que las del resto de películas tratadas en este Blog, hay que aclarar una vez más (ya se dijo en la declaración de principios de la primera Entrada), que no tenemos interés económico alguno ni lo perseguimos. Se reconoce pues la Propiedad Intelectual sobre las imágenes reproducidas, obtenidas de hemerotecas o de la Red, de aquellas personas o Entidades que detenten tal derecho.  A.M.G. del Cine Español.      
 

MARCO FERRERI EN ESPAÑA: 3.- EL COCHECITO



                                    



        


Don Anselmo conoce a la pandilla, introducido por su amigo Lucas.
 Todos van motorizados menos él.





                Y vamos a por la última creación de Ferreri en nuestro País: El cochecito, de 1960. Película singularísima y tan popular que incluso hay quien la atribuye a Berlanga. Por ese y otros motivos seguimos empeñados en divulgar y que cada lector saque el provecho que quiera. Antes de extendernos con esta obra y para hacer justicia, tenemos que empezar hablando de la persona que puso su fe y la pasta necesaria para que Ferreri diera vida a este relato de Azcona: Pere Portabella. Este gerundense nacido en 1925 en Figueras ha sido Productor, Guionista y Director de Cine. Fundó en Madrid la productora Film59, independiente y nada convencional, en aquel año 1959 en el que sucedieron tantas cosas: Nacieron el New American Cinema, La Nouvelle Vague, el Free Cinema, el Nuovo Cinema Italiano y la Nueva Ola Japonesa. Bien. Pues este hombre fue el protagonista de una dura brega con la Junta de Clasificación y Censura produciendo tres películas imprescindibles del Cine español de aquellos tiempos: Los golfos (1959), El cochecito (1960) y en especial Viridiana (1961). Ésta última provocó la ira de las autoridades y su inhabilitación como productor. Pero según sus propias palabras: "El éxito más grande de mi vida es que con Viridiana descabalgo al Director General de Cinematografía, y al cabo de tres o cuatro meses, al Ministro".      
        No es ningún secreto que para que el cine ruede, ayer como hoy, hacen falta buenas películas y un público capaz de apreciarlas. Lo demás es todo accesorio, como la actitud -y la aptitud- de los poderes oficiales, o lo que opine tal o cual experto cinéfilo desde cualquier medio. Un periodista reflexionaba así por aquel entonces: "Pues sí; definitivamente hay dos cines en España. Uno, el que por lo visto gusta en el país; otro el que nos premian fuera de él". Muchos críticos  ninguneaban nuestro cine menos convencional y el público, carente ya de espíritu crítico, les hacía caso. Mientras tanto, aquellas películas sí eran exhibidas y aplaudidas en Cannes o en Venecia. El caso es que finalmente, entre unos y otros provocaron que Portabella abandonase la  producción y regresara a Barcelona. Después se supo, se da por sabido que a fin de cuentas Franco y sus paniaguados estaban en realidad satisfechos: Aquel Cine mejoraba su imagen en el extranjero merced a aquellas producciones españolas que armaban cierto ruido pero que, en definitiva, no llegaban a envenenar a la inocente población. Después han pasado los años sobre el Cine español y Portabella ha sido siempre un poderoso referente. Y dicho esto (y más que se podría añadir), vamos a hablar de El cochecito
        


       
         En primer lugar queremos distinguir el lugar que ocupó la película en el Cine de la época. En la Entrada anterior mencionamos nuestra visión del cine gamberro, con cachondeo y pretendidamente bufón, que era una de las formas de hacerle la cusqui al Dictador y compañía: ese lo hicieron muy bien gentes como Fernán Gómez, Berlanga, Neville o Mariscal, en la tradición tan nuestra marcada por Gómez de la Serna, Tono, Mihura, Jardiel y compañía y que finalmente actuaron como disolvente del Aparato estatal. Luego estaban los rojeras con Bardem a la cabeza, y los puristas comprometidos como Román Gubern y Victor Erice, que querían un realismo más directo; unos y otros no paraban de llevarse coscorrones, a veces merecidos por los tostonazos que atizaban a los incautos espectadores. La mula inquisidora e intransigente estaba allí con su palo. Pero ante una película como El cochecito se quedaba atónita. Que no le gustaba era evidente, pero debió devanarse los sesos buscando dónde estaba la trampa, el mensaje contra el Régimen, contra la moral, lo anti-español... y no encontraba nada, y no entendía nada. Eso sí, por algún lado tenía que chingar aquella cosa tan fea, y lo hizo dándole una calificación de las que hacían daño al bolsillo. Para mejorar dicha calificación se puso la condición de que se cambiase el final. No podía consentirse que Don Anselmo se vengara de su familia. La calificación eclesiástica -no se lo pierdan- fue de 3R, es decir, para mayores con reparos, castigo que aplicaban a aquellos films que contenían tesis contra el dogma católico y la moral. Valiente estupidez. Pongámosle música:




     De todos modos, una vez cambiado el dichoso final de la película (más adelante aclararemos que no era para tanto) se le subió la calificación a 1ª B, que suponía una subvención del 35 % del presupuesto presentado. Las cuentas no salieron porque la Productora recibió tan solo 1.158.500 pesetas, la mitad del famoso 35% que calculaba la Junta y bastante menos de los más de cinco millones que se habían presentado.         
        
    ¿Qué hizo de El cochecito una película tan singular? Pues una conjunción insólita de astros en el firmamento creativo español: Un guión de Azcona en su mejor momento; el toque, ya más maduro, de Ferreri que utilizó con gran profusión los famosos planos secuencia; la presencia de Pepe Isbert y el sensacional elenco de actores de reparto (Unos repetían con Ferreri y a otros los aprovecharon más adelante Berlanga y otros realizadores) a los que pretendemos distinguir y alabar, porque ya no se fabrican actores así; la música de Miguel Asins Arbó, que colaboró estrechamente con el Director; la fotografía de Baena; y el plató inigualable del Madrid de entonces: sus gentes, sus calles y sus establecimientos. Hemos de detenernos un poco más en Pepe Isbert que por entonces tenía ya 74 años.De él dijo Ferreri: "Sí, es un actor fenomenal. Isbert superó hasta la palabra actor: Isbert es el viejo de "El cochecito". Ya ha superado esta invención del actor. Es un personaje humano que vive una historia de una manera estupenda". "Sin Isbert no se habría pensado en hacer la historia ni la película".
     El guión de Azcona (tal y como él repitió hasta la saciedad) no era humor negro, sino el retrato de la realidad circundante: "Me molesta que digan que soy un humorista negro, porque no es cierto. No me río de las cosas macabras, sino de la gente viva que está alrededor de las cosas" Así comenzaba una profusa entrevista con el escritor logroñés. En ella contaba que el relato se lo inspiró la visión de la salida del estadio al final de una tarde de fútbol. "En medio de los coches se hizo de repente un claro y por allí avanzaron treinta o cuarenta hombres en sus pequeños cochecitos de inválido. Iban deprisa y comentaban entre ellos a gritos el partido que acababan de ver. Uno de ellos, de repente, exclamó: ¡Nada hombre, son un equipo de baldaos!. Y en ese momento pensé que aquellos hombres estaban más vivos que yo". Se atribuye el germen del guión así concebido a lo publicado por Azcona anteriormente en el diario Arriba, bajo el título "Pobre, paralítico y muerto". No obstante, en los créditos de la película leemos: Guión de RAFAEL AZCONA y MARCO FERRERI, basado en la novela "EL COCHECITO" de Rafael Azcona. Ferreri aclaró en una entrevista: "Sí, era una narración corta, y antes de ella hubo ya un encuentro con el mundo de los paralíticos, porque en la casa donde yo vivía, veía Azcona a esos paralíticos que se ponían a hacer labor, cerca de la estatua de Goya o cerca del Retiro".
  
                  


        Repetimos una vez más: Aquel humor era sencillamente  pintura al natural. Seguía diciendo Azcona: "¿Ves ese hombre? En El cochecito hay una escena en que varios hombres pasan en fila india llevando un retrete como ese cada uno. Todos van silbando la marcha del Puente sobre el río Kwai. Ya verás como nos dicen que es absurdo y sin embargo tú mismo has visto a este hombre pasar, aunque él no vaya silbando. Con la mayoría de las cosas que hemos metido para la ambientación ha pasado esto mismo; es que las habíamos visto antes en alguna parte y muchas de ellas las hemos visto después; o sea, que nos hemos encontrado con situaciones muy parecidas a las que estábamos haciendo". 


Lucas estrena su cochecito. A la izquierda, don Anselmo con las hijas de aquel.
 A la derecha, Agustín (Manuel de Agustina), empleado de la vaquería.

    
        Para nosotros, El cochecito es una amarga reflexión sobre la vejez, las taras físicas y sobre todo, la soledad. Pero también una muestra del valor de quienes no se arredran y optan por vivir su vida lo mejor que pueden. La película no pretende denunciar nada pero a la vez consigue que el espectador ría con ganas, reconociendo lo esperpéntico que puede llegar a ser su propio entorno. Don Anselmo vive con su familia, supuestamente querido y respetado por todos, pero no es así. Su vida carece de alicientes y además él, los viejos, estorban. Husmea en la cocina neutralizado rápidamente por su nuera Matilde (Mª Luisa Ponte) pega la hebra con un cliente de su hijo D. Carlos (Pedro Porcel), interrumpe a éste en pleno trabajo, pide prestado el Marca al pasante y novio de Yolandita (un López Vázquez impecable), riñe a una vecina que pastorea una gallina en el deslunado...incluso su propia habitación es a la vez un gabinete de idiomas donde su nieta Yolanda (Chus Lampreave) estudia francés con un tocadiscos.





               Su vida es tan monótona y gris que ni él mismo es consciente de ello hasta que su amigo Lucas (el siempre castizo José Alvarez,Lepe), paralítico (que reina pero ya no gobierna en su vaquería) le muestra su flamante cochecito a motor cuando ambos van al cementerio de la Almudena para llevar unos ramos de flores a sus difuntas esposas. Le despiden atribuladas sus hijas (Jesusa De CastroMaría Isbert). También será Lucas quien le introduzca en la pandilla de tullidos motorizados, invitándole a una excursión campestre. Con ellos se siente Don Anselmo uno más...pero ay!, nuevamente se encuentra solo porque los paralíticos son más libres de ir de aquí para allá que él. 




 
        No es extraño que nuestro hombre quiera disponer también de un cochecito. Además, la pandilla ha aumentado con Álvarez  (entrañable Ángel Álvarez), el orondo sirviente de una marquesa cuya única obligación consiste en atender en todo momento al hijo retrasado mental de ésta, Don Vicente (Tiburcio Cámara), un hombre ya mayorcito y también paralítico. Alvarez conseguirá un cochecito de dos plazas porque está harto de empujar la silla de ruedas de su pupilo. En el ejército de sirvientes de la señora marquesa él no es un cualquiera, tiene veteranía y grado, y le respeta toda la tropa.

  
 
"Donde comen trescientos, comen trescientos uno"

       
             
         Don Anselmo ha descubierto un mundo nuevo y quiere formar parte de él. Tiene ya metido el cochecito en la sesera. Informado por Álvarez, visita un comercio de ortopedia que también vende cochecitos. Allí, el dueño del establecimiento, un hábil Don Hilario (Antonio Gavilán) engatusa a su víctima de modo que, en cuatro movimientos, Don Anselmo pasará a encargar un último modelo. Mientras tanto, intenta en vano convencer a su hijo para que se lo compre. Incluso recurre a la argucia de fingirse impedido, pero es desenmascarado por el médico (Antonio Riquelme) que le augura parálisis inevitable si no ejercita las piernas. Su hijo empieza a perder los estribos. Si nos situamos en aquel comienzo de los años sesenta, no es disparatado que considerasen el cochecito como un capricho, y además caro. 

 



               
           También hay una prendera (Andrea Moro, absolutamente creíble en su papel) que saca provecho de la obsesión de Don Anselmo. Le empeña, por un importe muy bajo, las joyas de su difunta esposa. Con ese dinero ya tiene para la entrada y por el resto acepta a D. Hilario una serie de letras de cambio. El coche ya es suyo pero la indignación de la familia llega al límite. ¡Las joyas de la abuela! Le llaman pródigo, le llaman ladrón y le amenazan con ingresarlo en un asilo.

            A partir de ese momento, todo se precipita. Su hijo se persona, escoltado por su pasante, en la tienda de ortopedia para entregar el cochecito y exigir a cambio la señal entregada por Don Anselmo así como las letras que firmó. D. Hilario es muy taimado y le para los pies. No hay arreglo. 

   


            Aunque breves, son días de felicidad para nuestro luchador solitario. Ya puede ser uno más dentro de la alegre pandilla, a la que vamos a presentar. Al menos algunos de sus miembros.


Alvarez ya con el cochecito. Aquí le vemos conduciéndolo,
 jalonado por un satisfecho Don Anselmo.
 No se pierdan el casco del primero.

 
            



        También hay lugar para la sensibilidad y la ternura. En la foto de la izquierda vemos al tullido violinista y a Julita (Carmen Santonja) una paralítica que además de arrastrar su minusvalía con valor y ganas de vivir, arrastra literalmente el carrito de su novio Faustino (Eusebio Moreno), paralítico que además no puede valerse de los brazos. Aún y así éste vende como puede chucherías y artículos para los turistas. Julita le atiende con cariño y devoción. Eventualmente, como tantos novios, reñirán y se reconciliarán. Don Anselmo muestra su gran corazón haciéndoles razonar y consiguiendo que reanuden sus relaciones.


Reconciliación.

                
                 

                La tormenta en el hogar familiar no se disipa así como así. Don Carlos Proharán está dispuesto a liquidar el asunto y su anciano padre se ve acorralado. De momento, le han retirado el cochecito que está en la ortopedia pendiente de la liquidación legal de la transacción. Don Anselmo, desolado, intenta recuperarlo a la desesperada. Pide el  dinero a Lucas, que se lo niega y también a Álvarez, que se excusa por no podérselo prestar. Es entonces cuando toma una decisión desesperada. 

    


   

     No podemos explicarnos de ningún modo porqué la Junta de Clasificación y Censura obligó a cambiar el final. Y lo vamos a razonar: En la versión original que se proyectó en Venecia 7 meses antes que en España, Don Anselmo coge del botiquín casero un aparatoso frasco de veneno y aprovechando un descuido de la doméstica, vierte su contenido en el puchero en que se cuece la comida de ese mediodía. A continuación asalta el despacho de su hijo y coge el dinero necesario para rescatar su cochecito. Cuando regresa al barrio montado en él, observa cómo el público se agolpa en el portal de su casa y alrededor de lo que parece una ambulancia, en la que se están introduciendo unas camillas. Es entonces cuando el Director de la película detiene la cámara en una secuencia de 20 segundos (nada menos) con el primer plano del rostro de Don Anselmo, que refleja dolor, pena, arrepentimiento y lástima. 


      
 





    


      Lo malo es que los cronistas y entendidos de nuestro cine clásico, con la misma cortedad de miras que la Censura, han dado siempre por sentado que el protagonista había matado con el veneno a toda su familia y que por eso se había exigido otro final. Creemos que esa no era la intención de Ferreri o de Azcona, aunque sí sucedía en el relato original "Paralítico". Y que las imágenes sugieren más bien otra cosa. De haber sido un asesinato masivo, se habrían personado Forense, fotógrafo e Inspectores de la Policía para certificar las defunciones y hacer sus mil conjeturas. Permanecerían en la vivienda durante horas. La presencia de una ambulancia y no un furgón forense, los enfermeros de la Cruz Roja cargando las camillas -ayudados por el tragón Alvarito sano y salvo- y la presunción de que las víctimas habrían notado el veneno a la primera cucharada, nos hacen pensar que, al menos, existe una seria duda de que nadie haya muerto envenenado. Los guardias que se ven junto al vehículo están simplemente manteniendo el orden y alejando a los curiosos.

 
Este sí es un furgón forense.
Recuerdan el de El Verdugo?


        Recordemos que la versión censurada, tras el episodio de la cocina y el asalto a la caja del despacho, nos muestra a la familia contestando la llamada telefónica de un arrepentido D. Anselmo, reunidos alrededor de una mesa en la que se ven el puchero y el frasco de veneno vacío. Han descubierto la trastada y le dicen que le perdonan, pero que vuelva. Ni rastro de la secuencia arriba mencionada, tan hermosa e innovadora. Más adelante, la fuga del protagonista con el cochecito y su detención por parte de la Guardia Civil hacen ya coincidir ambas versiones, justo antes de que aparezca el FIN. 


¿Me dejarán tener el cochecito en la cárcel?


    Para el rodaje de la película se utilizaron coches de inválido marca Abad. Las localizaciones más significativas son el Cementerio de la Almudena, la Vaquería Imperial de Mateo Fernández y la Ortopedia Alonso de la calle Fuencarral.       
    Marco Ferreri abandonó España tras permanecer en ella durante cinco años y dirigir tres películas. Tenía treinta y dos años. Todavía hoy se consideran sus películas españolas como lo mejor de su producción.
        


MARCO FERRERI EN ESPAÑA: 1.- EL PISITO.

 






            Ya iba siendo hora de escribir esta y las dos próximas Entradas para dar unos plumerazos, no sea que se vaya todo por la alcantarilla de la ignorancia y el olvido. Recordaremos el paso por la España de los años cincuenta de este joven veterinario milanés. Había sido enviado a nuestro País con apenas 25 años como representante de los objetivos Totalescope, una especie de Cinemascope alla italiana a base de lentes anamórficas, muy demandado por aquel entonces en los rodajes de peplums  para proyectarlos a toda pantalla; en realidad su gestión no fue nada productiva comercialmente. Marchó de aquí cinco años después y siguió como es sabido, su carrera en Italia. No vamos a nombrar ni vienen al caso sus muchas películas posteriores, ni El harem, ni Dillinger è morto, ni La grande bouffe, ni Addio al maschio, ni Storia di Piera ni el resto de su generosa obra, particularísima, enorme y controvertida, con los rascacielos de Nueva York formando el decorado tras la cabezota de King-Kong. Pero sí nos vamos a ocupar de sus tres primeras películas, las que hizo entre nosotros en esos cinco años y que para algunos son, simplemente, las mejores de su filmografía. 
         
        Cuando Marco Ferreri se planta en Madrid en 1956 no sabe muy bien lo que quiere, o no sabe explicarlo, pero al final lo conseguirá formando tándem con un guionista de excepción: Rafael Azcona; juntos harán dos películas de las tres que rodó en España. La tercera, Los chicos, llevó un guión escrito por Leonardo Martín, autor también de Calabuch entre otras. Ferreri no tenía un propósito muy claro, pero ya conocía el Cine suficientemente: En Italia había escrito en revistas especializadas, había sido Productor Ejecutivo de Amore in Città y había participado en documentales junto a los grandes: Visconti, De Sica, Fellini, Moravia y Zavattini. Como las vanguardias de nuestro Cine se miraban en el italiano con cierto complejo de inferioridad, la venida a nuestro País de Zavattini el año anterior fue una especie de visita episcopal organizada para agasajarle mientras se daba un garbeo por nuestra geografía con la vaga idea de rodar algo. Al final, fuese y no hubo nada. 



        Pero aquí todo empezó cuando Ferreri tomó en sus manos un ejemplar de Los muertos no se tocan, nene  un relato firmado por Rafael Azcona. Ni corto ni perezoso telefoneó a la redacción de La Codorniz para hablar con su autor y contratarle como guionista para su próxima película. Azcona no había escrito jamás para el Cine y Ferreri no tenía ni un duro, de modo que tuvieron que aparcar el proyecto porque nadie  estaba dispuesto a financiar un velatorio. Pero desde el primer contacto hubo chasquido entre el pedernal y el eslabón, chispas prometedoras. No había dinero, pero ellos siguieron a lo suyo. Bueno, más bien Ferreri porque Azcona, un logroñés emigrado a Madrid, que escribía artículos para La Codorniz y vivía realquilado en un zaquimezí de Fuencarral, no estaba para bromas ni molinos de viento. Su genialidad le empujará, sin remedio, a volver a intentarlo con un nuevo guión. Juntos escriben Un rincón para querernos*, las desventuras de una pareja de novios que, en su luna de miel, deambula por Zaragoza en plenas fiestas del Pilar sin poder liberar el deseo que se los come literalmente, mientras a cada intento son multados y escarnecidos sin remedio. Llegaron a rodar algo in situ pero el guión no pasó la Censura y el tema económico no había mejorado. Y van dos.


Rafael Azcona.

 
            No hay dos sin tres, dice el refrán, y Ferreri nuevamente embarcará a Azcona en un proyecto muy singular. En realidad lo hizo convencido por el Director italiano Alviani quien contrató a ambos para planificar un par de cortometrajes en Canarias. Estuvieron en las Islas Afortunadas la primavera y parte del verano de 1957. Los cortometrajes habían de ser Vacaciones en Canarias y una comedia muy en la línea de nuestros autores basada en los quebraderos de cabeza de un viudo que se encuentra buscando angustiosamente un ataúd para poder sepultar a su esposa. Había de titularse Justicia divina. Alviani también había contratado a la actriz Malila Sandoval, aclamada miss de un País centroamericano.


Malila Sandoval.

         Al final, la falta de dinero para el rodaje, los gastos de estancia de nuestros héroes y las dietas y anticipos de la actriz principal hicieron que todo el proyecto se fuese al traste. Azcona ha relatado  en alguna ocasión su rocambolesca salida de las islas junto a un Ferreri al que además, ponían mil pegas las autoridades para renovarle el permiso de residencia.

    A su regreso, Ferreri funda junto a Miguel Ángel Proharán la productora Albatros. Rodaron -en color y bajo la dirección de Agustín Navarro- una película cuartelera centrada en la convivencia de unos muchachos durante su estancia en un campamento de las Milicias Universitarias, con sus chistecillos, ligues y heroicidades, metiéndose de este modo a la Junta Calificadora en el bolsillo. Quince bajo la lona fue una película rentable (para empezar tuvo una excelente subvención) y muy taquillera, muy del momento. Demostró así el milanés que sabía y podía hacer cine comercial. Más adelante bautizaría con el apellido del coproductor Proharán a la familia de El cochecito.

        Azcona porque viene de La Codorniz y Ferreri porque es Ferreri, comparten una visión del humor muy particular, que moja sus raíces en Quevedo, Valle Inclán y las pinturas más negras de la historia negra de nuestra pintura. Hacen un sainete pesimista y cruel de todo lo que les rodea: del individualismo egoísta y perezoso, de la insolidaridad, de la soledad, de las taras físicas, y de aquella miseria existencial cuya presencia en la vida cotidiana ya no llamaba la atención de nadie por fea y por la costumbre de tenerla siempre delante. Al final, sus historias no hacen sin retratar lo que ya está ahí, delante de todos. ¿Neorealismo? Pues bueno. ¿Humor negro y sainete? A paletadas. Ni inventan nada, ni reivindican nada: cogen la cultura propia, el zumbido de la colmena humana y la exponen con toda su crudeza. No se ríen de los personajes, se ríen de las situaciones a las que les aboca la vida.




        Y ya tenemos aquí la primera película: El pisito. El dinero lo puso Isidoro Martinez Ferry (Documento Films) quien creyó en un proyecto rechazado por todo el mundo. Probablemente, y decimos probablemente, algo aportó Celia Conde, a cambio de un papel para ella (Se non è vero è ben trovato); Fue la Mery en el reparto y estuvo francamente genial. De la Censura poco se puede decir: siempre tan estúpidos y reacios a "lo feo", decidieron perseguir aquel negro retrato tan alejado del sol de Andalucía, de los gorgoritos canoros y de las monjitas intrépidas, que por ende mostraba el problema de la vivienda en toda su sordidez, además de otros aspectos bastante negros de la vida cotidiana. Tal inquina llevó a la Junta Calificadora a condenar el film con una clasificación de Segunda B que por entonces suponía no tener derecho a ninguna subvención. Por otra parte, el rojerío cinematográfico nacional comenzaba a mirar con desconfianza las creaciones de nuestra feliz pareja. El guión de El pisito adaptaba la novela de Azcona El pisito, historia de amor e inquilinato, basada en una idea que se le ocurrió a éste leyendo la prensa...





La vanguardia. Marzo 1956. No fue el único caso y mareó bastante a la Judicatura.


    No vamos a contar toda la película, imaginamos que es de sobra conocida, pero recordaremos algunos detalles técnicos, como por ejemplo que por motivos sindicales y por la nacionalidad de Ferreri la Dirección aparece firmada conjuntamente por Ferreri e Isidoro M. Ferry, el cual también había colaborado en el guión de Un rincón para querernos. También que la fotografía fue de Paco Sempere y la música, muy suya, de Federico Contreras. Meritoria también la labor del decorador, José Aldudo, licenciado en el I.I.E.C. que consiguió dar a los interiores ese aspecto pringoso tan característico. Dada la calificación recibida, la película se estrenó de mala manera, después de haber sido prohibida durante seis meses. Fue exactamente el 16 de Junio de 1959 en el cine Roxy. La crítica en general la ignoró, y la poca que cubrió el estreno estaba estupefacta. De muestra, un botón: "El pisito no es una gran película. Pero es una película importante (....)visto el páramo, la siberia que es el cine español, sin imaginación, sin originalidad, sin temas, sin actores, sin nada de nada, "El pisito" destaca..." Creemos que seguramente -por todo lo explicado más arriba- el público hubiera hecho lo mismo. Todo el mundo -crítica, público y censores- se veía reconocido en la película y a la vez rechazaba aquel reflejo de la vida misma, de sus vidas. En todo caso se consiguió, no sin dificultades, presentarla en Venecia y en Locarno. El C.E.C. fue justo con Mary Carrillo concediéndole premio a la mejor actriz principal y también se acordó galardonar a la Dirección. El drama central radica en la imposibilidad de los protagonistas, Rodolfo y Petrita de casarse por no poder acceder a una vivienda. Tanto Mary Carrillo como López Vazquez están soberbios. Y ni ellos ni el resto de personajes son en ningún momento objeto de burla, pese a la comicidad de las situaciones, sino expuestos tal y como son sus vidas; Como insectos de colección dentro de su caja. Y eso es lo que vamos a hacer a continuación:




    Los novios van a casa del dueño del piso para tratar de asegurarse el inquilinato cuando falte Doña Martina. Lusito (interpretado por Ferreri) no les hace ni caso pero algo llama su atención: "Esta mariposita....¡Ah, ya la tengo!"

    Nuestra debilidad por los intérpretes secundarios, anónimos para el gran público pero magistrales dentro de sus estrechos papeles, va a hacer que tratemos de ensalzar sus trabajos. Resultan reales, creíbles y esta película es una prueba de ello. Concha López Silva, Doña Martina, ¿puede haber una anciana mejor retratada dentro de su desempeño?
 




 
 A la salida de misa, Rodolfo le espeta a Doña Martina su deseo de casarse con ella para conservar el piso y ella se cae "patas arriba". Más adelante vemos cómo, cada uno a su modo, cuida amorosamente del otro. 










   ¿Y qué decir de la Oficina en la que trabaja Rodolfo? Allí tenemos al propio Rodolfo, sumiso como siempre; a Sáez (Ángel Alvarez), inofensivo y renegón; al Jefe, Don Manuel (Gregorio Saugar) y una Chus Lampreave muy jovencita y laboriosa. Es un local de negocio en el que no se sabe muy bien qué actividad desarrollan, pero en el que se hace de todo, desde cigarrillos elaborados con colillas, venta de conservas y salazones o palomitas de maíz, además de un complemento alimenticio o golosina llamado Higalmendra...Y es que las cosas eran así.




        Ese Jefe, tan  obcecado y convencido de cómo llevar un negocio, era entonces normal como tantos y tantos otros, y al final ganaba dinero. Pagaba mal y era déspota pero empleaba a cuatro personas, hasta al retrasado que interpreta magistralmente Tiburcio Cámara...




Don Manuel pilla a sus empleados guareciéndose de la lluvia en plena promoción callejera del Higalmendra. También reprende al retrasado, que le saluda a lo militar. 
   

        En casa de Doña Martina, que es la verdadera titular del inquilinato viven realquilados Rodolfo, un peripatético callista llamado Dimas (José Cordero "el bombonero") y Mery (Celia Conde) una  profesional de las de Chicote, Pasapoga o Villa Rosa. La que cocina y limpia -de aquella manera- y además duerme en la cocina es Mari Cruz (Andrea Moro), capaz de freír la merluza mientras juega la partida de cartas de pie, sin dejar de arreglarle los naipes a Doña Martina. Un fresco al natural de nuestra postguerra. 






Jugando la partida en la mesa de la cocina. Mari Cruz trastea con los pucheros mientras va echando sus cartas. Es un personaje gris que murmura constantemente "como soy una inclusera..." Debajo vemos a Dimas en pleno desempeño profesional y reuniéndose con Rodolfo en la habitación de Mery. Dimas, que camina detrás de ella le canturrea: "Te mueves mejor que las olas..."


        Rodolfo se acomoda a lo que venga. Petrita, sin embargo, vive amargada. Se gana la vida cogiendo puntos de media en un quiosco de tebeos o haciendo de nurse paseando niños de los ricos. Está acogida temporalmente en la casa donde su hermana (Maria Luisa Ponte) y familia están realquilados. El verdadero inquilino es un paralítico en silla de ruedas** al que empuja y casi despeña escaleras abajo la turba de chicuelos. Se queja amargamente de que el contrato (de realquiler) era para tres personas y ya son ocho. Y a Petrita le ajusta las clavijas su propia hermana: tiene que buscarse la vida porque viene otro hijo en camino. El hecho es que la vieja no se muere, Rodolfo va hecho un pincel con la ropa que le costea Doña Martina, y a Petrita se la comen, no sólo los celos, sino también la rabia.  





        Rodolfo, cuya billetera está siempre bien provista desde que Doña Martina cuida de él, invita a Petrita a salir. Se van a Las Cuevas de Sésamo, y allí, rodeados de existencialistas castizos y restos de la Rive Gauche española, descubren, simplemente, que se han hecho mayores, que ya no son jóvenes, que la vida les está pasando por el lado a toda velocidad.





        Un día, Rodolfo recibe una llamada de teléfono en la oficina. Su Jefe que en principio reniega de las llamadas particulares, se entera del recado: Doña Martina está en las últimas. Autoriza pues a Rodolfo a acudir a casa rápidamente. Para mayor celeridad, consiente también, no sin protestar de nuevo, que le lleve Sáez con su coche. Por el camino se produce otra situación bufa pero que encaja con la época y los personajes. 



El "coche" del Jefe es un "biscuter" camuflado de caja de Avecrem publicitaria, un gesto más de su dueño para exprimir al máximo los beneficios. Sáez, se crece al volante (en aquella época un coche era un imán para las mujeres) y requiebra a dos transeúntes: "¡Oye guapa, chata, que te está hablando tu nene.! sin hacer caso de las protestas de Rodolfo.


        En el momento en que Doña Martina pasa a mejor vida Petrita está ya poniendo las garras en su Libreta de Ahorros. Después, planta por fin su culo en el trono del Olimpo recién estrenado y comienza a  reinar: Reprende a Mari Cruz, avisa a Mery de que la va a echar a la calle, pretende apretar las tuercas a Dimas y en su nueva condición mangonea a su hermana, la que semanas antes pretendía echarla a la calle.
         La función ha terminado. Es una de las mejores películas de nuestro cine clásico. Si no la han visto, véanla y después hablen. Que ustedes lo pasen bien. 


Casi toda esta secuencia en la Plaza de la Cebada
 se rodó con cámara oculta.







* Un rincón para querernos la rodó más tarde (1965) el eficaz Iquino. En los créditos se informa punto por punto de todo. No hubo ningún empujón para salir en la foto. En cualquier caso, Azcona no solía citar la película en su filmografía como  guionista.





** No hemos podido identificar a este actor, ya que no aparece en los créditos. Estamos casi seguros de que es el mismo Don José que, llevado en silla de ruedas, acude al domicilio de Gracita Morales para ver la televisión. (Atraco a las tres). Tampoco aparece en los créditos de esta última. Ahí está la incógnita, y aquí nuestro homenaje "al actor de reparto paralítico y desconocido".