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CONCHITA Y EDGAR EN ITALIA

 


                    Como ya habrán adivinado muchos lectores, estamos refiriéndonos a Edgar Neville y Conchita Montes, al escritor y director de Cine y Teatro y a la conocida actriz y mujer de brillante personalidad. Son de sobra conocidas -y en cualquier caso bastante accesibles- sus biografías, sus andanzas profesionales y su larga relación sentimental. De Edgar Neville Romrée (1899-1967),Conde de Berlanga del Duero, de su origen noble y exquisita formación, de su intermitente carrera diplomática, de su estancia en Hollywood donde conoció la industria del Cine y sus protagonistas, de su personalísimo estilo de vida, de su matrimonio, de sus amores y enamoramientos, de su peculiar personalidad...no vamos a hablar. Tampoco vamos a glosar toda su vida ni a presentar una biografía al uso: Pueden Vds. encontrarla en la Red o en libros y documentales. Un poquito sí tendremos que apuntar con el fin de que se entienda el momento y el porqué. Hablaremos sobre todo de su cine, y más concretamente el que hicieron ambos en Italia.



                                                                


          A nosotros, Edgar se nos antoja como ese niño de buena familia, brillante, alumno de un prestigioso colegio, que se alía con los empollones y meapilas, entre los que tiene incondicionales amigos pero que es uno más en el grupo de los gamberros, que se burla de frailes y profesores a sus espaldas con gran regocijo de sus condiscípulos; que organiza levantamientos, pero es miembro del coro donde destaca su voz angelical, tan creativo e imaginativo que es capaz de escribir y montar una obra de Teatro para la fiesta de fin de curso metiéndose al Director en el bolsillo, que comulga con arrobo pero al salir a la calle se jacta de que no volverá a hacerlo "porque dan poco pan". Que invita a sus condiscípulos a chucherías explicándoles que procura darse la gran vida "porque tiene propensión a ello". Rocambolesco, vividor, transgresor, charlatán; escandaloso y discreto a la vez; de precoz y arrolladora atracción por las picardías pero que abomina del mal gusto. Si un preceptor le requisa una revista picante casi convencerá a éste de que la adquirió por motivos estéticos. Estudia lo imprescindible, pero le aprueban todas las asignaturas: no puede suspender porque un ser así nunca es un perdedor, se saldrá con la suya a base de hacer la pelota, de simpatía y de genialidad.
 
                            En este blog no pretendemos juzgar a nadie. Si se trata de artistas que hacían cine delante o detrás de la cámara, nos ocupamos de su obra. Y si molestaban al Poder o le hacían la rosca en algún momento, o trabajaban cuando mandaban estos o aquellos con el fin de subsistir, pues lo decimos si viene al caso y ya está. Es sabido que quienes gobiernan (Entiéndase para este Blog los que lo hacían antes, durante y después del franquismo) presentan la versión de la Historia que les interesa. Callando a veces lo cierto por incómodo, ensalzando lo meritorio pero también lo mediocre; exagerando la valía de unos  y  caricaturizando a otros, repartiendo justicia pero con una sola mano, mintiendo si es preciso y sobre todo, etiquetando a ciertos artistas y ninguneando su valía.   
    
            Para entrar un poquito en situación, vamos a repasar brevemente la vida de Edgar Neville. Nace en 1899  Se forma en  buenos colegios, españoles y extranjeros. Estudia Derecho y en 1924 entra en el Cuerpo Diplomático. En 1925 se casa con Ángeles Rubio-Argüelles Alessandri, de origen malagueño. En Málaga, alternan asiduamente con miembros de la Generación del 27. En 1926 publica su primer libro: Eva y Adán en Sur, la Editorial de Emilio Prados y Manuel Altoaguirre. En 1927 empieza a colaborar con la revista de humor Gutierrez. Lo hará durante un año. 


        1928 será un año más rico en acontecimientos: se mueve en círculos contrarios a la Dictadura de Primo de Rivera. El joven matrimonio se traslada a Washington al ser nombrado agregado diplomático. Como le atrae poderosamente el cine, Edgar comienza a enviar crónicas de los estrenos desde Nueva York. Marchan a Hollywood y allí conocen y entablan amistad con actores como Chaplin, Fairbanks, Pickford o Stan Laurel y Oliver Hardy. Estas relaciones, al igual que sumergirse en su estilo de vida, les marcarán para siempre: primera crisis matrimonial. En 1929 termina de escribir Don Clorato de Potasa. Su amigo Ortega y Gasset ya ha propiciado en España la publicación de los primeros capítulos en El Sol.



        En 1930 le contratan en Hollywood como dialoguista. Durante ese tiempo continuará enviando colaboraciones a la Revista de Occidente. Vuelve a España brevemente para llenar de nuevo la billetera y poder seguir con su estilo de vida.
     En 1931 ya saben Vds: la República. Desde Washington, Edgar manifiesta su adhesión a la Agrupación al Servicio de la República, junto a Ortega, Marañón y Pérez de Ayala. Ya no trabaja para la industria de Hollywood porque llega el cine sonoro. Vuelve a España y se mueve en los círculos próximos a los jóvenes de la Residencia de Estudiantes. El sector juvenil perteneciente a la intelligenzia del País se entremezcla en los cafés y cervecerías de Madrid. ¡Neville estrena su primer cortometraje! Yo quiero que me lleven a Hollywood. Veranea en Biarritz y en otoño regresa a Madrid con su esposa sus dos hijos.
        En 1933 dirige un nuevo corto: Falso noticiero, en el que trata de aplicar lo aprendido en Estados Unidos. En 1934 es nombrado Cónsul y marcha a Uxda (Marruecos). Vuelto a España conoce a  Concepción Carro Alcaraz, una muchacha de 20 años, licenciada en Derecho, culta y cosmopolita. Lleva con ella una sección de crítica cinematográfica en Diario de Madrid. Se trata de Conchita Montes. Serán amantes y colaborarán en las producciones de Edgar hasta la muerte de éste. Juntos se les ve en la tertulia de Chiky Kutz, en el paseo de Recoletos, alternando con Alberti, Cernuda y Salinas. Este años se estrenan el largometraje El malvado Carabel y el corto Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si, o la vida de un tenor. Se afilia a Izquierda Republicana. 
        En 1936 pasan unas cuantas cosas más: se estrena su largometraje La señorita de Trévelez y edita un libro de relatos breves: Música de fondo. Marcha a los Estados Unidos con Conchita Montes y regresa dos meses después: el 13 de Julio. Una vez producido el alzamiento militar, le ascienden a Secretario de primera clase y le envían a la embajada de la República en Londres. Probablemente  impresionado por las noticias sobre los excesos cometidos en Madrid, efectúa labores de espionaje y boicot a favor del bando sublevado. Lo hará valiéndose de su cargo, durante los meses de septiembre y octubre. Se le separa oficialmente del Cuerpo Diplomático. De este año es un documento privado de puño y letra de su esposa, Ángeles Rubio Argüelles, en el que le libera de cualquier compromiso matrimonial.
                                                                                                                    En 1937 y desde París realiza gestiones para conseguir  el -entonces preceptivo- salvoconducto para entrar en la España de FrancoTiene un pasado comprometedor y lo escandaloso de su vida amorosa no le ayuda demasiado. Ha de defenderse y explicar muchas cosas. Finalmente lo consigue, (Conchita tendrá más dificultades y marchará a Italia dejando atrás denuncias no aclaradas) se afilia a Falange Española y merced a su amistad con Dionisio Ridruejo pone sus conocimientos y su pericia como cineasta a disposición del bando sublevado. Escribe en Vértice, donde ya lo hacen Samuel Ros, Alvaro Cunqueiro, Torrente Ballester y otros. también colabora con la revista humorística La ametralladora. Durante este y el siguiente año rueda los documentales propagandísticos Juventudes de España, La Ciudad Universitaria y Vivan los hombres libres. Al igual que Ridruejo y  con ocasión de la entrada de las tropas en Barcelona, comienza a desilusionarse con la idea de futuro para España que tienen los vencedores. 
            En 1939 y con la ayuda de Dionisio Ridruejo, viaja a Roma para hacer cine. Allí le espera otro influyente amigo: Agustín de Foxá, viejo compañero en el Cuerpo Diplomático y autor del conocido libro: Madridde Corte a Checa. Y ya hemos llegado al meollo del tema propuesto en la presente Entrada del Blog: La participación de Edgar en la industria cinematográfica italiana. Edgar, que ya era conocido en Italia, concretamente por su novela corta Frente de Madrid publicada en la prestigiosa revista Nuova Antología, llegó a Roma en el mes de abril de 1939.  Los principales motivos de la presencia de nuestro cineasta en Italia fueron los siguientes: A Edgar le interesaba poner tierra por en medio. El Gobierno de Franco no olvidaba sus simpatías republicanas, ni le perdonaba su escandalosa conducta amorosa. No olvidemos que por aquel entonces España ya estaba inmersa en un nacional-catolicismo intolerante que perseguía y castigaba cualquier desviación. Otro motivo y no menos importante fue que del noviazgo entre los regímenes franquista y musoliniano, además de la ayuda militar y otros acercamientos durante el período de nuestra Guerra Civil, se habia firmado un convenio de colaboración cinematográfica entre ambos países: La industria italiana codiciaba el amplísimo mercado hispanoamericano, máxime desde que, por cuestiones económicas y políticas, las distribuidoras de productos estadounidenses se habían marchado de Italia. Además, el pueblo italiano estaba cansado de ver siempre los mismos rostros en la pantalla. 
            La primera ocupación de Neville en Roma consiste en negociar sus derechos por la obra Frente de Madrid. Como la filmación no ha de llevarse a cabo hasta después del verano y no tiene ningunas ganas de volver a Madrid, aceptará una oferta para supervisar la filmación de Il peccato di Rogelia Sánchez (En España: Santa Rogelia) adaptación de una novela de Armando Palacio Valdés, autor muy popular entre los italianos. Se pretendía hacer la película en doble versión, dos Directores y dos dobles parejas de actores de ambas nacionalidades, pero el primer día de rodaje ya aparecieron las dificultades. La aportación de Neville consistió  en leerse el guión que había escrito un jovencísimo Alberto Moravia, y según contaba años después (1960) en el diario Pueblo: "A Santa Rogelia le sobraban trescientos planos, con los cuales habría sido aún más pesada de lo que requería la novela. Después de pedir permiso a los Bassoli, dirigí la película, dedicando las noches al guión de Frente de Madrid". En todo caso, aparecerá en los créditos como "supervisor" junto al nombre del Director, Carlo Borghesio.


            La película, (vamos a destriparla por ser un film secundario que no forma parte de la filmografía esencial de Neville) narra las peripecias de una joven en un pueblo minero, Rogelia (Germain Montero), cuyo padre fallece en un accidente laboral. Al quedarse sola  para atender la pobre hacienda familiar no tardará en despertar el interés de algunos lugareños, pero será Máximo (Juan de Landa), un hombre violento que la desea fervientemente, quien se case con ella, apartando a navajazos a quien se ponga en su camino.




         Las trastadas y borracheras de su marido provocan indirectamente que Rogelia conozca a D. Fernando (Rafael Rivelles en la versión española) joven médico del pueblo. Comienzan las hablillas -todavía infundadas- entre los convecinos y los celos traicionan a Máximo, que dispara varias veces sobre el médico, dejándolo malherido.




         Sobrevirá éste último pasando la convalecencia en el pueblo, pero Máximo terminará en la cárcel para cumplir una larga condena. Por su parte, una vez recuperado de sus heridas, el médico marcha a la gran ciudad donde tiene  prestigio y una buena posición, llevándose con él a Rogelia. Como consecuencia de su vida en común terminan siendo padres de una niña. Llama la atención la naturalidad con que la pobre rústica cambia de aspecto e incluso su desenvolvimiento al hacer vida social. Pero en un momento dado percibe cierto rechazo en el entorno profesional de su compañero, se da cuenta de que su relación es ilícita (adulterio!) y que la niña, por muy mona y dicharachera que sea, es ilegítima, fruto del pecado. 




      Deja a la criatura con su padre y huye sin dejar rastro ni pista alguna sobre su paradero, instalándose en las proximidades del penal en el que Máximo cumple su condena a trabajos forzados. Aunque inicialmente él rehúye verla e incluso la invita a que continue con su nueva familia, la persistencia de ella, llevándole diariamente la comida y confortándolo, consigue un clima de entendimiento feliz entre los dos. Al final, Máximo muere heróicamente aplastado por una vagoneta (se deja intuir que ha salvado a sus compañeros del accidente para dejarla a ella libre). D. Fernando localiza por fin a Rogelia y  la devuelve al hogar que compartían. El final nos presenta el feliz reencuentro con la niña. A nuestro juicio, la película debería llamarse Máximo el mártir. Es quien más pone en juego y quien más pierde en favor de su amada. ¡Vaya con la tontita! debió pensar más de uno.



 
        Se ha especulado acerca de lo insólito del estreno de una película así en la España de 1940, con su adulterio sin castigo y demás. La explicación parece sustentarse en varios motivos: el aparato censor todavía no estaba bien vertebrado y engrasado, la película venía de Italia (fiel aliada y tan católica como España) y la firma de Palacio Valdés no ofrecía ningún recelo. No obstante, es cierto que una película con convivencia pecaminosa, sin apenas presencia eclesiástica (Al ser encerrado Máximo, el cura recomienda a Rogelia que piense en el posible escándalo y le recuerda que está casada), sin expiación y con final feliz para los pecadores, que no se mueren ni mucho menos, fue todo un gol. ¿Más anécdotas? La versión española está desaparecida, y hay quien sostiene que terminó sufriendo el mismo fin que otras películas inconvenientes. Queremos destacar también que la actriz principal había debutado en España de la mano de García Lorca. Se expresaba perfectamente en español y no tenía nada de fascista, dedicándose más tarde a difundir en Francia la obra de Federico. 

        Y ahora hablaremos de Frente de Madrid, traducida por los italianos con el título más comercial Carmen fra I Rossi (Literalmente: Carmen entre los rojos). Los hermanos Bassoli, capitostes del cine fascista italiano, decidieron hacer una doble versión, reservándose la contratación del equipo técnico del rodaje, todos italianos y excelentes profesionales. A Edgar Neville le correspondía la dirección y la selección de los actores, salvo el protagonista masculino, que para la versión italiana querían que lo interpretara Fosco Giachetti (prototipo cinematográfico del héroe fascista) y en la española lo encarnó Rafael Rivelles.
         En algún momento tras finalizar Santa Rogelia y antes del comienzo del rodaje de Frente de Madrid, Neville regresó a Madrid  donde según contó años después en uno de los artículos publicados por el diario Pueblo "me encontré una serie de compañeros del frente sin nada que hacer y les propuse ir a Roma". Y así fue. A Italia marcharon con él Juan de Landa, Miguel S. del Castillo, Manuel Gasset y los debutantes Blanca de Silos, Carlos Muñoz y -el por entonces ferviente falangista- Manolo Morán. Por sabido no se dice, pero en el mismo lote incluyó a la protagonista femenina, también debutante: su inseparable Conchita Montes.


Edgar da instrucciones durante el rodaje.


         El guión de la película coincide con el relato que ya conocían los italianos por haberse difundido allí con anterioridad; más tarde, cuando Edgar regrese de Italia, lo publicará Espasa Calpe en un volumen junto a los títulos La Calle Mayor, FAI, Don Pedro Hambre y Las muchachas de Brunete. Se rodó casi íntegramente en Italia, añadiendo secuencias bélicas procedentes de los documentales que rodara Neville durante la guerra. En esta ocasión incluiremos una breve sinopsis que consideramos necesaria para la comprensión del film:

        Rafael Rivelles es Javier, el joven falangista al que encontramos en los combates de la Ciudad Universitaria. Recibe la orden de sus superiores (Capitán Salmerón, Manolo Morán) de adentrarse en la sitiada Madrid, a través de las alcantarillas y disfrazado de miliciano para intercambiar cierta información con los quintacolumnistas. Deambula por la ciudad y además de cumplir su encargo, no puede evitar una visita al domicilio de su novia, Carmen, (Conchita Montes) perteneciente a la Falange.

 


        Intenta convencerla para que "se pase", para que le acompañe tras las líneas pero ella rechaza la huída. Su aparición en el domicilio también sorprende a la doncella de Carmen, Mercedes (Blanca de Silos) cuyo padre (republicano, conserje en la Casa del Pueblo pero buena persona) mantiene a salvo a Carmen, facilitándole un empleo en un bar y una nueva identidad. 



            Pasará un año durante el cual Javier tendrá que volver a cruzar las líneas varias veces para, utilizando el mismo método, hacer de enlace con la quinta columna, en la que está ya encuadrada su novia. En una de sus misiones la encuentra trabajando en el bar. Su conversación infunde sospechas en los parroquianos y se produce un alboroto con silletazos e incluso tiros. Carmen consigue ocultarse y Javier huye.  Más tarde, estando ya de regreso junto a sus camaradas, escucha a Carmen transmitiendo información estratégica por radio. Denunciada por su portera y sorprendida frente al micrófono por lo rojos, muere no sin antes enviar un mensaje de amor a su novio.





     Éste, perdido el juicio, salta hacia las líneas enemigas. Resultará gravemente herido y caerá en una hondonada en tierra de nadie. Allí coincide con un jovencísimo miliciano (Carlos Muñoz) igualmente inmovilizado al haber sufrido graves heridas. Ambos morirán en aquel lugar, juntos, pero antes Javier intentará taponar la hemorragia del chico, a quien reconoce por ser del mismo barrio, y para el que tiene unas palabras de consuelo y reconciliación que reproducimos más abajo.

        La película gustó mucho en Italia. El mismo Mussolini, bastante reacio al cine y que públicamente despreciaba las comedias cinematográficas, la vio en un pase privado y tuvo para ella palabras de elogio. Lo mismo pasaría en Alemania, donde se proyectó en enero de 1943 bajo el título de En el infierno rojo (In Der roten Höle) aplaudida unánimemente por la crítica de aquel País.

                            
                                                 


         

            A ver si lo adivinan nuestros lectores: ¿Dónde tuvo problemas la película? Exacto: En España. Antes de su estreno fue retocada convenientemente ya que no se podía plantear el relato de aquel modo, sin cargar las tintas en la barbarie roja, presentando un Madrid de calles tranquilas, con algunos republicanos de nobles sentimientos, sin tridente, cuernos ni rabo. De todos modos, en la cinta sí se ridiculizan los tribunales populares, se muestran detenciones arbitrarias, registros, checas y asesinatos. Pero, ¡vaya! es que además había cierto grado de intimidad entre los protagonistas que se consideró excesivamente atrevido. Se cambiaron numerosos diálogos y por supuesto se mutiló la escena final: no podía consentirse mensaje alguno de reconciliación. (Y añadimos: empezaba a estorbar Falange Española). A tal punto llegaron las cosas que la versión que vieron los españoles tras su estreno el Sábado de Gloria de 1940 tenía poco que ver con la que vieron los italianos. Algunos estudiosos coinciden al hablar de una jauría mediática que, aunque con las herramientas rudimentarias de comunicación de la época, alentaba la represión, la victoria sin condiciones; sin perdón ni reconciliación. El periódico El Alcázar, por citar un ejemplo  acusó a la película de no dejar bien claro "el hondo basamento religioso-católico que animó la Cruzada". Todavía un año después de su estreno continuaba levantando polémicas y Edgar Neville se vio obligado en una entrevista a justificar la bondad del padre de la criada, cuya visión de lo que sucedía a su alrededor hace que utilice su puesto para ayudar a la muchacha. Como consecuencia de todo ello, existen tres versiones de la película: La versión italiana (que es la que está accesible, rescatada de los archivos alemanes y proyectada en España en 2017), la versión española inicial (ahora la llamaríamos el montaje del Director) y esta última versión una vez retocada y manipulada, que por cierto se considera perdida, al igual que la original italiana. 


Escena final versión española.

        Las palabras del protagonista antes de morir junto al joven miliciano, según el texto original de Edgar Neville eran: "Un día se cubrirá de banderas Madrid. De banderas de España y de banderas de Falange. Y desfilarán por las calles legiones de hombres jóvenes con la camisa azul; llevarán el mismo paso, la misma dirección y el mismo interés, y no se sabrá a qué clase pertenecen ni de qué lado estuvieron en esta guerra".

            
Escena final versión italiana.
            
        Aquí cabe agradecer al portal germanfilms.net su prolija información sobre carteles, programas de mano y ensayos, como el estudio comparativo de los metrajes de unas y otras copias y sobre todo, la fotografía que exhibimos de la escena final tal y como la había concebido su realizador.

        Después de tanta polémica, Neville mantuvo un triste recuerdo de todas aquellos cambios, cortes, dimes y diretes. Años más tarde reconocía: "Frente de Madrid la hice lleno del entusiasmo que teníamos todos en abril de 1939 y la traje a Madrid con la mayor ingenuidad y comencé a encontrar tropiezos, pegas, a tener que cortar esto y aquello y a descubrir que la vida en el frente no era, por lo visto, como la recordábamos todos los que la habíamos vivido, sino como querían que fuese gentes que no se habían asomado a él".


        La tercera y última película de Edgar en Italia fue La muchacha de Moscú que allí titularon Sancta Maria. La productora Fono-Roma había comprado los derechos del melodrama homónimo, obra del almirante Guido Milanesi. Se contrató un guionista afecto a su Régimen y se ofreció el papel protagonista a Fosco Giachetti, pero como había participado recientemente en el rodaje de Sin novedad en el Alcázar, terminó encarnándolo otro galán de similar filiación: Amedeo Nazzari. La mezcla de antibolchevismo y fé católica aseguraban una buena financiación. La dirección le correspondería a Edgar Neville y el papel protagonista femenino, de nuevo a Conchita Montes. Se comenzó el rodaje el 25 de enero de 1941 y en marzo estaba ya en fase de montaje. La película, cuyo contenido expondremos con algún detalle, era un panfleto destinado a agradar al mismo tiempo al Estado italiano y a la Iglesia de Roma, ambos enfrentados al comunismo. Digamos que esta fue (y así se publicitó) la primera cinta italiana de esas características; hubo después unas cuantas más de parecida intención. El trabajo de Neville fue aplaudido y también recibió elogios la pareja protagonista. Curiosamente, a quien menos gustó fue a la Revista del cinematógrafo, dependiente del Vaticano, que encontró mayor fuerza visual en las escenas paganas que en las religiosas. En España tuvo una fría acogida y solo se mantuvo nueve días en cartelera. Lo cierto es que se trataba de un film panfletario hasta la caricatura. Pero eran los primeros años cuarenta.  
       Empecemos: Tras los créditos iniciales al inicio de la película y justo antes de comenzar la acción, nos encontramos el siguiente texto sobreimpreso: ¡Los milagros ocurren a diario! No es necesario recurrir a las crónicas antiguas para conocerlos. ¡El ritmo acelerado de la vida moderna, hace que surjan milagros en abundancia! Esta es también la historia de un milagro: de como una chica atea, casi ahogada en las olas turbulentas del infierno del escepticismo, abraza la religión. 
        La acción comienza a bordo de un transatlántico en el que viajan una periodista soviética (por supuesto comunista y atea), Nadia Sevchenko (Conchita Montes), el Padre Lorenzo, un anciano sacerdote (Armando Falconi) y un conocido suyo, un joven científico llamado Paolo Wronski (Amedeo Nazzari) huido de la Rusia roja y establecido en Pompeya. A bordo, la gente joven se divierte -piscina, copas, juegos.. y no falta un ligón atlético y guaperas, Jack (Osvaldo Valenti) que le tira inútilmente los tejos a la rusa, mucho más mundana y fogueada que aquella inocente Ninotchka que todos recordamos. Por cierto, es en esta primera parte del film, la que transcurre a bordo del buque, en la que se percibe el mejor Neville manejando la cámara, narrando al estilo de las comedias de Hollywood. 
 





                               
 

                                


        
                Vemos cómo están cargadas las tintas en la frívola vida a bordo, con hombres y mujeres que toman copas, bailan, se pasean en bañador (el de los hombres sin cubrir el pecho, tan acordes con la estética fascista y prohibidos en España) y todo ante los escépticos ojos del sacerdote, que ya ha tenido ocasión de catar el nivel de materialismo de Nadia al presentarle al profesor Paolo Wronski. 

       Se produce un incendio a bordo, afortunadamente sin víctimas, que obliga al pasaje a abandonar la nave a bordo de los botes salvavidas. Nadia y Paolo se encontrarán por casualidad en Nápoles y comenzarán a frecuentarse hasta que se enamoran y deciden unir sus vidas. Aquí ya se salva el lado político, porque será ella quien renunciará a su ideología y -suponemos- pedirá asilo político en Italia.



 

                
                Algo tiene que suceder, y sucede. Paolo descubre en la piel de su brazo una gran mancha, una zona insensible al dolor. Se lo comenta al Padre Lorenzo y éste, muy corrido en cuestión de Misiones y leproserías, le avisa de que podría tratarse de lepra, quizá contraída en una de sus misiones científicas y de que le va a enviar un comité de doctores especialistas para que emitan un diagnóstico más preciso. Paolo, aterrorizado, se recluye en una habitación negándose a abrirle la puerta a Nadia. Encerrado, espera la llegada de los médicos.



 
        Nadia, desesperada al enterarse de lo que sucede, se arroja a los pies de una imagen de la Madonna di Pompei, muy querida por todos los creyentes italianos. Nadia reza, suplica. Por la ventana ve pasar una procesión que se encamina al templo en el que se venera la  imagen de la Virgen. Baja a la calle y sigue al cortejo hasta penetrar en la iglesia, postrándose ante el altar. Se ha convertido. Cree. Al regresar a la casa, han marchado ya los médicos. Paolo le cuenta alborozado que no hay tal lepra. Que está curado. Se ha producido el milagro.




Nadia, de pie a la izquierda de la imagen, camina por
 el pasillo central para arrodillarse ante la Madonna.

                        

          Y esto es...casi todo. Durante su estancia en Italia, Edgar y Conchita, alojados en el Albergo Russia (precisamente) se dedicaron en sus ratos libres a hacer turismo, visitando distintas ciudades. También asistieron a las exequias de Alfonso XIII. Dejamos para los estudiosos (existe una prolija bibliografía) el fijar hasta qué punto intervino Edgar Neville en la dirección de Santa Rogelia. También habrá historiadores que sabrán descifrar la importancia de lo sucedido con Frente de Madrid al valorar la Historia de España, la participación de la Falange en la Guerra Civil y el cómo ese fascismo español atrajo el interés y la ayuda de Alemania e Italia. Y en cuanto a La muchacha de Moscú, ya hemos hecho algunos comentarios. Quizá sea la peor película de su realizador. Este colegial indomable y camaleónico mantuvo a las autoridades de Madrid muy inquietas durante su estancia en Italia. Inquietud que se transmitió a las autoridades italianas cuyos servicios secretos le vigilaron muy de cerca en todo momento. Se conservan documentos en los que se advertía a la Direzione Genérale di Pubblica Sicurezza de la anglofilia de Edgar y de la posibilidad de que hiciese espionaje para el Intelligence Service. En consecuencia, no le permitieron trasladarse a Nápoles y rodar los exteriores de Pompeya, aunque sí a la protagonista, Conchita, dirigida seguramente en esas secuencias por Pier Luigi Faraldo, que apareció acreditado como Director en la versión italiana. 




        Permanecieron en Roma hasta Julio, tiempo que Edgar aprovechó para escribir un guión sobre Goya en el que Conchita habría de interpretar a la duquesa De Alba. Pero en Agosto, agotadas todas las posibilidades de trabajo (incluido un hipotético contrato en Alemania) regresaron a España, donde poco a poco se fue desencantando ante la santa intolerancia.
         Mucho se ha hablado y ha quedado escrito sobre Edgar y sus múltiples facetas, sobre lo singular de su vida, sobre su cine, considerado por algunos como el precursor del cine de autor y del Neo-realismo español. También Conchita continuó activa, incluso tras la muerte de Edgar. No traeremos hasta aquí anécdotas, sucedidos y comentarios que consideramos pertenecientes a la esfera íntima familiar. Hasta 1960 Neville hizo magníficas películas y en más de diez de ellas fue Conchita la protagonista femenina. Por sabido no se dice, pero títulos como La torre de los siete jorobados (1944), Domingo de Carnaval (1945), El último caballo (1950), El baile (1959) o Mi calle (1960) quedan en la Historia del Cine Español como muestras de su buen hacer. De modo que esta vez, encontramos muy respetable la opinión de Juan Manuel de Prada cuando, al mencionar La torre de los siete jorobados sugiere que "..tal vez sea la obra más hermosa y desconcertante del cine español, y también su secreto mejor guardado. Pero es que Edgar Neville, que era un artista genial, era también un señor de derechas; y ya se sabe que a la genialidad, cuando es de derechas, la secta de los jorobados progresistas la recluye en una cárcel subterránea, mientras llena el mundo de billetes falsos".



        
        Poco nos queda por añadir. Si hemos despertado el interés de algún lector, las películas mencionadas son bastante accesibles y existe una abundante bibliografía sobre las figuras de Edgar y Conchita, inseparables durante tanto tiempo. Cerraremos la entrada citando las palabras de Buñuel: "Edgar no fue fascista ni republicano...hizo siempre lo que le vino en gana...que no es poco".

 
       

Bibliografía consultada:

Felipe Cabrerizo. Las coproducciones Cinematográficas entre la España de Franco y la Italia de Mussolini. Diputación de Zaragoza. 2007.

Juan Antonio Ríos Carratalá. Una arrolladora simpatía. Edgar Neville: de Hollywood al Madrid de la posguerra. Ariel. 2007.

Juan Manuel de Prada. Los tesoros de la cripta. Renacimiento. 2018.
 

          


LAS MÁS DESCONOCIDAS: EL CRUCERO BALEARES




 

 


 

            Y bien desconocida, ya que esta película, a diferencia de otras como Nuestra Natacha, no desapareció como consecuencia de un incendio (proverbial para algunos) sino que fue intencionadamente destruida antes de su estreno para que no quedase ni el menor rastro de ella. 

               Antes de nada, vamos a situarnos históricamente. Estamos en 1940, hace un año que ha terminado una cruenta Guerra Civil y como consecuencia, una maraña de autoritarismo, burocracia, férrea censura e intereses propagandísticos se ha apoderado del mundo del cine. No vamos a abundar en las otras lacras de la posguerra, tantas veces denunciadas por voces suficientemente autorizadas. 

               Además del cine insustancial, o bien folklórico o bien sostenido a base de comedias inocuas, los cineastas aprovecharon el fervor patriótico que impregnaba la vida de los españoles para, justificando a los vencedores y su versión de lo ocurrido, rodar una serie de películas; cintas de dudosa calidad pero que cumplieron muy bien su cometido: exaltar el nacionalismo con el beneplácito de los jerarcas del nuevo Régimen y sacar provecho de la situación hasta que el conflicto fratricida perdió actualidad. Citaremos como ejemplo algunas películas: dos de Edgar Neville, rodadas en Italia Frente de Madrid (1939) y La muchacha de Moscú (1940); Sin novedad en el Alcázar del realizador italiano Genina, Harka (Carlos Arévalo), Escuadrilla (Antonio Román) y Porque te vi llorar (Juan de Orduña) las tres de 1941, del año 1942  Legión de héroes (Juan Fortuny y Armando Seville) Alas de paz (Parellada) y Rojo y Negro (Carlos Arévalo) -de la que pretendemos ocuparnos a fondo oportunamente- y una de las primeras, la guinda que corona el pastel: Raza (1941). Esta última ya la conocen sobradamente nuestros lectores, o quizá no, pero quedará para siempre como ejemplo de que, tras las guerras, medran los tiranos y sus aduladores. Quizá hablemos más adelante de esta película en una entrada que titularíamos "Franco, un prestidigitador en el mundo del cine".


     

                                       
               

     A esta clase de realizaciones corresponde la película que nos ocupa: El crucero Baleares, rodada sin lugar a dudas con las mismas intenciones que las anteriores: servir a un Régimen que, agradecido, no ocultaba ni su apoyo ni la satisfacción que le producían tales películas. Todas las cintas mencionadas apuntalaban el edificio moral construido por el poder y por aquellos que lo habían conquistado. 

          

Sala de proyecciones de El Pardo donde, según García Viñolas,
es muy probablemente que Franco viera la película.


              La cartelera estaba invadida por películas que ensalzaban o bien la heroicidad de la infantería, o la intrepidez de los aviadores, o el arrojo de legionarios y  tropas coloniales, incluso la valentía de los falangistas destacados tras las líneas enemigas en misiones de espionaje. Aquello era un terreno abonado para que alguien pensase en la Marina. ¿Acaso no había protagonizado la Marina alguna heroica gesta durante la Guerra Civil?. Pues sí. La Marina había ofrendado la sangre de sus jefes, oficiales y marinería en varias ocasiones. Como ejemplo, ningún hecho tan glorificable como el protagonizado por el crucero Baleares y su posterior hundimiento. 



         
           
            Este buque, al igual que su gemelo el Canarias, se encontraba en los Astilleros de El Ferrol al producirse el levantamiento militar y lógicamente fueron incautados por los rebeldes. Entró el Baleares en servicio en 1937 y protagonizó varios ataques contra posiciones costeras republicanas, especialmente en Andalucía. Hemos leído que, junto a los cruceros Almirante Cervera y Canarias, fue responsable del cañoneo que causó centenares de víctimas entre los milicianos y civiles que huían de Málaga tras su toma por las fuerzas franquistas en la histórica desbandada. Después de enfrentarse en varias ocasiones a la flota enemiga, en Marzo de 1938 tropezó con la escuadra republicana en aguas de Cartagena. Un torpedo le hirió de muerte bajo la línea de flotación, afectando a la santabárbara y la sala de máquinas. Junto a la nave se fueron a pique unas 800 almas; permaneciendo en su puesto hasta el fin -conforme a la pundonorsa costumbre- su comandante, que también lo era de la flota: el almirante Vierna. se salvaron unos 400 hombres, recogidos por unos destructores ingleses. Sin duda, las bajas que mayor conmoción produjeron fueron las de los 9 flechas navales (una creación de Falange Española inspirada en los balille de la Italia fascista o la hitlerjugend de la Alemania nazi) de los 12 que iban a bordo, la mayoría de procedencia balear y de edades comprendidas entre los 13 y los 17 años. En definitiva, unos niños. Demasiados niños muertos en aquella Guerra Incivil. Non amplius. 




            He aquí porqué, dos años después del hundimiento y en medio de una amplia filmografía bélica, se acomete el proyecto de llevar a la pantalla su gesta, al calor de una situación política, histórica e incluso jurídica que lo propiciaba. Debemos destacar lo endeble de los mimbres cinematográficos que debían sustentar el proyecto. La firma Arte Films, cuyo palmarés en aquel momento se reducía a una mediocre dirección del mejicano Enrique del Campo en el film El huésped del sevillano (1939), tenía ya preparado un guión centrado en el hecho bélico que nos ocupa. Pero al mismo tiempo, los militares de alta graduación y los líderes más carismáticos de la Falange, conscientes de la importancia de controlar la producción cinematográfica, estaban dándose codazos y sonriendo entre dientes a las espaldas de un avispado Franco al que no se le escapaba ni una. Y se suceden las órdenes, edictos y mandatos: La Orden del 15 de julio de 1939 crea una Sección de Censura que vigilará las películas, obras de teatro y publicaciones de todo tipo. El 18 de abril de 1940, un nuevo invento: La Orden de Censura Oral (ostras.!) sobre todo lo que se dijera desde el púlpito, desde la cátedra o en el Partido (que no era otro que Falange y las JONS): además de la radio, la correspondencia, telegramas, canciones y todo el largo etcétera que pueden Vds. suponer. Antes, en febrero de 1940 se había dado los poderes necesarios al Departamento Nacional de Cinematografía. Los permisos de rodaje debían ser aprobados por ellos, pero el permiso en sí era patrimonio de la Dirección General, pasando antes por la Comisión de Censura que presidía el Jefe del Departamento. Su órgano propagandístico era la revista cinematográfica Primer Plano, una especie de hoja parroquial espolvoreada de stardust con bendiciones y admoniciones. Y en abril de 1941 sale además la famosa Orden que obligaba a doblar al español todas y cada una de las producciones extrajeras.   
            Este es el panorama existente en el momento en que había de comenzar a filmarse El crucero Baleares: la censura había pasado del Ministerio de la Gobernación a la Vicesecretaría de Educación Popular de FET y de las JONS. Y lo que más nos interesa aquí: La Censura y sus principios inspiradores chapoteaban en un mar de contradicciones y su aplicación era objeto de la más torpe y arbitraria interpretación. 

            Así las cosas, comienzan los preparativos burocráticos para el rodaje de El Crucero Baleares. La propuesta de tal filmación había sido recibida sin ningún tipo de reserva por el jefe del Departamento Nacional de Cinematografía. Incluso se manifestó que, a juicio de tal Departamento, podrían obtenerse de la película muy fecundos resultados para la propaganda política española. Pero se cubrieron las espaldas sometiéndose, aun sin necesitarla, a la pertinente autorización del Ministerio de Marina al que se pedía el apoderamiento de alguien de su personal para controlar técnicamente la filmación. La Armada asumió la responsabilidad que se esperaba de ella, y no era para menos: querían convertir aquella derrota militar en una gloriosa gesta. Y designaron a un oficial con poder para intervenir no sólo ya en el guión previo, sino a lo largo de toda la película. Y así lo hizo, porque participó activamente estudiando y modificando el guión en todo lo relativo a su tema principal. A los dos meses de comenzar estos prolegómenos, el Ministerio de Marina da su autorización al guión que, según declara sin ambages, ha censurado y modificado en lo que respecta a la parte marinera. Son bien conscientes de su poder porque saben que se les va a pedir ayuda, y mucha, para poder llevar a cabo la filmación.
 
        Por otra parte, las casas importadoras de películas extranjeras, generalmente filiales de otras más poderosas, como Arte films lo era de la R.K.O. americana, debían producir desde que lo aprobara la Subcomisión Reguladora de la Cinematografía en 1939, una película española por cada diez que pretendieran importar del extranjero. De modo que Arte films consideraba este rodaje como su bautismo de fuego -privilegiado- en tan complicada competición. Lo cierto es que quien se mojó hasta donde hiciese falta en favor del proyecto de El crucero Baleares fue su realizador, Enrique del Campo. En ningún documento aparece la R.K.O., sino su filial Arte films, pero  del Campo no solo fue quien solicitó el permiso de rodaje, sino que en aquellos momentos, su entusiasmo y compromiso con el proyecto le situaban como verdadero director general de producción.



 
                   
           Comenzó el rodaje a finales de Octubre. Manuel Augusto García Viñolas, Director General de Propaganda, tramitó los permisos necesarios para que comenzase el rodaje en Pontevedra y en el Ferrol (por entonces ya "de su excelencia"). En ésta última se tuvo la oportunidad de filmar unas maniobras que estaba efectuando toda la escuadra. Sin lugar a dudas, la Marina estaba comprometida con el buen fin del proyecto. Además de las escenas a bordo del Baleares que se filmaron utilizando su gemelo el Canarias, se rodó en varios lugares de España, como Cádiz, Cartagena, Barcelona y la ya mencionada Galicia. En cuanto a los interiores y trabajos de laboratorio fueron encomendados a los Estudios Ballesteros. El clima de entusiasmo descrito chocó frontalmente con problemas económicos. Los Estudios Ballesteros, al no cobrar las facturas que se les adeudadaban, se negaron a entregar el negativo y copias de la película en tanto no se les pagase. Y en este momento se produjo un hecho que pone de relevancia la connivencia entre el Gobierno y la Productora, el intervencionismo como forma de coacción, ya que el Jefe Superior de Policía intervino pidiendo explicaciones al propietario de los Estudios. Este hecho no fue sino la punta del iceberg que provocaría el hundimiento del proyecto, ya que al airearse el tema económico, Estudios Ballesteros aprovechó para denunciar anormalidades propias de la falta de profesionalidad, retraso en la filmación (las últimas se llevaron a cabo dos meses después de lo previsto) y otros inconvenientes que terminaron por encarecer la película muy por encima de lo presupuestado por la R.K.O. desde los Estados Unidos. Digamos que 800.000 pesetas se convirtieron en 3.000.000 de las mismas pesetas, es decir, "de las de entonces". Y es que no se había reparado en gastos: para el ataque y posterior hundimiento del Baleares se utilizaron cinco maquetas que costaron cada una 25.000 pesetas. Tal secuencia se rodó en una piscina de Barcelona con el mar mediterráneo de telón de fondo. El hundimiento se recreó con un decorado que reproducía media cubierta del crucero, con los figurantes formados en ella y que fue arrastrado bajo las aguas. Las escenas de los marineros cantando gorra en mano y hundiéndose no podían ser más reales.


              

 
            ¡La censura!. Este trámite de obligado cumplimiento para todo el que pretendiese exhibir -y aún rodar- una película se cumplió,  procediendo sus miembros junto al representante de la Marina a su aprobación el 9 de Abril de 1941, como "autorizada para todos los públicos". Y ya se acerca el estreno, previsto para aquel mismo 12 de abril, sábado de gloria. El Departamento Nacional de Cinematografía cursó un telegrama a los jefes provinciales de propaganda pidiéndoles la máxima colaboración y ayuda en la organización del estreno, dada la tesis película crucero Baleares, que entraña propaganda nacional, este Departamento considera oportuno que Jefaturas Provinciales Propaganda de acuerdo casa Radio Films ayuden organizaciones estreno. 

    
           


       
             El lanzamiento de la película fue de los que hacen época. el apoyo oficial y la mucha publicidad que había ido haciendo Radio Films durante el rodaje, habían creado una gran expectación. En Madrid, fue el Cinema Avenida el elegido para tan solemne estreno, adornándose su fachada con unos vistosos decorados. Pero repentinamente todo se vino abajo. El 10 de abril se había efectuado un pase privado de la película en el Ministerio de Marina para los miembros de su cúpula de mando.  Al término de la sesión, se prohibió su exhibición pública, sin excusas de ninguna clase. Un oficio del Almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada, dirigido al Director General de Seguridad ordenaba la prohibición e incautación de la película. Dias más tarde, el 19 de abril, el Estado Mayor aclaró que la película era "contraria a los intereses nacionales" y ordena que por orden del Sr. Ministro se impida su exportación al extranjero. La puntilla se aplicó días después: el 25 de abril, por tercera vez en dos semanas el Jefe del Estado Mayor de la Armada vuelve a dirigirse al Director General de Seguridad, advirtiéndole que, como se ha enterado de que Radio Films pretende sacar alguna utilidad del material sobrante y residuos de la filmación, con vistas a una posible exportación, le ordena que lo impida. Por aquel entonces el material se encontraba todavía en los Estudios Ballesteros, y al parecer fueron ellos quienes filtraron tal información a la Armada como venganza por habérseles coaccionado con la Policía al reclamar sus haberes atrasados. 

        Nada que hacer. Esa fue la respuesta que consiguió Enrique del Campo al dirigir una patética -y profesionalmente humillante- carta al Sr. García Viñolas, en la que pedía que se transmitiese al Ministerio de Marina su disposición a efectuar cuantas modificaciones se le ordenasen, y hacer todo lo que dispusiesen para poder dar solución al problema.  Un conmovido Departamento Nacional de Cinematografía elevó a su escalafón inmediatamente superior, la Subsecretaría de Prensa y Propaganda, un escrito de súplica para evitar la suspensión del film y, en todo caso, la devolución de la fianza prestada para garantizar la filmación. Como resultado de tanta rogativa y llamadas -veladas- a una consideración más benigna, el 28 de mayo, el Almirante Jefe de Estado Mayor de la Armada, a través del Departamento de Cinematografía, comunica a la Productora que el Sr. Ministro ha desestimado su instancia íntegramente. Y punto. 

        Aun tardaría Radio Films diez años en conseguir que se levantase la fulminante orden, tan al estilo de Noche y niebla. Además del fallecimiento de Enrique del Campo en 1947, la Productora rogó que se aclarase la situación legal de la película para que, en su caso, se le expidiera certificación acreditativa de la prohibición de explotación de la misma, y de ese modo poder darla de baja en sus activos a efectos fiscales. Sin firma ni membrete circuló un escrito por la Dirección General de Cinematografía y Teatro en el que se reconocía que se debería atender la solicitud, y que la prohibición de la película había sido absolutamente injusta. También que se debería estudiar la posibilidad de indemnizar de alguna manera a la Casa Productora por haber sufrido las consecuencias de un hecho que ni jurídica, ni moralmente tenían justificación.

            Concluiremos diciendo que, por una Orden de Noviembre de 1942, la Vicesecretaría de Educación Popular, queriendo vertebrar de nuevo los organismos de censura cinematográfica, se las arregló para evitar definitivamente las bochornosas situaciones producidas en casos como el de El Crucero Baleares. Entre otras cosas se establecía que "Ninguna autoridad podrá suspender por motivos de censura la proyección de una película debidamente aprobada por la Comisión Nacional de Censura Cinematográfica". Y es que, aun en aquella España de la postguerra, con todo atado y bien atado, cualquier Ministro o Gobernador Civil se permitía enmendarle la plana a la Comisión Nacional de Censura, prohibiendo o retirando películas, como había sido, por ejemplo, el caso de Rojo y Negro (1942), igualmente bochornoso.

           Como posibles causas que motivaron la prohibición existen numerosas explicaciones vertidas a lo largo de los años por  estudiosos e investigadores, más o menos independientes, ya que la justificación que acompañó el plumazo de la Armada era cuando menos exagerada. Vamos a repasarlas:

-Falta de dignidad en la reproducción de los hábitos y normas de la Armada. No haber puesto suficiente énfasis en la rebelión de la marinería roja ni en la glorificación del hundimiento. Pensándolo bien, si pretendían presentar una hazaña de la Armada a la altura de la de El Alcázar, cualquier cineasta lo hubiese tenido muy difícil. 

-La mala calidad de la película. Opinión refrendada por muchos expertos ya que, aun aportando un entusiasmo fuera de lo común y un patriotismo que se le premió oportunamente, su realizador no tenía suficiente experiencia ni dotes creativas para abordar tal proyecto y sacar provecho de los momentos más patrióticos.

-Al haber seguido un guión que podriamos llamar "a la americana" (con una mezcla de lances amorosos y situaciones humorístico-militares que acompañan la narración de un hecho heróico), se le afeó que más de la mitad se reducía a una vulgar comedieta de amores y amoríos.

-La cercanía en el tiempo del hundimiento, acaecido apenas dos años antes. Por este motivo se entendió que se había tratado demasiado pronto y que sobraba toda la parte ligera, por irrespetuosa. 

          En definitiva, inoportuna y superficial. Pero no hay que olvidar que influyó mucho la proximidad de la Guerra Civil y el talante de quienes entonces dirigían la Armada, ya que el guión-cliché "aspirante u oficial enamorado de la hija de un superior, con bromas sobre amoríos, esquinazo a la amiga fea de la protagonista, chistes basados en la vida diaria en la base o a bordo y con una guinda de realismo y heroicidad al final de la historia" se ha repetido después en numerosas cintas. Citaremos como ejemplos, ambientados en la Armada, Botón de ancla (1948), su secuela en technicolor Botón de ancla (1961), Los guardiamarinas (1967), Cateto a babor (1970) o Los caballeros del botón de ancla (1974).




            Abordaremos ahora la película, después de haber explicado todas las circunstancias que la rodearon. Su argumento, a grandes pinceladas, era el siguiente: En una Cartagena pre-bélica con un ambiente revolucionario bastante notorio, se celebra un baile en la Comandancia General de Marina. 




Comienza la rivalidad entre los amigos.


            En el baile suceden dos cosas: el Delegado del Gobierno pide a los allí reunidos el apoyo incondicional a la República, a lo que Jefes y Oficiales responden que "defenderán a la Patria". Por otra parte, los tenientes de navío Alarcón (Roberto Rey) y Henestrosa (Tony D'Algy) se enamoran de Elena, la hija del Vicealmirante (Manuel Kaiser). Éste encarga a Henestrosa que lleve un mensaje urgente y reservado a El Ferrol.


Alarcón y Henestrosa, amigos y rivales.

             El viaje lo hará acompañando a la esposa del Vicealmirante y a su esposa e hija (Marta Roel) que han sido invitadas a pasar unos días allá por su amiga Ermelinda (Julia Pachelo) señorita remilgada y cursi que trata de pescar marido entre la joven oficialidad.

 


            

             Se produce la rebelión militar el 18 de Julio. En Cartagena, las milicias fieles a la República, malvados personajes caricaturizados como el Rubio (Joaquín Bergía) y el Responsable (Manuel Miranda) y un insólito Antonio Riquelme como El político, evitan que los barcos de la flota se unan a los rebeldes; a continuación la marinería asesina a los Jefes y Oficiales que pretendían secundar el alzamiento. Uno de los muertos es el Vice-almirante (el padre de Elena) tras pasar un tiempo encarcelado.


Vicealmirante y otros Jefes son llevados a prisión.



Resignado con su destino.



Elena ruega por su padre.


        Al teniente de navío Alarcón lo arrojan al mar maniatado. Le salvará de morir ahogado el fiel marinero Zafarrancho (Manolo Morán) y ambos son recogidos por un mercante italiano en el que gracias a los cuidados del médico de a bordo, Alarcón se repone del trance. Los fotogramas hablan por si mismos. 









                Vienen después unas imágenes de la "España liberada" filmadas -o procedentes de archivo- de Sevilla, Salamanca, Burgos y Zaragoza. Henestrosa, tras entregar el mensaje -que suponemos avisaba a las autoridades de Marina de El Ferrol para que se uniesen al levantamiento- sigue tratando a Elena, de la que se enamora. En lugar de ser nombrado profesor en el buque escuela Galatea, ruega se le permita otro destino porque quiere combatir. Consigue que se le incorpore a la dotación del Baleares, recién botado, armado y listo para combatir. En los fotogramas siguientes podemos ver a los dos amigos, reunidos de nuevo en el domicilio de algún familiar, sentados alrededor de una mesa elegantemente dispuesta y atendida por mayordomo y doncella. Se aprecia cómo Elena está sentada junto a Henestrosa (con el que se ha comprometido) escuchándole atentamente, mientras que Alarcón tiene que contemporizar con la famosa Ermelinda. Seguramente falta poco para que se embarquen en el Baleares. Su inseparable Zafarrancho, ahora ascendido a cabo, también se embarcará con ellos pero en este preciso momento está dándose el gran banquete en la cocina mientras cuenta sus hazañas a cocineros y doncellas.  








               
         Primeros enfrentamientos del Baleares en el Mediterráneo contra buques republicanos como el Libertad. Los amigos siguen con sus bromas y piques. No sabemos si Henestrosa le ha confiado a Alarcón su compromiso con Elena


El Baleares a la espera de zarpar en una de sus misiones de escolta.
          

                        





Escena en el puente de mando.



Henestrosa y Zafarrancho. Éste luciendo sus
 flamantes galones de cabo.



            Una noche, estando Henestrosa de guardia, un torpedo rojo alcanza al Baleares provocándole tan serios daños que al amanecer se hunde, con la marinería formada en cubierta cantando el Cara al Sol. No conocemos el guión del film hasta ese punto, pero es de imaginar que en el hundimiento pierden la vida los dos amigos y su fiel marinero.



Imágenes de los artilleros en acción
  



Fotografía que ilustra el escenario y procedimiento para el rodaje de las ultimas escenas, antes del fatal hundimiento descrito más arriba.

Fotografía real del hundimiento del Baleares.


Probablemente, la palabra FIN debió aparecer impresa sobre una  escena similar a esta. Creemos reconocer al fondo edificios de El Ferrol.
                 




                Agradecimientos: Para la confección de la presente Entrada del Blog se ha acudido a diversas fuentes. Se han reproducido imágenes de la Prensa de la época, fotos de diversa procedencia accesibles en la Red y sobre todo las obtenidas del Repositori de la Filmoteca de Catalunya, valiosísima aportación que va a permitir a los ciudadanos ver y entender de algún modo la película. A D. Juan Antonio Martínez Bretón por su excelente estudio "El Crucero Baleares. Un caso atípico de la censura franquista". A D. Francisco Caballero, autor de un blog que nos ha permitido comentar e ilustrar la figura de los Flechas Navales. Los lectores interesados en conocer mejor tanto los buques mencionados como el desarrollo de la Guerra Civil en el mar, existen en la Red excelentes trabajos, con abundante material gráfico.