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EL MUNDO SIGUE.

 







                    Como muchos lectores sabrán -y los medios de comunicación se han encargado de airear convenientemente- el día 28 del pasado mes de agosto se cunmplieron 100 años del nacimiento de Fernando Fernán Gómez. Su muerte en noviembre de 2007 nos dejó doblemente huérfanos a los amantes de la Cultura, del Cine, del Teatro o de la Literatura españolas: por una parte perdimos al escritor, al actor genial e irrepetible; por otra parte perdimos ya para siempre a la persona: generosa, culta, mesurada, de agudo sentido crítico, amante de su oficio, amigo de sus amigos y ejemplo para todos los que pretenden vivir la vida a su manera y que les dejen en paz. Un ejemplar de buen ciudadano, demócrata y tolerante de los que cada vez se ven menos. Para algunos, el peligro está en que al paso que vamos, la gente de la calle no tarde en ignorar por completo quién fue. 

       Nosotros queremos que alguna obra de Fernando tenga su sitio en este Blog, aunque a él ya le hemos mencionado en algunas Entradas. Muchas son las películas que nos muestran a Fernando como el pedazo de actor que fue. Bastantes menos las dirigidas por él y aún más escasas las dirigidas e interpretadas por él mismo. El mundo sigue, que adaptó, dirigió e interpretó en 1965 es nuestra elección. Con El mundo sigue además de un buen número de actividades profesionales, Fernando pretendió celebrar sus bodas de plata como actor, y lo hizo a su manera, es decir: trabajando simultáneamente en mil iniciativas,   poniendo su dinero para la película hasta quedarse sin un céntimo y recurriendo a los amigos que pudieran ayudarle, para terminar viendo una vez más cómo el poco interés de distribuidores y exhibidores y la indiferencia de un público caprichoso aunque siempre respetable, lanzaban el film al pozo del olvido, aunque presumimos que eso, Fernando, ya lo sabía de antemano. Defensor de causas perdidas y eternamente conmovido por la pobreza y las desgracias ajenas, se lanzó a dar vida a esta película de la que vamos a tratar. 

        Fernando había leído la novela del mismo título del escritor Juan Antonio de Zunzunegui, publicada en 1960, y le impresionó de tal modo que un año antes del rodaje, confeccionó el guión de la película de cabo a rabo, con la mayor fidelidad posible y con una extensión que alumbraría un film de casi dos horas de duración. Según aclaró el mismo Fernando años más tarde: "el mundo sigue no es una película original mía. Yo considero como autor de la película, por encima de todo, al autor del texto, y ese no soy yo. Es Juan Antonio Zunzunegui, que como todo el mundo sabe, era un autor falangista, pero que considero que es el hombre que mejor ha llevado a la narrativa el enorme fracaso político de la posguerra española". No sabemos si nos leerán personas jóvenes, muchas o pocas, pero valga la ocasión para señalar dos cosas: que Fernando no rechazó la idea de adaptar la novela por conocer la ideología de Zunzunegui, y que buenos prosistas en la Falange hubo unos cuantos. Hay que leer, conocer la propia historia, bien sea política, cinematográfica o literaria y no dejar que nadie piense por nosotros. Gonzalo Torrente Ballester, por poner un ejemplo, vistió durante mucho tiempo la camisa azul pero fue el autor de la trilogía Los gozos y las sombras, obra que muchos conocieron -y aplaudieron- tras su adaptación como serie televisiva en 1982, con la habitual venta masiva de  la obra literaria como consecuencia. Además, Torrente Ballester había sido el guionista de Surcos (1951) dirigida por Nieves Conde (otro con pasado falangista en la Contienda), película que incomodó al Régimen y que fue martirizada por la Censura. Pero hubo más autores, de escasa pero interesante obra como Sánchez Mazas, García Serrano o Pedro de Lorenzo. En cambio, el bulo efectista, alimentado por y para ignorantes, de que Miguel Mihura, Jardiel Poncela o Edgar Neville eran falangistas es una falsedad. Si a alguien escandaliza lo que afirmamos, que consulte los ensayos de alguien tan poco sospechoso como Francisco Umbral.



 

        Volvamos a El mundo sigue. Rodados casi todos los exteriores en El Barrio de Maravillas, (aclararemos a los más jóvenes que estaba en lo que es hoy Chueca, Universidad y Malasaña) la película nos muestra con trazos bastante crueles, de un humor negro que roza en ocasiones la caricatura, las miserias morales de aquella sociedad. Vista hoy en día, poca cosa parece haber cambiado. En El mundo sigue se exhibe en cueros a una sociedad en la que los sueños rotos, la envidia, el maltrato a la mujer en el matrimonio y el acoso descarado en la calle, el triunfo en la vida utilizando el atractivo sexual, la pobreza llevando a cuestas la desnutrición infantil, el nepotismo a todos los niveles y la evidencia de que todo el mundo tiene un precio, van pasando ante nuestros ojos en un melodrama duro y realista. Tan realista, que no gustó. La tónica general en la visita a las Productoras fue la indiferencia, de modo que como se ha dicho más arriba, Fernando,  tras gastar sus últimos ahorros, recurrió a su amigo Juan Estelrich, copropietario de Ada Films.




       Una vez rodada, el problema no fue la Censura, pasada quizá con los habituales recortes y el acostumbrado estira y afloja que no alteró su sentido ni su intención. Pero se han hecho afirmaciones que distan mucho de la realidad, por más que la tijera actuase habitualmente de un modo estúpido, intolerante y paranoico. En esta ocasión no ha faltado algún cronista agitando el argumento facilón de  que la Censura no cedía ni a tiros con aquel guión, ni siquiera por tratarse de la adaptación de una obra de Zunzunegui, académico afecto al Régimen. Falso. La película se rodó sin mayor complicación. El problema gordo fue el económico y ahí entraba la Junta de Calificación: de ella dependían las subvenciones. Encontraron la película fea, mal hecha y poco acorde con lo que pedía el público y "con el cine que se debería hacer",y la calificaron con una "C" condenándola a no recibir ni un céntimo. Como es sabido, y si no lo recordamos aquí a vuelapluma, según la normativa proteccionista del momento, para poder importar películas extranjeras -que es lo que demandaba el público- las distribuidoras debían contar en su catálogo con otras hechas en España. De modo que Nueva Films la apadrina en un primer momento para lograr sus objetivos de importación.


Teatro-Cine Buenos Aires. Bilbao.


      Si damos una hojeada a las Carteleras cinematográficas de aquel mes de julio de 1965, fecha en que se estrenó El mundo sigue en un cine bilbaíno de programa doble -El Buenos Aires-, sabremos la oferta que intentaba atraer a los espectadores de las salas españolas: Los inevitables westerns como "Héroes del Oeste", los sempiternos trhillers como "Criminal acorralado", las películas con jovencita o niño cantante  "Más bonita que ninguna", las superproducciones extranjeras ("Los cañones de Navarone", "el maravilloso mundo de los hermanos Grimm" o "Agente 007 contra el Dr.No"), o bien reposiciones y restos del cine patriótico como "Botón de ancla en color". No faltaban en la programación algunas cintas españolas más afortunadas como "Atraco a las tres" o "La gran familia". En definitiva, cine de evasión. Aunque El mundo sigue no tuvo el estreno que habría merecido, no se estrenó de tapadillo como se ha sugerido. Aguantó escasos días (tres) en aquel cine bilbaíno y después se exhibió en algunas -pocas- salas "de provincias" como se decía entonces. El público no quería ver privaciones ni dramas ¡bastantes tenían ya en sus casas! y lo peor: encontraba naturalísimo y cotidiano cuanto se narraba en el film. Como anécdota ilustrativa -y esto lo cuenta Fernando en su autobiografía El tiempo amarillo, por aquellas fechas también se estrenó en los mejores cines la obra cumbre de Visconti "El gatopardo". Pues pásmense ustedes, porque durante todas las proyecciones se daba entre el público un número significativo de comentarios y murmullos hostiles. Así estaban las cosas. 

       La quiebra de la Distribuidora, su poca fe en el film y la mala acogida del público mandaron al almacén del olvido las latas que contenían El mundo sigue. Y pasó el tiempo. Y más tiempo. Llegó el tardo-franquismo, y se empezó a hacer otro cine. Fernando obtuvo un razonable éxito como intérprete en cintas como Ana y los lobos y El espíritu de la colmena (1973) o en series televisivas como Juan Soldado (1973) o El pícaro. (1974-1975). Atrás quedaba una larga filmografía con películas dignas de atención, en las que quizá el principal atractivo era su presencia en el reparto o el papel protagonista, como sucedió en El último caballo (1950) Balarrasa (1951) Esa pareja feliz (1951) o en las protagonizadas con Analia Gadé: Viaje de novios (1956) La vida por delante (1958) o La vida alrededor (1959). Y dejadas caer entremedias, valientes cintas como El inquilino (1958) -otra obra de un falangista rebelde y protestón- y mucha, mucha mediocridad. Aunque no sabemos qué fue peor, ya que en los años anteriores y posteriores al emblemático 1975 se hizo bastante cine deleznable. Fernando seguía siendo un profesional y tenía que comer, de modo que participó en películas cuyo título, ya de entrada, hacía enrojecer de vergüenza: Pecados de cuarentones, piernas crecientes, ibéricas jamonas, adulterios, "más finas que las gallinas" y fulanas de tal y cual. La década de los setenta se cerró con un producto de calidad: Mamá cumple cien años (1979). Como director, entre 1954 y 1974 realizó 20 películas, en general dignas, con productos destacables como El extraño viaje (1964) o éxitos de público como Ninette y un señor de Murcia (1966). 

        En los ochenta, Fernando diversifica su actividad inclinándose  con preferencia hacia su vieja vocación literaria: El vendedor de naranjas, El viaje a ninguna parte, La Puerta del Sol y la exitosa Las bicicletas son para el verano, colaborando además como articulista en varios periódicos. No obstante, continuó haciendo Teatro y  Cine con interpretaciones a destacar como en La mitad del cielo o en El viaje a ninguna parte (ambas de 1986), y televisión, donde entre otras actuaciones dio vida a D. Evaristo Feijoo en la excelente adaptación de la obra cumbre de Galdós: Fortunata y Jacinta (1980). Y no queriendo alargarnos demasiado diremos que, hasta su fallecimiento, fue Académico, intérprete en una película oscarizada, recibió la medalla de oro de la Academia de las Artes y las Ciencias, la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio y otros reconocimientos. En Teatro, Cine y Televisión dirigió e interpretó, pero queremos recordar especialmente dos películas: El abuelo (1998) y La lengua de las mariposas (1999). Sí. Seguro que nos hemos dejado cosas en el tintero, pero lo que tenía que haber sido un simple repaso a su trayectoria profesional se ha ido alargando más de lo que queríamos.


D. Rodrigo de Arista en El Abuelo. 1998


        Volvamos a la trayectoria de El mundo sigue. Durante todos los años descritos, es decir, desde que se rodó hasta ya fallecido Fernando Fernán Gómez, la película durmió el sueño de los justos en un almacén, sencillamente porque durante todo ese tiempo (y quizá todavía) el cine clásico español no interesaba a casi nadie. Ahora se habla también de ella como "su película maldita", dejando entrever que estaba prohibida o que se exhibió clandestinamente. Falsedades y lugares comunes. Además, la sociedad española siguió durante todos esos años aquejada de los mismos males que la película ponía en evidencia. Puede que aún lo esté.

      Fernando fue amigo toda su vida de Juan Estelrich March, personaje poco conocido pero muy importante de nuestro cine que produjo  y dirigió obras memorables. Juan Estelrich era amigo íntimo -en aquellos tiempos no se solía confundir el término amigo con el de conocido o saludable- de gente como Bardem, Berlanga, Rafael Azcona o Fernando Fernán Gómez. Prueba de ello es que Fernando fue padrino en el bautizo de Juan Estelrich hijo, cineasta también, nacido en 1963 y de cuyas iniciativas vamos a hablar ahora, porque tienen que ver con el tema principal de nuestra entrada: 

         Juan Estelrich Revesz, quien recientemente ha publicado un interesante libro glosando la vida y obra de su padre (Juan Estelrich, el eslabón necesario del cine español), no sólo ha recordado el cine que hicieron su padre y sus amigos en ese interesante libro, sino que al ser poseedor de los derechos sobre El mundo sigue decidió restaurarla, dado su estado de deterioro y exhibirla de nuevo: Primero en el Festival de Málaga y después en la Academia de Cine. A continuación, el 10 de Julio de 2015, mediante un estreno simultáneo en trece salas de España a cargo de una nueva Distribuidora: A contracorriente. El reestreno ha provocado nuevo interés por el libro de Zunzunegui amén de coloquios de cineastas y cinéfilos en los que se han agitado espantajos y repetido argumentos y clichés facilones, sin reconocer, en ningún momento, que ni ellos ni el público se habían preocupado durante años de una película tan interesante y con ecos tan tristemente actuales.  

        Se acabó la charla. Vamos ya con El mundo sigue. Como siempre advertimos a nuestros lectores que vamos a destripar la película, es decir, que la vamos a contar, al menos lo esencial de la trama. Quienes tengan intención de verla pueden saltar hasta el FIN. No obstante, si leen lo que sigue y después ven la película descubrirán muchos detalles que se han omitido por la necesidad de ser concisos y por la voluntad de no desvelar alguna sorpresa.


Doña Eloísa (Milagros Leal).


        La cámara arranca mostrándonos el bullicioso barrio de Maravillas de Madrid, en una mañana de verano de un día laborable cualquiera. Vemos niños, muchos niños. Leyendo tebeos, jugando, corriendo. El mercado, puestecillos ambulantes y gentes de todo tipo...El pretexto de tantas tomas -algunas parecen hechas con cámara oculta- es mostrarnos la tipología de los habitantes y acompañar a una de las protagonistas, Doña Eloísa (Milagros Leal), camino de su casa. Durante toda esta presentación, aparece en pantalla, sobre-impreso y con grandes letras el siguiente texto:

"VERÁS MALTRATADOS LOS INOCENTES, PERDONADOS LOS CULPADOS. MENOSPRECIADOS LOS BUENOS, HONRADOS Y SUBLIMADOS LOS MALOS. VERÁS LOS POBRES Y HUMILDES ABATIDOS, Y PODER MÁS EN TODOS LOS NEGOCIOS EL FAVOR QUE LA VIRTUD". Fray Luis de Granada. Guía de pecadores. Libro I. parte III, cap.XXVIII




        Este primer personaje de la narración llega por fin a su casa. Antes, casi en el portal, tiene una breve charla con un vecino, D. Andrés, el escritor y crítico teatral que desde joven está enamorado secretamente de Eloísa hija, Elo, y que se muestra siempre preocupado por ella.


D. Andrés (Agustín González) charla con Dª Eloísa.

  
         Como muestra la fotografía algo más arriba, se trata de un estrecho edificio situado - todavía existe- en la Plaza de Chueca número 2. Como la familia ocupa el ático y no hay ascensor, vemos a Doña Eloísa subir pesadamente la larga escalera. Un chaval con el que se cruza, además de tener unas palabras de ánimo para ella, protagoniza instantes después la primera escena vergonzante y entonces habitual. La víctima es una muchacha adolescente que también sube por las escaleras en ese momento. Ella sí ofrecerá a Doña Eloísa subirle el capazo.


Él:"Cómo te estás desarrollando, guapa"
Ella: "¡Tócale a tu tía, imbécil!"

  
        Doña Eloísa ya está en casa. Allí irá apareciendo el resto de la familia, y los iremos presentando. Es la hora de comer. La primera será Elo, Eloísa hija, malcasada con un auténtico trasto que no sirve para nada: Faustino (Fernando Fernán Gómez) un tipo vago, fantasioso y violento, y lo bastante imprudente como para haberle hecho ya tres hijos a su mujer teniendo escasos recursos. Su familia pasa hambre y necesidades. Él, camarero en un bar, desaparece de vez en cuando sin dar razón. Llega también a casa el padre, Agapito que al contemplar de nuevo la escena que empieza a ser cotidiana dice entre dientes "si yo cojo a ese sinvergüenza..."



Elo (Lina Canalejas) con la más pequeña en brazos y el capazo vacío.


         La familia está afectada por las penurias que pasa esta hija. El marido lleva días sin aparecer. A iniciativa del padre, hacen una colecta doméstica para que ella pueda dar de cenar a los hijos y quizá de comer al día siguiente.  


Rodolfo (Pepito Morales) y el padre, el policía municipal Agapito
  
(Francisco Pierrá).


        Rodolfo (en la vida real hermano de Gracita Morales) es el hijo varón. Ex seminarista y una especie de sacristán meapilas, vive con los padres. No se sabe muy bien cual es su ocupación, pero viste con dignidad, bendice la mesa habitualmente y reparte consejos sobre contrición y resignación. Falta la tercera y última hija: Luisita (Gemma Cuervo) que no tarda en aparecer. 


Elo y Luisita, siempre enfrentadas.


 
          Las dos hermanas son rivales desde niñas. Y desde niñas se llevan a matar. Elo siempre fue más guapa y popular entre los hombres. De soltera ganó el concurso "Miss Maravillas", pero estropeó su vida casándose con un desastre de hombre.




         Luisita, en cambio, sigue soltera pero es más lista. No se casará con cualquiera. Ella mira más alto. Mientras tanto aprovecha su atractivo físico -que cuida con esmero- para aprovecharse de los hombres, con los que mantiene una especie de quid pro quo que no es sino prostitución selectiva. De modo que se burla de su hermana y sus desgracias mientras la otra le espeta una y otra vez que ella será pobre, pero bien honrada y no como ella. Como siempre, acaban tirándose de los pelos. Literalmente.


      
  

            A partir de este momento, la película va a ir saltando de una a otra hermana, narrando sus vivencias.

         Elo acude al trabajo de su marido para pedir a éste cuentas de su conducta y dinero para devolver el que le han prestado, además de cubrir alguna otra necesidad. Él la maltrata verbalmente y la echa con cajas destempladas. Pero interviene el dueño del bar, la pasa a la trastienda y, sin mostrar excesivo interés, le facilita algún dinero.




         Mientras, un grupo de parroquianos observa toda la escena y lanzan chascarrillos y dardos envenenados a Faustino, ensalzando el atractivo erótico de su mujer y la poca hombría de él. 


Los clientes, capitaneados por Don Gervasio (Cayetano Torregrosa, a la izquierda)
 ven pasar a Elo con miradas inequívocas. 

        
 
        

         Pasan los días. Luisita se las ha apañado para liarse con el dueño del comercio en que trabaja, un hombre casado. En el barrio se sabe todo y Elo, resentida, no tarda en ir a contárselo a sus padres. Cuando Luisita aparece en escena, su padre, Agapito, la abofetea y la conmina a que abandone la casa familiar cuyo honor está manchando. Todo esto no hace sino acrecentar el odio y resentimiento entre las hermanas. Luisita hace su maleta y se marcha. Su protector le pone un piso con doncella incluida. 

        Faustino sigue desatendiendo a su familia. Elo vuelve al bar para pedirle dinero y no lo encuentra allí. Interviene otra vez el dueño, invitándola de nuevo a pasar a la trastienda. Pero una vez allí, le ofrece todo lo que quiera si es complaciente con él, acosándola físicamente. Elo ya barruntaba lo que se iba a encontrar, pero se da cuenta de que simplemente no puede entregarse a cualquiera. No tiene la despreocupación ni el desparpajo de su hermana. Finalmente huye del bar. 



          Elo sabe perfectamente que debe salir adelante como sea. Tiene tres hijos y otro en camino. Su marido no va a ayudar en nada. Por un momento, aferrándose al único tesoro que conserva, pone a prueba su atractivo en plena calle, adoptando una actitud que no es la suya.


       

         Lo primero que consigue es un piropo, subido de tono, de un transeúnte bastante joven. Cosa habitual en aquella época. No hay nada en su atuendo ni en su modo de comportarse que provoque una situación equívoca. Pero poco después, ella exagera un poco más, dando la impresión de estar a la espera de algo. Disimula, camina sin determinación hacia ninguna parte y aparece otro elemento. Este es un predador que la confunde con una buscona. La sigue durante un rato y finalmente Elo lo ahuyenta. Pero vemos en el rostro y en las palabras del acosador cierta perplejidad ante una reacción que no se esperaba. Definitivamente, Elo comprueba que no sirve para eso. No puede.


            

      

        Mientras tanto, Luisita hace un intento arriesgado. Aunque vive todavía a expensas de su protector, tiene una especie de novio, Rafa (Fernando Guillén) un buen muchacho, joven, de buena familia y posición, al que hace creer que está embarazada de él.

 


      
  

      Ella espera que Rafa, asustado, costee un supuesto aborto clandestino y por tanto muy caro. Y que quizá le de algún dinero extra y si te he visto no me acuerdo. Nunca se sabe. Pero la actitud de él es muy diferente: Se niega a que un posible hijo suyo sea exterminado antes de nacer y dice estar dispuesto incluso a casarse. Pero antes exige una confirmación médica. Con su plan desbaratado, vemos a Luisita lamentarse, desesperada, porque verdaderamente ese embarazo y el consiguiente matrimonio habrían satisfecho su plan de vida. Probablemente ese muchacho es lo que ella se merecía para ser feliz y honrada. 

       Las apariciones en el hogar conyugal de Faustino van siempre acompañadas de malos tratos, físicos y verbales. Además está acostumbrado a forzar a Elo a mantener relaciones sexuales cuando lo desea.




        

        Mientras Luisita se ha repuesto y ha cambiado de protector varias veces. Don Andrés acude al domicilio familiar a echar una parrafada con doña Eloísa. Le cuenta a ésta que su hija está muy bien situada, que no le falta de nada, pero que quiere volver y poder abrazar a sus padres. (Este Don Andrés tiene algo de D. Evaristo Feijoo cuando en Fortunata y Jacinta hace de mediador-recomponedor). La cosa estaba ya arreglada de antemano porque casi a continuación aparece Luisita que abrazará a su madre y le hará entrega de valiosos obsequios para  ella y para su padre. También algún dinero para Elo.




         El siguiente paso de Elo es acudir a una antigua Casa de Modas donde alguna vez pasó modelos. Saluda a una antigua compañera y se entrevista con la dueña que la recibe cariñosamente y promete ayudarla; de entrada le da algún dinero y además le facilita un primer contacto que es en realidad un arreglo para que se lie con un cliente. Elo abandona la idea en cuanto pisa la calle. Valiente gesto de Fernán Gómez haciéndose eco de algo que no era un secreto por aquel entonces: había modelos de firmas de Modas que alternaban la pasarela con la prostitución de lujo.

  


     
           A estas alturas, Luisita ya entra en casa de sus padres con toda normalidad. Su terrible padre, con su medieval concepto del honor, se ha ablandado como un niño al recibir su obsequio: un solitario con un brillante bien gordo. También la madre, que no tenía reloj, ha recibido uno bien caro. 
            De repente, Faustino descubre que en su boleto de las quinielas ha acertado catorce resultados. En el bar el notición sacude al amodorrado rebaño de habituales desocupados. Nuestro hombre cuelga la chaquetilla y  se marcha. En la época en que se sitúa (y se rodó el film) "catorce resultados" era sinónimo de excelencia, de dinero. Acude a casa y se lo cuenta a su mujer.




             De allí se encaminan al domicilio de sus padres para contar la buena nueva. Todos les felicitan y muestran deseos de que eso les proporcione una vida desahogada. Hasta el mismo Agapito le dice a Faustino en un inesperado tête a tête que él siempre había creído en su capacidad de hacer algo grande. No hay la misma armonía entre las dos hermanas. A la mínima puya de Luisita, Elo contesta con ira: Siempre hace hincapié en que aunque le falten recursos no es una golfa como su hermana.



 
                    Los lectores de más edad recordarán que no bastaba con acertar un pleno de catorce resultados. Si éstos eran más o menos previsibles, la cantidad de acertantes podía aumentar de tal modo que un reparto del premio entre todos ellos terminaba reduciendo el cobro a unos pocos miles de pesetas. También conviene recordar que el escrutinio completo, con la España insular incluida, tardaba varios días. Así que, según van pasando las primeras horas y jornadas, las noticias son cada vez menos halagüeñas: Las últimas noticias de la prensa hablan de 485 acertantes.
        Como eso supone cuatro o cinco mil pesetas de premio, Elo y  su marido discuten: Él quiere emplear SU dinero en echar más quinielas en la siguiente jornada de liga. (¡Estoy en racha! dice insensatamente). Ella se opone y reclama un alivio a las necesidades domésticas. Como resultado, él le propina una cruel paliza y casi la estrangula.                            

         

Elo pierde el conocimiento por la paliza.  Faustino, asustado, intenta despertarla con palabras amables. 

        

            Faustino se marcha de casa. Cobra el premio (por caprichos del destino hoy en día habría podido hacerlo en los bajos de la finca de sus suegros) y se sumerge en una frenética actividad rellenando boletos, fumando y bebiendo. Borracho, perderá el poco dinero que le queda y terminará protegido por la Alpujarreña (Mª Luisa Ponte) una gobernanta de mujeres de la limpieza en cuya casa se instala. Elo, con el bebé ya nacido y absolutamente perdida, aún se entrevistará con ella. La Alpujarreña tiene principios y no puede convivir con un hombre si ello supone la desgracia de otra mujer. En este caso, la esposa maltratada que tiene delante, a la que pide perdón.


La Alpujarreña, conmovida, abandonará a Faustino.


        Todavía vamos a ver otra vez a Don Andrés, el crítico y escritor que recibe una cariñosa reprimenda del director de su periódico por haber escrito una dura crítica en el estreno de la obra de un autor, hijo de un consejero de la casa: "No sea Vd. Quijote y deje las cosas como están. Y no olvide esta regla aúrea: los hijos de los consejeros, y los consejeros, y los amigos y los parientes de los consejeros, tienen siempre muchísimo talento". Terriblemente actual. 

            Faustino cometerá un delito que le llevará ante la justicia. Elo criará a su prole haciendo de asistenta y limpiando escaleras. Con sus sueños rotos y algún recuerdo amable de su juventud.


Elo y Andrés, jóvenes aún, vecinos de escalera.

 


            Su mala elección, que le ha traído tantas desgracias y sinsabores, amarga terriblemente su existencia. Mientras tanto, Luisita, ya casada (por fin pescó a un hombre maduro pero rico) recibe como regalo de su segundo aniversario un lujoso coche con el que visita  a sus padres: Provocará un sonado efecto en la barriada.

       



        Y vamos a poner ya el FIN como habíamos prometido. Les hemos ocultado algunos detalles, siempre interesantes, y el sorprendente postre.


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            Te queremos, Fernando. Estés donde estés, igual que a Emma, tu última y más duradera compañera y Señora de los Pensamientos de muchos de nosotros. Os habéis ido uno tras otro llevándoos detrás  también muchos años de nuestras vidas. Algunos crecimos contigo, Fernando, viéndote en la pantalla. Vivimos la época en que tuviste que hacer tantas veces y tan impecablemente de cura o de militar, para poder comer, para triunfar. Vivimos la apertura, vivimos el cambio, y ahí estaba tu presencia, protestando cuando había que protestar, alentando cuando hizo falta. Nunca hiciste caso de lo que opinase la progresía en contra de gentes como Jardiel Poncela, Tono, Mihura o Neville. Algunos fueron amigos tuyos, con alguno de ellos trabajaste. No hay y -creemos que- no habrá en el Cine Español un hombre como tú. Te envidiamos secretamente ese poder mandar a la mierda a más de uno. Nos gustó tu sepelio, tu velatorio. Tan teatral, como corresponde a un actor, a un cómico de tu talla. Aquello era una tertulia, un dialogar, razonar y confortarse de los deudos y amigos en unas mesas distribuidas alrededor del féretro. Lo que no nos explicamos es la Bandera Anarquista sobre tu féretro. Tú colaboraste durante un tiempo con la CNT en aquellos tiempos de aires renovados en que había que tomar partido. Todos querían ser solidarios con alguna causa, antes maltratada. Hubo hasta famosas parejas con mucho morbo que se hicieron comunistas. Pero tú, Fernando, que manifestaste toda tu vida, públicamente y sin lugar a dudas que lo que te apetecía era ser rico y que te encantaba disfrutar el lujo; a tí que acudiste con frecuencia al amor pagado (eso sí, de lujo) olvidando que el Anarquismo ha luchado siempre, incluso en el cine, contra todo tipo de prostitución, a ti que pusiste siempre la profesión por encima de las ideas, a ti, Fernando, te sobraba la Bandera Rojinegra. Había por allí una guitarra española, al alcance de quien quisiera marcarse unos acordes. Quizá también estaba allí para recordarnos que la vida, la de cada uno, unas veces suena a jota y otras a petenera.