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CINE Y LITERATURA: LA TIA TULA


 

            Vamos con La tía Tula, película dirigida en 1964 por Miguel Picazo. De esta obra no se puede hablar lo justito, no es posible limitarse a  facilitar la ficha técnica, el reparto, las localizaciones y cuatro anécdotas para después repasar la película. Eso sin contar al Director, del cual hay bastante que decir. Quedan avisados nuestros respetados lectores de que vamos a hablar largo y tendido de esta obra y de su autor. Igual lo encuentran interesante.

     Eso sí, recomendamos la película a todos aquellos que, interesados en el franquismo, en su faceta social, no lo hayan vivido por ser niños o no haber nacido todavía a la muerte del Dictador. Cada vez con más frecuencia se manejan clichés y se recurre a lugares comunes al hablar de esa época. Hoy en día, además de disponer de libros y documentales, podemos contar con el Cine hecho entonces como un fiel reflejo de aquella realidad. El Cine español de aquellos tiempos, con cintas como La Tía Tula por ejemplo, no recrea la época, la realidad social y la vida de sus gentes, sino que las copia del natural. Hay pretendidas estampas de la vida cotidiana durante el franquismo en el Cine actual llenas de imprecisiones y situaciones inverosímiles. Clichés maniqueos.   La tía Tula es una película rodada en blanco y negro, material más barato en aquellos momentos pero que le viene que ni pintado al narrador porque transmite parecidas emociones a las que provoca la mejor fotografía: "cada color tiene un gris y cada gris tiene un especial significado creativo". 




    Don Miguel de Unamuno publicó su novela La tía Tula en 1921, obra que pasó bastante desapercibida: por entonces los autores escribían razonablemente pero la gente compraba y leía poco. Al parecer fue el inefable Marco Ferreri, quien sugirió a Picazo la lectura de La tía Tula. Se conocían y habían planeado alguna colaboración como se verá.


1961. Homenaje a Buñuel en los Estudios CEA de Madrid. Todos Directores: A la derecha Marco Ferreri y Miguel Picazo. En el centro este señor, comunista con coche italiano de importación, siempre bien visible, que decía cosas estupendas sobre el Cine español y del que, no obstante, sacaba provecho. Después, Buñuel y Saura.

        Picazo escribió un guión previo y lo remató con la colaboración de Luis Sánchez Enciso, Manuel López Cubero y José Hernández Miguel. Sintetizando mucho, este Guión es el relato de una relación amorosa frustrada por los desvaríos de sus protagonistas: Un Ramiro viudo, con dos hijos, una masculinidad vigorosa y poco romántica y su cuñada Gertrudis, (familiarmente Tula) quienbien por soberbia, por una caridad mal entendida o por erróneas convicciones religiosas, se cuela materialmente en sus vidas, se instala en la casa del viudo  desempeñando el rol de su hermana fallecida, pero no queriendo ver la realidad: el deseo que provoca en el viudo y que ella se obstina en no reconocer. Es la historia de dos potentes locomotoras lanzadas a toda velocidad que terminan descarrilando.

    Respecto al libro de Unamuno, no hace falta que se molesten Vds. en leerlo: Ya lo hemos hecho nosotros. El nudo narrativo y la tesis principal son las mismas, quizá más subidas de tono: Es la esposa de Ramiro, una Rosa moribunda tras su complicado tercer parto, quien pide a Tula que se case con su marido. Ésta levanta su propia casa y se va a vivir con él y los niños: Ramiro no intenta violar a Tula, pero le tira los tejos sin cortarse y ella deja siempre en el aire un "ya veremos". 

        ¿Tienes derecho, Gertrudis, a perseguirme con tu presencia? ¿Es justo que me reproches y estés llenando la casa con tu persona, con el fuego de tus ojos, con el son de tu voz, con el imán de tu cuerpo lleno de alma pero de un alma llena de cuerpo?

        Ante su insistencia, Tula llega a proponerle el plazo de un año para que ambos se los piensen. No nos alargaremos: ya hay tres niños, pero cuando se van de vacaciones a la playa, antes de vencer el año pactado, Ramiro se beneficia a una sirvienta de escasa salud a la que deja preñada y a la que en consecuencia debe desposar. Muere Ramiro, muere su segunda esposa al traer al mundo la criatura y el final de la novela es un batiburrillo de niños que ya son adultos, sus parejas, los ya crecidos y sus retoños, mientras Tula se va secando como una pasa. En el fondo, fue un libro feminista que rompía el molde según el cual se esperaba que se ajustara la mujer de su época. Era una Tula más cañera, dentro siempre del momento histórico:

    No quiso que a la niña se le ocupase demasiado en aprender costura y cosas así. ¿Labores de su sexo? -decía-, no, nada de labores de su sexo; el oficio de una mujer es hacer hombres y mujeres, y no vestirlos. 

       Miguel Picazo nos presenta una tía Tula diferente de la de de Unamuno: éste la ensalza pero aquel la castiga, la pone en evidencia. Y este hecho dividió a la crítica en su estreno, porque los conservadores (Cinestudio y Film ideal sobre todo) condenaron la película sin aclarar si les movía la desviación de la novela original o el planteamiento de una moral sexual represora; mientras que publicaciones más progresistas como Nuestro Cine, guardando las debidas apariencias, publicaron una crítica más favorable.  

        ¿No decíamos que se iba a hablar de franquismo? Pues también de sus paradojas. La película de Picazo, con el guión toqueteado por la Censura (veremos más adelante los detalles), presentó no obstante un cartel publicitario bien morboso, con la esperanza de que atrajese a muchos espectadores. No se llega a consumar ninguna violación, pero es un intento que seguro hizo relamerse a más de un espectador:





 
    El público sabía que en los libros era posible encontrar más escenas eróticas que en el Cine. Y a la Censura no le preocupaba demasiado el contenido de las novelas; no tenían tiempo de leerse tanto libro y estaban en lo cierto al pensar que el pueblo no leía tanto como para granjearse la condenación eterna. Pero ahí estaban las novelas seudo históricas tipo -Barrabás- o los líos entre enfermeras y médicos en las obras de Frank Slaughter. Unos pocos años más tarde, en 1969, Fraga tuvo la idea de crear una biblioteca básica, barata y variada con el módico precio de 25 pesetas el ejemplar. Encomendada a Salvat y con un lanzamiento anunciado en TVE, su primera entrega fue, precisamente, La tía Tula. Con las imágenes de los carteles de la película en el magín, el público se lanzó a comprar el dichoso librito para comprobar si traía algo más. 
 



       
        Hemos nombrado a Fraga y nos va a servir de pretexto para hablar de su influencia en el Cine de la época y de paso enlazar con  Picazo. Fraga venía a ser el hijo culto y estudioso, con mundo, viajado, que sin traicionar a su autoritario y zafio padre, revolucionaba algo los usos y maneras de la familia para modernizarla y que no hiciese demasiado el ridículo.


Fraga observa cómo el Dictador
 "pone en marcha" la televisión en España.

         
        Como Ministro de Turismo y Comunicaciones repuso como Director General de Cinematografía a García Escudero (ya lo había sido en 1951/1952 destituido por el escándalo de Surcos). quien, con un talante parecido al de su mentor, hizo una serie de cambios en el Cine patrio durante su nuevo mandato (de 1962 a 1968). Reformó el sistema de ayudas oficiales, y además de ampliar la dotación presupuestaria de la E.O.C. puso fin al caos que suponía una censura arbitraria, pacata y con demasiado olor a incienso. Su Código de Censura de 1963 estableció, por fin, lo que estaba o no estaba prohibido en un film, evitando los excesos de los censores y tranquilizando a Guionistas, Directores y Productores. Censura sí, pero más coherente. La influencia de Fraga llegaba incluso a los teatros que hacían revista de variedades, con sus plumas, sus vedettes y sus chistes con doble sentido, siempre en un ay! por si sufrían una inspección sobre la cantidad de carne femenina exhibida. Se hizo popular entre las coristas la siguiente copla:

Con Arias Salgado, todo tapado.
Pero con Fraga, ¡hasta la braga! 
       
        Todos estos prolegómenos tienen como función el dibujar el panorama reinante en aquel momento. Pero vamos ya a hablar del Director de la película y padre de la idea.



 
            Miguel Picazo De Dios había nacido en Guadalajara en 1927. Será él mismo quien nos cuente su vocación, siempre hechizado por el Cine. Hechizo que le convirtió finalmente en un Director sin apoyo financiero de la familia y en un ambiente general de penuria económica. Para ello, transcribiremos fragmentos de lo que contó en una interviú concedida a la revista Film Ideal tras el clamoroso éxito de La tía Tula.

        "Yo, en Guadalajara, iba al cine con mis amigos, con mis familiares, y empecé a darme cuenta de que sentía el cine de una manera distinta, que veía de distinta manera (...) en fin, entonces pensé que el cine para mí tenía otra significación; conforme fui creciendo me di cuenta que lo que me gustaba era hacer cine. Terminé el bachillerato en Guadalajara, no tenía posibilidades de venirme aquí a vivir a  Madrid y entrar en el ambiente del cine, que para mí era un ambiente un poco de país mágico, de país de ensueño, o sea que pensar en hacer cine era como pensar "si tuviese un tío en América y me dejara dinero". En fin, un sueño de estos irrealizables. Pero dio la casualidad que en el año 1948 cayó en mis manos una revista que se llamaba Cámara, y allí hablaba de que había un Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas que se había creado en la Escuela de Ingenieros industriales. Mi obsesión tremenda fue estudiar en esta Escuela. Terminé el bachillerato, no había dinero en casa, me tuve que colocar, me coloqué en la Eléctrica de Guadalajara, y en los ratos libres estudié Derecho y seguí preocupándome de leer, viendo cine, interesándome por el cine, cada vez con más pasión.

    (Igual que hoy en día, y perdonen la apostilla).

     (...)  y en cuanto tuve la primera oportunidad me vine a Madrid, me puse a trabajar e intenté el ingreso en la Escuela. Lo conseguí. Hice los cursos de la Escuela y ya todo siguió por un camino natural, un camino que ha tenido sus baches, que ha tenido sus contratiempos, sus horas amargas, que ha tenido su lucha, pero la meta se consigue si se está sobre ello."

        Y se graduó. Marco Ferreri, que andaba zascandileando por la Escuela Oficial de Cinematografía, en contacto con unos y otros, quedó impresionado por su práctica de fin de curso: Habitación de alquiler, hasta el punto de prometerle la financiación de su primer largometraje: Jimena. (y la de La tía Tula a continuación, tras sugerirle su lectura) El caso es que por aquel entonces (1961) Anthony Mann estaba rodando en España para las pantallas mundiales su película El Cid, con Charlton Heston y Sofía Loren. Y nuestro Picazo, con el empuje de la edad y las ganas de mostrar una versión más historicista y menos "álbum de cromos"  de Rodrigo Díaz de Vivar, se propuso contarla centrando el protagonismo en la que fue su esposa, doña Jimena. Para escribir el guión de lo que debió ser la película, recurrió a tres amigos y compañeros de carrera. Los guionistas que le ayudaron fueron Mario Camus, Joaquín Jordá y Francisco Regueiro. 

        El guión de Jimena no fue retocado, ni impuesta enmienda alguna: simplemente se prohibió. Cierto que mostraba unas relaciones entre El Cid y Jimena muy turbulentas: Contaba la muerte del padre de Jimena por orden de Rodrigo Díaz de Vivar, e insinuaba además la injerencia de las órdenes religiosas en la lucha por el poder. 

      La Censura rechazó el Guión de plano después de encargar un estudio a la Real Academia de la Historia, y ¡qué casualiad!  el estudio venía firmado por Ramón Menéndez Pidal, asesor de la versión norteamericana. 

Cómo no iban a aprovechar la fotogenia de Peñíscola?


            Si alguna cualidad tenía Picazo desde siempre era la paciencia. Su primera película, La tía Tula, tardó cuatro años en estar lista, cuatro años desde que Picazo se graduara en la Escuela. Sigamos escuchando lo que dijo en su interviú: (...) y si he creído en "La tía Tula" pues he seguido con ella hasta que la he conseguido. Mientras que quizá otros no se lo han planteado así, han sido más flexibles, han procurado hacer una película con un presupuesto más barato, en unas condiciones menos exigentes; en fin, yo creo que quizá se deba a que no han sido todo lo auténticos que debían haber sido para su primera obra. 

    También nos contó Picazo que en efecto, durante esos cuatro años no había dejado el empleo que ejercía (fuera del Cine) y que le constaba que muchos de los licenciados en la Escuela habían buscado otros trabajos al margen de la cinematografía. 

    Respecto al reparto, Picazo tuvo siempre claro que quería a Aurora Bautista para el personaje de Tula. Cuando se lo propuso y ella le dijo que tardaría un año en estar libre de sus otros compromisos, él lo aceptó. Necesitaba exactamente a esa actriz. Ramiro, el protagonista masculino fue otra cuestión: no podía ser un guaperas pero tampoco feo, pues el espectador atribuiría el rechazo de Tula a esa fealdad. Tenían que ser una pareja ideal y provocar en el espectador la convicción de que lo lógico era que se casasen.

Aurora Bautista y Carlos Estrada: Tula y Ramiro.


     Y es de justicia destacar los excelentes trabajos de los secundarios, sobre todo José Mª Prada, Enriqueta Carballeira y Laly Soldevilla. El rodaje tuvo lugar, pues, desde el 16 de septiembre de 1963 hasta el 3 de noviembre del mismo año. Se rodó en 35 mm. (ya se ha dicho) en blanco y negro y con sonido directo excepto la secuencia del río. La produjeron Surco films y Eco Films y la partida más cara fue la de los decorados, según las exigencias del Realizador. Se rodaron los exteriores en Guadalajara y Brihuega. La banda sonora de Pérez Olea y el trabajo de los montadores Argüello y Pedro del Rey contribuyeron a crear esa atmósfera de represión y fatalidad. Picazo contó también: "Mira, me ocurrió una cosa tremenda, y es que rodé el primer día y nunca tuve la sensación de que rodaba el primer día, me parecía que en mi vida había hecho otra cosa".


Picazo, con Tulita y Ramirín.


         Vamos a repasarla: La película comienza con un Ramiro ya viudo con -según la costumbre por entonces- el cadáver de su mujer expuesto en el domicilio; se rezan rosarios y llegan visitas a dar el pésame y   tomar la copita de anís. Costumbres muy arraigadas por entonces, y muy lejanas de los modernos tanatorios. A propósito de la palabreja, hay que reconocer que Eros y Tanatos son hoy en día dos florecientes negocios.

 
Ramiro con la obligada banda negra cosida sobre las
 prendas claras o de difícil tintado.


        Allí mismo comienza la cruzada personal de Tula, la perfecta, la piadosa, líder del grupo de mujeres jóvenes, muy católicas y muy reprimidas como en cualquier pequeña ciudad en aquellos tiempos. Su actitud viene alentada por los poderes públicos y en especial por la Sección Femenina, de modo que decide ponerse a vivir con ellos, entregada devotamente al cuidado de la familia y del hogar; no sólo cuidar de los niños sino también "servir" al hombre al que niega la posibilidad de un acercamiento hombre-mujer pero que atiende como a un marido, siguiendo el patrón tradicional.


En la obra de Unamuno, Tula deja su casa y se va a vivir a la de
 los huérfanos. En la película, se deja caer que es al contrario.



 
No eran propiamente "reglas a seguir" (esta sería la número 5), pero sí sugerencias. 



       
         A lo largo de la película veremos a ambos comportándose como un hombre y una mujer que conviven, con una proximidad física obligada pero sin la más mínima concesión por parte de ella. Asisten a la primera comunión de la niña como el resto de progenitores. Tula, por añadidura, establece una guerra de sexos de su invención, que delata su represión sexual: ella protege a la inocente Tulita de las trastadas del brutote Ramirín y de su cómplice, el insensible padre. 


         
        

        Poco a Poco, Ramiro va cayendo en un tedio que tiene mucho que ver con Tula, ya que de ésta no recibe más que coces y un continuo rechazo a la menor insinuación de boda para normalizar su convivencia. Si cae enfermo, ella le trata cariñosamente -como a un niño- pero rechaza airada cualquier caricia de agradecimiento. Además, nuestro hombre tiene que templar gaitas con Emilio, un acomodado amigo de la familia que pretende a Tula desde siempre. Sus inútiles intentos de aproximación son -toda la película lo es- una estampa de cómo eran las cosas por aquel entonces. Hasta Emilio, en una especie de rendición, reconoce que al final Ramiro le ganará por la mano. Sería lo lógico a ojos de todos.
 

Emilio, interpretado por Chiro Bermejo (en esta ocasión
 no hace de Guardia Civil), expone sus cuitas amorosas a Ramiro.


         Ramiro no encuentra sosiego. Algún domingo se acerca a un paraje próximo donde concurren muchachas fáciles, profesionales, clientes y mirones. Al final se encuentra solo, mientras se aleja el petardeo de las motos y las voces de unos y otros. Esta secuencia, retocada por la Censura, mostraba la proximidad de la base americana de Torrejón de Ardoz, como evidencia de cierta evolución hacia la modernidad, así como la música de un twist que suena de fondo. Una joven adolescente (empuñando un cayado!) se queda mirando a la lejanía a la vez que escucha la música y es rápidamente sacada de plano por su madre, que la recrimina.


Demasiado joven para morir,
 demasiado viejo para el rock and Roll.


        La olla hierve a toda presión y Ramiro se lanza materialmente a intentar obligar a Tula. Tras una noche de agitado insomnio decide pasar de la paciencia y las buenas palabra a los hechos. 



   



        


        Siempre se ha dado por sentado el supuesto intento de violación de Ramiro. Estamos de acuerdo porque hay un intento de doblegar su voluntad, de forzar un contacto sexual. Pero vemos durante la secuencia, que dura nada menos que 37 segundos y que abarca desde que abraza a Tula por sorpresa hasta que ésta se encierra en el cuarto de baño, no a un violador al uso, que golpea a su víctima, que impone su fuerza, que derriba una puerta, sino más bien a un niño rechazado por su madre, como castigo a no sabemos qué falta. En el guión original, Ramiro golpea la puerta del baño gritando: ¡Beata!

        Tula acude a exponer lo sucedido a su confesor (un magistral José Mª Prada). Éste, durante una larga sesión de confesionario, se muestra inflexible en su análisis de los hechos, utilizando argumentos contundentes ("le lavas la ropa, convivís bajo el mismo techo y no olvides que te ha pedido matrimonio") que ella, no obstante, va rechazando. Tula tiene dos posibilidades según él: o casarse, o marcharse de esa casa. Y no, no puede llevarse a los niños consigo. La contestación de Tula es la demostración palmaria de su sexualidad reprimida y su obcecación:


 Los confesionarios los llevaban experimentados conocedores
de la vida. Sus terapias eran elementales y gratuitas.   

 
"Padre, yo no soy remedio de nadie". "No es soberbia, es más bien respeto de mí misma".
        
         Es ella quien da por finalizada la confesión, al no recibir el apoyo que fue a buscar, se levanta y se marcha airadamente, sin más.
   





        Algo medita Tula, desde luego, porque cuando marcha toda la familia a veranear a casa de los familiares del pueblo, tiene ya algún gesto, un cambio casi imperceptible, al morder una pieza de fruta, al pasear por el jardín, al sentir el aire del verano, la naturaleza, al oír el chapoteo y el regocijo de los baños en el río, la música verbenera que se escucha en la noche, el insomnio que producen las hormonas pero que se achaca a cualquier otro motivo. 

         






        A pesar de que pretende que nada ha cambiado, se cruza con Ramiro en la cocina durante una de esas noches de insomnio. Ambos han ido a beber un vaso de agua. Hay como un intento, como un "ahora sí", pero Ramiro ha perdido ya toda esperanza. Dirigirá sus pasos a la habitación de Juanita (Enriqueta Caraballeira) la hija adolescente del tío Pedro, el familiar que les hospeda). Ramiro la desea desde que la vió lanzarse al río, vestida, fuera de sí, para unirse al goce de baño, del sol, de la libertad de los cuerpos.



  
             Se cuela como decíamos en la habitación de la joven. Es una secuencia brevísima: vemos a la muchacha en la cama y a Ramiro que la asalta desoyendo sus ruegos. Nadie se entera. Hasta aquí todo parece un acercamiento forzado, un abuso ocasional aprovechando el temor reverencial de la joven. Cabría preguntarse si el asaltante convence a Juanita, dando paso a un placer compartido, o si hay más visitas en las siguientes noches; la respuesta no se puede colegir de lo que vemos en la pantalla. Apenas, quizá, en las imágenes que nos muestran cómo se comporta la joven, escondida en su habitación el día en que se despiden los veraneantes.



 
        
      De regreso al hogar, vemos ya a Tula como transfigurada. Ha abandonado el luto en su vestuario y se comporta como liberada, como si con las ropas oscuras se hubiese quitado de encima un peso enorme. Ha acudido a una fiesta de despedida de soltera que daban ella y sus castas amigas a la novia, quien se casa por poderes y marchará a Venezuela. Hay un refrigerio en el que no falta de nada, incluso licores: cantan, bailan y hacen el payaso. Incluso una de ellas se pone un poco piripi. Buen retrato de cómo era la vida de aquellas mujeres, aunque incompleto por haber sido censurada sin piedad la secuencia del retiro para meditar y la de su actividad evangelizadora con mujeres descarriadas.  
 

Tula, en el centro, no parece la misma.

Laly Soldevilla, genial. Esta gran actriz llenaba
 la pantalla con su presencia. Nos dejó prematuramente.



        Ya en casa, todavía chispeante, se encuentra a Ramiro cabizbajo y muy serio. Él le dice que tiene que hablarle, que por eso ha salido antes del trabajo. 
 

"Está aquí el tío Pedro, con Juanita". "He preferido decírtelo yo: he de casarme con ella, está embarazada". "He pedido el traslado en el Banco".


         Él trata de justificarse diciendo que la buscó a ella primero, de buena fé, que le propuso matrimonio. Lo cierto es que ha tenido muy mala suerte en su desahogo veraniego, si hemos de creer que sólo ha habido aquella única vez. Tula reacciona con violencia (¡con una niña, Ramiro, qué vergüenza!) para después llorar amargamente. Ha descarrilado la segunda locomotora.




            Al final, llega el adiós. La familia se marcha y Tula acude a la Estación a despedirles. Al fondo del encuadre vemos a Juanita, que lleva unas gafas de sol (quizá para disimular un defecto en un ojo, previsto en el guión pero que no se nombra en la película) y un peinado más sofisticado, no sabemos si para disimular su edad -por el evidente estado de gestación- o porque son peldaños que la alejan de su vida anterior, encerrada en el pueblo.
 




Este final viene a ser el castigo a la protagonista por no
 aceptar sus verdaderos deseos, en aras de una ética muy endeble,
 desmontada incluso por su propio confesor.



        Bueno, pues ya está. Si no la han visto, ya se pueden hacer los lectores una idea. Que nos disculpen si no están de acuerdo con alguna interpretación de lo contado en el film.
     Hablemos ahora de la Censura: A Picazo le molestó mucho que su película perdiera tanto en los cortes impuestos por los censores, algunos de casi 6 minutos. Esos cortes no sólo roban imágenes, también mutilan y privan de profundidad la historia que se narra y a sus personajes. Veamos:
En el entierro de Rosa, se elimina el cortejo fúnebre encabezado por tres curas con monaguillo, acompañados de ancianos del asilo. (Trapalón..!).
La secuencia en que Tula y otras mujeres salen de misa en la catedral. Tras doblar cuidadosamente su velo junto al misal, se detiene a comprar unos churros. Por su lado pasa una cuerda de presos custodiada por la Guardia Civil. 
Dos cortes en la visita al Pueblo:
El primero durante el recorrido por el jardín, el día de su llegada y las miradas que, furtivamente, intercambian Ramiro y Tula. Ésta corta una rosa que después abandona sobre el muro y Juanita se la devolverá, detalle que anticipa el triángulo erótico que se iba a desarrollar.
El tío Pedro narra las vicisitudes que pasaron durante la Guerra Civil.  Cuenta que había plantado perejil en algunos cascos de los italianos "por lo menos sirven para algo". Recordamos a los lectores que la llamada Batalla de Guadalajara fue motivo de desprestigio para el Corpo di truppe volontarie, y que lo más gordo sucedió precisamente allí, en Brihuega. Lo de los cascos era una clara alusión a la cantidad de material bélico italiano abandonado en el campo de batalla, en la que se dieron numerosas bajas.
Además, se obligó a cambiar el texto del trabalenguas que Juanita le canta a Ramirín: Su canción infantil habla de "la mujer de un canónigo". Finalmente hubo que poner en su lugar "la mujer de un mándigo" para conservar la rima y la musicalidad. (y la podredumbre intelectual, añadimos) 
Otro corte en el Cementerio (porque se alcanza a ver un texto pacato y anacrónico): 

"Cementerio, lugar sagrado . Se prohibe el paso en el Cementerio a las señoras y señoritas que vayan sin medias, y a las parejas que no guarden la debida
 compostura y moralidad".


        Se eliminaron unas escenas que el Director consideraba necesarias, cargadas de sensualidad, en las que Tula se arregla en la intimidad de su habitación. Habían de aparecer tras la secuencia de la primera comunión de Tulita. Se ha conservado las foto-fija:

        



       

         Pero el corte que más molestó a Picazo fue aquel en el que Tula y sus castas amigas participan en un retiro espiritual centrado en la castidad y la virginidad, como atributos de "excelencia moral". En su lugar, el relato salta a la despedida de soltera, privando al espectador del completo cuadro de aquellas mujeres y sus actividades en Acción Católica. Un apostolado activo por fuera y un íntimo terror a la soledad de la eterna soltería. Y es que España era así, la influencia de la Iglesia llegaba muy lejos y nunca sabremos cuantas vocaciones forzadas, cuantos docentes cualificados únicamente por vestir sotana, cuantos adulterios disculpados, cuantas desviaciones sexuales son fruto de aquella omnipresencia en todos los ámbitos de la sociedad.

        ¿Y qué más sucedió? Pues que en 1964 la película fue distinguida en el Festival Internacional de Cine de San Sebastian en el que le otorgaron el premio "Perla del Cantábrico" a la mejor película en Lengua española y a la mejor dirección. El rencontre cinématographique de Prades le concedió el Premio a la mejor película extranjera. Y ese mismo año, el Sindicato Nacional del Espectáculo premió a Aurora Bautista con el trofeo a "La Mejor Actriz". Al año siguiente siguieron los triunfos: El C.E.C. le otorgó los premios a Mejor Director, Mejor Película, Mejor Actor de Reparto a José Mª Prada y Mejor Actriz de Reparto a Enriqueta Carballeira, mejores decorados  a Luis Argüello y mejor labor musical a Antonio Pérez Lea.  Los Premios Sant Jordi la distinguieron como Mejor Película Española y a Aurora Bautista con el Premio a la mejor Actuación. En Junio de ese mismo 1965 la película se estrenó en Nueva York obteniendo el Premio de la Crítica de dicha ciudad. Y como recibió apoyo en su propio País, se la tuvo en cuenta para enviarla a Hollywood para competir en los Premios de la Academia en su 38ª edición. Finalmente no fue una de las cinco nominadas. En 2012 se presentó como la Película de Oro en el Festival de Cine Español de Málaga...y seguro que nos dejamos alguna distinción.


Aurora Bautista y Carlos Estrada, en San Sebastián.

        La película, estrenada el 21 de septiembre de 1964 se benefició de los cambios que había introducido García Escudero. Con su flamante calificación "de Interés Especial" (hasta entonces "de Interés Nacional") le correspondió un 50 % de subvención. 

       Pese a su exitoso lanzamiento, no ha recibido después demasiada atención. El paso de los años, que ha relegado gran parte de aquel Cine a una especie de cuarto trastero, ha hecho que se contemplen  obras como esta con cierta condescendencia y un miope complejo de superioridad. No vamos a comparar ni los medios, ni las facilidades, ni las posibilidades que proporcionan el soporte video y la omnipotente informática, ni el color, ni la ausencia de Censura; circunstancias que debían hacer que el Cine actual tuviese muchísima más calidad. Si no interesa ya la tesis que expone esta película, tiene sin duda un enorme valor sociológico para la comprensión de aquella época, muestra las identidades de género, de clase y de generación acordes con el momento en que se rodó la película. 

        Y se preguntarán: ¿qué fue de Picazo? Pues además de dirigir algunas películas y trabajar ocasionalmente como actor, fue requerido con frecuencia para trabajos en TVE, donde dirigió 5 episodios de Crónicas de un pueblo, Cuentos y Leyendas, Hora once, 16 episodios de Novela, 16 episodios de Cuentopos, 13 episodios de Las aventuras del Hada Rebeca, Sonatas, Paisaje con figuras, y un etcétera que incluye lo que se nos haya pasado. Tenemos que reconocer que, haciendo cine, su caso es paradigmático al describir qué paso con nuestro Cine justo antes y  después de morir Franco: Oscuros sueños de agosto en 1968 ( título insinuante y cartel sugerente) y la no menos oportuna para 1977 Los claros motivos del deseoExtramuros su último trabajo ya en 1985, recibió numerosos premios y distinciones.

 

        
        En 1997 le otorgaron el Premio "Goya de Honor". Estuvieron acertados esta vez los organizadores del juanpalomista reparto de cabezotas: No acudió enfermo, ni en silla de ruedas ni con un pie ya en el otro lado. Falleció 19 años más tarde.   
 







 


      

             



SURCOS






            Bien: lo prometido es deuda, por lo que esta nueva Entrada va dedicada a Surcos, película de 1951, -para algunos- nuestro primer film neorealista, y para todos una cinta mítica por su valentía a la hora de mostrar la verdad de una ciudad, de su tiempo y de sus gentes. También tuvo sus problemas, de los que hablaremos más adelante.
        Hay que ir por partes y seguramente corresponde comenzar hablando de la obra. José Antonio Nieves Conde, el Realizador que dirigió la película, contaba allá por 1995: "Felipe Gerely (....) me presentó un relato de unas veinte hojas de contenido sainetesco. La autora era Natividad Zaro, también figuraba Eugenio Montes. Pedí libertad absoluta para poder desarrollarla con el guionista que yo designara. Y cuando le dije que sería Torrente Ballester, no se opuso y me dejó las manos libres" 

Natividad Zaro Casanova,
 autora de Cinco surcos.


         Aclararemos a los lectores que Natividad Zaro era entre otras cosas guionista, y que terminó con 16 películas en su haber. Era sobrina carnal del Cardenal Vicent Casanova Marzol. Eugenio Montes, arriba citado, era su marido y la prensa y revistas del momento, siguiendo la corriente machista que marcaba las cosas comme il faut, o bien ponía su nombre delante, o bien ignoraba el de la presunta guionista: su esposa.
            Como en otras Entradas, queremos significar la separación que ha existido frecuentemente entre el tipo de Cine de algunos realizadores y sus propias ideas políticas. De clichés se alimentan los ignorantes: Nieves Conde fue falangista durante la Guerra Civil. Se dice -no hemos ahondado tanto- que fue de los rebeldes, de los que protestaron junto a Hedilla y otros auténticos cuando Franco decretó la unificación; de los que vieron que sus ideales sobre justicia social, capitalismo y papel de la Iglesia se quedaron en nada tras la Guerra Civil. Pero hizo Surcos, y le tocó las narices al nacional-catolicismo. Gonzalo Torrente Ballester, a quien muchos lectores conocen como autor de la dignísima Los gozos y las sombras, vestía habitualmente con uniforme de Falange en su actividad diaria en Valladolid tras el alzamiento. Pero su adaptación del trabajo de Natividad Zaro estuvo muy bien, y hasta molestó a algunos jerarcas. Todo está mezclado, y el modo de encontrar explicación a tantas cosas hace necesario poseer una cultura más amplia. Existen muchos ejemplos que explican lo antedicho: la célebre película El bosque animado, dirigida en 1987 por José Luis Cuerda, está basada en la obra de Wenceslao Fernández Florez, detenido en el Puerto de Valencia durante la Guerra Civil pero felizmente rescatado por el vice-cónsul de Holanda, quien lo escondió durante siete meses en un piso de su propiedad; como en El violinista del guetto de Varsovia... Wenceslao era un escritor, nada más.
        De modo que, resumiendo, Surcos no la hizo ningún comunista avispado ni tampoco un falangista con cuernos y rabo. Pero fue, es, una película muy importante en la historia de nuestro Cine, y vamos a tratar de exponer cómo la vemos nosotros y porqué. 

          
José A. Nieves Conde.

 

        Madrid es el escenario en el que se desarrolla toda la acción. Buscando la máxima autenticidad, Nieves Conde y sus colaboradores se dedicaron a recorrer El Barrio de Embajadores, donde descubrieron a un tipo chulesco que después "clavó" Luis Peña; el dueño de un bar de Legazpi inspiró la figura de otro protagonista "El Chamberlain". Era un cine totalmente nuevo y aquellos profesionales querían que todo resultara real, "dentro" de la historia narrada. Se obtuvieron fotografías y se hicieron entrevistas durante más de un mes. Igualmente se evitó contratar a artistas muy conocidos para dar autenticidad a los caracteres. Casi todo el film está rodado en el mencionado barrio, muy adecuado para los propósitos de Nieves Conde cuando quería rodar "la vida real", al igual que hizo más tarde con El inquilino (1957). No es cierto que vistiese a los actores con las ropas de algunos transeúntes, pero sí acudió a un ropavejero y una vez desinfectado todo aquel material se utilizó para la caracterización de unos y otros. Siempre que les fue posible, rodaron con sonido directo. También hubo que reformar una típica corrala para poder filmar en ella.




        Vamos a recorrer el argumento. A pesar de que relatemos las líneas generales de la película no creemos que se la destripemos a nadie. Si la han visto, no pasa nada, y en caso contrario ojalá espoleemos su interés. 
          Los protagonistas son una familia que, del campo -un pueblo  en el que malvivían con pocos ingresos y nulas comodidades- marchan a Madrid en pos de un futuro mejor. En efecto, la España vaciada no es cosa de ahora, y aunque empezó mucho antes, la Guerra Civil dejó el campo y sus gentes en muy malas condiciones. Las cifras de desplazamientos humanos eran contundentes: en 1951 salieron de nuestras fronteras 60.000 ciudadanos y otros 100.000 se desplazaron dentro del País, del medio rural al urbano. Estos últimos desplazamientos eran una preocupación para las autoridades que, en algunos casos, obligaban a regresar a sus pueblos a quienes bajaban del tren: El aluvión de nuevos ciudadanos agravaba los problemas de vivienda, trabajo, paro, delincuencia y pillería. Lo cierto es que película fue declarada de interés nacional, por encima de las últimas producciones con palacios de cartón piedra, barbas postizas y espadas de Toledo. A las autoridades les pareció muy a propósito el texto sobre-escrito en la secuencia de los créditos:


Eugenio Montes,ya se ha dicho, era el marido de Natividad Zaro, autora del texto primigenio, propietaria de la Productora y co-guionista del film.




         La gente acudía a las ciudades porque el campo estaba desatendido, los privilegios de terratenientes e intermediarios seguían intactos -y más tras una Guerra que había eliminado derechos y libertades-. Dionisio Ridruejo, falangista y divisionario en Rusia, se entrevistó con Franco al ser repatriado por un grave problema de salud. Refirió al jerarca que incluso allí, en aquel remoto país, entre los oficiales y tropa era habitual la comidilla sobre la corrupción y privilegios que reinaban en la Corte y de las que tenían noticia. Para eso no habían entregado tanta sangre joven, tantos ideales y tantos luceros. Se le premió la confidencia con un destierro de ocho meses en Ronda. Nieves Conde hablaba así en una entrevista años después: "Surcos presentó un mundo que todos sabíamos que existía, pero (y esto es lo trágico) que no nos gustaba ver, aunque debería hacernos reflexionar que la película fuese mucho mejor acogida en los barrios proletarios que en los burgueses".           
                                        
            La familia baja del tren y sufre -por la calle, en el metro, en casa de sus familiares- las burlas, la humillación de ser llamados paletos por quienes lo eran poco antes de dejarse caer en aquel Madrid de aluvión. Algo muy triste sucede cuando los desgraciados zahieren a aquellos a los que consideran inferiores simplemente por ser recién llegados: sea en la cárcel, en el servicio militar, en los reformatorios e internados correccionales o en las calles de aquel Madrid.
 

De izquierda a derecha: la madre (María Francés), Manolo (Ricardo Lucía), Tonia (Marisa de Leza), Manuel, el padre (José Prada), y Pepe, (Francisco Arenzana)

  
       
        
            Cargados con sus maletas de madera, sus líos de ropa y sus cestos por los que asomaban las cabezas de los pollos, llegan finalmente a casa de sus parientes, que habitan en una corrala. La madre entrega a la pariente en cuyo hogar se alojarán de momento (Carmen Sánchez) todo el dinero en efectivo que traían, producto de la venta de sus tierras. Allí se acomodan y desde allí comienzan a planificar su futuro laboral. Manuel, el padre, acude junto a su hijo menor, Manolo, a la agencia oficial de colocación. Allí se tragan de nuevo la ironía y las burlas de quienes como ellos aguardan para ser entrevistados y clasificados. El padre comenzará a trabajar en una modesta fundición en la que sufre un desmayo y el hijo peregrina de tienda en tienda en busca de una colocación como aprendiz. Tonia, la chiquilla, permanece en casa con la madre pero se espera de ella que  se ponga a trabajar: Al ser ignorante y no tener otras habilidades, parece lógico que se ponga a servir. El hijo mayor, Pepe, es muy hombre y echao p'alante, busca trabajo de conductor (sacó el carné en la mili) pero todavía lleva el pelo de la dehesa.

 
Pepe y Pili.
 
            Ahora toca presentar a los malos: La primera, la avariciosa y malvada "tía", matriarca en la vivienda en que aterrizan. Es la madre de Pili (Maruja Asquerino). En un principio ésta comparte habitación con su prima llegada del pueblo (Tonia). Pili se dedica a vender cigarrillos de contrabando al por menor. Le ha gustado desde el primer momento su primo Pepe, pero se supone que es la novia de El mellao (Luis Peña), un maleante castigador, que dispone de un coro de aduladores y que chulea a Pili sus ganancias; está a sueldo del verdadero malvado de la película: el Chamberlain (Félix Dafauce), delincuente de guante blanco, taimado propietario de un bar que no le hace ascos a otros negocios como robos, contrabando o lo que haga falta. Eso sí: sin ensuciarse nunca las manos. Gasta paraguas, corbata y sombrero y se supone que la gente le puso tal apodo por su parecido con Neville Chamberlain, el célebre diplomático inglés muy presente en la prensa y los No-Do de la época. (fotografía de la izquierda) 

 




El Chamberlain, paraguas en alto,
 le aprieta las clavijas a El Mellao.




       Nuevamente, en una entrevista que concedió en 1981, Nieves Conde explicaba de este modo "La delincuencia que había en Madrid en ese tiempo: Madrid parecía el Chicago de Al Capone en esa época. Había un montón de estraperlistas, estafadores y bandas de criminales que estaban conchabados con muchos funcionarios y políticos encargados de permitir las licencias de las viviendas y edificios que se estaban construyendo a gran velocidad".  

    

El mellao, interpretado por Luis Peña.


                    El Chamberlain, astuto y frío, ya tiene sus propios planes. Pone a trabajar a Pepe como chófer para sus trapicheos, exacerbando la rivalidad que ya existe entre éste y el Mellao, al que ningunea. A continuación influye sobre la ambiciosa e ignorante madre de Tonia  ofreciendo trabajo a la muchacha para servir en su casa. Una vez contratada, cuando la escucha cantar mientras faena la convence de que lo hace muy bien: le pagará una academia de canto, ropas y chucherías y organizará un debut de la muchacha en La Latina. El estreno resulta un desastre porque él mismo ha pagado de su bolsillo a los reventadores. Su objetivo es, y así lo cumple, seducirla para tenerla después como mantenida en su casa.
 


       
            Los hechos se precipitan. Como estaba previsto, Pepe, como hermano mayor, se encara con el Chamberlain para afearle su conducta. Hay un conato de llegar a las manos pero todo es en vano. Y como el ofendido gañán estorba, con su sentido pueblerino de la moral y la honra familiar, su jefe cumplirá sus planes enfrentándole al Mellao; pelean ambos cuerpo a cuerpo en el garaje y Pepe queda mortalmente herido de un golpe en la cabeza asestado con una llave inglesa. Será el Chamberlain quien trajine el cuerpo inerte de Pepe, haciendo oídos sordos a las súplicas que balbucea el muchacho, lo arrastre hasta un puente sobre la vía férrea, y lo deje caer desde allí. El paso de un tren hará el resto.


Al ser arrastrado el cuerpo inconsciente de Pepe,
 sus talones trazan unos surcos muy elocuentes.


            Al mismo tiempo, el padre que ya está harto de Madrid y sus promesas de prosperidad, se planta en casa del Chamberlain, zarandea a su hija llamándola de todo y se la lleva a casa. Después, le da un buen meneo a su mujer, por crédula y ambiciosa. El único que ha salido bien parado ha sido Manolo, el hijo menor. Comienza como repartidor de una tienda de ultramarinos: unos pillos provocan que se le caiga la cesta con el género para robárselo. Será la hija de un titiritero (con guiñol propio) quien lleve al desconsolado muchacho a su casa, lo presente a su padre y terminen dándole cobijo en el domicilio familiar. Su futuro, el más humilde, resulta así el más digno.
 

Cuando Rosario y Manolo visiten al padre de éste, ella se presenta con estas palabras: a su padre "Claro que nos queremos, pero como Dios manda".



        La película termina en el Cementerio, donde dan sepultura a Pepe. Allí el padre pronuncia solemnemente estas palabras: "Pues con vergüenza, hay que volver".





             Surcos se estrenó el 12 de noviembre de 1951, en el Palacio de la Prensa. Fue una proyección con voces a favor y en contra, y es que su camino hasta la pantalla no había estado exento de dificultades. En el verano de aquel año se había creado el Ministerio de Información y Turismo, y se nombró, un poco a la ligera, a José María García Escudero, amigo personal de Nieves Conde, como Director General de Cinematografía. Estos dos jóvenes, además de ser amigos, llevaban la misma idea acerca de qué Cine valía la pena rodar. De este modo, García Escudero le concedió a Surcos la calificación de "interés nacional" que suponía una subvención (la máxima) del 50 % sobre el coste de la película, dejando de lado Alba de América y provocando la ira de Vicente Casanova, propietario de Cifesa y del director de aquel enésimo film de "golas, carabelas, perillas, barbas, mostachos, espadas de Toledo, chambergos, Historia a tambor batiente, castillos de cartón piedra, palacios lujosos, grandeza y retórica" que era Juan de Orduña. ¿Y la Censura? Pues a eso vamos:




        Queremos distinguir dos conceptos muy diferentes sobre la actividad de la Censura. En aquellos años, no sólo estaba censurado el Cine, también lo estaban la Prensa, revistas, libros, espectáculos musicales, los textos escolares, el Teatro y hasta el largo de los calzones de los futbolistas. Y por supuesto en lo tocante al Cine, que era su bestia negra, se intentaba mangonear cuanto fuese posible, persiguiendo las imágenes y situaciones que seguramente formaban parte de sus retorcidas fantasías. Por supuesto que hacían daño toqueteando la obra de los artistas, eso es indiscutible, pero sabemos que para las gentes del Cine la Censura era una cosa tan natural como el granizo para el agricultor, y después de pasar a recoger sus guiones llenos ya de tachaduras y admoniciones, corrían al Gijón a descojonarse junto a sus colegas de profesión a costa de las pacatas enmiendas impuestas por los censores (Así lo contaba Berlanga). Al final, su ingenio les llevaba a decir lo mismo, pero de diferente modo. Y el otro concepto que se emplea al hablar de la Censura y que queremos poner en evidencia, son los comentarios que hacen hoy en día algunos gacetilleros al escribir sobre el Cine de la época, con textos llenos de tópicos y lugares comunes, porque el franquismo es un espantajo que da mucho de sí: "Surcos, la película que Franco mutiló" o bien "...aunque el filme fue autorizado por Franco (tras ser convenientemente "depurado" )" no son sino ejemplos de otras muchas tonterías por el estilo. Por entonces Franco se dedicaba ya casi exclusivamente a cazar y pescar; La tarea de gobernar, reprimir y vigilar la encomendaba a gente de su confianza. De modo que si algunos periodistas de hoy en día ignoran -por edad, por formación- los entresijos político-sociales de la época, malamente pueden transmitir a sus lectores la auténtica realidad. 
        Pero contemos qué pasó con la Censura. Se tragaron todo el guión a regañadientes, porque  mostraba un ambiente moral y social que atentaba contra todos los mandamientos. Ni siquiera en Estados Unidos se permitía un film que dejase un crimen sin castigo: aquí el Chamberlain y el Mellao, quedan impunes y Tonia marcada de por vida. Decíamos que la Censura se tragó todo esto, pero no transigieron de ninguna manera con el final previsto en el guión: la familia se vuelve al pueblo, sin Pepe (y entendemos que sin Manolo, seducido cristianamente por el guiñol), y en la Estación se cruzan con otra familia de pueblo que acaba de bajar del tren y lleva en la mirada la misma ilusión que les movió a ellos. Con el tren ya en marcha, Tonia se baja precipitadamente para quedarse en Madrid, abocada seguramente a la prostitución como una forma de vida más fácil. Ahí sí que no hubo nada que hacer. Cuando vean Vds. la película notarán el abrupto contraplano que salta, tras la escena del cementerio, pausada, solemne, a una panorámica de un campo perfectamente arado, todo surcos, mientras la música adorna el pegote con una alegre fanfarria. El apaño dura 5 segundos. 

              



        El escándalo provocó la destitución fulminante de García Escudero, por haber apoyado la película en contra de los censores e incluso de algunos ministros. Se declaró Alba de América como de interés nacional (a Esa pareja feliz no le dieron ni un céntimo) y los censores eclesiásticos se frotaron las manos: calificaron la película con un 4, es decir como gravemente peligrosa. (Tesis contra el dogma católico o la moral). Para ser justos, hay que reconocer que el Obispo de Salamanca, que conocía a Nieves Conde desde el rodaje de Balarrasa, dijo de la película que era "fuerte, pero verdadera" y en consecuencia la calificó en su diócesis con un 3R (Mayores con reparos).


Revista Primer Plano. Abril de 1951.


 
            García Escudero no recuperó su puesto hasta 1962. Pero algo se había movido en el Cine español. Revistas de Cine como Primer Plano glosaron ampliamente aquella película que simplemente contaba la verdad. En el estreno hubo pateos y voces airadas, pero también vivas al "Cine español valiente" y cerradas ovaciones. No mucho después, Nieves Conde recibió también ataques desde dentro de la profesión y algunos de los actores tuvieron dificultades para trabajar -como Maruja Asquerino que estuvo un año sin que nadie la llamase- aunque su participación en el reparto de Surcos influyó sin duda alguna en su popularidad. Tenía ya en su haber más de 20 películas, pero Marisa de Leza que era casi una debutante, se puso de moda:
 



            La película la salvó la valentía de García Escudero y los talonarios de cheques De Francisco Madrid Luque y la propia Natividad Zaro, Gerente y Presidenta respectivamente de Atenea Films. Un rodaje tan largo costaba mucho dinero y al Director no le faltó ese empujón hasta los 5 millones de pesetas. El Sindicato Nacional del Espectáculo aportó algo más de un millón.
            Tampoco faltó en la película algún guiño irónico. El Chamberlain, tiene esta curiosa conversación con su mantenida, la predecesora de Tonia, aburrida de estar encerrada todo el día:

-¿Porqué no me llevas al cine? Echan una sicológica.
-Eso está pasado...ahora lo que se lleva son las neorealistas.
-¿Y qué es eso?
-Pues problemas sociales, gente de barrio...
    

            A pesar de las controversias que suscitó, Surcos recibió distinciones que venían a avalar tan excelente trabajo. Fue oficialmente al Festival de Cannes. El Círculo de Escritores Cinematográficos le concedió los siguientes premios:
-A la mejor película.
-Al mejor Actor de reparto (Félix Dafauce)
-A la mejor Actriz de reparto (Marisa de Leza)
-Al mejor Director. 
        A María Asquerino le otorgaron la medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes. También recibió una estatuilla, de "Los mejores" de la Revista Triunfo
       
                
            ...también se mojó el Sindicato Nacional del Espectáculo con un Tercer Premio. 
            Y en 1997 un premio conmemorativo como Mejor Obra Cinematográfica de Ambientes Madrileños.      







            
Bibliografía consultada:
Fondos del Repositori de la Filmoteca de Catalunya, digital izados por la de Valencia.

José Antonio Nieves Conde, el oficio del cineasta. Francisco Llinás. Editado por la 40 Semana Internacional de Cine de Valladolid. 1995. (Ha sido necesario adquirir el libro en cuestión (Amazon. Nuevo.12 euros), porque la Xarxa Electrònica de Lectura Pública de la Generalitat Valenciana sólo dispone de un ejemplar, sin servicio de préstamo y de acceso restringido a "investigadores"). Con su pan se lo coman.