No es costumbre en este Blog hablar de un libro, divulgarlo. Lo cierto es que nunca lo hemos hecho y es muy probable que no lo volvamos a hacer: Ahí está internet donde todo se encuentra, donde se vende de todo. Pero como la aparición de este libro no se ha comentado al final de un telediario, así como quien no quiere la cosa, ni se va a intentar vender a un grupo de personas mayores en una reunión en la que se les ha prometido una garrafa de aceite o un viaje a Benidorm sólo por acudir a una charla; lo vamos a comentar desde aquí. Este es un libro valiente, un tocho en dos tomos elaborado con amor, con pasión, con devoción..y con la sospecha de que se van a vender muy pocos ejemplares.
Como dejó dicho el bueno de Berlanga: "Yo pensaba que lo más jodido de mi vida era la censura de Franco. ¡Pues no! Lo más jodido es la pérdida de la memoria". Y a nosotros se nos antoja que también se puede aplicar ese sentimiento a la pérdida de la memoria colectiva, de la propia identidad, del olvido que pesa sobre las gentes que hicieron cine en España en tiempos no tan lejanos. De modo que reforzando lo ya dicho en la primera entrada del Blog: "Firmad, Señora", es de justicia que hablemos de este libro.
AUNQUE LOS CUBRAN DE SAL. Historia de los Cómicos españoles es la obra a la que nos estamos refiriendo. Es un libro para raritos, para la gente que se emociona con las películas y con el trabajo de las estrellas, los secundarios y los técnicos del Cine que vivieron y trabajaron en España, dejando su legado después de lidiar con casi los mismos inconvenientes que sufre el cine español actual: los intereses creados, el dinero-dinero-dinero, las subvenciones y la tiranía en el gusto del público: la dificultad de hacer una película que llene las salas. No vamos a abundar demasiado en el manido tema de la censura ¡Se ha repetido tantas veces! Aquella gente tenía que sufrir -además de todo lo dicho- la humillación y la vergüenza de ver su obra recortada una y otra vez por funcionarios (vaya función!) ineptos y fanáticos. Pero ¡cuidado! aquí no vamos a parangonar el cine de entonces con el cine de ahora. Todo es cine español. Aquí se trata de recordar a los olvidados que, al paso que vamos, no tardarán en ser totalmente ignorados. Hicieron buenos trabajos, fueron magníficos intérpretes pero por desgracia están casi todos muertos. Y claro, hoy en día nadie los va a invitar para adornar una de esas tertulias televisivas a base de advenedizos, vagos y maleantes, escogidos por no se sabe quién, para hablar de temas de los que no tienen ni idea.
Su autor, Bartolomé Salas Martos, es un españolito -de Jaén- que vino al mundo en 1953 con una misión muy especial y sin saberlo: era uno más, un hijo de inmigrantes en el madrileño barrio Del Pozo del Tío Raimundo luchando por la vida con uñas y dientes, haciéndose mecánico tornero, delineante y terminando Maestría Industrial. En todo ese tiempo nunca fue un intelectual, no hizo novillos calentando una butaca en la cafetería de cualquier Facultad, no fue uno de aquellos pájaros de cine-forum que se empujaban con el dedo índice el puente de las gafas al hablar de Eisenstein o de Bergman, después de una proyección, sin darse cuenta de que el silencio de los otros contertulios no era admiración sino paciencia. Él simplemente había acudido con religosa puntualidad a su cita dominical con el Cine: Ver, escuchar y sentir. Bartolomé ha sido siempre un trabajador inquieto, que ha leído cuanto ha caído en sus manos y que ha entrado en los cines desde niño con la misma devoción que otros entran en un templo. Y que en su viaje, no a Damasco sino seguramente al tajo, recibió como Pablo de Tarso una iluminación y un encargo: difundir aquello que le había emocionado, inspirado, consolado. Compartir con todo el mundo lo que sabía, lo que había aprendido sobre nuestras gentes del Cine, sobre los directores y sus grandes obras, sobre los actores, y de éstos, sobre los más débiles: sus admirados, entrañables secundarios. Y se puso manos a la obra.
Puede estar satisfecho. Y nosotros tan contentos, porque coger uno de los dos tomos y abrirlo al azar por cualquiera de sus páginas, es un auténtico placer. No sabemos si está hecho a propósito, pero esta obra no es sólo la recopilación de un ingente número de biografías y recorridos profesionales, sino que en ella se habla ahora de éste y después de aquel pero sin ningún orden académico, en un perfecto desorden organizado, contando anécdotas, refiriendo trapisondas y lo que mejor hace su autor: Contar películas. Eso sí: un completísimo índice al final del segundo tomo nos llevará con precisión a la actriz o al actor del que nos interesa informarnos con detalle.
Sólo nos resta decir que, aunque los cubriesen de sal, ya nunca podrían desaparecer por completo nuestros Cómicos, perdiéndose su memoria, el relato de su vida y de sus obras. Por eso y por muchas horas de amena lectura, muchas gracias, Bartolomé.
"En los libros podemos refugiar nuestros sueños para que no se mueran de frío". (escuchado en una película de nuestro cine).
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