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MI TIO JACINTO



 

            En esta Entrada vamos a hablar de varias cosas: La principal, la película que se anuncia: Mi tío Jacinto (1956); de sus dos intérpretes estelares, cada uno en su estilo: Antonio Vico y Pablito Calvo; de su Director Ladislao Vajda y también repasaremos las curiosas relaciones entre nuestro País y Hungría. 
     

  
        
        La película la veremos después paso a paso, como tenemos por costumbre, pero sin destriparla, no sea que alguien se anime a buscarla o se la encuentre programada en Televisión. Rodada en 1956, forma parte de ese Cine hecho en España por magníficos realizadores en una época difícil por muchos motivos. Se ha hablado con frecuencia del neorrealismo "a la española" y creemos que sí, que fue un hecho: se hicieron en esa época muchas películas que encajan en tal categoría: El último caballo, Segundo López aventurero urbano, Surcos, Esa pareja feliz y otras cintas que contaban una historia, que podía ser cómica o tragicómica, o tremendamente amarga, procurando que el argumento y la ambientación social y urbana fuesen reales, aun siendo duras y descarnadas. Dificillo en la época. 

        Ladislao Vajda rodó su historia en el Madrid de mitad de los años 50, en los barrios populares donde la gente humilde y no tanto trataba de buscarse el sustento con actividades más o menos lícitas: timadores de toda laña, ropavejeros, mendigos, rateros, clientes de tabernas y bodegas, organilleros e incluso ruinosas comisarías de Policía. Resulta curioso que en este trabajo tan bien hecho, ninguno de los guionistas fuese español salvo José Santugini : Andrés Laszlo,  Max Korner, Gian Luigi Rondi y el propio Vajda. 
 Los madrileños de cierta edad estarán nuevamente de enhorabuena, reconociendo esto y aquello.
 


           En los papeles más importantes encontramos a Pablito Calvo (Pepote) que es quien lleva todo el peso de la película. Auténtico niño prodigio dotado de un carisma especial, ya había dado mucho que hablar el año anterior a las órdenes del mismo Director con Marcelino Pan y Vino. Antonio Vico (Jacinto) su compañero protagonista, actor de reconocido talento al ejecutar papeles cómicos con tintes de antihéroe. Fue un eslabón más de una larguísima saga de famosos actores de nuestro Teatro y comienzos del Cine. Aprovechamos para recordar a su hijo Jorge, protagonista junto a Josette Arno en Novio a la Vista (Berlanga) fallecido a los 43 años. También Pablito Calvo, hecho ya un adulto y alejado del cine, murió a los 50 años.


  
        
        Ladislao Vajda era húngaro. Hizo Cine en muchos países: Portugal, Italia, Francia, Reino Unido, Alemania y España, donde rodó sus mejores trabajos y donde se nacionalizó. En 1938 estaba en Italia donde dirigió dos largometrajes. A Mussolini no le gustó el segundo (Giuliano de Medici. 1941) en el que actuaba nuestra Conchita Montenegro y la prohibió. Aquel fue el motivo de que se viniese a España para poder seguir trabajando. Debutó con Se vende un palacio (1943) y continuó con otras cintas de calidad (si tienen curiosidad, consulten en la Red) hasta llegar a "Marcelino.." y "Mi tío Jacinto", las dos premiadas en Cannes y Berlín. Más tarde fue el primero en adaptar una novela de Friedrich Dürrenmatt, escritor suizo quien terminó firmando también el guión de la película y vendiéndolo como libro con el título de La promesa (1958). La película resultante, rodada en Suiza, fue El cebo (1958) que narra las fechorías y captura de un asesino en serie de niñas. Después se han llegado a rodar hasta tres versiones más: la última de Sean Penn, titulada El juramento (2001) e interpretada por Jack Nicholson. 
        Más tarde, en los años 60 realizó algunas obras menores aquí y allá. Afirmaba no tener problema alguno con la Censura: todos sus guiones le eran devueltos sin la menor anotación. Como nota anecdótica diremos que se le considera el descubridor de Sara Montiel. Rodando precisamente con ella la película La dama de Beirut (1965), falleció Vajda en Barcelona de un infarto. Tenía 58 años. 



        Habíamos prometido hablar también de las relaciones de nuestro País con Hungría. ¿No les parece curioso que gente tan valiosa como Vajda, o el fotógrafo Muller, al igual que numerosos futbolistas (Csoka, Kubala, Puskás) de la época, vinieran a España por aquel entonces? Cuando estalló la revolución húngara contra la URSS en 1956 se encontraba en España el mejor equipo del fútbol húngaro, el Honved, compitiendo con el Atlético de Bilbao por la Copa de Europa. La simpatía de nuestros compatriotas hizo que la Cruz Roja Española iniciase una campaña de ayudas mientras que la embajada en Madrid recibió muchísimas donaciones voluntarias para ayudar a los rebeldes en la lucha por su libertad. 




    Pero lo más curioso de todo esto fue que, Franco, ante la pasividad de la O.N.U. propuso enviar tropas de España a Hungría para ayudar a la Resistencia. Serían hasta 100.000 voluntarios que desembarcarían en Sopron. Aunque parecía un poco la locura de la División Azul y como el lema "Rusia es culpable" latía aún en el pensamiento de gran parte de la población, el plan se llegó a gestar en sus primeras fases: Reclutamiento de unos 2.000 húngaros refugiados en España más un montón de españoles, fundamentalmente de la Universidad de Valladolid. Al final no hubo nada, pero así fueron las cosas. Es Historia. 



  

        Vamos a "ver" la película como tenemos por costumbre. 



       Madrid amanece, que cantaba aquel desventurado, pero sobre Madrid en su totalidad, es decir, sobre los barrios de la gente acomodada y los barrios en los que florecen las chabolas apenas habitables. En una de estas barracas viven Pepote y su tío Jacinto. Éste último es un antiguo torero al que ya nadie contrata; tullido, auto compasivo y alcohólico. Su sobrino, pese a su corta edad, representa todo lo contrario. Para él la cabaña que habitan es su palacio y en sus quehaceres cotidianos se juntan el niño que juega cuando puede y el cariñoso lazarillo, hacendoso y hábil para ganar algún dinerillo, que ayuda a su tío sin juzgarle ni pedir nada a cambio. No se nos dice, pero seguramente quedó huérfano de padre y madre y Jacinto lo acogió, tratándole como a un hijo.



 
    Las secuencias iniciales se van a alternar: En unas se nos narran las mil gestiones que hacen los Carteros para hacer llegar el correo a sus destinatarios. Hay una carta para "Jacinto, matador de novillos" a quien no logran localizar. Preguntan aquí y allá, en una portería, a una vecina, de una dirección a otra, sin resultado.

 
        
    En las otras secuencias vemos a Pepote empeñado en las mil actividades que desarrolla diariamente para la subsistencia de ambos sin dejar de ser el niño que juega a la menor ocasión. Corre bajo la lluvia pisando charcos para llegar hasta la lechería y comprar el desayuno para el resacoso Jacinto. De paso arregla su humilde juguete: un molinillo movido por chorro de agua de lluvia que baja por el terraplén. O acepta hacer "de toro" para unos chavales a cambio de unas monedas. Regresa a la chabola, despierta a su tío y cuando ambos salen para encaminarse a su merodeo diario, Jacinto encuentra prendida en un árbol frente a su barraca, la carta que por fin ha llegado a manos de un "Jacinto". Para ir al barrio madrileño en el que llevan su vida cotidiana cogen el tranvía: no pagan, utilizando el truco de dejar pasar a todos delante para viajar en el estribo. Se nos muestra también a niños de corta edad que lo hacen sentados en el tope del vagón. Y que nadie diga "que no pasaba nada".



Niños viajando en el tope del vagón. Esto era habitual, pero ¿y la Censura?
         
    
        En la carta, que evidentemente no era para él, se informa a un "Jacinto, matador de novillos" que tiene un compromiso profesional para torear en un festival taurino nocturno. Percibirá 1.500 pts. por su actuación. No era para él, sino para otro Jacinto. El nuestro hace muchos años que no es matador y mucho menos tiene firmado contrato alguno. Pero la ocasión la pintan calva, así que decide asegurarse, reivindicando con firmeza que él es Jacinto, torero.


Rafael Bardem, el mejor de la saga familiar.


                A partir de este momento, la película se convierte en la lucha de tío y sobrino para reunir el dinero que cuesta alquilar un traje de luces; y también el pretexto argumental para mostrarnos una galería de gentes en busca del sustento: unos legales y otros al margen de la Ley. Tío y sobrino recogen colillas, les sacan el tabaco y acuden a venderlo a un mayorista. Sacarán unas pesetillas.
      Vemos también a un timador (Miguel Gila) que "obligado por la enfermedad de su mujer" necesita vender un artículo personal a un transeúnte. Intenta contratar a Pepote para dar mayor lástima y empaque familiar al timo, pero Jacinto se lo impide violentamente.




    

    Veremos a un honrado vendedor de Nicanores, a una bondadosa vendedora de filatelia (Pastora Peña, hermana de Luis Peña (Surcos) y muy popular desde 1936, año de su debut en Nuestra Natacha) que trata a Pepote con cariño casi maternal, a un relojero que lo tiene contratado para que todos los días, a las doce, le ponga en hora los numerosos relojes -de pared, de sobremesa- que tiene en la tienda y también a un vendedor de relojes falsificados que complica a Jacinto pasándole parte del negocio. La policía atrapará a ambos: a su viejo conocido Sánchez (Pepe Isbert) delatado por el propio Jacinto y a éste, al que dejan libre por falta de antecedentes.


Pastora Peña, desde su puesto de filatelia,
 ve cómo se llevan al desgraciado de Jacinto a Comisaría.

 
 

José Marco Davó. Comisario Jefe.




   



        En la Comisaría, mientras se instruyen todas esas diligencias en plan casi doméstico, reprendiendo a uno y aligerando a otro de su mercancía, el Comisario (José Marco Davó) está dictando una carta dirigida a sus superiores denunciando las pésimas, incluso insalubres condiciones del cuartelillo que regenta. Y lo hace sin callar nada. Este es un detalle más de los muchos que nos sorprenden de la Censura: La película está llena de denuncias, de tipo humanitario, de tipo social e incluso oficial.  
       
       Pepote gana un dinerillo más jugando al guá: vende todas las canicas que ha matado a los otros chiquillos. Hace de auxiliar, pasando el platillo, para un organillero... Jacinto acepta una chapuza de transportar unos cabezales metálicos de cama con un carretón, pide trabajo en una obra, descarga sacos hasta caer exhausto...pero no llega el dinero para el traje. Finalmente alguien le propone un trabajo bastante bien pagado: Tiene que ir a un restaurante, vestido con guardapolvos y gorra, "para llevar las nuevas guías telefónicas y retirar las viejas". Y es que en una mesa de dicho restaurante se está intentando vender un cuadro falsificado a un turista. La guía de Madrid que llevó Jacinto tiene contrahecho el número del Museo Del Prado, a donde telefonea el timador sacando el número de la guía: un falso empleado del Museo certificará la autenticidad del lienzo, convenciendo así al comprador. 




        Como Mi tío Jacinto fue una coproducción hispano-italiana, encontramos en el reparto a Paolo Stoppa (falsificador, foto izquierda) que también hizo de maestro en Los jueves milagro, al relojero que emplea a Pepote (Guildo Bocci) y algún otro actor italiano. Finalmente, tras un enfrentamiento, se llega a un acuerdo con el ropavejero que alquila el traje (Juan Calvo).



         Como era costumbre, el alquiler incluye la compañía de un empleado del prendero. Éste, provisto de una maleta, lleva la ropa particular del torero hasta la plaza y espera a que termine el espectáculo. Después, cargando ya con el traje de alquiler, regresará a la tienda.  

Este fotograma se ha hecho célebre porque es en sí mismo la crónica de un País. Permite apreciar el aspecto de una parada de Metro, la dignidad del insólito pasajero vestido de luces, y el ropero, armado de maleta y paraguas para proteger la mercancía alquilada. El anuncio es de la Sal de Frutas ENO.


        
        Y ya estamos en la plaza de Las Ventas. Esa noche, el tiempo amenaza lluvia. Jacinto se enfrenta a su primer astado y comienza a llover. Aunque él no se inmuta, el cielo se le cae encima al comprobar que unos payasos se meten por enmedio estropeándole la faena que  venía siendo muy lucida. Comprende entonces que se le había contratado para un Festival taurino, también llamado charlotada. Aunque se enfrenta a la lluvia y a los payasos, el público huye a toda prisa para refugiarse de la intensa lluvia.


 






        Todo ha terminado. A fin de cuentas, Jacinto ha vuelto al ruedo. Ha tenido su momento de gloria, y ha ganado unas pesetas. Creyendo que Pepote no ha contemplado el espectáculo, le relata su faena con pinceladas de maestría. Al final, entra a matar armado con un paraguas que se clava en un árbol de la vereda.

  

                                         


        Si pueden, véanla. Vale la pena y contiene mucho más de lo narrado aquí. Es de lo mejor de nuestro Cine.








 







 
        

1950: EL ULTIMO CABALLO





 

                    Vamos con esta curiosa y divertida cinta de Edgar Neville. De él ya hemos hablado bastante en otras Entradas, tanto de su particular personalidad como de algunas de sus obras. Aquí se respeta y se honra su trabajo.La película tiene múltiples facetas a las que los verdaderos amantes de nuestro Cine clásico ya han sacado brillo según viniese al caso, destacando éste u otro aspecto en particular. También hay quien ha descubierto en ella cierta ideología con moraleja final, una especie de Surcos pero al revés. En cualquier caso, lo que ocurre con esta película es que su puesta en escena y su retrato de aquella España son impecables. Para nosotros, El último caballo es, aun en tono de tragicomedia, la primera cinta neorrealista española. Y vamos a hacer algunos comentarios sobre el neorealismo, movimiento que se considera nacido en la Italia de los años 40 del pasado Siglo. Muchos lectores ya se lo saben todo o casi todo sobre éste o cualquier otro tema relacionado con el Cine, así que se espera de ellos un poco de paciencia en favor de los menos ilustrados. Sigamos: Todos los estudiosos coinciden en que este movimiento cinematográfico tuvo su nacimiento y su razón de ser en el hecho de contar historias, a ser posible reales, pero mostrándolas dentro del marco del aquí y ahora con personajes de carne y hueso pertenecientes a una sociedad concreta, a los que se utiliza para criticar y denunciar lo contado -por feo que sea- desde un punto de vista que a menudo no puede esconder una clara posición ideológica.




   

        En líneas generales, se nombra como pionera la película Roma, Città aperta (1945), de Roberto Rosellini. Cuenta la vida cotidiana en la Roma ocupada por los alemanes: Resistencia, sacrificio, amor y muerte. La Guerra había terminado ese mismo año en Italia, y como muestra de todo lo antedicho referiremos la siguiente anécdota: cuando se estaba filmando la escena en que el sacerdote (interpretado por Aldo Fabrizi) es secuestrado por agentes y soldados alemanes en plena calle y obligado a subir a un vehículo, acertó a pasar por allí un tren repleto de ciudadanos que ignoraban que aquello formaba parte de un rodaje: Ya no había ocupación ni guerra, pero allí había soldados  alemanes armados. El convoy se detuvo y los ciudadanos asomados a las ventanillas protestaban gritando airadamente contra lo que sucedía ante sus ojos, convencidos de que aquellos soldados eran reales.


Cartel en los países de habla hispana.


       


        Tras el film citado, parece siempre lógico traer a colación la siguiente película ilustrativa del neorrealismo: Ladri di biciclette, dirigida en 1948 por Vittorio de Sica. Una vez más vamos a protestar contra todas las gentes que opinan, que hablan de nuestro Cine de ayer y de su historia; críticos, historiadores de relumbrón y profesionales del ramo: Dejen de llamar a la película "El ladrón de bicicletas". La traducción del título en italiano es "Ladrones de bicicletas" y en ella pretendió De Sica mostrar la penuria económica que se cernió sobre las clases populares italianas tras aquella Segunda Guerra Mundial tan devastadora. Quiso denunciar que la gente era tan desgraciada que robaba de todo, y había ladrones de bicicletas, el vehículo más económico y humilde con tal de sobrevivir, privando al dueño de su medio de vida. Pero en España, no sabemos a quien se le ocurrió tal desacato, si fue estupidez o manipulación interesada, pero quien fuese le hizo al Régimen de Franco un enorme favor: Aquí, donde la clase trabajadora lo pasaba tan mal como la de Italia según muestra la película, el parecido debía terminar ahí: aquí no robaba nadie, ni se robaban bicicletas para desguazarlas y venderlas a piezas en el Rastro. O reconstruirlas para hacerlas irreconocibles. Sí se veía en el cine cómo un individuo intentaba robar una bicicleta porque a él le habían robado la suya, lo hacía presa de la desesperación y era sorprendido y casi linchado (por ladrón de bicicletas!); pero ¡ojo! que nadie estableciera peligrosos paralelismos. Bueno, pues todavía hoy se escucha a entendidos y comentaristas de cine que siguen soltando sin ningún pudor aquello de "El ladrón de bicicletas". Mucho quejarse del moscardón de la censura sin ver el culo del elefante. Incultura y uso abusivo de lugares comunes. 

        No nos vayamos por las ramas. Volveremos al neorrealismo español y antes de meternos en materia con El último caballo hemos de mencionar con todo respeto que casi todos los expertos señalan como primer film neorrealista español a Surcos (1951) realizada por Nieves Conde un año después. Esta película viajó a Cannes, aunque no se trajo ninguna Palma, y fue galardonada generosamente por el Círculo de Escritores Cinematográficos con cuatro distinciones. No estaría mal dedicarle una Entrada más adelante porque es una gran película, fuese quien fuese su Director y admitiendo que había financiación, galardones y también censura. Ahí queda la intención.

    Para su película, Edgar Neville recurrió a un elenco de actores con los que había trabajado ya en otras producciones y que cumplían sobradamente sus expectativas. Y no faltó Conchita Montes, musa y amante de EdgardNo vamos a destripar la película a nuestros lectores, (bueno, no del todo y en un orden cronológico algo diferente) aunque los más aficionados a este Cine seguro que ya la han visto, pero repasaremos sus momentos más brillantes. Eso es.




    Fernando (Fernando Fernán Gómez) termina ya "la mili" en Caballería, en el Cuartel del Principe de Alcalá de Henares. El día de la licencia se entera, al igual que sus compañeros, de que su Unidad pasa a ser motorizada, es decir, que sobran los caballos. Están ya viejos y se los llevará al día siguiente un hombre que surte a las Plazas de Toros de caballos para los picadores. Fernando y Simón (José Luis Ozores), su colega y amigo, escuchan la arenga y el triste destino que espera a los jamelgos. 




        El buen corazón de Fernando, quien ha tomado gran cariño a su caballo (Bucéfalo, nada menos) se resiste a aceptar esa realidad. A partir de ese momento, hay un choque entre lo sentimental y lo razonable, entre lo sensible y lo práctico. De modo que nuestro hombre se las apaña para sacar a Bucéfalo del lote de carne de cañón y se encamina montado en él hacia Madrid. Hay algo (o mucho) de Don Quijote en la primera salida de este hombre que cabalga a lomos de su caballo hacia un Madrid invadido ya por los automóviles, (y eso que estamos en 1950) las prisas y el implacable progreso. En su obcecación por salvar al animal se esconde su rechazo a la motorización, sin reparar en lo anacrónico de sus pretensiones. Ni un antiguo posadero (Manuel Requena) ni el encargado de unas cuadras convertidas en garaje (José Franco) le dan solución alguna para alojar su cabalgadura.




        Durante toda la película planea la inspiración de Gómez de la Serna y sus acólitos Mihura, Jardiel y Tono. Se nota en el tipo de humor, en el tratamiento de lo cursi, en lo surrealista de algunas situaciones, en la comicidad chusca que se ríe de todos mientras todos se ríen del protagonista. Un cambio de papeles muy de La Codorniz. 

       El primer obstáculo que se le presenta a nuestro hombre lo plantea el jefe de la oficina en que trabaja (Señor Manzano, interpretado por Manuel Aguilera). Es un jefe de los de antes. Duros como el pedernal pero que no daban cuchilladas por la espalda. Hay que escuchar la conversación en la que trata de convencer a Fernando de que no pude ser dueño de un caballo. Y ante su tozudez, le niega posibles aumentos de sueldo.. (¡antes al contrario!) se lo bajará, ya que parece ser rico como para tener caballo propio.       

       No acaba la cosa ahí ni mucho menos. Como la mayoría de varones de la época, Fernando tiene una novia de las de entonces (Elvirita), cuyo objetivo en la vida era casarse, a base de pescar o cazar un marido. Su preparación ante la vida consistía en saber teclear cuatro cosas al piano, ponerse guapa y dejarse ver con un libro en la mano o con la bolsa de la costura. Casarse suponía pasar a ser la (única) mantenida de un hombre. Y como Fernando (al parecer el único que debía ahorrar para la boda) se ha gastado ese dinero juntado a base de privaciones en adquirir el caballo, tiene que plantearle a las cursis de Elvirita, a su madre (genial Julia Lajos) -y de rebote a sus amigas-  que de momento, de boda nada. 



        

         

         

        

   

    

    

      Fernando acude a la antigua pensión en la que habitaba antes de irse a cumplir el Servicio Militar. Deja a Bucéfalo pernoctando en el patio y al dia siguiente se descubre que el animal se ha zampado todas las plantas de las macetas, provocando la ira de la señá Paca (Julia Caba Alba).



   Nuestro hombre no se rinde y pide ayuda a su único amigo y compañero de milicia: Simón, bombero raso en el Cuartel de Santa Engracia. Éste consiente -a riesgo de ser descubierto- en que el equino duerma en las amplias cocheras del Cuartel. Las deposiciones del animal, descubiertas por sus superiores y las surrealistas explicaciones del bombero provocan que sea despedido con cajas destempladas. También Fernando perderá su empleo, a causa de su tozudez por no complacer a un contratista de la Plaza de Toros, amigote de su jefe. 

 



        Entre tanto, suceden varias cosas muy importantes: La primera, Fernando conoce a Isabel (Conchita Montes), una florista que tiene su puestecillo en plena calle. Simpatizan y ella será la primera en comprender y defender al dueño y al caballo, al que mima dándole de comer los ramos ya invendibles. La segunda es que Fernando se lleva a Bucéfalo a pasear por el Retiro y, sin ser visto, descubre a Elvirita haciéndose arrumacos con otro individuo. El estupefacto Fernando es recriminado además por el Guarda del parque (¡sólo pude transitar con el caballo por el paseo de caballos!) y soporta por añadidura la larga perorata que le lanza (en alemán?) una señora indignadísima. La escena nos hace evocar el humor de Mihura o Jardiel. Y la tercera es que encuentran un cochero (el Señor Nemesio, interpretado por Fernando Aguirre), algo borrachín, pero que dispone de una cuadra y un coche de paseo (allá por la Guindalera) con el que el equino puede ser de utilidad y pagarse el forraje. Para celebrarlo, el ex-empleado, el ex-bombero y la florista se agarran una curda de cuidado. En su euforia, deciden declarar la guerra a la motorización, a los jefes, a las prisas y a la esclavitud.




Salen después a la calle, caballo incluido, a celebrar la que va a ser su nueva vida. Cortan el tráfico en una secuencia en la que Neville muestra lo aprendido en Hollywood.
Hay un brevísimo primer plano de un taxista, víctima del embotellamiento interpretado por Antonio Ozores. Fue su primera aparición en el cine.

         Antes, ya ha habido momentos que han rozado lo trágico, pero impregnados del mismo humor que impregna toda la película. Se pondrá enfermo el caballo, sanará, y el cochero se arrimará unas frascas que lo dejan más enfermo todavía e incapaz de cuidar el caballo. Alguien se apodera de Bucéfalo con malas artes. Nuestros amigos, corriendo de aquí para allá, terminan en la Plaza de Toros donde Fernando se encara con la autoridad: el caballo es suyo y no debe salir a la suerte de varas, aunque está ya totalmente enjaezado y montado por un orondo picador.


Fernando se esfuerza en evitar que Bucéfalo salga a
 la arena. El comisario -en el centro- es Rafael Bardem.

        Finalmente todo se arregla y nuestros rebeldes, caballo incluido, encuentran techo y trabajo en los campos del señor Marcelino (Manuel Arbó), que vive a la afueras de Madrid en un terreno de su propiedad y que ha rechazado repetidamente las ofertas de compra del solar. Su discurso final es una alabanza a la vida tranquila y un desprecio hacia el monstruo de hormigón y hierro que trata de devorarle a él y a su tierra. "El dinero se gasta enseguida y esta tierra no para nunca de dar producto". 

 

Manuel Arbó, actor de reparto con 222 apariciones registradas. No hizo casi T.V.

        Entre todos labrarán la tierra y cultivarán las flores, las llevarán en el carro-jardinera (tirado por Bucéfalo) y las venderán por Madrid. Habrá amor (Seguro!), futuro y esperanza para todos. Incluido el caballo, vegano de pleno derecho.


Camino del mercado con el carro lleno.


          

        La película termina así y, si hacemos caso de los postulados de Sánchez Noriega sobre el cine neorrealista, la película está hecha con pocos medios; el rodaje en exteriores como la calle, el parque o el campo; hay un compromiso en el mensaje contra lo establecido, contra cómo deben de ser las cosas; no hay actores-estrella; se detiene en lo cotidiano como los medios de vida, el trabajo, etc y combina el drama -caballos maltratados, pérdida de empleos, desengaño amoroso, desprestigio social- con pinceladas humorísticas.                

    

Durante el rodaje de El último caballo.  A la izquierda, la script Maria Luisa Fleishner. En el centro con camisa blanca y gafas de sol, Edgar Neville.

   


 


                                



FIRMAD, SEÑORA....!

     






                      Bienvenidos a este Blog al que está todo el mundo invitado. En él trataremos de los profesionales -sobre todo las actrices y actores- que hicieron cine durante la época que se indica en la cabecera del portal. Comentaremos esta o aquella película que nos gustó. Destacaremos alguna actuación, recordaremos peripecias de los rodajes… Y no faltará cierta inclinación a recordar a las estrellas fugaces, a aquellos y aquellas que vieron interrumpidas sus carreras por falta de oportunidades, por decisión propia o por fatalidades de la vida. Y como existen numerosas lagunas en cuanto a los datos personales y profesionales de muchos de ellos, la invitación inicial incluye la de aportar, si se quiere y se está en condiciones de ello, los datos que se conozcan de los intérpretes que aquí se van a rescatar. Algunos fueron famosos, otros no tanto.

          Nada vamos a descubrir que no esté en los libros y revistas especializados, en la Red o en las propias películas que se mencionen. Pero una vez recogido y traído hasta aquí cada caso, esperamos desempolvar y dar nuevo brillo a la obras y a sus actores. Si de paso conseguimos entretener al lector, ya nos podremos dar por satisfechos.
             Recordamos la sentencia que en 1955 lanzó Bardem sobre el cine español en las Conversaciones de Salamanca. Sus palabras, ya históricas, fueron: “el cinema español es: políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico”.

           Bastantes años más tarde, nuestro admirado Fernando Fernán Gómez, en una entrevista para El País Semanal decía: “El cine en España son siempre peripecias pobres, hechas de cualquier modo y sin ningún porvenir. Las películas suelen ser malas, rodadas de prisa, financiadas de milagro y además, cuando se estrenan, si es que llegan a estrenarse, la gente no va a verlas… El éxito, el éxito español al menos, es inalcanzable y, cuando llega, si llega, resulta un espejismo y se acaba en seguida. Cuando hacía una película y triunfaba, o creía que triunfaba, pero la gente no iba a verla, no había triunfado. Otra vez tenía que empezar desde el principio”.
                                   
                  También Luis García Berlanga tenía sus opiniones, y así las manifestaba a mediados de los años noventa al hablar de su película Vivan los novios: "Porque además, otra de las intenciones de la película era defender la época de los años cincuenta del cine español, que es sin duda nuestra edad de oro, cuando nace la comedia y hay una ventana abierta. Hay dos edades de oro en el cine español, que corresponden a la República y a los años cincuenta. Y me empieza a molestar que se metan con esa comedia española, diferente de la italiana, heredada de Arniches y el costumbrismo, esa comedia donde encontramos Historias de la radio, Los tramposos, y el cine de Pedro Lazaga, Fernando Palacios, Fernando Fernán-Gómez, los primeros filmes de Mariano Ozores, dentro de una década fabulosa".

                   Pues bien, sabidas esas cosas y otras más, como las quejas intermitentes e interminables a lo largo de los años de unos y otros, hemos de afirmar que ese cine lo consideramos nuestro, parte de nuestra historia, que tuvo su estrellato y sus momentos brillantes, que en ocasiones nos hizo reír o nos hizo reflexionar, que atrapó para la posteridad actuaciones magistrales, impresionó para siempre nuestro modo de hablar, nuestras calles, nuestras costumbres, modas… y fue en todo momento un espejo en el que se ha mirado nuestra sociedad, bien fuera en paños menores, en ropa de calle o con los más elaborados e intencionados disfraces.

          Queremos terminar declarando que este Blog no tiene ninguna intención comercial, ni de publicitar a nadie ni de obtener compensación económica alguna. Y que reconocemos a sus legítimos dueños la propiedad intelectual de todo el material gráfico (fotografías, carteles, recortes, fotogramas..,) utilizados para ilustrar este paseo por el Cine Español de otros tiempos. Vamos, que no se pretende vulnerar el derecho de nadie, sino más bien honrar a los muertos. A la mayor gloria del Cine Español.

         A Palencia, nuestro cariño y respeto.

       P.S.-   (A quienes tengan la necesidad o la debilidad de fusilar en beneficio propio alguna entrada del Blog, enterita o a trozos, les rogamos que al menos citen su procedencia).