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LAS MÁS DESCONOCIDAS: EL CRUCERO BALEARES




 

 


 

            Y bien desconocida, ya que esta película, a diferencia de otras como Nuestra Natacha, no desapareció como consecuencia de un incendio (proverbial para algunos) sino que fue intencionadamente destruida antes de su estreno para que no quedase ni el menor rastro de ella. 

               Antes de nada, vamos a situarnos históricamente. Estamos en 1940, hace un año que ha terminado una cruenta Guerra Civil y como consecuencia, una maraña de autoritarismo, burocracia, férrea censura e intereses propagandísticos se ha apoderado del mundo del cine. No vamos a abundar en las otras lacras de la posguerra, tantas veces denunciadas por voces suficientemente autorizadas. 

               Además del cine insustancial, o bien folklórico o bien sostenido a base de comedias inocuas, los cineastas aprovecharon el fervor patriótico que impregnaba la vida de los españoles para, justificando a los vencedores y su versión de lo ocurrido, rodar una serie de películas; cintas de dudosa calidad pero que cumplieron muy bien su cometido: exaltar el nacionalismo con el beneplácito de los jerarcas del nuevo Régimen y sacar provecho de la situación hasta que el conflicto fratricida perdió actualidad. Citaremos como ejemplo algunas películas: dos de Edgar Neville, rodadas en Italia Frente de Madrid (1939) y La muchacha de Moscú (1940); Sin novedad en el Alcázar del realizador italiano Genina, Harka Escuadrilla (ambas de 1941), del mismo año Legión de héroes y Porque te vi llorar; Alas de paz (1942), Rojo y Negro (1942) -de la que pretendemos ocuparnos a fondo oportunamente- y la guinda que colmó el pastel: Raza (1941). Esta última ya la conocen sobradamente nuestros lectores, o quizá no, pero quedará para siempre como ejemplo de que, tras las guerras, medran los tiranos y sus aduladores. Quizá hablemos más adelante de esta película en una entrada que titularíamos "Franco, un prestidigitador en el mundo del cine".


     

                                       
               

     A esta clase de realizaciones corresponde la película que nos ocupa: El crucero Baleares, rodada sin lugar a dudas con las mismas intenciones que las anteriores: servir a un Régimen que, agradecido, no ocultaba ni su apoyo ni la satisfacción que le producían tales películas. Todas las cintas mencionadas apuntalaban el edificio moral construido por el poder y por aquellos que lo habían conquistado. 

          

Sala de proyecciones de El Pardo donde, según García Viñolas,
es muy probablemente que Franco viera la película


              La cartelera estaba invadida por películas que ensalzaban o bien la heroicidad de la infantería, o la intrepidez de los aviadores, o el arrojo de legionarios y  tropas coloniales, incluso la valentía de los falangistas destacados tras las líneas enemigas en misiones de espionaje. Aquello era un terreno abonado para que alguien pensase en la Marina. ¿Acaso no había protagonizado la Marina alguna heroica gesta durante la Guerra Civil?. Pues sí. La Marina había ofrendado la sangre de sus jefes, oficiales y marinería en varias ocasiones. Como ejemplo, ningún hecho tan glorificable como el protagonizado por el crucero Baleares y su posterior hundimiento. 



         
           
            Este buque, al igual que su gemelo el Canarias, se encontraba en los Astilleros de El Ferrol al producirse el levantamiento militar y lógicamente fueron incautados por los rebeldes. Entró el Baleares en servicio en 1937 y protagonizó varios ataques contra posiciones costeras republicanas, especialmente en Andalucía. Hemos leído que, junto a los cruceros Almirante Cervera y Canarias, fue responsable del cañoneo que causó centenares de víctimas entre los milicianos y civiles que huían de Málaga tras su toma por las fuerzas franquistas en la histórica desbandada. Después de enfrentarse en varias ocasiones a la flota enemiga, en Marzo de 1938 tropezó con la escuadra republicana en aguas de Cartagena. Un torpedo le hirió de muerte bajo la línea de flotación, afectando a la santabárbara y la sala de máquinas. Junto a la nave se fueron a pique unas 800 almas; permaneciendo en su puesto hasta el fin -conforme a la pundonorsa costumbre- su comandante, que también lo era de la flota: el almirante Vierna. se salvaron unos 400 hombres, recogidos por unos destructores ingleses. Sin duda, las bajas que mayor conmoción produjeron fueron las de los 9 flechas navales (una creación de Falange Española inspirada en los balille de la Italia fascista o la hitlerjugend de la Alemania nazi) de los 12 que iban a bordo, la mayoría de procedencia balear y de edades comprendidas entre los 13 y los 17 años. En definitiva, unos niños. Demasiados niños muertos en aquella Guerra Incivil. Non amplius. 




            He aquí porqué, dos años después del hundimiento y en medio de una amplia filmografía bélica, se acomete el proyecto de llevar a la pantalla su gesta, al calor de una situación política, histórica e incluso jurídica que lo propiciaba. Debemos destacar lo endeble de los mimbres cinematográficos que debían sustentar el proyecto. La firma Arte Films, cuyo palmarés en aquel momento se reducía a una mediocre dirección del mejicano Enrique del Campo en el film El huésped del sevillano (1939), tenía ya preparado un guión centrado en el hecho bélico que nos ocupa. Pero al mismo tiempo, los militares de alta graduación y los líderes más carismáticos de la Falange, ambos conscientes de la importancia de controlar la producción cinematográfica, estaban dándose codazos y sonriendo entre dientes a las espaldas de un avispado Franco al que no se le escapaba ni una. Y se suceden las órdenes, edictos y mandatos: La Orden del 15 de julio de 1939 crea una Sección de Censura que vigilará las películas, obras de teatro y publicaciones de todo tipo. El 18 de abril de 1940, un nuevo invento: La Orden de Censura Oral (ostras.!) sobre todo lo que se dijera desde el púlpito, desde la cátedra o en el Partido (que no era otro que Falange y las JONS): además de la radio, la correspondencia, telegramas, canciones y todo el largo etcétera que pueden Vds. suponer. Antes, en febrero de 1940 se había dado los poderes necesarios al Departamento Nacional de Cinematografía. Los permisos de rodaje debían ser aprobados por ellos, pero el permiso en sí era patrimonio de la Dirección General, pasando antes por la Comisión de Censura que presidía el Jefe del Departamento. Su órgano propagandístico era la revista cinematográfica Primer Plano, una especie de hoja parroquial espolvoreada de stardust con bendiciones y admoniciones. Y en abril de 1941 sale además la famosa Orden que obligaba a doblar al español todas y cada una de las producciones extrajeras.   
            Este es el panorama existente en el momento en que había de comenzar a filmarse El crucero Baleares: la censura había pasado del Ministerio de la Gobernación a la Vicesecretaría de Educación Popular de FET y de las JONS. Y lo que más nos interesa aquí: La Censura y sus principios inspiradores chapoteaban en un mar de contradicciones y su aplicación era objeto de la más torpe y arbitraria interpretación. 

            Así las cosas, comienzan los preparativos burocráticos para el rodaje de El Crucero Baleares. La propuesta de tal filmación había sido recibida sin ningún tipo de reserva por el jefe del Departamento Nacional de Cinematografía. Incluso se manifestó que, a juicio de tal Departamento, podrían obtenerse de la película muy fecundos resultados para la propaganda política española. Pero se cubrieron las espaldas sometiéndose, aun sin necesitarla, a la pertinente autorización del Ministerio de Marina al que se pedía el apoderamiento de alguien de su personal para controlar técnicamente la filmación. La Armada asumió la responsabilidad que se esperaba de ella, y no era para menos: querían convertir aquella derrota militar en una gloriosa gesta. Y designaron a un oficial con poder para intervenir no sólo ya en el guión previo, sino a lo largo de toda la película. Y así lo hizo, porque participó activamente estudiando y modificando el guión en todo lo relativo a su tema principal. A los dos meses de comenzar estos prolegómenos, el Ministerio de Marina da su autorización al guión que, según declara sin ambages, ha censurado y modificado en lo que respecta a la parte marinera. Son bien conscientes de su poder porque saben que se les va a pedir ayuda, y mucha, para poder llevar a cabo la filmación.
 
        Por otra parte, las casas importadoras de películas extranjeras, generalmente filiales de otras más poderosas, como Arte films lo era de la R.K.O. americana, debían producir desde que lo aprobara la Subcomisión Reguladora de la Cinematografía en 1939, una película española por cada diez que pretendieran importar del extranjero. De modo que Arte films consideraba este rodaje como su bautismo de fuego -privilegiado- en tan complicada competición. Lo cierto es que quien se mojó hasta donde hiciese falta en favor del proyecto de El crucero Baleares fue su realizador, Enrique del Campo. En ningún documento aparece la R.K.O., sino su filial Arte films, pero  del Campo no solo fue quien solicitó el permiso de rodaje, sino que en aquellos momentos, su entusiasmo y compromiso con el proyecto le situaban como verdadero director general de producción.



 
                   
           Comenzó el rodaje a finales de Octubre. Manuel Augusto García Viñolas, Director General de Propaganda, tramitó los permisos necesarios para que comenzase el rodaje en Pontevedra y en el Ferrol (por entonces ya "de su excelencia"). En ésta última se tuvo la oportunidad de filmar unas maniobras que estaba efectuando toda la escuadra. Sin lugar a dudas, la Marina estaba comprometida con el buen fin del proyecto. Además de las escenas a bordo del Baleares que se filmaron utilizando su gemelo el Canarias, se rodó en varios lugares de España, como Cádiz, Cartagena, Barcelona y la ya mencionada Galicia. En cuanto a los interiores y trabajos de laboratorio fueron encomendados a los Estudios Ballesteros. El clima de entusiasmo descrito chocó frontalmente con problemas económicos. Los Estudios Ballesteros, al no cobrar las facturas que se les adeudadaban, se negaron a entregar el negativo y copias de la película en tanto no se les pagase. Y en este momento se produjo un hecho que pone de relevancia la connivencia entre el Gobierno y la Productora, el intervencionismo como forma de coacción, ya que el Jefe Superior de Policía intervino pidiendo explicaciones al propietario de los Estudios. Este hecho no fue sino la punta del iceberg que provocaría el hundimiento del proyecto, ya que al airearse el tema económico, Estudios Ballesteros aprovechó para denunciar anormalidades propias de la falta de profesionalidad, retraso en la filmación (las últimas se llevaron a cabo dos meses después de lo previsto) y otros inconvenientes que terminaron por encarecer la película muy por encima de lo presupuestado por la R.K.O. desde los Estados Unidos. Digamos que 800.000 pesetas se convirtieron en 3.000.000 de las mismas pesetas, es decir, "de las de entonces". Y es que no se había reparado en gastos: para el ataque y posterior hundimiento del Baleares se utilizaron cinco maquetas que costaron cada una 25.000 pesetas. Tal secuencia se rodó en una piscina de Barcelona con el mar mediterráneo de telón de fondo. El hundimiento se recreó con un decorado que reproducía media cubierta del crucero, con los figurantes formados en ella y que fue arrastrado bajo las aguas. Las escenas de los marineros cantando gorra en mano y hundiéndose no podían ser más reales.


              

 
            ¡La censura!. Este trámite de obligado cumplimiento para todo el que pretendiese exhibir -y aún rodar- una película se cumplió,  procediendo sus miembros junto al representante de la Marina a su aprobación el 9 de Abril de 1941, como "autorizada para todos los públicos". Y ya se acerca el estreno, previsto para aquel mismo 12 de abril, sábado de gloria. El Departamento Nacional de Cinematografía cursó un telegrama a los jefes provinciales de propaganda pidiéndoles la máxima colaboración y ayuda en la organización del estreno, dada la tesis película crucero Baleares, que entraña propaganda nacional, este Departamento considera oportuno que Jefaturas Provinciales Propaganda de acuerdo casa Radio Films ayuden organizaciones estreno. 

    
           


       
             El lanzamiento de la película fue de los que hacen época. el apoyo oficial y la mucha publicidad que había ido haciendo Radio Films durante el rodaje, habían creado una gran expectación. En Madrid, fue el Cinema Avenida el elegido para tan solemne estreno, adornándose su fachada con unos vistosos decorados. Pero repentinamente todo se vino abajo. El 10 de abril se había efectuado un pase privado de la película en el Ministerio de Marina para los miembros de su cúpula de mando.  Al término de la sesión, se prohibió su exhibición pública, sin excusas de ninguna clase. Un oficio del Almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada, dirigido al Director General de Seguridad ordenaba la prohibición e incautación de la película. Dias más tarde, el 19 de abril, el Estado Mayor aclaró que la película era "contraria a los intereses nacionales" y ordena que por orden del Sr. Ministro se impida su exportación al extranjero. La puntilla se aplicó días después: el 25 de abril, por tercera vez en dos semanas el Jefe del Estado Mayor de la Armada vuelve a dirigirse al Director General de Seguridad, advirtiéndole que, como se ha enterado de que Radio Films pretende sacar alguna utilidad del material sobrante y residuos de la filmación, con vistas a una posible exportación, le ordena que lo impida. Por aquel entonces el material se encontraba todavía en los Estudios Ballesteros, y al parecer fueron ellos quienes filtraron tal información a la Armada como venganza por habérseles coaccionado con la Policía al reclamar sus haberes atrasados. 

        Nada que hacer. Esa fue la respuesta que consiguió Enrique del Campo al dirigir una patética -y profesionalmente humillante- carta al Sr. García Viñolas, en la que pedía que se transmitiese al Ministerio de Marina su disposición a efectuar cuantas modificaciones se le ordenasen, y hacer todo lo que dispusiesen para poder dar solución al problema.  Un conmovido Departamento Nacional de Cinematografía elevó a su escalafón inmediatamente superior, la Subsecretaría de Prensa y Propaganda, un escrito de súplica para evitar la suspensión del film y, en todo caso, la devolución de la fianza prestada para garantizar la filmación. Como resultado de tanta rogativa y llamadas -veladas- a una consideración más benigna, el 28 de mayo, el Almirante Jefe de Estado Mayor de la Armada, a través del Departamento de Cinematografía, comunica a la Productora que el Sr. Ministro ha desestimado su instancia íntegramente. Y punto. 

        Aun tardaría Radio Films diez años en conseguir que se levantase la fulminante orden, tan al estilo de Noche y niebla. Además del fallecimiento de Enrique del Campo en 1947, la Productora rogó que se aclarase la situación legal de la película para que, en su caso, se le expidiera certificación acreditativa de la prohibición de explotación de la misma, y de ese modo poder darla de baja en sus activos a efectos fiscales. Sin firma ni membrete circuló un escrito por la Dirección General de Cinematografía y Teatro en el que se reconocía que se debería atender la solicitud, y que la prohibición de la película había sido absolutamente injusta. También que se debería estudiar la posibilidad de indemnizar de alguna manera a la Casa Productora por haber sufrido las consecuencias de un hecho que ni jurídica, ni moralmente tenían justificación.

            Concluiremos diciendo que, por una Orden de Noviembre de 1942, la Vicesecretaría de Educación Popular, queriendo vertebrar de nuevo los organismos de censura cinematográfica, se las arregló para evitar definitivamente las bochornosas situaciones producidas en casos como el de El Crucero Baleares. Entre otras cosas se establecía que "Ninguna autoridad podrá suspender por motivos de censura la proyección de una película debidamente aprobada por la Comisión Nacional de Censura Cinematográfica". Y es que, aun en aquella España de la postguerra, con todo atado y bien atado, cualquier Ministro o Gobernador Civil se permitía enmendarle la plana a la Comisión Nacional de Censura, prohibiendo o retirando películas, como había sido, por ejemplo, el caso de Rojo y Negro (1942), igualmente bochornoso.

           Como posibles causas que motivaron la prohibición existen numerosas explicaciones vertidas a lo largo de los años por  estudiosos e investigadores, más o menos independientes, ya que la justificación que acompañó el plumazo de la Armada era cuando menos exagerada. Vamos a repasarlas:

-Falta de dignidad en la reproducción de los hábitos y normas de la Armada. No haber puesto suficiente énfasis en la rebelión de la marinería roja ni en la glorificación del hundimiento. Pensándolo bien, si pretendían presentar una hazaña de la Armada a la altura de la de El Alcázar, cualquier cineasta lo hubiese tenido muy difícil. 

-La mala calidad de la película. Opinión refrendada por muchos expertos ya que, aun aportando un entusiasmo fuera de lo común y un patriotismo que se le premió oportunamente, su realizador no tenía suficiente experiencia ni dotes creativas para abordar tal proyecto y sacar provecho de los momentos más patrióticos.

-Al haber seguido un guión que podriamos llamar "a la americana" (con una mezcla de lances amorosos y situaciones humorístico-militares que acompañan la narración de un hecho heróico), se le afeó que más de la mitad se reducía a una vulgar comedieta de amores y amoríos.

-La cercanía en el tiempo del hundimiento, acaecido apenas dos años antes. Por este motivo se entendió que se había tratado demasiado pronto y que sobraba toda la parte ligera, por irrespetuosa. 

          En definitiva, inoportuna y superficial. Pero no hay que olvidar que influyó mucho la proximidad de la Guerra Civil y el talante de quienes entonces dirigían la Armada, ya que el guión-cliché "aspirante u oficial enamorado de la hija de un superior, con bromas sobre amoríos, esquinazo a la amiga fea de la protagonista, chistes basados en la vida diaria en la base o a bordo y con una guinda de realismo y heroicidad al final de la historia" se ha repetido después en numerosas cintas. Citaremos como ejemplos, ambientados en la Armada, Botón de ancla (1948), su secuela en technicolor Botón de ancla (1961), Los guardiamarinas (1967), Cateto a babor (1970) o Los caballeros del botón de ancla (1974).




            Abordaremos ahora la película, después de haber explicado todas las circunstancias que la rodearon. Su argumento, a grandes pinceladas, era el siguiente: En una Cartagena pre-bélica con un ambiente revolucionario bastante notorio, se celebra un baile en la Comandancia General de Marina. 




Comienza la rivalidad entre los amigos.


            En el baile suceden dos cosas: el Delegado del Gobierno pide a los allí reunidos el apoyo incondicional a la República, a lo que Jefes y Oficiales responden que "defenderán a la Patria". Por otra parte, los tenientes de navío Alarcón (Roberto Rey) y Henestrosa (Tony D'Algy) se enamoran de Elena, la hija del Vicealmirante (Manuel Kaiser). Éste encarga a Henestrosa que lleve un mensaje urgente y reservado a El Ferrol.


Alarcón y Henestrosa, amigos y rivales.

             El viaje lo hará acompañando a la esposa del Vicealmirante y a su esposa e hija (Marta Roel) que han sido invitadas a pasar unos días allá por su amiga Ermelinda (Julia Pachelo) señorita remilgada y cursi que trata de pescar marido entre la joven oficialidad.

 


            

             Se produce la rebelión militar el 18 de Julio. En Cartagena, las milicias fieles a la República, malvados personajes caricaturizados como el Rubio (Joaquín Bergía) y el Responsable (Manuel Miranda) y un insólito Antonio Riquelme como El político, evitan que los barcos de la flota se unan a los rebeldes; a continuación la marinería asesina a los Jefes y Oficiales que pretendían secundar el alzamiento. Uno de los muertos es el Vice-almirante (el padre de Elena) tras pasar un tiempo encarcelado.


Vicealmirante y otros Jefes son llevados a prisión.



Resignado con su destino.



Elena ruega por su padre.


        Al teniente de navío Alarcón lo arrojan al mar maniatado. Le salvará de morir ahogado el fiel marinero Zafarrancho (Manolo Morán) y ambos son recogidos por un mercante italiano en el que gracias a los cuidados del médico de a bordo, Alarcón se repone del trance. Los fotogramas hablan por si mismos. 









                Vienen después unas imágenes de la "España liberada" filmadas -o procedentes de archivo- de Sevilla, Salamanca, Burgos y Zaragoza. Henestrosa, tras entregar el mensaje -que suponemos avisaba a las autoridades de Marina de El Ferrol para que se uniesen al levantamiento- sigue tratando a Elena, de la que se enamora. En lugar de ser nombrado profesor en el buque escuela Galatea, ruega se le permita otro destino porque quiere combatir. Consigue que se le incorpore a la dotación del Baleares, recién botado, armado y listo para combatir. En los fotogramas siguientes podemos ver a los dos amigos, reunidos de nuevo en el domicilio de algún familiar, sentados alrededor de una mesa elegantemente dispuesta y atendida por mayordomo y doncella. Se aprecia cómo Elena está sentada junto a Henestrosa (con el que se ha comprometido) escuchándole atentamente, mientras que Alarcón tiene que contemporizar con la famosa Ermelinda. Seguramente falta poco para que se embarquen en el Baleares. Su inseparable Zafarrancho, ahora ascendido a cabo, también se embarcará con ellos pero en este preciso momento está dándose el gran banquete en la cocina mientras cuenta sus hazañas a cocineros y doncellas.  








               
         Primeros enfrentamientos del Baleares en el Mediterráneo contra buques republicanos como el Libertad. Los amigos siguen con sus bromas y piques. No sabemos si Henestrosa le ha confiado a Alarcón su compromiso con Elena


El Baleares a la espera de zarpar en una de sus misiones de escolta.
          

                        





Escena en el puente de mando.



Henestrosa y Zafarrancho. Éste luciendo sus
 flamantes galones de cabo.



            Una noche, estando Henestrosa de guardia, un torpedo rojo alcanza al Baleares provocándole tan serios daños que al amanecer se hunde, con la marinería formada en cubierta cantando el Cara al Sol. No conocemos el guión del film hasta ese punto, pero es de imaginar que en el hundimiento pierden la vida los dos amigos y su fiel marinero.



Imágenes de los artilleros en acción
  



Fotografía que ilustra el escenario y procedimiento para el rodaje de las ultimas escenas, antes del fatal hundimiento descrito más arriba.

Fotografía real del hundimiento del Baleares.


Probablemente, la palabra FIN debió aparecer impresa sobre una  escena similar a esta. Creemos reconocer al fondo edificios de El Ferrol.
                 




                Agradecimientos: Para la confección de la presente Entrada del Blog se ha acudido a diversas fuentes. Se han reproducido imágenes de la Prensa de la época, fotos de diversa procedencia accesibles en la Red y sobre todo las obtenidas del Repositori de la Filmoteca de Catalunya, valiosísima aportación que va a permitir a los ciudadanos ver y entender de algún modo la película. A D. Juan Antonio Martínez Bretón por su excelente estudio "El Crucero Baleares. Un caso atípico de la censura franquista". A D. Francisco Caballero, autor de un blog que nos ha permitido comentar e ilustrar la figura de los Flechas Navales. Y para todos aquellos lectores interesados en conocer mejor tanto los buques mencionados como el desarrollo de la Guerra Civil en el mar, existen en la Red excelentes trabajos, con abundante material gráfico.