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MI QUERIDA SEÑORITA

 




            En principio no teníamos prevista esta Entrada, pero el reciente fallecimiento de Jaime de Armiñán y los comentarios de todo tipo sobre esta película nos han animado a repasarla. A fin de cuentas entra en el arco temporal del Cine Español que aquí se intenta sacar del olvido. En primer lugar es obligado aportar cuatro datos esenciales: Se rodó en 1971 y se exhibió, con un récord de público, en 1972. La dirigió Jaime de Armiñán y el guión lo elaboraron entre él y José Luis Borau; la pela la pusieron entre El Imán Cine y Televisión S.A. y In-Cine Compañía Industrial Cinematográfica S.A. Fue todo un desafío y un éxito absoluto para su protagonista principal, José Luis López Vázquez en sus papeles de Adela/Juan, acompañado por una estupenda Julieta Serrano, un Antonio Ferrandis muy creíble en su rol y unos secundarios que en general están muy bien, especialmente Lola Gaos, Chus Lampreave, Enrique Ávila y Mónica Randall. También hay un papel, más que un cameo, del propio José Luis Borau haciendo de médico especialista.


Jaime de Armiñán.



José Luis Borau.

         Hay una serie de comentarios y anécdotas que queremos referir. Según el más cualificado estudioso de José Luis Borau, su papel fue más allá del mero co-guionista. Al parecer, Borau planificó y dibujó uno a uno los planos de toda la película, bajo el férreo control de la Producción en la persona de Luis Megino, recién titulado en la E.O.C.  Volviendo a la realización, Armiñán dejó dicho en su momento "José Luis (Borau) sabía entonces bastante más que yo y conocía su oficio con gran sabiduría técnica. Controlaba todo lo relativo a encuadres, luz, fotografía..y me ayudó mucho en esos aspectos, lo que no impidió que en algunos casos tuviésemos grandes discusiones.." Ciertamente aquella era la tercera película de Jaime de Armiñán, después de Carola de día, Carola de noche (1969) y La Lola dicen que no vive sóla (1970). Sobre este asunto, no haremos más comentarios.

 


        Decíamos que el doble papel que interpreta fue un gran desafío para José Luis López Vázquez. Estaba a punto de cumplir 50 años, se encontraba en lo más alto de su carrera y una película así suponía un enorme riesgo. Los dos papeles que interpretaría entrañaban según sus palabras "un proceso constante de mujer a hombre y de hombre a más hombre. Nunca es igual, es dinámico y con una dinámica diferente a todo lo que yo había hecho. No es ni mujer absolutamente ni hombre tampoco absolutamente. Ahí radica su importancia y su dificultad." También Armiñán refirió lo dificultoso del rodaje con un López Vázquez que ponía numerosas pegas: quería una doble para los planos medios y largos, reducir el tiempo de maquillaje y otras cuestiones: "Ya habíamos hecho diferentes pruebas con los trajes, incluso con mantilla y maquillaje. (...) Al verlas se tranquilizó, pero el riesgo y la dificultad de la empresa terminaron por asustarle. La verdad es que habíamos escrito el papel para él y no teníamos otro que pudiese hacerlo. Le dimos un plazo muy enérgico para decidirse y nos llamó aceptando cuando sólo faltaban tres días." Ciertamente, afeitarse varias veces al día para ocultar la barba, dejarse crecer las uñas y otras imposiciones que requería su actuación le mantuvieron muy nervioso durante el rodaje. Finalmente, Armiñán lo llevó a una cafetería vestido de mujer para demostrarle que pasaba totalmente desapercibido. Para la película, su voz de mujer fue doblada por la muy capaz Irene Guerrero de Luna.

        La película fue nominada para los premios Oscar a la mejor película extranjera, aunque el galardón fue a parar a El discreto encanto de la burguesía, dirigida por Luis Buñuel como producción francesa. No obstante, la crítica internacional alabó la interpretación de López Vázquez. Y se había fijado en él nada menos que George Cukor, conocido en Hollywood como el mejor director de actrices. Le dio un papel en su película Viajes con mi tía y le hospedó en su mansión de Beverly Hills. Cuando Cukor vió de cabo a rabo Mi querida señorita le pidió disculpas por haberle dado un papel tan pequeño a un actor tan grande.



        Lo siguiente que nos resulta imperioso destacar es lo inexacto de toda esa tabarra escrita sobre la Censura: "Película transgesora" "Logró pasar la Censura", "Hizo uso de metáforas para desafiar a la Censura gubernamental", "La Censura ni se enteró" y finalmente "Fue un milagro". Tenemos que decir que los autores de estos titulares descubrieron y siguen -dale que dale- aprovechando la utilidad de la Censura en sus oportunistas discursos. Le atizan, sin matices ni fundamento, y todo el mundo les aplaude ya que la existencia de una Censura era una ofensa. Pero los que integraban dicho Organismo a menudo sabían muy bien lo que hacían. Los confesionarios proporcionaban al clero una fuente inagotable de experiencias humanas, de las más turbias pasiones, obsesiones, desviaciones, infidelidades, y.. sufrimientos producidos por anomalías físicas. Y ahí queríamos llegar, porque Mi querida señorita puso sobre el tapete (no lo olvidemos, hace 52 años) una malformación perfectamente identificada: La ambiguous genitalia. Básicamente consiste en la incapacidad de determinar claramente el sexo de un neonato. Para entendernos: mirándole ahí abajo, no se sabe si la criatura es niño o niña. Y la incidencia en la población es de un bebé cada 4.500 alumbramientos. Afortunadamente, estas anomalías se tratan ya con la minuciosidad y el rigor que ha alcanzado la protección legal de estos individuos y la Medicina quirúrgica especializada. Hasta hace bien poco, los doctores que se veían en ese brete, ante la obligación legal de certificar el nacimiento y sexo de una criatura en el plazo de pocos días, optaban por elegir un sexo al azar. Eso también ha cambiado.

            Ahora volvamos a la película, porque Adela, quien en el film dice tener 43 años, habría nacido en 1928. En aquella España y más en un medio rural, el médico certificaría "niña" y como niña la criaron hasta que la encontramos al principio del relato. Los y las nacidas en aquellos tiempos, con ese conflicto entre género, sexo e identidad lo debían pasar muy mal.

         Lo que hicieron nuestros admirados Armiñán y Borau fue construir, sobre un caso de ambiguous genitalia un relato aderezado con las circunstancias y trapisondas que pudieran hacerlo atractivo. Y la Censura, conocedora de sobra de estos casos, no puso objeciones salvo a una escena en que Mónica Randall deja ver sus pechos durante unos segundos. Además en el tardo franquismo había ya unas ganas enormes de morbo en el público que los productores de Cine aprovechaban como podían. En consecuencia, los censores se ocuparon ese año en evitar que les metieran algún gol con los guiones de: Experiencia prematrimonial, La cera virgen, Ligue Story (intento celtibérico de rebañar el éxito de la oscarizada Love Story), El misterio de la vida, (versión pedorra de Helga, la película alemana que relataba "cómo se hacían los niños" y a la que la gente acudió en masa porque se veía "algo") y seguimos: Qué noche de bodas, chicas, París bien vale una moza (cambiando en la histórica frase Misa por moza, ingeniosísimo), y terminaremos con Sexy Cat. En ésas y otras parecidas sí se podía esconder el pecado. ¡Venga tijera!


Adela consulta con el Padre José María (Enrique Ávila)

                   

    Sutilmente, en Mi querida señorita se da protagonismo a un cura joven y moderno que igual hace de árbitro pantorrilludo que facilita a su feligresa el camino hacia una solución médica. Es decir, el mensaje que se desliza bajo la mesa es ni más ni menos, que la transformación que relata la película la ha propiciado la Iglesia. De paso, en el film se ridiculiza a la juventud de la época, que ya venia empujando y pidiendo libertad: las hijas del director de la Caja de Ahorros son unas frescas maleducadas, los pretendientes de la chacha unos descarados, las chicas por la calle enseñando demasiado, el transportista de Madrid -con barba y pelos largos- otro pinta "siempre pensando en lo mismo". En cambio, cuando Juan está comiendo en una humilde tasca, viviendo solo en Madrid, se produce un cruce de miraditas con una chica modosita y atractiva que, antes de meter cucharada en el plato se santigua fervorosamente. ¿Qué pegas podían poner a ese guión, en el que no se llega a ver, pero se entiende que termina en boda?. 




        Y ahora toca el argumento. Diremos como de costumbre que quien no la haya visto y no quiera que se la destripemos, puede saltarse todo lo que viene a continuación. En todo caso mantendremos oculta alguna sorpresa. La película se divide en dos partes bien diferenciadas. En la primera vemos a Adela (José Luis López Vazquez), solterona en un pueblo de provincias (los exteriores se rodaron en Tuy, Bayona y Vigo) que vive con la única compañía de su chica de servicio: Isabelita (Julieta Serrano). Como es un claro caso de ambiguous genitalia, Adela vive como una mujer tal y como la educaron, convencida de serlo, pero se afeita a diario, no tiene pecho ni formas femeninas y siente una inclinación hacia Isabelita que su conciencia no puede admitir, pero que la hace explotar frecuentemente por puros celos, cuando la descubre tonteando con algún chico. Al final, Isabelita se despide porque no aguanta más que le den berrinches a cambio de su absoluta fidelidad y cariño.




        Por otra parte está Don Santiago (Antonio Ferrandis). Antiguo conocido de Adela que ha progresado en su trabajo y aparece en escena como director de la Caja de Ahorros Provincial. Enviudó y tiene dos hijas mayorcitas, monillas pero muy mal educadas. Este Don Santiago se muestra enamorado de Adela, en la que ve un remedio a su soledad de viudo y una madre recta para sus hijas. 



         Haciéndose una idea equivocada porque ella le ha confiado la administración de unas tierras y no rechaza claramente sus requiebros, Don Santiago decide tirarse de cabeza: la lleva a una apartada playa y le regala una sortija que fue de su difunta esposa y antes de su madre. Pero cuando a continuación le declara su amor y se pone empalagoso, Adela sale corriendo, huye desesperada porque siente una lógica repugnancia hacia los arrumacos de un hombre.


Finalmente, esta fue la única escena que se rodó
 con la doble de López Vázquez.

     Este hecho, unido a la marcha de Isabelita provocan que Adela consulte a su confesor, el ya mencionado Padre José María. Éste, tras hacerle un par de preguntas percibe la posible anomalía y le sugiere visitar a un médico especialista que él conoce. Finalmente ella le hará caso y se desplazará a la capital con tal fin.




       El médico (José Luis Borau) tras explorar a Adela, le explica más o menos lo que ya sabemos: es un hombre y no una mujer. Le dice que puede devolverle su verdadera identidad sexual, aunque naturalmente habrá que intervenir, pero que no se preocupe que es cosa sencilla. Éste detalle del guión, que pasó desapercibido, fue un error garrafal: la cirugía necesaria para dotar a este paciente de un sexo masculino normal, por estar oculto o atrofiado, no requería entonces una sencilla intervención. Ni hoy en día, tampoco. Pero eso no lo sabía el público.  

        Es en este momento cuando comienza la segunda parte de la película. Se supone que Adela se ha operado y ahora es Juan (de nuevo J.L.López Vázquez). Lógicamente cambia su aspecto: se viste como un hombre, se corta el pelo como tal y se deja bigote. Incapaz de presentarse en el pueblo con su nueva identidad, marcha a Madrid. Desde que baja del tren en busca de una pensión donde alojarse, la cámara le muestra de espaldas, le sigue durante un larguísimo minuto y medio sin mostrarnos su nuevo rostro hasta que ya en la pensión, se mira al espejo. Este recurso trataba de mantener la intriga en el público, el morbo por contemplar al fin ese cambio de-mujer-a-hombre.




            La pensión está regentada por Doña Chus (una impecable Lola Gaos) y su sobrina morbosilla (Chus Lampreave). Para sostener el interés en el relato, el guión presenta una serie de hechos un poco forzados: No le piden el D.N.I. para darle alojamiento tal y como obligaba la preceptiva norma policial, pero en cambio le tratan desde el primer momento con recelo y desconfianza. Le dan una habitación "de paso", es decir, una alcoba en la que se guarda la ropa de cama del establecimiento y otros enseres y por la que "pasan" otros huéspedes al salir de sus propias habitaciones; de este modo se propicia que Juan y la señorita Feli (Mónica Randall) se conozcan y también que entren allí la patrona o su sobrina como Pedro por su casa. No se entiende, habiendo tantas pensiones en Madrid, que Juan aguante tanto, pero si no el relato pierde interés. 

 

Impagable Chus Lampreave. Berlanga y sobre todo
 Almodóvar supieron aprovechar las dotes de esta rara avis.

     Van sucediendo cosas: A Juan se le termina el poco dinero con que llegó a la capital. No le dan trabajo en ninguna parte porque no tiene formación alguna. Las brujas de la pensión le zahieren a toda hora por atrasarse en pagar el alojamiento y su situación económica llega al límite. Le pide prestado un dinero a la Señorita Feli, que es una chica de Club y prostituta ocasional. Ella accede porque tiene un instinto labrado a lo largo del tiempo y no ve en Juan más que a un pobre desgraciado. Por algo lo ha visto cincuenta veces al pasar por su cubil. Además, le invita a que pase un día por el Club en que trabaja.

 

                         

 

    Dos cosas van a suceder al pobre Juan. Descubre en su "habitación de paso" una máquina de coser y decide utilizarla: Eso sí que sabe hacerlo. Prácticamente, Adela era una experta costurera en su vida anterior. Recordemos aquí que José Luis López Vázquez empezó en el mundo del Cine como figurinista, y eso se nota en la desenvoltura con que maneja la máquina. Comienza a coser por encargo confeccionando monos para un establecimiento que vende ropa de trabajo. Con su paquete de tela "azul mahón" se marcha todo contento camino de la pensión y decide regalarse con un café con leche. Tras el mostrador descubre a Isabelita, que por lo visto emigró a la capital al abandonar a su señorita.

 


 


    Naturalmente ella no le reconoce, pero a Juan el encontronazo le produce un auténtico shock y huye despavorido. Todo se arreglará  porque comenzarán a verse con frecuencia y a intimar. En este punto, las brujas de la pensión retiran la máquina de coser de la habitación y se encaran con él, por raro, por tener en la maleta ropas de mujer. Terminarán por echarlo a la calle. Aquí, un Juan desesperado decide volver al pueblo a recuperar sus bienes y de algún modo poner fin a la precariedad en que vive. Cuando se presenta en la Caja de Ahorros a retirar dinero, con un aspecto de lo más deplorable, Don Santiago le pasa a su despacho y le recrimina el haber desaparecido sin dejar rastro, forzándole a pasar por los trámites necesarios para que se reconozca su verdadera identidad.
 


 

        En su antiguo domicilio, recibe la visita del médico forense quien, tras un reconocimiento, certifica el sexo de Adela/Juan. Cumplido este expediente, accede ya a su nueva identidad, a su dinero y a una vida más real. De nuevo en Madrid, compra un piso, se matricula en una academia para sacarse el bachillerato y también recupera su relación con Isabelita. La lleva a ver el piso que está todavía vacío, sin más muebles que la cama deshecha en la que él duerme.

 



       Una escena cargada de sentido nos los muestra haciendo la cama entre los dos, como lo harían dos mujeres. Hay sincronía en cada movimiento, ternura en la mano que alisa la colcha cuando la cama está perfectamente hecha. A pesar del acercamiento, del deseo mutuo, Juan desiste porque, sencillamente, tiene miedo a no cumplir, no sabe cómo debe comportarse, no sabe qué se espera de él, no sabe por donde empezar para tener una relación sexual con Isabelita. Es entonces cuando va en busca de la señorita Feli al Club en que trabaja. Quiere devolverle el dinero que le prestó y pedirle un favor muy especial. Se trata de que le adiestre en las artes amatorias, ella que es una experta.

 

                                    


      Pese a la buena disposición, cariño y naturalidad que pone Feli, Juan se marchará confundido, perdido, sin lograr su propósito. Se siente fuera de lugar, incapaz. Deprimido, abandona sus clases y se oculta en el piso. Pero Isabelita irá en su busca, ya que está decidida a unirse a él para siempre. Terminarán deshaciendo la cama porque se quieren y se desean. Todo va bien, finalmente.

     



     Antes de que aparezca la palabra FIN, Isabelita pronuncia unas palabras que casi, casi, valen por toda la película.  

                Les recomendamos que la vean, o que la vuelvan a ver si es el caso. Ver de nuevo una película es como volver sobre un libro que se leyó tiempo atrás. La obra no ha cambiado, pero nosotros sí.  

        Y para terminar, un desafío que quiere también ser un homenaje: Esta fue la primera película en la que apareció la tristemente desaparecida Verónica Forqué. No es un cameo, es ese primer papelito, una aparición fugaz que dura apenas unos segundos. A ver si la encuentran.  






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