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NENES: LOS MUERTOS NO SE TOCAN.



Rafael Azcona Fernández. (1926/2008)



        Ya lo dejó dicho Rafael Azcona: "La figura del guionista es como la puta del Cine, pues satisface los deseos del Director de la mejor manera posible". 


         Los muertos no se tocan, nene fue una novela de juventud de R.A., y no está impregnada de humor negro ni de humor codorniciano, sino que toda ella es una explosión, mezcla de absurdo, mala leche, burlas hacia el mundo de las pompas funerarias (al cual dedicó el autor la obra) exposición de personajes rijosos hasta el incesto, que se propasan verbalmente a cada momento, o se masturban o se hacen masturbar por unas u otras; que empotran a la sirvienta contra la pared del retrete e via dicendo. Luego tiene unas escenas escatológicas que llegan al sainete apestoso. No falta tampoco la chacota hacia las autoridades civiles y eclesiásticas y todo ello en una pequeña ciudad de provincias donde transcurre el relato. En definitiva, una obra rebelde, una astracanada escrita por un joven de 25 años protestando contra la clase media con ínfulas, la falta de libertad sexual, el exceso de militares, curas y toros, los honores familiares mancillados y los consuelos del alcohol. Bien estuvo la obra y ahí quedó para quien la quisiese leer. Fue lo primero de R.A. que Ferreri quiso adaptar para el cine a finales de los años cincuenta, pero no es difícil comprender que aquello no pasara ni a tiros. Además, pudo suceder -y lo han dicho voces autorizadas- que no había Productora dispuesta a financiar un velatorio. En su día, el propio Azcona escribió una adaptación para el cine, mano a mano con Bernardo Sánchez Salas, pero que no llegó a rodarse.




        Pasados los años y ya con el nuevo Régimen, R.A. siguió escribiendo guiones para muchas películas y siempre exhibió su debilidad hacia las ventosidades, las meadas, las cagadas, las pajas y el refocile en general, pero en un tono mucho más atemperado, y no precisamente por la ya inexistente Censura, sino por el buen gusto y la moderación en los films. Una cosa es un libro, otra muy distinta una película basada en él. Además, lo poco gusta y lo mucho cansa. En La escopeta nacional, el personaje interpretado por José Sazatornil termina orinando sus urgencias en un jarrón ornamental, por estar permanentemente ocupado el baño. En La vaquilla, el soldado torero -Limeño- se caga -literalmente- encima al tener que enfrentarse al toro una vez alcanzado el corral, pero no hay regocijo en el accidente; En otras producciones Luis Ciges encarna al eterno salido que intenta sobarlas a todas y José Luis López Vázquez otro tanto de lo mismo y por añadidura incansable onanista. Pero nada, nada se puede comparar a la piñata contenida en el libro Los muertos no se tocan, nene.
    La mejor explicación del porqué hemos escrito esta Entrada la encontrarán Vds. leyendo el libro y viendo el engendro de película que después se ha hecho con el texto original. Unos comentarios serán sobre hechos comprobados y comprobables y otros meras opiniones como las que puede tener cualquier espectador. Pero la idea que queremos exponer desde aquí es que ciertas cosas no se tocan; y si se hace, tiene que ser con un cuidado exquisito.
 



        La película, -guión, dirección, actores- rodada en 2011 bajo la batuta de José Luis García Sánchez, es un desacato de principio a fin. Han hecho falta cómplices como David Trueba o Bernardo Sánchez para perpetrar tamaño disparate, arropados, según rezan los créditos iniciales de la película, por la Productora Gona de Sur, S.L., TVE, (o sea la televisión pública), Telecable, Canal Sur Televisión, el Gobierno de España, el Ministerio de Cultura, el Gobierno de La Rioja, el Ayuntamiento de Logroño, el Gobierno del Principado de Asturias, la Film Comission de Asturias (¿..?) la financiación ICO y Cajastur. Vamos, igual de desvalidos que los cineastas de los años 40 o 50. Y es que con los muertos hay quien piensa que todo vale, que sí se pueden tocar, que el público es imbécil y que cortando por aquí el original y añadiendo por acá esto que se me ocurre, rescatamos una víctima del franquismo. Eso queda muy bien. Rafael Azcona no se merecía algo así. No era necesario denigrarle para chupar del bote.




      Juzguen Vds, teniendo en cuenta que el propio Director de la película reconoció en una entrevista anterior: "Siempre daba la lata a Azcona para hacer esta película, y él se resistía.."  No nos extraña lo más mínimo. Bien, pues para contar con el espaldarazo de la cultura oficial, propalaron la afirmación de que "esta película completa la trilogía que iniciaran El Pisito y El cochecito" y que claro, la malvada Censura no permitió rodar. Agitar el espantajo de la Censura y el largo túnel de la posguerra siempre vende. Y el periodista inculto y los cinéfilos que se alimentan de eslóganes aprendidos, airean el mito por pura ignorancia: "medio siglo después un proyecto que la censura franquista arruinó en 1956" o  que "Se están perdiendo las tabernas, algo mortal para la cultura española" ésta última perla es del Director. Silvia Marsó, nacida en 1963 y que seguramente jugó ya con un Cinexín, dijo: "este film es una reflexión acerca de lo que fue la España de la post-guerra". Y ya para terminar, la que soltó otro: "Qué puede haber mejor que adaptar lo que dejó escrito el más grande"· Así justifican los desmanes y la falta de calidad de sus trabajos. Pan comido con un público ya domesticado.



 
        Y es que realmente lo tienen fácil, porque a base de repetir falsedades han atiborrado al espectador con productos mediocres; eso sí: dejando bien claro que el Cine clásico español era peor...porque se hizo durante el franquismo. De modo que con rodar en blanco y negro, poner unos créditos iniciales tipo álbum de fotografías añejas, cuidar un poco el vestuario y que suene de fondo (cantada o con piano solo)  una canción de la época (El gitano señorito, interpretado por Pepe Blanco) creen cumplida la ambientación de la época. Lo malo es que a lo largo de la película aparece en varias ocasiones un aparato de radio de la época, pero siempre está radiando la misma canción, idéntica...aunque, claro, el público no lo nota. O el tipo de arma reglamentaria de un brigada del año 1959, que parece prestada por Bruce Willis. ¡Pero si la gente no se da cuenta, coño!. De este modo, el engendro no se puede defender ni siquiera por haber inspirado la nostalgia. 




          Lo siguiente que han intentado torpemente ha sido imitar el estilo cómico de las películas de Berlanga, haciendo el ridículo, lógicamente. Ni siquiera con guiños como el maletín que lleva el doctor Salanova (idéntico al de Pepe Isbert en El Verdugo) y que provoca un sobresalto a la portera. No han sabido recrear ni resucitar el alma del autor original, y han caído en la trampa de intentar rodar una película como si estuviese hecha en la época que pretende recrear. 
          El reparto, seguramente por una mala dirección, da pena. En general sobre-actuados y poco creíbles. El joven protagonista de esta obra coral, supuesto trasunto de un R.A. adolescente es un Fabianín que no da la talla que exige el personaje. Resulta un chaval más bien cortito y salido, pero en plan zangolotino (y ésta va dedicada a F.F.G.) Le escuchas hablar y te haces una idea de lo que trató de expresar Azcona, pero nada más. Da vergüenza ajena. El relato original tenía posibilidades para quien tuviese los redaños de llevarla a la pantalla, pero el resultado se queda en un quiero y no puedo. 
        No queremos aburrir: En nuestra opinión se trata de un producto que apesta a televisivo, con un guión que en realidad no cuenta casi nada, hecho con pocos recursos y muchos padrinos, una mala dirección, y unos intérpretes tan flojos que no te los llegas a creer. En todo caso, se salvan en sus breves apariciones algunos consagrados como Tina Sáinz o Carlos Larrañaga, pero del resto solo podemos destacar el desempeño de Mariola Fuentes. 
        Cierra la cinta y también esta Entrada la imagen de Celia Conde, intérprete superviviente de El pisito, que quiso aparecer en un brevísimo plano para homenajear a su paisano después de tantos años.
           Su expresión lo dice todo. 


Celia Conde. Mery, de El pisito,
 
durante la secuencia final en el cementerio.

 
        
          


        
 
        
        
            



 

MARCO FERRERI EN ESPAÑA: 3.- EL COCHECITO



                                    



        


Don Anselmo conoce a la pandilla, introducido por su amigo Lucas.
 Todos van motorizados menos él.





                Y vamos a por la última creación de Ferreri en nuestro País: El cochecito, de 1960. Película singularísima y tan popular que incluso hay quien la atribuye a Berlanga. Por ese y otros motivos seguimos empeñados en divulgar y que cada lector saque el provecho que quiera. Antes de extendernos con esta obra y para hacer justicia, tenemos que empezar hablando de la persona que puso su fe y la pasta necesaria para que Ferreri diera vida a este relato de Azcona: Pere Portabella. Este gerundense nacido en 1925 en Figueras ha sido Productor, Guionista y Director de Cine. Fundó en Madrid la productora Film59, independiente y nada convencional, en aquel año 1959 en el que sucedieron tantas cosas: Nacieron el New American Cinema, La Nouvelle Vague, el Free Cinema, el Nuovo Cinema Italiano y la Nueva Ola Japonesa. Bien. Pues este hombre fue el protagonista de una dura brega con la Junta de Clasificación y Censura produciendo tres películas imprescindibles del Cine español de aquellos tiempos: Los golfos (1959), El cochecito (1960) y en especial Viridiana (1961). Ésta última provocó la ira de las autoridades y su inhabilitación como productor. Pero según sus propias palabras: "El éxito más grande de mi vida es que con Viridiana descabalgo al Director General de Cinematografía, y al cabo de tres o cuatro meses, al Ministro".      
        No es ningún secreto que para que el cine ruede, ayer como hoy, hacen falta buenas películas y un público capaz de apreciarlas. Lo demás es todo accesorio, como la actitud -y la aptitud- de los poderes oficiales, o lo que opine tal o cual experto cinéfilo desde cualquier medio. Un periodista reflexionaba así por aquel entonces: "Pues sí; definitivamente hay dos cines en España. Uno, el que por lo visto gusta en el país; otro el que nos premian fuera de él". Muchos críticos  ninguneaban nuestro cine menos convencional y el público, carente ya de espíritu crítico, les hacía caso. Mientras tanto, aquellas películas sí eran exhibidas y aplaudidas en Cannes o en Venecia. El caso es que finalmente, entre unos y otros provocaron que Portabella abandonase la  producción y regresara a Barcelona. Después se supo, se da por sabido que a fin de cuentas Franco y sus paniaguados estaban en realidad satisfechos: Aquel Cine mejoraba su imagen en el extranjero merced a aquellas producciones españolas que armaban cierto ruido pero que, en definitiva, no llegaban a envenenar a la inocente población. Después han pasado los años sobre el Cine español y Portabella ha sido siempre un poderoso referente. Y dicho esto (y más que se podría añadir), vamos a hablar de El cochecito
        


       
         En primer lugar queremos distinguir el lugar que ocupó la película en el Cine de la época. En la Entrada anterior mencionamos nuestra visión del cine gamberro, con cachondeo y pretendidamente bufón, que era una de las formas de hacerle la cusqui al Dictador y compañía: ese lo hicieron muy bien gentes como Fernán Gómez, Berlanga, Neville o Mariscal, en la tradición tan nuestra marcada por Gómez de la Serna, Tono, Mihura, Jardiel y compañía y que finalmente actuaron como disolvente del Aparato estatal. Luego estaban los rojeras con Bardem a la cabeza, y los puristas comprometidos como Román Gubern y Victor Erice, que querían un realismo más directo; unos y otros no paraban de llevarse coscorrones, a veces merecidos por los tostonazos que atizaban a los incautos espectadores. La mula inquisidora e intransigente estaba allí con su palo. Pero ante una película como El cochecito se quedaba atónita. Que no le gustaba era evidente, pero debió devanarse los sesos buscando dónde estaba la trampa, el mensaje contra el Régimen, contra la moral, lo anti-español... y no encontraba nada, y no entendía nada. Eso sí, por algún lado tenía que chingar aquella cosa tan fea, y lo hizo dándole una calificación de las que hacían daño al bolsillo. Para mejorar dicha calificación se puso la condición de que se cambiase el final. No podía consentirse que Don Anselmo se vengara de su familia. La calificación eclesiástica -no se lo pierdan- fue de 3R, es decir, para mayores con reparos, castigo que aplicaban a aquellos films que contenían tesis contra el dogma católico y la moral. Valiente estupidez. Pongámosle música:




     De todos modos, una vez cambiado el dichoso final de la película (más adelante aclararemos que no era para tanto) se le subió la calificación a 1ª B, que suponía una subvención del 35 % del presupuesto presentado. Las cuentas no salieron porque la Productora recibió tan solo 1.158.500 pesetas, la mitad del famoso 35% que calculaba la Junta y bastante menos de los más de cinco millones que se habían presentado.         
        
    ¿Qué hizo de El cochecito una película tan singular? Pues una conjunción insólita de astros en el firmamento creativo español: Un guión de Azcona en su mejor momento; el toque, ya más maduro, de Ferreri que utilizó con gran profusión los famosos planos secuencia; la presencia de Pepe Isbert y el sensacional elenco de actores de reparto (Unos repetían con Ferreri y a otros los aprovecharon más adelante Berlanga y otros realizadores) a los que pretendemos distinguir y alabar, porque ya no se fabrican actores así; la música de Miguel Asins Arbó, que colaboró estrechamente con el Director; la fotografía de Baena; y el plató inigualable del Madrid de entonces: sus gentes, sus calles y sus establecimientos. Hemos de detenernos un poco más en Pepe Isbert que por entonces tenía ya 74 años.De él dijo Ferreri: "Sí, es un actor fenomenal. Isbert superó hasta la palabra actor: Isbert es el viejo de "El cochecito". Ya ha superado esta invención del actor. Es un personaje humano que vive una historia de una manera estupenda". "Sin Isbert no se habría pensado en hacer la historia ni la película".
     El guión de Azcona (tal y como él repitió hasta la saciedad) no era humor negro, sino el retrato de la realidad circundante: "Me molesta que digan que soy un humorista negro, porque no es cierto. No me río de las cosas macabras, sino de la gente viva que está alrededor de las cosas" Así comenzaba una profusa entrevista con el escritor logroñés. En ella contaba que el relato se lo inspiró la visión de la salida del estadio al final de una tarde de fútbol. "En medio de los coches se hizo de repente un claro y por allí avanzaron treinta o cuarenta hombres en sus pequeños cochecitos de inválido. Iban deprisa y comentaban entre ellos a gritos el partido que acababan de ver. Uno de ellos, de repente, exclamó: ¡Nada hombre, son un equipo de baldaos!. Y en ese momento pensé que aquellos hombres estaban más vivos que yo". Se atribuye el germen del guión así concebido a lo publicado por Azcona anteriormente en el diario Arriba, bajo el título "Pobre, paralítico y muerto". No obstante, en los créditos de la película leemos: Guión de RAFAEL AZCONA y MARCO FERRERI, basado en la novela "EL COCHECITO" de Rafael Azcona. Ferreri aclaró en una entrevista: "Sí, era una narración corta, y antes de ella hubo ya un encuentro con el mundo de los paralíticos, porque en la casa donde yo vivía, veía Azcona a esos paralíticos que se ponían a hacer labor, cerca de la estatua de Goya o cerca del Retiro".
  
                  


        Repetimos una vez más: Aquel humor era sencillamente  pintura al natural. Seguía diciendo Azcona: "¿Ves ese hombre? En El cochecito hay una escena en que varios hombres pasan en fila india llevando un retrete como ese cada uno. Todos van silbando la marcha del Puente sobre el río Kwai. Ya verás como nos dicen que es absurdo y sin embargo tú mismo has visto a este hombre pasar, aunque él no vaya silbando. Con la mayoría de las cosas que hemos metido para la ambientación ha pasado esto mismo; es que las habíamos visto antes en alguna parte y muchas de ellas las hemos visto después; o sea, que nos hemos encontrado con situaciones muy parecidas a las que estábamos haciendo". 


Lucas estrena su cochecito. A la izquierda, don Anselmo con las hijas de aquel.
 A la derecha, Agustín (Manuel de Agustina), empleado de la vaquería.

    
        Para nosotros, El cochecito es una amarga reflexión sobre la vejez, las taras físicas y sobre todo, la soledad. Pero también una muestra del valor de quienes no se arredran y optan por vivir su vida lo mejor que pueden. La película no pretende denunciar nada pero a la vez consigue que el espectador ría con ganas, reconociendo lo esperpéntico que puede llegar a ser su propio entorno. Don Anselmo vive con su familia, supuestamente querido y respetado por todos, pero no es así. Su vida carece de alicientes y además él, los viejos, estorban. Husmea en la cocina neutralizado rápidamente por su nuera Matilde (Mª Luisa Ponte) pega la hebra con un cliente de su hijo D. Carlos (Pedro Porcel), interrumpe a éste en pleno trabajo, pide prestado el Marca al pasante y novio de Yolandita (un López Vázquez impecable), riñe a una vecina que pastorea una gallina en el deslunado...incluso su propia habitación es a la vez un gabinete de idiomas donde su nieta Yolanda (Chus Lampreave) estudia francés con un tocadiscos.





               Su vida es tan monótona y gris que ni él mismo es consciente de ello hasta que su amigo Lucas (el siempre castizo José Alvarez,Lepe), paralítico (que reina pero ya no gobierna en su vaquería) le muestra su flamante cochecito a motor cuando ambos van al cementerio de la Almudena para llevar unos ramos de flores a sus difuntas esposas. Le despiden atribuladas sus hijas (Jesusa De CastroMaría Isbert). También será Lucas quien le introduzca en la pandilla de tullidos motorizados, invitándole a una excursión campestre. Con ellos se siente Don Anselmo uno más...pero ay!, nuevamente se encuentra solo porque los paralíticos son más libres de ir de aquí para allá que él. 




 
        No es extraño que nuestro hombre quiera disponer también de un cochecito. Además, la pandilla ha aumentado con Álvarez  (entrañable Ángel Álvarez), el orondo sirviente de una marquesa cuya única obligación consiste en atender en todo momento al hijo retrasado mental de ésta, Don Vicente (Tiburcio Cámara), un hombre ya mayorcito y también paralítico. Alvarez conseguirá un cochecito de dos plazas porque está harto de empujar la silla de ruedas de su pupilo. En el ejército de sirvientes de la señora marquesa él no es un cualquiera, tiene veteranía y grado, y le respeta toda la tropa.

  
 
"Donde comen trescientos, comen trescientos uno"

       
             
         Don Anselmo ha descubierto un mundo nuevo y quiere formar parte de él. Tiene ya metido el cochecito en la sesera. Informado por Álvarez, visita un comercio de ortopedia que también vende cochecitos. Allí, el dueño del establecimiento, un hábil Don Hilario (Antonio Gavilán) engatusa a su víctima de modo que, en cuatro movimientos, Don Anselmo pasará a encargar un último modelo. Mientras tanto, intenta en vano convencer a su hijo para que se lo compre. Incluso recurre a la argucia de fingirse impedido, pero es desenmascarado por el médico (Antonio Riquelme) que le augura parálisis inevitable si no ejercita las piernas. Su hijo empieza a perder los estribos. Si nos situamos en aquel comienzo de los años sesenta, no es disparatado que considerasen el cochecito como un capricho, y además caro. 

 



               
           También hay una prendera (Andrea Moro, absolutamente creíble en su papel) que saca provecho de la obsesión de Don Anselmo. Le empeña, por un importe muy bajo, las joyas de su difunta esposa. Con ese dinero ya tiene para la entrada y por el resto acepta a D. Hilario una serie de letras de cambio. El coche ya es suyo pero la indignación de la familia llega al límite. ¡Las joyas de la abuela! Le llaman pródigo, le llaman ladrón y le amenazan con ingresarlo en un asilo.

            A partir de ese momento, todo se precipita. Su hijo se persona, escoltado por su pasante, en la tienda de ortopedia para entregar el cochecito y exigir a cambio la señal entregada por Don Anselmo así como las letras que firmó. D. Hilario es muy taimado y le para los pies. No hay arreglo. 

   


            Aunque breves, son días de felicidad para nuestro luchador solitario. Ya puede ser uno más dentro de la alegre pandilla, a la que vamos a presentar. Al menos algunos de sus miembros.


Alvarez ya con el cochecito. Aquí le vemos conduciéndolo,
 jalonado por un satisfecho Don Anselmo.
 No se pierdan el casco del primero.

 
            



        También hay lugar para la sensibilidad y la ternura. En la foto de la izquierda vemos al tullido violinista y a Julita (Carmen Santonja) una paralítica que además de arrastrar su minusvalía con valor y ganas de vivir, arrastra literalmente el carrito de su novio Faustino (Eusebio Moreno), paralítico que además no puede valerse de los brazos. Aún y así éste vende como puede chucherías y artículos para los turistas. Julita le atiende con cariño y devoción. Eventualmente, como tantos novios, reñirán y se reconciliarán. Don Anselmo muestra su gran corazón haciéndoles razonar y consiguiendo que reanuden sus relaciones.


Reconciliación.

                
                 

                La tormenta en el hogar familiar no se disipa así como así. Don Carlos Proharán está dispuesto a liquidar el asunto y su anciano padre se ve acorralado. De momento, le han retirado el cochecito que está en la ortopedia pendiente de la liquidación legal de la transacción. Don Anselmo, desolado, intenta recuperarlo a la desesperada. Pide el  dinero a Lucas, que se lo niega y también a Álvarez, que se excusa por no podérselo prestar. Es entonces cuando toma una decisión desesperada. 

    


   

     No podemos explicarnos de ningún modo porqué la Junta de Clasificación y Censura obligó a cambiar el final. Y lo vamos a razonar: En la versión original que se proyectó en Venecia 7 meses antes que en España, Don Anselmo coge del botiquín casero un aparatoso frasco de veneno y aprovechando un descuido de la doméstica, vierte su contenido en el puchero en que se cuece la comida de ese mediodía. A continuación asalta el despacho de su hijo y coge el dinero necesario para rescatar su cochecito. Cuando regresa al barrio montado en él, observa cómo el público se agolpa en el portal de su casa y alrededor de lo que parece una ambulancia, en la que se están introduciendo unas camillas. Es entonces cuando el Director de la película detiene la cámara en una secuencia de 20 segundos (nada menos) con el primer plano del rostro de Don Anselmo, que refleja dolor, pena, arrepentimiento y lástima. 


      
 





    


      Lo malo es que los cronistas y entendidos de nuestro cine clásico, con la misma cortedad de miras que la Censura, han dado siempre por sentado que el protagonista había matado con el veneno a toda su familia y que por eso se había exigido otro final. Creemos que esa no era la intención de Ferreri o de Azcona, aunque sí sucedía en el relato original "Paralítico". Y que las imágenes sugieren más bien otra cosa. De haber sido un asesinato masivo, se habrían personado Forense, fotógrafo e Inspectores de la Policía para certificar las defunciones y hacer sus mil conjeturas. Permanecerían en la vivienda durante horas. La presencia de una ambulancia y no un furgón forense, los enfermeros de la Cruz Roja cargando las camillas -ayudados por el tragón Alvarito sano y salvo- y la presunción de que las víctimas habrían notado el veneno a la primera cucharada, nos hacen pensar que, al menos, existe una seria duda de que nadie haya muerto envenenado. Los guardias que se ven junto al vehículo están simplemente manteniendo el orden y alejando a los curiosos.

 
Este sí es un furgón forense.
Recuerdan el de El Verdugo?


        Recordemos que la versión censurada, tras el episodio de la cocina y el asalto a la caja del despacho, nos muestra a la familia contestando la llamada telefónica de un arrepentido D. Anselmo, reunidos alrededor de una mesa en la que se ven el puchero y el frasco de veneno vacío. Han descubierto la trastada y le dicen que le perdonan, pero que vuelva. Ni rastro de la secuencia arriba mencionada, tan hermosa e innovadora. Más adelante, la fuga del protagonista con el cochecito y su detención por parte de la Guardia Civil hacen ya coincidir ambas versiones, justo antes de que aparezca el FIN. 


¿Me dejarán tener el cochecito en la cárcel?


    Para el rodaje de la película se utilizaron coches de inválido marca Abad. Las localizaciones más significativas son el Cementerio de la Almudena, la Vaquería Imperial de Mateo Fernández y la Ortopedia Alonso de la calle Fuencarral.       
    Marco Ferreri abandonó España tras permanecer en ella durante cinco años y dirigir tres películas. Tenía treinta y dos años. Todavía hoy se consideran sus películas españolas como lo mejor de su producción.
        


MARCO FERRERI EN ESPAÑA: 2.- LOS CHICOS

 



            Estamos ya en 1959. Ferreri trabaja momentáneamente con posibles iniciativas surgidas de PROCUSA, TECISA y de la propia EPOCA FILMS, de cuya gestión forma parte activa él mismo. Un curioso anuncio publicado en la revista Film Ideal (núm.34/35 de Agosto-Septiembre de 1959) nos muestra algo de todo esto:




        Si nos fijamos en los dos títulos anunciados al pie de la esquela, presentados por la recién creada EPOCA FILMS, observamos, por una parte, que ya estaba lista Los chicos, con su Guionista y Director, aunque con el nombre provisional de El quiosco de los periódicos. Justo debajo se hace referencia a un espectáculo muy aclamado por aquel entonces: La revista musical "Te espero en Eslava", un auténtico éxito de público salida del magín del laborioso Luis Escobar. Al parecer existía el firme propósito de llevarla a la pantalla bajo la dirección de Ferreri, De ahí el precipitado anuncio que comentamos, pero al final ni se hizo la película ni la dirigió él. Probablemente rechazó el encargo. Pero los negocios son los negocios y había que poner alguna producción en el mercado. Así, pensando en otro producto vendible le habían encargado un guión a Leonardo Martín, especialista en películas como Calabuch, habían puesto a Marco Ferreri a cargo de la dirección y encomendaron la música a Asins Arbó, especialista en dotar a los films de un aire despreocupado y a la vez sensible. El resultado fue Los chicos, como ya se ha dicho.




     En cuanto a la Censura, por aquellos tiempos y en cintas como Bienvenido, Esa pareja feliz, la propia Calabuch, Historias de la radio, Plácido, El inquilino...pensamos que se jugaba al rey y el bufón, es decir, a encandilar a la mula inquisidora con una historia simplona, simpática y sensiblera; a ser posible con cortijos y bailes, hacerla reír y entre tanto y mediante situaciones chistosas, dejar caer frases, remoquetes y morcillas que pasaban desapercibidas o simplemente eran toleradas por la santa y satisfecha estulticia, ignorante de estar siendo puesta en evidencia. Resultaba un juego muy sutil, porque no se podía pasar del pícaro atrevimiento a la insolencia o la provocación; en este último caso la mula daba una coz y rebuznaba condenando el desacato.




        En casi todos los films mencionados se da alguno de estos ejemplos: Se pinta un Gobierno que se desentiende en casos de desamparo familiar o de salud de un ciudadano, vemos cómo el emprendedor inventor ha de conseguir financiación participando en un concurso, muchachos haciendo un servicio militar que duraba una inútil eternidad, las parejas que no encontraban vivienda, la lacra del realquiler, el abuso laboral en el llamado servicio doméstico, el machismo baboso, la violencia contra la infancia y tantas cosas más... pero todo dicho en clave de humor. Y no pasaba nada.



    
         Leonardo Ramón aseguraba en una entrevista: "Creo que el cine español que tenemos, bueno o malo, es el único que podemos tener, dadas las circunstancias en que se desarrolla." 
     ¡Pero ay! aquel cine de Ferreri no entraba en ese juego. Tanto con Leonardo Ramón como con Rafael Azcona, se limitaba a presentar las cosas como eran, ni más ni menos que copiando del natural. Una película como Los chicos, que llevaba a la pantalla con valentía, delicadeza y sensibilidad a unos jóvenes de ambos sexos en la España de finales de los 50, era algo inadmisible. La Junta Calificadora le colgó una 3ª categoría condenándola simplemente por decir la verdad. Las cosas tenían que aparecer más edulcoradas. Tampoco en esta ocasión vamos a contar el argumento, pero algo hay que explicar para quienes no la hayan visto o no la recuerden: La película nos muestra la vida cotidiana de cuatro chavales durante ocho días.


El Negro, el Chispa, Carlos y Andrés.


     Tienen casi superada la adolescencia pero son todavía menores de edad. Los chicos son un quiosquero el "Chispa" interpretado por José Luis García; el "Negro" aprendiz en un taller de mecánica (Joaquín Cáscales), el botones de un hotel, "Andrés" (José Sierra) y Carlos (Alberto Jimenez) un estudiante perteneciente a una familia de clase media con ínfulas pero de ajustados recursos. La película refleja la vida de estos muchachos a los que se permite trabajar recibiendo un trato discutible, fumar, beber alcohol, ser acechados por alguna prostituta,  pero no se les permite la entrada a un cine donde se proyecta una película "para mayores", es decir, para mayores de 21 años. Tienen bien pocas distracciones y están hartos de oír hablar de una Guerra que ni les va ni les viene. Llama la atención su relación, el trato que dispensan a las chicas de su edad, impregnado ya del machismo que campa por doquier. También sus familias aparecen retratadas, con sus estrecheces, sus desvelos, sus errores. 


Admirando un muslamen en el cartel del cine Callao. Al final, es
 el portero el que les prohibe la entrada por ser menores de edad.
Los porteros y los guardas de parque cuidaban de la moral pública.
                                       

                  
        La Distribuidora aprovechó la ocasión que proporcionaba la  celebración en abril de 1960 de la Quinta Semana de Cine Religioso y Valores Humanos de Valladolid, para presentar Los ChicosAquello no era gran cosa y su denominación sonaba demasiado a sacristía, pero siendo un Certamen similar a otro que ya se celebraba en Viena, podría normalizar la imagen que tenía el clero sobre el Cine; todavía se voceaban desde algunos púlpitos los peligros que representaba el satánico invento del cinematógrafo. En la Semana Interacional de Valladolid eran muchos los films presentados por diversos países y al final se concedían una serie de galardones para premiar éste o aquel aspecto moral o artístico. También la Productora y toda la profesión implicada en la película Los chicos pretendía normalizar su trabajo de aquel modo porque la 3ª categoría que les habían endilgado suponía, entre otras cosas, como trabas para su exhibición, la prohibición de presentarla en certámenes extranjeros. Esta era la situación. Lo que sucedió tras su proyección en el Certamen, es también Historia: Así nació la SEMINCI, a la que  fueron poniendo y quitando a lo largo de los años lo de "Cine religioso". 




     La intransigente mula oficial removía con su palo la charca del Certamen, mientras las ranas croaban en círculo desde la orilla, cada una con su charleo pero guardándose bien de recibir un trancazo. Como era habitual, las ranas de la prensa en general estuvieron mudas o amnésicas, cuando no beligerantes: la rana cronista de El Norte de Castilla pedía el desahucio del film. Alguna rana más sensata pidió desde su rotativo un trato digno para Leonardo Ramón y su obra. Y las pertenecientes al C.E.C. lamentaban no poder enviarla a Cannes. Otro batracio plumilla apuntaba en su crítica que eran sucedidos de barrio marginal (cuando el quiosco, centro de toda la acción, estaba situado en la confluencia de Alcalá y Goya). Otra rana, ésta eclesiástica y periodista, intentó templar gaitas diciendo que no se puede polemizar sin saber de lo que se habla, pero evitó mojarse a favor o en contra. Entre las ranas que habían asistido a las sesiones, hubo tanto calurosos aplausos como enérgicas protestas. Algunas patearon Los chicos y lo mismo hicieron con la francesa Los cuatrocientos golpes, premiada con la Espiga de Oro (que pasaba a engrosar un palmarés de seis premios internacionales). Las ranas cultas y algo rojillas, agrupadas en la Federación Nacional de Cine-Clubs y con derecho a otorgar un Premio Especial, dedicaron éste a Los chicos, pero ciertos rotativos no mencionaron tal galardón. Las sufridas ranas cinéfilas protestaron por aquel decreto de noche y niebla, pero con media lengua, tal y como se podía protestar por aquel entonces. Otro sapo pelotillero decía que si los organismos entendidos y rectores le habían concedido la 3ª categoría, no entendía tanto empeño en decir que era una buena película. Citaremos por último a un batracio, padre de familia, que mostró su indignación católica y española por Los chicos, tan alejada según él de la realidad. 
         Paradójicamente, nadie escuchó a los chicos y chicas españoles de la misma edad de los protagonistas para averiguar cual era su opinión. Claro que, ¿Cómo iban a dar su opinión sobre una película a la que tenían prohibido asistir por razón de su edad? Todavía faltaban unos años para la moda yé-yé, los pelos largos, los bluejeans, los botines, los chaquetones marinos y los grupos musicales, con su negocio de microsurcos y tocadiscos. Entonces sí empezó a interesar la juventud.  

         Vamos a repasar el elenco de actores y comentar alguna curiosidad. Lo que es la película -no hace falta que insistamos- vale la pena que la vean Vds. incluso que la vuelvan a ver si ya lo hicieron. 


La familia de Carlos -de pie a la izquierda- al completo: El padre Félix Dafauce leyendo, en el centro Conchita Gómez Conde, su hermana, y la madre Tote García Ortega a la derecha. Y niños por todas partes. ¡Los que Dios mande! 


            Pocas veces nos hemos enfrentado a un reparto tan difícil de identificar. Salvo actores ya consagrados como los padres y madres de los protagonistas juveniles, ha sido difícil reconocer a muchos de los actores y actrices, más o menos secundarios, que intervinieron en el film. Las crónicas que repasan la película incluyen un reparto  poco detallado para identificar actor y personaje. Algunos los hemos podido reseñar y así salvamos para siempre al actor y su desempeño en la obra. A otros no ha habido manera. Vamos allá:
            José Luis García, alias el Chispa, sólo había actuado en otra película, años atrás: fue el Zurdo en la producción Hay un camino a la derecha de 1953 (¿Hacia dónde, si no?). Jamás volvió a ponerse ante las cámaras.
 
el "Zurdo"
"


El "Chispa"


        Sabemos por alguna entrevista concedida por Ferreri que anduvo buscando actores y actrices jóvenes en la Escuela de Arte Dramático. Sea como fuere, la mayor parte de ellos no hicieron más cine, salvo algunas excepciones.
                   


        
        En la fotografía, Joaquín Cascales con Mary Carmen Aymat, su novia en la ficción. Es el Negro", no tiene padre y vive amargado por la vida sentimental de su madre (María Luisa Ponte). Él trabaja de aprendiz en un taller de coches, donde recibe un trato áspero y autoritario. De este actor nunca se volvió a saber. En cambio, la Aymat tuvo un cierto reconocimiento. Bordó su papel durante todo el film, dando al personaje la ternura que éste exigía. Debutante también ella, llegó a ser portada de la revista Film ideal, aunque su carrera posterior no fue gran cosa.



      


        

    Sigamos. José Sierra da vida a otro de los chicos, Andrés. También huérfano de padre, trabaja de botones en un hotel frecuentado por las gentes del toreo. Tiene la secreta ambición de llegar a ser un matador de los que alcanzan fama y fortuna. Para ello está dispuesto a echarse durante una corrida; "saltar a la arena como espontáneo" era un método desesperado utilizado en la época por los que suplicaban una oportunidad. Tampoco él repitió ante las cámaras.


Andrés, dándose a conocer a un apoderado.

          Nos falta Alberto Jimenez, Carlos, hijo de una familia de clase media que vive muy cerca del quiosco. Es un estudiante mediocre. Está enamorado de una vedette que vive en su propia finca, pero claro, ésta tiene un novio al uso, maduro y mundano. Lo encarnó Adriano Rimoldi. A ella la interpreta Irene Dayna, vedette de Revista también en la vida real. 



        
    Toca hablar de su hermana Elena. Es una chica pretenciosa que lleva de cabeza a sus padres para no ser menos que sus amigas. También tiene mareado a El Chispa, enamorado de ella hasta los huesos pero sin valor para declararse. La actriz fue Conchita Gómez Conde. También ella fue una excepción, una joven promesa que llegó algo más lejos. Protagonizó un corto De Francisco Regueiro (Sor Angelina,virgen), participó en algún otro film  y también tuvo su portada en una revista.
 
 




    No queremos olvidarnos del resto de chicas: Son cuatro, amigas entre sí y siempre van en grupo. En la foto que viene a continuación sabemos que están Ana María Vidal y Carmen Francoy, que junto a Mari Carmen Aymat (la novia de el Negro) suman tres. No hemos podido averiguar más.  

Aymat a la izquierda. La segunda por la derecha debe ser Ana María Vidal o Carmen Francoy.  

        Tampoco tenemos certeza en cuanto a la identidad de esta actriz, una tal María Pilar en la ficción que podría ser Matilde Asensio (o Asencio). Puede tener la edad del resto de chicas pero su atuendo y su estilo de vida son diferentes (sale de noche, sola, viste elegantemente y sube a un automóvil que la espera). Se la encuentran el Chispa y el Negro a la salida del cine. Por su breve conversación nos enteramos de que es una vieja conocida que abandonó el barrio tiempo atrás.
  
 


La enigmática Maria Pilar. El Chispa
 le regala una rosa antes de que se marche.

       
     Y volvemos al mundo de los adultos. Tampoco hemos podido establecer con certeza qué actor interpretó al jefe del Chispa, dueño del quiosco. No se dice en ningún momento pero es evidente que no tiene familia. La mañana en que marcha al hospital para que le practiquen una intervención deja todo en manos del Chispa, con una solemnidad casi testamentaria. Le aprecia como a un hijo, pero no puede exteriorizarlo. Acudirá también a despedirle un amigo "de la Guerra" interpretado por Carlos Díaz de Mendoza. (a la derecha en la fotografía inferior).







        Tras muchas indagaciones y comparaciones fotográficas, podemos aventurar que la muchacha del bar que no quita ojo a nuestros jóvenes protagonistas la interpretó Tilma Galy.
 


 
        No pueden faltar algunos elementos que, precozmente, hacen más suya la película de Ferreri, le ponen su sello. Destacaremos dos retrasados mentales, ambos vistos desde el quiosco: uno declarado y el otro difuminado en su ambigüedad. Son el vendedor freelance de periódicos (que exaspera a el Chispa pero que termina empleándolo) y el hombre que come una sandía con cuchara y escupe al suelo las semillas. La respuesta del Director al porqué incluyó a estos personajes fue que le divertía. No hay crueldad, ni burla, sino reflejo de la realidad, a veces insólita.





      Ferreri declaró repetidamente en más de una entrevista que no le gustó los Chicos. Vamos a transcribir un fragmento de la larga interviú que concedió a una revista cuando todavía estaba en España: "Los chicos es una película fallada (sic) y una película que no nació de mí. Fué que me hablaron de hacerla. Es una película así, de intentos bastante nobles, pero completamente fallida".

       Hoy por hoy tienen la palabra aquellos que tenían la misma edad o parecida por aquel entonces, con los mismos sueños, con parecidos problemas. A nosotros nos parece que esta película, sin llegar a la fuerza revulsiva de El pisito o la posterior y última El cochecito, logró un relato melancólico de aquel Madrid y aquellas tardes de domingo, a menudo lluviosas, vistas por lo ojos de este grupo de jóvenes. Resumiendo y en versos de Joaquín Sabina: "Nos tocaba crecer y crecimos, vaya si crecimos. Cada vez con más dudas, más viejos, más sabios, más primos".


"Sobre los duros andamios de la tarde".
  (Rien en le dimanche) de Juliette Greco.