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ESA PAREJA FELIZ : LA PELICULA QUE OLÍA A COCIDO




                 
    Y ya iba siendo hora de que nos ocupásemos de ella, porque además de los motivos que iremos exponiendo, en su guión está la frase que inspiró el nombre de este Blog: Al inicio de la película, una Reina, al grito de "¡Muera conmigo el honor de Palencia!" se lanza al vacío por una arcada medieval de atrezzo, escapando así de la presión de unos cortesanos que pretenden obligarla a firmar un pergamino."¡No firmaré jamás!" dice desesperada, convencida de que contiene alguna traición o injusticia. 
            Con esta película y desde su inicio, algo cambió en el Cine español que se venía haciendo hasta entonces. Vamos a repasarla deteniéndonos sobre todo en dos aspectos fundamentales: La comedia cinematográfica como crítica política y social de la época y la decisiva importancia de nuestros actores secundarios, más concretamente en las posteriores películas de uno de sus realizadores: Luis Gª Berlanga. Su carrera, de todos conocida, arrancó con este film. Tenía razón al decir que no ha habido después actores como aquellos, a los que casi no había que dar indicaciones. 
            Como de costumbre, no dejaremos de señalar algunas anécdotas sobre la génesis y el rodaje de Esa pareja feliz. Las contaremos al final. 


"No firmaré jamás. Muera conmigo el honor de Palencia"



        Para aquellos lectores que no la hayan visto, ahí va una sinopsis del estilo de las muchas que aparecen en la Red. No le destriparán el argumento a nadie:
"Juan y Carmen son un joven matrimonio de Madrid. Ella se ocupa de las tareas domésticas mientras él trabaja como electricista en unos Estudios de Cine. El sueño de cambiar a mejor su estrecha vida se hace realidad cuando ganan un concurso patrocinado por una marca de jabón. Son elegidos como "La pareja feliz" y durante una jornada recibirán toda clase de invitaciones y obsequios. Pero precisamente, en el día señalado, Juan debe resolver un problema sin que Carmen se entere".





        
        
            Esa pareja feliz se rodó en los Estudios Cine Arte de Madrid, ubicados en el número uno de la Plaza del Conde de Barajas, entre abril y septiembre de 1951 (en la foto, la fachada blanca detrás de los transeúntes). Se rodaron también exteriores en la zona de la Puerta de Toledo y la Puerta del Sol. En algunas tomas la presencia de curiosos no fue un inconveniente, sino todo lo contrario. La película la dirigieron mano a mano Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga, dos jóvenes treintañeros recién salidos del IIEC (Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas) en el que habían formado parte de la primera promoción. Como es habitual, y más en aquel tiempo de penuria económica, para que unos novatos -y desconocidos- cineastas pudieran hacer un largometraje, por mucho entusiasmo que pusiesen, necesitaban dinero, financiación. Un grupo de personas, en su mayoría vinculados al Instituto, fundaron la Productora Altamira e hicieron las aportaciones económicas necesarias.  
      El siguiente paso era elegir la película, una vez tomada la decisión salomónica en cuanto a su dirección por ser ambos alumnos  igualmente bien dispuestos y suficientemente preparados. Tenían ellos pensado un guión con tintes trágicos que más tarde se desechó por considerar que una comedia tendría mejor acogida. Pero hay que añadir además que, según ambos confiesan en sus memorias, la víspera del comienzo del rodaje simplemente se rajaron. Tuvieron el miedo del principiante. En consecuencia, se comenzó el rodaje de otra película: Día tras día, dirigida por Antonio del Amo quien además era profesor del Instituto. Asistir a las sesiones de rodaje sirvió a nuestros Directores noveles para curtirse en la práctica cinematográfica.



Un jovencísimo Manolo Zarzo en Día tras día (1951)
Pronto le dedicaremos una Entrada en este Blog.


        
        El nuevo guión que escribieron -una comedia- sí fue del agrado de todos, de modo que tras pasar sin mayores problemas el trámite de la Censura previa se pusieron manos a la obra. El resultado fue la película que nos ocupa, bien conocida por expertos y aficionados. Bardem llevó la dirección de actores y Berlanga la dirección técnica. Se contó con suficientes fondos para contratar a reconocidos profesionales del medio: Goldberger que llevó la fotografía, Cornejo se ocupó de los vestuarios; de la música, el ya por entonces prestigioso García Leoz y el montaje estuvo a cargo de Pepita Orduña, quien siguió al lado de Berlanga en sus siguientes producciones. Los laboratorios Arroyo y Fono España proporcionaron una imagen y un sonido en condiciones. Una vez estuvo listo el film, se hizo un pase en el madrileño Cine Pompeya. El llenazo, con gente hasta en los pasillos, obligó a repetir la proyección. Unos días después, según cuenta Bardem en sus memorias, fue visionada por la Junta de Calificación y Censura. La marcaron como "de Segunda A", lo que significaba un adiós a las ayudas oficiales. Al protestar, el Director Luis Marquina Pichot -por entonces miembro de la Junta- les espetó: "¡Esta película huele a cocido!". No eran el cine que querían promocionar. Ni la España que querían enseñar. 


Momentos del rodaje. A la izquierda, los bisoños
 realizadores. Ambos recordaban que hubo muchos planos
 rodados desde las azoteas.


            Los historiadores del Cine español suelen marcar el año 1950 como el inicio de una etapa que llegó hasta 1962 aproximadamente y durante la cual hubo más de lo mismo pero también películas con "meollo social" o tímidamente contestarias. Fueron películas afines al movimiento reno-realista como Surcos (1951), El último caballo (1950), Día tras día (1951), Cerca de la ciudad (1952), Segundo López (1952), Bienvenido Mr. Marshall (1953), Mi tío Jacinto (1956), El inquilino (1957), El pisito (1958), El cochecito (1959), Plácido (1961) o El verdugo (1962). Nosotros pensamos que Esa pareja feliz, desde su humildad, actuó en cierto modo como Osvaldo, el bufón de El rey Lear. Despreciado y objeto de las burlas de todos, hacía chistes en los que ponía en evidencia las debilidades y carencias de su amo y señor. La película, maltratada como hemos expuesto, tardó dos años en ver cambiada su clasificación y poder estrenarse. El público acudió al Capitol de Madrid y a las salas de re-estreno animados por el éxito  de Bienvenido Mr. Marshall. 


Hacia el centro del anuncio se puede leer el
 padrinazgo de Bienvenido Mr. Marshall



            La cinta promete desde su primera secuencia: nos traslada a unos estudios donde se encuentran en pleno rodaje de una película más sobre la Historia de España. Siempre aparecían sus reyes y nobles con barbas y pelucas postizas, y si hacía falta, carabelas y castillos de cartón piedra..producciones nacionales de las que el público estaba más que harto. La parodia (Con Lola Gaos en la escena arriba descrita) no era cualquier cosa: se estaban burlando de Cifesa y de los directores especializados en las gestas imperiales, como Juan de Orduña al cual  mencionaban poco después. Es allí, y en plena faena, donde conoceremos a Juan el eléctrico. 





                Cuando éste regresa a casa (el ambiente a pie de calle y algunos planos insinúan que viven en una corrala) tiene una breve conversación desde la barandilla de la galería con Luis, un amigo y convecino que todavía está marcando el caqui, es decir, que está "haciendo la mili". De las razones que explica Luis se deduce que trabaja en un teatro como tramoyista a la vez que cumple el servicio militar, que por entonces duraba todavía dos largos años. Un tiempo durante el cual los jóvenes, ya mayores de edad, estaban en una especie de limbo; ellos perdían el tiempo y no engrosaban las listas de demandantes de empleo. Mientras, el Ejército tenía ocupada a parte de su numerosa nómina. La gente lo aceptaba con el clásico "es lo que hay". Ambos amigos quedan en verse la tarde del día siguiente en el teatro.


"Esta noche a dormir al Cuartel, mañana maniobras
 y por la tarde a trabajar
".

               Juan encuentra sobre la cama una nota en la que su mujer le dice que le espera en el cine (El Atlántico) y que lleva consigo la cena. Él acude a la atestada sala del barrio y localizada Carmen, atraviesa la fila de butacas para sentarse en la que ella le estaba guardando. Mientras cenan sus bocadillos, Juan -que para algo trabaja en el mundo del cine- le va dando explicaciones a su mujer, encandilada con la película que se está proyectando: amoríos a bordo de un transatlántico, lujo y glamour. Juan, además de explicarle a Carmen que allí no viaja nadie, que todo son transparencias y ambientes recreados en los platós, se empeña en redondear su disertación explicándole en qué consiste un travelling. Los espectadores de alrededor se quejan pidiendo silencio y alguien desde la fila de atrás aclara: "¡El Juan de Orduña éste, que lo quiere explicar todo.!"




            La película termina y una espectadora joven, con aspecto de progre de la época, no puede reprimir una protesta al observar que se ha manipulado la escena final. La tijera de la Censura era implacable ante cualquier manifestación erótica -hasta la más inocente- fuera e incluso dentro del matrimonio. Humilde pero no tonto, y muy aficionado al cine desde antes de la Guerra Civil, el público quería ver las películas sin cortes ni amaños, tal y como habían sido concebidas y rodadas originalmente.


¡Vaya, ya han cortao el beso! 


            Durante el descanso, en la pantalla aparece un locutor anunciando una promoción del jabón Florit, cuyo premio para los ganadores consiste en ser agasajados durante todo un día como "la pareja feliz", paseada y obsequiada por todo Madrid. Mientras la voz en off del mercachifle recita las atenciones que esperan a los afortunados, se suceden una serie de imágenes que muestran el lujo y la opulencia de almacenes, tiendas de modas, restaurantes y espectáculos de las salas de fiesta. Todo aquello que los espectadores, trabajadores de humilde condición, sabían perfectamente que existía en Madrid, pero que lo disfrutaban unos pocos privilegiados. Naturalmente -concluía el anuncio- para concursar sólo tenían que enviar a un determinado apartado postal diez envoltorios del dichoso jabón junto a los datos personales del remitente. 





        Continúa la historia de Juan y Carmen. Utilizando una serie de flash-back se nos cuenta cómo se conocieron, se enamoraron y se casaron; y cómo y donde establecieron su hogar. Al ser de humilde condición, todo el boato de su enlace consiste en viajar en el taxi de un amigo de la Iglesia al estudio de fotografía y de allí a una pensión madrileña donde disfrutarán de una brevísima luna de miel. Su amigo Florentino les acompaña hasta la misma habitación nupcial, pues ha prestado a Juan para la ocasión el frac de camarero que utiliza en uno de sus pluriempleos. Salen de la habitación y en la misma puerta, en el pasillo, el novio se desviste mientras su amigo va metiendo las prendas en una maleta. A buen seguro, muchos espectadores de la película habían tenido similares vivencias, lo que aumentaba la simpatía y complicidad con los protagonistas.
  







            El hogar en el que van a vivir es una habitación de realquilados en un piso habitado por una nutrida familia. Era frecuente en aquellos tiempos que, quien tuviese la suerte de vivir alquilado en una vivienda suficientemente amplia, aumentara sus ingresos mensuales cediendo una habitación en subarriendo. No fue la única película que mostró, en clave de humor, el grave problema de la vivienda en aquellos tiempos, pero fue de las primeras. El realquiler era un último recurso para aquellas parejas que deseaban casarse sin tener medios para acceder a un piso.





        En su habitación cabe lo imprescindible, pero aún sacan un par de espacios: un rincón en el que Carmen cose a máquina o se pone a planchar y otro en el que Juan ha instalado su mesa de trabajo para llegar a ser técnico de radio. Es un panorama nada idílico: deben atravesar el hogar de otros para entrar en el suyo. Si abren la ventana, les llegan los ecos de agrias discusiones entre vecinas y para cocinar han de compartir la de la casa. Como queda patente en la película, también había incómodos cortes de fluido eléctrico a causa del racionamiento de energía. Nuevamente asistimos a un chiste: esta vez a propósito de las academias por correspondencia. Estas academias, que ofrecían un amplísimo abanico de estudios, eran muy numerosas y pretendían suplir a los centros de formación y capacitación profesional que o bien no existían o bien quedaban bastante lejos como para acudir diariamente a ellos. En este caso se trata de la Academia Rius, que ya tiene enganchado a Juan: le cobran una cuota mensual y a cambio le van dando material lectivo, piezas de radio y diplomas para que al final pueda construir su propio aparato. Muchos españoles cayeron en esta trampa gastando su dinero y recibiendo a cambio una escasa y no reconocida formación. 




        Como ya sabemos, nuestro protagonista acude al Teatro donde le citó Luis. Se trata de una sala (podría tratarse del Variedades, del Apolo o del Pavón, por citar algunos) en la que se está representando una opereta ambientada en la antigua Roma. Allí se encuentran con Rafa, figurante que sale de soldado romano y que, al terminar la función les cita en su camerino para proponerles un negocio, consistente en hacer de fotógrafos free-lance en los eventos sociales, en las calles o en los parques. Su lema es: "Sentido comercial". Triunfarán -les insiste- si tienen "sentido comercial". De momento disponen de una vieja cámara y esperan conseguir otra prestada por un cuñado de Juan. A éste le corresponde además conseguir película virgen, es decir, hacer un chanchullo con algún ayudante de cámara de los Estudios dispuesto a proporcionarle unos metros. 


Rafa (Félix Fernández) que bordaba los papeles con
su inagotable verborrea. Trabajó en varias
 películas más de Berlanga.


        Semanas más tarde, como se podía esperar de tan rocambolesco montaje, Juan es despedido de su trabajo. La Dirección de los Estudios se entera de que un ayudante de cámara estaba vendiendo película virgen y de este modo llegan hasta él. Vuelve al Teatro donde Luis trata de ayudarle, animándole a que acuda a la Magistratura de Trabajo, recurso que aquel rechaza. Rafa, por su parte, farolero y liante como siempre, se da importancia preguntándole cómo se llama el Director de los Estudios. "Mañana está arreglado este asunto" le dice. A continuación convoca a ambos para que acudan esa noche al bar Chispero con las cámaras, la película y el dinero "para reagrupar fuerzas". 
        Los esfuerzos de Carmen para ganar el concurso comprando muchas cajas de jabón Florit tienen finalmente su recompensa. Ha sido agraciada con el premio. Llega el día señalado y un lujoso automóvil publicitario va a recogerles a su domicilio. Junto al guía del evento, que ha de acompañarles durante todo el día, entra en el edificio Luis, a trompicones, vestido de uniforme y visiblemente nervioso. Coinciden ambos, el guía y el soldado, en la puerta de la habitación de la pareja. Luis echa fuera al guía y le cuenta a su amigo "que el Rafa se la ha jugado" que "ha salido por pies con las cámaras, con el material y con el dinero". Tiene la sospecha de que puede estar "en casa de Doña Lola". La prostitución en el Madrid de aquellos años tenía muchas caras, desde cierta clientela de lugares exclusivos como Chicote o Villa Rosa, a las que hacían la calle pura y dura, pasando por prostíbulos más o menos disimulados en tablaos flamencos del extra-radio o pisos como del de la señora que menciona Luis. En cualquier caso, ponerlo en evidencia mostrando en la pantalla la vida cotidiana en uno de aquellos lugares fue otro gesto de valentía. Para la gente de la calle eran secretos a voces.


             
        

            Para poder llegar hasta allí lo más rápido posible, Juan decide aprovechar el coche de "La pareja feliz" y, pese a las protestas del guía, consigue hacerse llevar al domicilio de "Doña Lola". Tras algunas trapisondas, finalmente da allí con el Rafa. Se lo encuentra desayunando con su chica y el muy pícaro, tras hacerse el ofendido y marear a su perseguidor con mil discursos, se despide de todo el mundo y salen juntos de allí. Una vez en la calle y sin dejar de hablar, coge al vuelo un tranvía que circula delante de ellos y desaparece. Es entonces cuando Juan, resignado, decide reincorporarse a la comitiva de "La pareja feliz".
              

"Pero tú...no habrás creído...."


        El relato nos irá mostrando que, en realidad, no han recibido ningún premio, sino que van a ser una vez más las víctimas de los poderosos, de los espabilados comerciantes y mercaderes. Porque todos los establecimientos que han obtenido publicidad en su condición de patrocinadores del evento, lo que hacen en realidad es regalarles quincalla, restos invendibles de almacén, zapatos de talla poco usual, objetos que no interesaban a nadie y otras chucherías. En el restaurante -con ínfulas de francés- al que les llevan a comer, no entienden ni una palabra de la carta, ante el impasible camarero que seguramente sería más madrileño que La Cibeles. Da lo mismo: al final comerán y beberán lo que allí tienen ya decidido darles. Para terminarlo de arreglar, otro camarero, despistado, pretende cobrarles la cuenta y les abochorna delante de toda la clientela: "dicen que no pagan porque son la pareja feliz". El maitre le saca de su error y, deshaciéndose en excusas, despide a la pareja.
 

             


            Continúan el recorrido vespertino: en todos los comercios, sus despiertos dueños han convocado a la prensa para obtener publicidad agasajando a la famosa y feliz pareja. Los regalos siguen siendo cosas inútiles, restos y saldos que no admiten cambio ni devolución por ser un obsequio. La jornada termina en la sala de fiestas Copacabana donde tienen una mesa reservada: gente elegante sentada en las otras mesas o bailando, tintineo de copas, camareros empingorotados y una famosa orquesta con su director-estrella. Todo un espectáculo que ellos observan desde su mesa, ya relajados y dispuestos a disfrutar.


             

            
        Pero también allí piensan aprovecharse de aquellos pobres ingenuos: Han preparado a sus espaldas un número con una pareja artística que, poco más o menos, se burla de ellos cantando en su número la muletilla "Pareja feliz". A Juan ya se le han hinchado las narices con el numerito, que todos ríen y corean, y le rompe las suyas al galán del dúo.


             

        Se produce un alboroto y acaban todos en la Comisaría. Mientras esperan casi hacen amistad con una prostituta allí detenida, hablando de concursos y promociones. Finalmente son llamados a comparecer a presencia de un Comisario Jefe paternalista, desocupado habitualmente por la falta de delitos, que entretiene su vigilia rellenando quinielas. Les reconviene por su conducta y les envía a casa sin castigo ni multa alguna. Desde luego, eso sí debió de encantar a la Censura.


             

       
         Ya en la calle, está amaneciendo. En una secuencia muy atrevida les vemos recorriendo un bulevar con bancos a ambos lados. En cada banco hay un mendigo durmiendo. Al fondo se alza un imponente edificio en construcción. Las viviendas las ocuparán los ricos, no la gente como ellos. Pero se permiten la liberalidad de ir depositando los regalos, uno a uno, a los pies de cada banco. Terminan felices, con las manos ya libres para abrazarse y besarse. Es el final de la película pero ni así: el beso sólo se insinúa, tapados los rostros por la melena de ella. La cámara desciende hasta sus pies para mostrarnos cómo Carmen se libra de los zapatos, el último regalo que conservaban, igualmente inútil e incómodo.
 





Y hasta aquí, la película. 

        Hablando de anécdotas, la más antigua es la que contaba Berlanga a propósito del acopio de fondos para que Altamira pudiese echar a andar (es decir, producir su primera película). La suma imprescindible se completó gracias al gesto heroico de uno de sus miembros: estando en la playa de Marbella, un entorno virgen por aquel entonces, salvó de morir ahogado a un hombre. Éste, agradecido, preguntó al joven de qué modo podría recompensarle por haberle salvado la vida. El muchacho no se lo pensó dos veces: le pidió que invirtiese algún dinero en la Productora. 
            Ya hemos visto el cómo Esa pareja feliz, en su insignificancia para conseguir ayudas o para ser explotada debidamente, denunció en clave de humor los muchos rotos y descosidos del entramado social del momento. El segundo de sus aciertos fue la elección de los actores y actrices. Por ella vemos desfilar a muchos secundarios, o actores de reparto (que nos perdone Manuel Aleixandre) que siguieron sus carreras enriqueciendo las películas en las que aparecían o que más tarde accedieron a papeles de mayor importancia, a menudo de protagonistas. 
            Empezaremos por Juan encarnado por Fernando Fernán Gómez aunque se trató de un caso aislado, toda vez que Esa pareja feliz fue su película número 35. Era el protagonista masculino y ya lo había sido en otras cintas, por lo que gozaba de bastante popularidad. Varias son las anécdotas acaecidas durante el rodaje -alguna de ellas muy conocida- en las que tuvo un papel preponderante. Se comenzó el rodaje por el principio de la película, en la secuencia de la parodia de cine histórico. Para acudir al plató, Fernando encontró en el camerino unas ropas que alguien había dejado allí por error.
    

         Pensando que era la indumentaria que le correspondía, se la puso, incluida una boina que completaba el lote y salió para ocupar su puesto. A él le extrañó, al igual que a los dos Directores, pero no le dijeron nada por no violentarle: Fernando era ya un actor consagrado y seguramente había elegido él mismo las ropas. Más tarde todo se aclaró entre los tres, pero en la película quedó tal cual. Si se fijan Vds. al ver la película notarán que los tramoyistas parecen uniformados con las mismas prendas; y la boina era para el calvo. 
           Bardem recordó en sus memorias otro par de anécdotas a propósito de Fernando. Resulta que éste no sabía montar en bicicleta. Ello obligó a efectuar algunos cambios y en la secuencia en la que sale de los Estudios al terminar su trabajo y en la siguiente cuando llega a casa podemos verle caminando, empujando la bicicleta.




       
         También refirió Bardem que en una secuencia que debía rodarse en la zona Viaducto-Bailén-Vistillas, Fernando tenía que bajarse de un tranvía en marcha y entrar en un portal. No fue posible rodarla porque tampoco sabía bajarse de un tranvía en marcha.  

       Para Elvira Quintillá, Carmen, fue su primer papel protagonista. Hasta entonces había aparecido como secundaria en cuatro películas de las 58 que componen su filmografía. En el imaginario popular será siempre la maestra de Bienvenido Mr. Marshall, rodada un par de años después.
 



        Se había casado pocos años antes con el eminente actor teatral José María Rodero, quien aparecía también en esta película pero como actor de reparto. Había coincidido con Fernando Fernán Gómez aquel mismo año, en el reparto de Balarrasa. Su personaje es el representante de Jabón Florit que acude a anunciar la buena nueva al domicilio de la pareja llevándoles un pequeño obsequio. Era ya su onceava película y llegó a intervenir en 44 títulos más. 



                
        La actriz Lola Gaos debutó en este film, bordando su papel de mala actriz interpretando a una reina en el rodaje de la secuencia histórica. En nuestra entrada Hispanoamérica, España y el Cine. Dos: El Exilio, encontrarán amplia información acerca de ella y sus brillantes hermanos. Baste por el momento decir que su filmografía alcanzó los 95 títulos. 




            Cuando Juan acude al cine para reunirse con su mujer, se está proyectando una película. Se trata de Tú y yo, dirigida por Leo Mc Carey en 1939 e interpretada por Charles Boyer e Irene Dunne. "Ya está terminando; es muy bonita" informa Carmen a su marido. Por conveniencias argumentales y quizá legales, el diálogo está cambiado por completo para que parezca el final feliz de un romance, porque las escenas reproducidas pertenecen casi al inicio de la película original. Además de varias secuencias que narran la historia de amor de los protagonistas, se incluyó otra de un travelling que recorre una de las cubiertas del transatlántico. Escena que permite a Juan lucirse con sus explicaciones.




        En cambio y paradójicamente, el travelling que se preparó para la última secuencia de Esa pareja feliz no llegó a utilizarse.




        En el Teatro, al que acude Juan para tratar posibles negocios con Luis (José Luis Ozores "Peliche") se está representando, como hemos dicho más arriba, una opereta. El primer tenor y protagonista que quizá representa a Cicerón, está encarnado estupendamente por José Franco, que además de actor era un destacado cantante lírico. No era un novato porque ya tenía en su haber 24 películas, con buenos Directores. Un ejemplo más de cómo Berlanga escogió acertadamente a sus actores de reparto: José Franco sería más tarde el Delegado General de Bienvenido Mr. Marshall o Matías Helguera en Plácido.
 

"Catilina, Catilina, buena la has armado..."


        En un momento de la representación, mientras charlan en la tramoya, Juan ayuda a Luis en su labor de diseminar sobre el escenario lo que figuran ser flores arrojadas por el pueblo romano a los legionarios, que desfilan lanza en mano. Hablando de su ajetreada vida profesional, Luis hace un guiño al nombrar a un célebre dramaturgo valenciano.
 

"Estoy hecho polvo....
y luego esta obrita, que parece de Rambal"


        El representante de la Academia Rius que visita mensualmente a Juan para cobrarle su cuota y dejarle nuevo material didáctico no es otro que Carlos Saldanya Beut "Alady". Este valenciano de nacimiento llegó a ser el Rey del Paralelo barcelonés. Fue un personaje muy interesante, amigo de muchísima gente del Cine y del Teatro de Variedades. Le encantaba aparecer en las películas, aun en papeles insignificantes.
 



        A Florentino, el amigo de Juan responsable indirecto de que éste conociese a Carmen y terminase casándose con ella, le dio vida el casi debutante Antonio Garisa. Era su segunda aparición ante una cámara y a lo largo de su vida apareció en 85 películas.





                En el fotograma aparece tapando a Juan, a medio desvestir en el pasillo de la pensión. La señora que casi les sorprende no es otra que Concha López Silva, la entrañable Doña Martina de El pisito

           El primer obsequio que recibe nuestro hombre al reintegrarse a su papel de la pareja feliz -una vez perdida la pista del Rafa- consiste en una atención preferente en la funeraria La Víspera. Allí le recibe un circunspecto empleado, muy metido en su necrófilo papel. Lo interpretó el actor Rafael Alonso, en esta su quinta película. Curiosamente, en la última de sus 123 apariciones ante las cámaras coincidió de nuevo con Fernán Gómez. Fue en El abuelo, adaptación de la obra homónima de Galdós rodada en 1998.





        Durante su recorrido como La pareja feliz visitando innumerables comercios, son atendidos en uno de ellos por un diligente empleado. Carmen muestra interés por algún objeto expuesto en la vitrina mostrador, pero le regalan un cuadro (una Última Cena?) que ya les tenían preparado. El mencionado vendedor lo interpretó José Luis López Vázquez, por aquel entonces un figurinista que comenzaba sus apariciones como actor de Teatro. Amigo de José Mª Rodero, éste le telefoneó desde Galerías Preciados, donde estaban rodando, para ver si quería hacer el papel de un dependiente. Fue su primera película del total de 262 a que asciende su filmografía.




        Hubo más profesionales en el reparto que después desarrollaron prolíficas carreras. José Orjas, camarero en el restaurante "francés" había hecho cinco papelitos hasta entonces. A lo largo de su vida acumuló hasta 173 apariciones, siempre como actor de reparto pero con roles de mayor enjundia. También el maitre del mencionado restaurante, Julio Goróstegui, se retiró con 64 películas en su filmografía, pero esta fue su segunda aparición. Diferente caso es el de Manuel Arbó, Esteban en la película, decano de todos ellos por sus 222 títulos -los primeros todavía silentes- de Cine español. En el polo opuesto tenemos a Antonio García Quijada, Manolo el taxista; aunque actuó en pocas películas, bordó su papel protagonista en el medio-metraje Se vende un tranvía (1959).
        En la sala de fiestas Copacabana, además del desenvuelto director de orquesta al estilo de la época (tipo Xavier Cugat) encarnado por Antonio Ozores (en su séptima aparición de un total de 158), nos encontramos con una pareja artística que, como se ha dicho más arriba, arranca las carcajadas del público habitual a costa de nuestra infeliz pareja feliz. Ella era Raquel Daina, famosa vedette por aquel entonces. Y él era Paquito Cano, peripatético actor que bordaba los papeles de artista de vodevil o de deficiente mental. Tuvo sus años de gloria en la TVE de los años 60, interpretando a Locomotoro en el programa Antena Infantil. Lo cierto es que gustaba a los niños porque era un niño grande.




        Y para terminar este ligero repaso por el elenco de la película, no podemos dejar de mencionar a Rafael Bardem, el Comisario Jefe del final de la película. Nacido en el Siglo XIX, fue como muchos de los mencionados, un magnífico actor de Teatro que pasó al Cine al paso que marcaba el gusto del público. Estaba casado con Matilde Muñoz Sampedro, también incluida en el reparto. El hecho de que Juan Antonio Bardem colocara a sus padres en la película no tiene nada de particular y era práctica extendida que nadie discutía. Pero queremos resaltar que comparando la personalidad, la valía profesional y la calidad de las interpretaciones de estos actores, en años tan difíciles, con carreras profesionales hechas a brazo partido, entre bambalinas, fiambreras y viajes en tercera clase, muy pocos han alcanzado su talla, a pesar de moverse en tiempos más fáciles, regalones y pelotilleros. 







        Vamos a terminar. Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga nunca volvieron a dirigir juntos. Ambos nos han dejado brillantes aunque desiguales carreras, con películas mejores y peores. Es lo normal. Lo cierto es que el día a día de la sociedad española y de los profesionales del cine durante el franquismo son difíciles de entender para muchos, porque están llenos de sombras y luces. Berlanga había estado voluntariamente en Rusia, alistado en la División Azul. Años más tarde nos contaba que su ilusión sería fundar el Partido Anarco-Burgués. Bardem, por su parte, era un comunista de smoking y pajarita, que en el año 1960 conducía un Fiat 1.100 de importación. Igual que otro comunista de pro, grandísimo actor al que admiramos y queremos: Paco Rabal, que en fecha parecida se trajo de Italia un Lancia Appia deportivo. 
        Cosas del cine.

Berlanga y Bardem, una pareja feliz en Cannes.1953



Publicaciones consultadas:

Revista Nickel Odeon. Especial Berlanga. número tres. Verano 1996.
Y todavía sigue. Memorias de un hombre de cine. Juan Antonio Bardem.
Si yo te contara. Memorias de Paco Rabal.
Los disfraces de la melancolía. José Luis López Vázquez.