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IRREPETIBLES: PEDRO BELTRAN



 


      

                  A muchos lectores no les dirá nada el nombre que proponemos esta vez, pero fieles a nuestra intención de divulgar y rescatar del olvido -y también aplaudir- a las gentes de nuestro Cine y a su obra, en esta ocasión intentaremos sacar brillo a la figura de Pedro Beltrán y a su legado, que no es poca cosa. Trataremos de no repetir lo que ya han dicho algunas voces más autorizadas. Si acaso, citaremos sus propias palabras. Y las de otros.

            Pedro Beltrán fue un ser inclasificable. Se le conocía, con su beneplácito, como el último bohemio. La bohemia según él "es, fundamentalmente, una escala de valores diferentes, que no convierte en sagrados conceptos como el éxito, el triunfo material o la gloria engañosa. Es una posición de rebeldía, de libertad total, no pasota sino activa. Una postura de enfrentamiento a los valores burgueses, pero con todas las consecuencias, sin pretender vivir de esa burguesía que rechazas". 

            Estuvo en todas partes e hizo de todo, porque sí, sin intentar medrar como tantos que persiguen la gloria y la fortuna con desespero. Hoy se diría de alguien como él que no se sabe vender; y es que jamás se vendió, aun a costa de pasar hambre. En su vida fue un esforzado estudiante, practicante de los que ponían inyecciones a domicilio, bailarín, experto en zarzuela y flamenco, cantante, torero, poeta...actor y guionista. Disfrutó de la amistad de los más grandes y, venciendo de vez en cuando la pereza de la que hacía gala, escribió grandes guiones. Contradictorio, sabio, rebelde. Procurando tener siempre medio culo en la calle y otro medio en la biblioteca, pero las dos cosas al mismo tiempo. 

        Nació en Cartagena el 20 de abril de 1927. Aprendió las primeras letras en una humilde escuela próxima a su casa y de allí pasó a las aulas para párvulos que gobernaban las monjas del Asilo de San Miguel. Llegó después una corta asistencia a los Hermanos Maristas y por fin se examinó para ingresar en una institución laica: el Instituto Politécnico. Trabajó con tanto ahínco que cada año se sacaba dos cursos: uno en junio y otro en septiembre.    

            Es preciso decir que su más temprana afición fue la de los toros. Cuando tenía siete años de edad, al acercarse las Navidades y con la complicidad de una de sus hermanas decidió escribir a Manuel Azaña con el razonamiento de que, al ser tiempos republicanos y no haber reyes, le escribía a él la carta aduciendo que por este motivo "creo que es usted quien me tiene que poner los regalos". En su carta pedía un traje completo de torero especificando incluso la talla. Para sorpresa de familia y vecinos, la mañana del seis de Enero apareció en la puerta de su casa una caja de generosas proporciones que contenía un traje infantil de torero con todos los trastos de matar, incluida una cabeza de toro de cartón. La carta decía: "las zapatillas no te las mando porque no se encuentran de tu medida. Un abrazo de tu amigo y correligionario. Manuel Azaña". Perico se había equivocado al medirse el pie: en su afán de exactitud había medido el contorno de su zapato. Pedro le escribió dándole las gracias y durante un tiempo mantuvieron una cordial correspondencia.



 

            Tras la guerra civil regresa al colegio pero lo hará sólo durante una breve temporada. Se traslada a Valencia y estudia el oficio de practicante en la Facultad de Medicina al tiempo que hace el meritoriaje en la consulta de un médico. En su tiempo libre, su corazón le arrastra a su afición taurina y a  los escenarios. De la práctica de la primera le apartó un serio revolcón que, no obstante, no mermó su afición y sabiduría, permitiéndole -como se verá- aprovechar tales cualidades ante las cámaras en más de una ocasión. Respecto a las tablas, sacó pecho como tantos otros en Compañías de corto recorrido, bailando claqué, haciendo el payaso o cantando zarzuela.

            Trasladado a Madrid en 1950 pasó años de penurias económicas durante su aprendizaje como estudiante de Arte Dramático. La Escuela, que a la sazón había montado el Director José María Elorrieta, le proporcionó la oportunidad de comenzar a codearse con las gentes del cine y el teatro. Pero fueron tiempos difíciles para él. Llegó a andar tan mal de dinero que dormía en los Estudios, calentándose con los focos y revestido con prendas ajenas que encontraba por allí. También por aquella época reconoció haber dormido en un ascensor: lo paraba entre dos pisos y dormía toda la noche sin ser molestado; Era uno de aquellos camarines antiguos con amplio asiento tapizado y alfombra. 

                Pero ya estaba en su ambiente, en el medio que le iba a permitir sacar el actor y autor dramático que llevaba dentro. Por mediación de Luis Gómez Mesa, profesor de Historia del Cine en la Escuela, consigue su primer papel en una película: hace de emigrado en Ronda Española de Vajda (1951),  film de propaganda del Régimen que, con la excusa de una gira folklórica, lleva la imagen de una España joven y feliz por toda Hispanoamérica. Las embajadoras son las chicas de los Coros y danzas de la Sección Femenina. El personaje de Pedro "tenía frase" y cobró por ello 150 pesetas.



                        
                                Por aquellos tiempos mantenía una excelente relación con Elorrieta quien, en ocasiones, le pedía su colaboración para redondear o pulir alguna secuencia de sus películas. Una de ellas, Horas inciertas (1951) le valió a Pedro la recompensa de un gran vaso de leche con su dotación de galletas María. Trabajó toda la noche hasta encontrar un desenlace válido para el guión y hasta encontró para sí mismo un pequeño papel como empleado de una gasolinera. No hemos podido conseguir la cinta. 


                A lo largo de aquellos años de aprendizaje, Pedro va a conocer a personajes de suma importancia que le acompañarán y ayudarán en sus comienzos, como José Luis Monter -más tarde guionista y director en numerosos films de la época-  y sobre todo su profesor de Historia del Arte: Rafael Pérez Delgado, quien dijo de él: "Pedro es una persona de una inteligencia y una cultura singularísimas, probablemente el hombre más culto y más sabio que queda en España. Uno de esos personajes que parecen arrancados de la Grecia clásica". 
                Como no estaba en condiciones de desaprovechar oportunidad alguna, vuelve a aparecer en una película de Elorrieta: Encuentro en la ciudad (1952). Pedro ya dejó explicado que su personaje era una especie de duendecillo bueno de la ciudad. Aunque en principio tenía más importancia y participaba en más secuencias, la cosa fue quedando reducida a un par de apariciones. En la foto que acompañamos es un guarda-agujas de la estación, evitando que Trini Montero haga una tontería. 




      




          
                  En 1954 interviene en la película Bajo el cielo de España (Miguel Contreras) y esta vez con un papel más importante: el humilde instructor taurino que termina siendo mozo de espadas del que fuera uno de sus alumnos. 

                El papel le fue asignado a Pedro por su conocimiento del arte del Toreo. Será la primera pero no la última ocasión en que se necesite un actor que sepa torear. 
Como nota curiosa cabe decir que al año siguiente se presentó el film de Ladislao Vajda Tarde de Toros en la que por error se cita a Pedro Beltrán en el reparto. 


Perico Beltrán y Gustavo Rojo.
                                           

                Mientras busca aquí y allá el modo de ganarse la vida aceptando todo tipo de trabajos y colaboraciones, Pedro comienza a frecuentar algunas tertulias en las que se da a conocer y hace algunas amistades que durarán toda su vida. Comenzó yendo a Sésamo, donde se daban cita actrices y actores, como Margarita Lozano, críticos taurinos como Gonzalo Carvajal, pintores como Malpaso y las correspondientes amistades y colegas de unos y otros. Pedro recordaba que "Allí se reunían casi diariamente un grupo de personas que tuvieron gran influencia en mis lecturas y en mi contacto con la cultura clandestina que yo ignoraba". Allí se debatía todo tipo de asuntos, se hacían representaciones de teatro, se bailaba, se pintaba y por lo general se cerraba más tarde de lo normal.



                Sésamo trae a colación la película El pisito de Marco Ferreri (1958) porque contiene una secuencia bastante larga rodada en el mencionado local madrileño. Si estamos atentos al verla de nuevo podremos fijarnos en los figurantes, entre los que quizá descubramos a más de un conocido. La foto corresponde al citado film.
                Además de otros locales donde se reunían unos y otros por afinidad, Pedro contaba que "La gente de la Revista y las Varietés iban a La posada del mar, los del cine iban a Gaviria: los actores y gente normal estaban en Las Cancelas y los intelectuales del oficio iban al Gijón". Y allí, en el Gijón es donde nuestro hombre conoció y trató a Buero, Diosdado, Rodero, Fernán Gómez o Marsillach, por citar algunos nombres de autores y actores del momento. Años más tarde  acudió regularmente también a la tertulia del Café Lyon frecuentada por una parroquia más ecléctica pero no menos interesante para él: el músico Parada, Santiago Ontañón el escenógrafo, José María de Cossío, Domingo Ortega y otro largo etcétera. 
                Del Pedro Beltrán tertuliano, rapsoda y noctámbulo hizo un excelente retrato el escritor Manuel Vicent: "ha llevado una alegría burra y huertana a las tertulias políticas que tenían el entrecejo en forma de aspa, ha inundado de inspiración repentina los corros artísticos del Café Gijón...En las noches del franquismo ya desvencijado, este poeta de tasca, trovador bufo y maligno, era el esperpento visible en el circuito tabernario de la orilla izquierda de Recoletos, se había convertido en el guía nocturno recitando su obra inédita en medio de un cotarro de serenos, coches de la basura y regadores de asfalto, cantando fragmentos de zarzuela a los gatos famélicos de la transición".  
                Pero volvamos al Cine. En 1956 se producen una serie de circunstancias que orientarán la actividad de Perico durante los años venideros: Su amiga Laly Soldevilla le facilita un contacto con el ya consagrado Luis García Berlanga, porque está enterada de que el cineasta anda buscando para su próxima película -Calabuch-, un actor joven que sepa torear. En esa primera e histórica entrevista con el Director de El verdugo, Pedro conoce también al autor italiano Ennio Flaiano, coguionista del film, amigo de Azcona y Berlanga, colaborador de ambos y guionista en obras tan célebres como Fellini Otto e mezzo, La dolce Vita o La strada. Nuestro hombre, emocionado ante tan prometedora perspectiva exhibió frente a Berlanga, Flaiano y el Productor José Luis Jerez todas sus habilidades. Y le contrataron. En principio sólo tenía que hacer de doble de José Luis Ozores a la hora de torear el becerro, pero terminó consiguiendo el papel de Fermín, carabinero a las órdenes del Cabo Matías. (Como curiosidad diremos que la película, coproducción con Italia, se comercializó allí bajo el nombre de Calabuig, denominación que hubiese sido más correcta en España para denominar un pueblo de la costa castellonense. De todos modos, los personajes de la película en la versión italiana nombran a su pueblo como Calabüij).







  

                            Calabuch  fue para Pedro el verdadero bautismo como actor en un cine...de nivel. Conoció y trató a Edmund Gwen, a Valentina Cortese, a Pepe Isbert, a Juan Calvo..y estrechó su amistad con Félix Fernández (que encarnaba al cura párroco) a quien ya conocía del Café Gijón. Comenzó así la leyenda, basada en su parecido físico, de que eran padre e hijo. Por otra parte, la película marcó el inicio de su amistad con Berlanga con el que después colaboró en varias ocasiones. Juntos escribieron dos guiones que no llegaron a las pantallas: El cónsul y El desguace, y uno más con Azcona completando la terna: Música de viento que tampoco se llegó a rodar. Desde aquel primer papel en Calabuch, Perico apareció como actor de reparto en las películas más emblemáticas del realizador valenciano:
                    Fue un sacristán en Los jueves, milagro (1957), bañero en el sketch español de Las cuatro verdades (1962), empleado de prisiones en El verdugo (1963), exiliado español en Tamaño natural (1974), contratista de obras en Patrimonio nacional (1981) y Roque, el suegro de Mariano que vive escondido tras un aparador, en La vaquilla (1985).
        

Con Luis Escobar en Patrimonio Nacional 


Funcionario de Prisiones en El Verdugo.


Sacristán con López Vázquez en
  Los jueves, milagro.

            Después de Calabuch el polifacético Pedro siguió haciendo de todo, escribiendo teatro difícil de representar (de sus cinco obras sólo una ha pasado por el escenario), componiendo versos que guardaba en su memoria y asesorando en materia taurina. En el cine, que de eso vamos aquí, participó en un buen número de films españoles. Citaremos como ejemplos Embajadores en el Infierno (Forqué, 1956), Quince bajo la lona (Navarro,1958), El Inquilino (Nieves Conde 1958) Días de feria (Rafael J.Salvia 1960) y Diferente (Delgado,1961).
            En Quince bajo la lona, película que podemos clasificar como de propaganda militar, interpreta a un aspirante que es además un enamorado del toreo. De nuevo tenemos a Pedro aprovechando sus habilidades toreriles. 


      



            Y en Días de Feria, junto a Pepe Isbert, da vida a Isidoro, un muchacho más de un pueblo más de aquella España. Pero no fue esa su única intervención. En la película, José Luis López Vázquez había  de  torear una vaca para lucirse ante una turista extranjera, resultando cogido por el animal. En la realidad fue Pedro quien, una vez convencido por los responsables de la película, se puso entre el astado y las cámaras. Pedro lo contaba así: "Me llevé a Juanito y Pepe Bienvenida, con un capote cada uno, por lo que pudiese pasar. Me vestí con el traje de López Vázquez y me dejé coger. La vaca me dio una voltereta pero no me hizo más que un leve rasguño".



                Para terminar con esta serie de películas, nos detendremos para comentar a vuelapluma la producción Diferente del año 1961, en la que Pedro aparecía encarnando a un empleado administrativo. Inexplicablemente en aquel momento, la película pasó la censura sin ningún tipo de contratiempos. Para los estudiosos se trata de una cinta que muestra de modo bien explícito algunos de los códigos de la cultura homosexual -añadiremos- masculina. ¿Cómo fue esto posible en la España de comienzos de los años 60? Según su Director, la respuesta está en que ni la Junta censora, ni las reseñas de la prensa ni los críticos se percataron de que la película trataba la temática homosexual. Al parecer, únicamente el crítico del Diario Ya la calificó de "película sobre la desviación amorosa contra natura". 




            


                La película El extraño viaje (1964) con el brillante guión de Pedro Beltrán marcará también un antes y un después en su actividad cinematográfica. Todo comenzó en la barra del Gijón, cuando Berlanga aventuró (hablando del crimen del momento, cometido en Mazarrón) que si el cadáver de la vieja no había aparecido era porque el asesino la había ocultado en el pueblo y había huido fingiendo ser ella, disfrazado con sus ropas. Pedro le ofreció a Berlanga comprarle la idea y junto a Manuel Ruiz Castillo se encerró para redactar un argumento. Tras ofrecerlo a Berlanga, que no les hizo mucho caso, lo ofrecieron aquí y allá. Finalmente fue Paco Molero de Impala quien tomó gran interés y se firmó el contrato para la confección del guión. Preguntado Beltrán por un posible Director para la película, apuntó a Fernando Fernán Gómez quien, antes de leer el guión le dijo que si no le gustaba sólo se lo diría a él, porque el productor no tenía porqué enterarse de eso. Una vez leído contestó: "Mañana si quieres, puedo empezar a rodar". 




            La elección -acertadísima- de los actores corrió a cargo de Fernán Gómez. En el film podemos admirar el trabajo de Tota Alba,  junto a sus hermanos en la ficción: Rafaela Aparicio y un casi irreconocible Jesús Franco. Por aquel entonces Jesús -Jess- Franco estaba empezando y apenas tenía un puñado de guiones en su haber. No se trató de un cameo, pero casi. Como saben los lectores falleció en el año 2013 con más de 180 guiones escritos y habiendo dirigido más de 200 películas. Carlos Larrañaga y Lina Canalejas completan la cabecera del elenco, en el que no falta un buen puñado de excelentes secundarios (y no tan secundarios, como solemos apostillar).








   
         Podemos incorporar esta película a la relación de producciones que fueron zarandeadas una y otra vez. Para empezar, el título: el guión había sido bautizado como "El crimen de Mazarrón", pero según la Prensa, habían protestado los herederos de la familia implicada. En un artículo en el ABC, César González Ruano se hacía eco de la protesta advirtiendo que tal nombre podía estigmatizar a la población, al igual que el sambenito (entonces muy frecuente) colgado a Cuenca por las gentes más ignorantes, que la motejaban como "la tierra del crimen", y es que Ruano era un célebre veraneante en la ciudad de las Casas Colgadas. Con su reconocida habilidad de prestigitidador de las letras quedó muy bien ante sus anfitriones, pero pasó por alto que el feo apelativo de Cuenca se refería a la provincia, no a la ciudad. Muchos años después, la película El crimen de Cuenca (1980) demostró la falsedad de esos estigmas. Al final se optó por otro título de los que se habían barajado y este fue El extraño viaje.


           El guión de la película (del que hablaremos sin intención de destriparla) contenía una serie de elementos que irritaron a la Junta de censura. De entrada, Angelines, el personaje encarnado por una jovencísima Sara Lezana. No sólo encandila a todos los machos en celo del baile dominical con su histórico twist, sino que además se la ve en su habitación probándose un biquini y siendo espiada por los vejetes que, amparándose en la negrura de la noche, la observan a través de la ventana. La odiosa Junta argumentaba "que no era igual de pecaminoso un biquini en una playa que en el interior de una casa". Menos enfadó a la Junta el final de la muchacha, tan alocada y moderna, que terminará marchando a la ciudad tras un futuro como artista y cayendo en lo más bajo; Un trasunto de Surcos en clave menos seria y con un fondo de guitarras eléctricas. 


 

                          

           Para el papel de alcalde, Fernando Fernán-Gómez llamó a su amigo y actor ocasional Cayetano Torregrosa que tenía un gran parecido físico con Girón. En la película lanza un discurso improvisado desde el balcón del Ayuntamiento utilizando un tono de voz y unos ademanes bastante reconocibles. Al ser descubierta la maniobra, Pedro recordaba que se les obligó a cambiar algunas frases de las que habían puesto en su boca.



                                Estaba también el asunto del travestismo en el personaje de Carlos Larrañaga, Fernando, el músico saltacorrales de la orquesta Los Guacamayos. Esas secuencias se salvaron gracias al quedar patente que no se trataba de un travesti ad hoc, un vicioso, sino un pobre hombre que en la más estricta intimidad hace pases de modelos de mujer para Ignacia. Lo hace por dinero, para poder llevar al altar a Beatriz, siendo Ignacia quien realmente goza con lujuria del espectáculo. Por si quedase alguna duda, los censores no pusieron objeción ya que Larrañaga habrá de disfrazarse más tarde de señora enlutada, repitiendo el travestismo pero con tintes delictivos. Se completa el chiste con ambos bailando al son de una música que escuchan con auriculares. Con todo, la censura -que estaría en horas bajas- transigió. 
 
 





            También según contó Perico, el verdadero escándalo se produjo con la película ya rodada. Se la clasificó como de "Segunda A", lo cual suponía que no se podía estrenar en salas de Arte y Ensayo ni venderse al extranjero. La distribuidora -Ízaro films- se indignó con todo el asunto y, aun a riesgo del dinero invertido, dejó la película en sus latas durante años. Más de un lustro después se estrenó en Barcelona, casi de extranjis y allí fue donde la película comenzó a despertar interés. En Madrid se estrenó en parecidas circunstancias, compartiendo programa doble con una del Oeste en un cine de Caño Roto, Carabanchel. Descubierta por algunos críticos jóvenes e inquietos, comenzó a ser divulgada y aplaudida. Incluso García de Dueñas, desde la revista Triunfo se implicó activamente. Todo esto sucedía, no lo olvidemos, en los primerísimos años sesenta. 




                En 1965 el Director italiano Francesco Rosi, movido por las ganas de hacer algo diferente (había dirigido Le mani sulla città en 1963) y deseoso de conocer España, vino a nuestro País. Por indicación de Ennio Flaiano, se entrevistó con Pedro Beltrán y éste, atendiendo a los deseos de Rossi, trazó una ruta sobre el mapa y salieron de viaje; les acompañaron diversos personajes del equipo de Rosi. Éste, vuelto a Roma y dándole vueltas al material rodado en España, llamó a Pedro Beltrán para que se reuniese con él, con el fin de discutir un proyecto: había decidido rodar una película de toros y juntos estuvieron viendo los documentales rodados en los Sanfermines y en algunas Plazas, mostrando un especial interés en la figura del diestro Miguel Mateo, Miguelín

               


               De regreso a España, mientras Rosi acude a Sevilla para rodar unos documentales sobre la Semana Santa, Pedro se queda en Madrid trabajando sobre un bosquejo previo escrito entre el Director y su colaborador, el escritor La Capria. Aunque a Rosi no le gustó alguna cosa del guión escrito por Pedro, la película echó a andar. Nació así Il momento della verità (1965). Rosi, en su intención de alejarse de los tópicos (los films sobre toros y toreros eran innumerables y repetitivos en aquella época) sitúa la acción en Barcelona, ciudad a la que su protagonista, el torero murciano Miguelín, marcha para buscar trabajo, no para ser torero. 
                Respecto al rodaje, Perico Beltrán explicó: "Como asesor taurino hice de todo. Desde gestionar los permisos de rodaje en las plazas hasta montarme a caballo para encerrar tres toros. Hablaba mucho con Miguelín y le explicaba a Rossi numerosos detalles del mundo de la tauromaquia. También tuve que volver a escribir alguna secuencia sobre la marcha, para que los personajes, respetando lo que Rosi quería que dijeran, lo hicieran de una manera creíble. Intervine bastante en los diálogos para cuidar el vocabulario taurino". 
                Algún sector de la crítica señaló que la película se refugiaba en los tópicos de siempre: la muerte en la arena, la gloria como meta, etc. En particular arremetieron contra el desenlace en el que moría el diestro. Pedro defendió que esa tragedia se producía cuando el torero se ve atrapado y ya no quiere torear. Cuando ya no siente la emoción de la heroicidad y sus facultades disminuyen poniéndole en un constante peligro: "También se subraya el poder destructor del dinero, y no creo que ni una cosa ni la otra estén tan alejadas de la realidad, por muy tópicas que puedan parecer".

        Llegan los años setenta. Un Pedro Beltran cuarentón, amigo de todos, dicharachero, que se gana unas pesetas poniendo inyecciones en los lavabos de los cafés, sabio en materia de cine y de toros, ha sentado sus reales en lo que sería su reino y del que saldría en contadas ocasiones: la Plaza de Santa Ana, la Calle Clavel, la de la Victoria, y las calles adyacentes a Sol. Se definía a sí mismo "Como el mendigo más elegante del barrio". Tertuliano impenitente, hablando del Café Gijón del que fue uno de los más asiduos decía que él "formaba parte de su mobiliario". Tiene muchos amigos y uno muy especial: Fernando Fernán Gómez. Con éste colaborará en el guión de su siguiente producción: Bruja más que bruja (1977). Entre tanto, Perico participa en el corto para TVE Juan Soldado (1973), hizo una parecida colaboración en El Pícaro (1975) y asume el papel de un cantaor: El cojo en el largometraje El anacoreta (1976). No es difícil darse cuenta de que estas esporádicas apariciones fueron propiciadas por su fraternal amigo. 

Alcalde en Juan soldado


Avispado tabernero en El Pícaro.

 
"El cojo" cantaor en El anacoreta,
 con José Mª Mompin y Fernán Gómez al fondo.
       

           Bruja más que bruja, es una película muy especial. Al igual que sucediera con El extraño viaje, la primera inspiración le llegó a Fernando Fernán Gómez al fijarse en una noticia de la prensa: En un pueblo de España, alguien había asesinado a un rico hacendado para hacerse a un tiempo con su hacienda y con su atractiva viuda, todo ello valiéndose de los servicios de una bruja. Fernando pergeñó cuatro rasgos en unos folios y le propuso a Pedro Beltrán escribir un guión del que saldría una película inclasificable, en la que todo sucede como si se tratase de una zarzuela: La acción transcurre en el medio rural, con los personajes característicos del género, salpicada de actuaciones canoras, solos, duetos y coros. Trabajaron juntos el guión -no hace falta decir que se lo pasaron de maravilla- y una vez terminado lo ofrecieron a unas cuantas Productoras pero ninguna se atrevió con semejante proyecto. La partitura original corrió a cargo de Carmelo Bernaola. 
            Al final se rodó con muy poco dinero y escasos medios. Fernando Fernán Gómez ha comentado en alguna ocasión que, por esa falta de dinero, no se llegó a rodar un plano inicial que él consideraba importantísimo: Un teatro abarrotado de señoras bien vestidas en el que se levantaba el telón y comenzaba la película como una función teatral; Esto habría enlazado de un modo natural con el hecho de que los actores canten mirando a la cámara -que es el público- y la aparición de éste aplaudiendo el final. Tuvo que conformarse con que, según salían los créditos, se escuchara a los músicos afinando sus instrumentos, como es habitual antes de levantar el telón. A cambio sí se rodó un final en el que aparece toda la orquesta en mitad del campo, escena que por cierto se comió el 20 por ciento del presupuesto.


Fernando F. Gómez, Paco Algora y Emma Cohen en una escena de la película.


            Mucho se ha escrito sobre este film al que algunos motejaron como un hachazo a la España profunda y otros lo definieron como el film perdido del gamberro Fernando Fernán Gómez. Lo cierto es que sus artífices quedaron bien satisfechos. No obstante, sabemos por el Productor Juan José Daza que la película se estrenó a la vez en Madrid y Barcelona en 1977 y que desapareció pronto de las carteleras por el escaso interés de los distribuidores. 





            También en 1977 y a causa de una serie de circunstancias muy particulares, Pedro terminará escribiendo un nuevo guión cinematográfico. El Director José Luis Borau quería hacer en España una película con un Director norteamericano: Ray Rivas. Este Rivas traía bajo el brazo un argumento bastante disparatado (otra vez la fascinación foránea por el exotismo taurino) en el que un torero herido es acogido por los frailes de un convento, y entre sus muros sufrirá una profunda transformación. José Luis Borau llamó a Pedro Beltrán para que le ayudase y éste no se entendió en absoluto con Rivas, quien tenía  unas ideas para el film empapadas en la moral cristiana e inspiradas en el mundo taurino que había conocido en México. Al final, el guión -totalmente cambiado- lo hicieron entre Pedro Beltran y José Luis Borau. 




            Lo que salió de su trabajo fue un "sainete con toques esperpénticos" cuyo concepto y particulares matices no consiguió captar el norteamericano; es decir: ni lo que es un sainete, ni el significado de esperpento. Pero, retocado el guión con algunos cambios, se rodó el film. Se nota claramente la mano de Pedro Beltrán y su conocimiento de todo cuanto acaece en las Plazas y mentideros hasta el mínimo entresijo, desde el remiendo practicado a toda prisa, entre toro y toro, en la panza de un caballo destripado, hasta los arreglos, zancadillas y enjuagues que se pueden dar en el negocio taurino. En síntesis, se trata de los esfuerzos de un vulgar monosabio de una plaza de toros (José Luis López Vázquez), cuya vocación taurina y sueños de triunfo fueron cercenados por la cruel realidad en su juventud y que trata, en su fracasada madurez, de convertirse en apoderado de un jovencísimo aspirante a matador. Mientras, sin poner un duro -como suele decirse- sortea mil inconvenientes para que el chico debute en una Plaza de ínfima categoría. Se contó con el novillero Curro Fajardo y la rejoneador Antoñita Linares. A todas estas, el entorno familiar del monosabio aparece bastante enrevesado por razones ajenas a éste.

            
La familia del monosabio: Hijas, cuñada y a la derecha
 Chus Lampreave en el papel de su mujer.

            La composición coral de la película, con numerosos personajes y cada cual con su historia; las trapisondas del protagonista con unos y otros; los momentos cómicos que en ocasiones rayan el esperpento y sobre todo el personaje central, este individuo cuyas aspiraciones fracasan siempre a pesar de todos sus esfuerzos, y que recibe al final de la película una chispa de luz en forma de consuelo, triunfo brevísimo, resignación o esperanza de un futuro mejor, se acerca mucho en algunos momentos al cine de Berlanga. Les recomendamos que la vean y juzguen ustedes mismos.


                Tendrán que pasar unos cuantos años para que nuevamente cobre vida un guión de Pedro Beltrán, y será el de Mambrú se fue a la guerra (1986). 
            Pedro contó que, con el guión definitivo bajo el brazo, visitó a varios Productores cinematográficos. Siempre fiel a sí mismo, rechazó una oferta de uno que pretendía comprárselo para ponerlo en las manos de un Director de su cuerda. El peregrinaje por las oficinas de producción fue largo y no faltaron situaciones chuscas. Otro profesional le ofreció un millón de pesetas por el guión a cambio de su renuncia a la autoría y  de entregarlo a otro guionista para que lo amañara al gusto de ellos. Naturalmente, se volvió a negar. En Cinearte lo tuvieron ocho meses y se lo devolvieron sin haberlo leído. Aún hubo más decepciones. Pero finalmente Miguel Angel Perez Campos y José Luis Aguirre le entregaron un adelanto por una opción y comenzó el trabajo en serio. Con anterioridad, Pedro ya le había pasado el guión a Fernando Fernán Gómez, en cuya dirección -e interpretación- había confiado desde el momento en que comenzó a escribirlo. Y así fue. 




                Honradamente, como desconocemos la edad y referencias culturales de nuestros lectores, algo tenemos que explicar sobre el título. Mambrú se fue a la guerra es una canción infantil, antiquísima, que habla de alguien que marchó a una guerra y de la incertidumbre de su regreso. La película se iba a llamar El tambor republicano, pero por aquellas fechas triunfaba una película titulada El tambor de hojalata, inspirada en una famosa novela. Así que Fernando Fernán Gómez sugirió el nombre que finalmente se le puso. Al comienzo de la película unas niñas juegan al corro en el parque cantando la historia del famoso Mambrú.
                 Fieles a nuestra intención de no destripar la película, trazaremos únicamente una sinopsis de la misma. El protagonista, Emiliano, personaje a cargo de Fernán Gómez es un hombre topo, como se llamó a aquellos perdedores de nuestra Guerra Civil que estuvieron escondidos  en sótanos o tras falsas paredes de sus casas durante mucho tiempo por temor a los vencedores. Con la muerte de Franco se decide a salir de su escondrijo, no sin muchas reticencias. El mundo, su pueblo han cambiado y la gente no le reconoce. Además su aparición anularía de facto la pensión de viudedad de su mujer. En definitiva, no es aceptado, nadie le recuerda -ni siquiera su propia hermana- y únicamente se entiende con su nieto. Para mayor desconcierto, su nieta quiere casarse con el hijo del cacique que incautó sus bienes al finalizar la contienda. La película está salpicada de referencias al mundo según Perico Beltrán y de brillantes momentos.
 

La familia casi al completo: Agustín González,
Emma Cohen, Maruja Asquerino y Jorge Sanz.


   
Ni siquiera su hermana, interpretada por
 Mª Luisa Ponte, le recuerda.
 
                  La película resulta una interesante reflexión sobre el paso del tiempo y su mella en las personas, sus relaciones y sus costumbres. En cuanto a la situación política que la película trata de reflejar, nos sucede como a Emiliano, el protagonista: Ha pasado mucho tiempo y todo ha cambiado hasta hacerse irreconocible. 
                
              Cuando se estrenó Mambrú se fue a la guerra, Pedro Beltrán estaba a punto de cumplir 60 años. Durante esa década y la siguiente, su actividad cinematográfica se redujo a unas -pocas- intervenciones como actor. Participó en 7 películas y en dos capítulos de series televisivas. El ejercicio profesional se detiene en 2005 y el contador de su filmografía marca 38 títulos en su haber. Pero continuó asesorando sobre cine, ambientación, toros o zarzuela, pronunciando conferencias y llevando la vida que había elegido como un ejercicio de libertad, personificando la bohemia sin contaminar, antídoto andante contra la estupidez. No sin dificultades -Pedro jamás escribía sus poemas- se reunió su obra poética, dictada por él a una joven de la editorial Planeta. Gracias a ello, se publicaron sus versos en un libro Burro de noria (2002), que incluía además un CD en el que intervienen algunos de sus amigos. El libro se presentó el 30 de septiembre de 2002, en el Teatro Marquina. Se dice que en esa jornada Madrid se vació de actores, directores y amigos para llenar el teatro y arropar a Pedro. Al compañero. Había gente hasta en los pasillos.


Imanol Arias, Eloy Azorín, Eloy Arenas, Pepe Sacristán y Pepe Sancho, con Pedro en la presentación de su libro-disco.
  
              
         
             Inevitablemente nos vamos a dejar algún nombre, pero además de los que acompañan a Pedro en la fotografía, allí estuvieron, allí quisieron leer algún poema Concha Velasco, Amparo Rivelles, Paco Rabal, Fernando Fernán Gómez, Gabino Diego, Juan Diego, Agustín González, Elena Anaya, Juan Echanove y muchos más. Las voces que recitan los poemas del CD son las de los cinco últimos que hemos nombrado, además de Imanol Arias.

                                 *  *  *  *  * 

            Pedro, Perico Beltrán falleció el 9 de Marzo de 2007. Murió solo y es sabido que lo encontró su amigo, el actor Gabino Diego, al ir a buscarle a la pensión en la que vivía. Como siempre, estaba pasando apuros económicos aunque al parecer preparaba algo para el Teatro Español. Tuvo un entierro solitario. 
            Esta entrada ha pretendido ser un humilde homenaje a Pedro, pero también quiere rendir homenaje a todos los actores, guionistas, directores, hambres de letras, toreros y Cómicos en general, que se sintieron honrados de ser sus amigos y le arroparon cuando hizo falta, aunque él tenía la elegancia de no quejarse nunca. 






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Bibliografía consultada:
Pedro Beltrán, la humanidad del Esperpento. Carlos F. Herrero.
Burro de Noria. Pedro Beltrán.  
      
         
                 

            


            




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